sábado, 19 de mayo de 2018

Un buen político, ¿debe ser pobre o sólo parecerlo?

Si el objetivo de la mayoría de los políticos fuera prosperar cooperando pacíficamente con los ciudadanos —en lugar de extraerles coactivamente la máxima renta posible—, todos podríamos mejorar simultáneamente. Bastaría con que esos políticos buscaran crear el marco institucional dentro del que toda persona pudiera prosperar individual o asociativamente.
Para ser un buen gobernante es necesario —aunque no suficiente— ser inteligente y estar bien formado. ¿Cuántos políticos españoles en activo tienen, al menos, estas cualidades?
Si tenemos en cuenta que la riqueza (conseguida por méritos propios, sin estafar, robar o explotar a otros) es, en muchas ocasiones, un síntoma del grado de habilidad de una persona (idealmente, habilidad para satisfacer necesidades ajenas; tristemente, habilidad para parasitar a otros), siempre será mejor que nos gobiernen un equipo de políticos con suficientes bienes personales que un equipo en el que la divisa es ser pobre y administrar sus ingresos de forma que les resulte difícil llegar a fin de mes. 
Los que han leído “Padre Rico, Padre Pobre” de Kiyosaki lo entenderán perfectamente. 














Es sabido que disponer de un buen nivel económico facilita los medios para poder adquirir una buena formación. Del mismo modo, tener un futuro garantizado, al disponer de unas buenas rentas o por la posibilidad de retomar una buena carrera profesional independiente cuando se deje la política, puede ser un obstáculo al estimulo-esfuerzo necesario para encontrar ideas creativas en el ejercicio de su trabajo político. Hay que tener también en cuenta que una adecuada “inteligencia emocional” del político puede mejorar su desempeño o entorpecerlo.
La suficiencia financiera (pedir un crédito o una hipoteca no ayuda a conseguirla) otorga a una persona un mayor grado de independencia frente a las presiones y tentaciones que le planteen los poderes económicos. De hecho, una de las justificaciones de la renta básica por parte del republicanismo de izquierdas es proteger la autonomía ideológica y política de cada ciudadano al eliminar sus dependencias económicas.
Contar con la suficiente riqueza personal alinea parte de los intereses personales del gobernante con el interés general (facilitar la creación y el florecimiento de la riqueza) del conjunto de los ciudadanos. Por ejemplo, un político con patrimonio será menos propenso a gravar brutalmente el ahorro que uno pobre de solemnidad (incluidos aquellos que se gastan todo o más de lo que ingresan).
Ahora bien, y en contraposición a lo anterior, los políticos “ricos” pueden sentir la tentación de ejercer un gran “poder regulatorio” sobre aquellos sectores en los que ellos tienen intereses económicos directos y, adecuar la regulación sobre esos sectores para poder lucrarse mejor a costa del resto de la población. Los que no tienen patrimonio también pueden sentir la tentación de ejercer un gran “poder regulatorio” sobre todos los sectores porque suelen tener necesidades desmedidas de recaudar dinero para acciones clientelares y dar a los suyos “pan para hoy”, y para mañana… ya se verá.
Según estos criterios, el progresivo ascenso de Pablo Iglesias y de cualquier otro político joven y “progresista” a la élite económica de España (al 'top 1%' de la ciudadanía más rica con progresiva acumulación patrimonial) no lo inhabilita para ser un buen gobernante, siempre que cuente con otros valores que le ayuden en su cometido. 
Las ideas sesgadas sobre cómo funciona el mundo —extrema izquierda (lo mío es mío, y lo tuyo es de los dos) / extrema derecha (todo lo tuyo y también lo mío es de los que mandan)— resultan mucho más peligrosas para el bienestar de la ciudadanía que las malas intenciones que podrían derivarse del incremento del estatus financiero de cualquier político, por muy de izquierdas que se considere. 
Recordemos que el mundo está lleno de falsospredicadores que hacen gala de una oratoria prodigiosa, pero que pocas veces dan ejemplo de lo que predican: “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”. 
Hay que reconocer que el dinero es una vianda que nunca sacia. La inmensa mayoría deseamos poder ser ricos. Da igual nuestros orígenes o nuestras ideas; a la hora de la verdad, el dinero y el poder corrompen al poseedor de los valores éticos más puros. “Todo el mundo tiene su precio”, se suele decir.
¿Se han percatado de cuantos políticos de izquierdas prefieren gastar su dinero (presente y futuro) en casas (muchas veces por encima de sus posibilidades) para disfrute propio y no en desarrollar nuevas iniciativas empresariales innovadoras que contraten a trabajadores fijos, con buenos sueldos, en lugar de a colaboradores voluntarios o con sueldos precarios con los que difícilmente logran sobrevivir?. 
¿Se acuerdan del “asistente sin contrato y sin cotizar a la Seguridad Social” que tenía Echenique, Secretario de Organización de Podemos? Si así es como pretende organizar el Gobierno, el día al que lleguen al mismo…
En estos momentos debe haber mucha gente honesta y consecuente con su ideología que están desencantados con la noticia de la “mansión” del líder de Podemos porque denota una cierta incoherencia entre sus teorías y su praxis personal; por otra parte no tan extraña, ya a sus padres y abuelos ideológicos se les llamaba la izquierda caviar o la ‘gauche divine’ por similares motivos.
Además, aunque algunos consideren que Pablo Iglesias es el político mas currante de España y por tanto con mas ingresos legales merecidos, no entiendo como podrá pagar una vivienda tan cara con una hipoteca a 30 años. 
Tampoco entiendo como la misma entidad que ha concedido la hipoteca a la pareja Iglesias-Montero no se la concedería a un ciudadano anónimo. Usted puede comprobarlo si acude al “simulador de hipotecas de la Caja de Ingenieros” para pedir una hipoteca de 540000€ sobre una vivienda que vale 660000€. Le responden que NO se la conceden porque “el importe de la hipoteca no puede superar el 80% del valor del inmueble”. ¡Hagan la prueba!
Por supuesto que cada uno tiene derecho a disfrutar de su dinero como quiera. La duda está en conocer “la letra pequeña” de los acuerdos de financiación que las respectivas entidades han acordado con el Sr. Rivera (un millón de euros) con el Sr. Iglesias (más de medio millón de euros) y con otros políticos que compran con hipoteca valores inmobiliarios, que otros profesionales liberales o autónomos de similares ingresos no se pueden permitir. Recordemos que los tipos de interés de la hipoteca son variables y que aunque ahora la pareja Iglesias-Montero puedan pagar 1600€ al mes, en los próximos 30 años seguro que el Euribor no se mantendrá a los bajos niveles actuales y ello dificultará el pago de la misma. Todo ello contando con que el nivel adquisitivo de los ingresos de la pareja Iglesias-Montero se mantenga al nivel actual, que ya es mucho suponer; y olvidándose de los “gastos de mantenimiento” crecientes de una propiedad como la que van a empezar a disfrutar, con amplio jardín, piscina y hasta huerto. Todos tenemos “derecho” a… lo que nos haga ilusión, pero si no tenemos dinero para comprar ciertos lujazos, nunca deberíamos pretender disfrutarlos si no podemos asegurar su pago ni pretender que otros lo paguen por nosotros.
Respecto a la hemeroteca que recuerda como Pablo Iglesias criticó en su día a Luis de Guindos su adquisición de un ático de valor similar, podemos leer el artículo de El Plural.com que expone “cuatro diferencias entre el chalet de Iglesias y el ático de Guindos”. Es fácil concluir que Guindos hizo una buena inversión (no se si dispuso de información privilegiada) y que Iglesias-Montero han asumido un gasto excesivo (2.000m2 y 660.000€), posiblemente fuera de sus posibilidades. Todos conocemos a familias de 4 miembros que viven decentemente en viviendas de superficie y coste muy inferior. El ejemplo que se desprende de un líder, de un partido de izquierdas como Podemos, a sus seguidores es que esta adquisición es onerosa y pone de relieve la poca cultura financiera que tenemos los ciudadanos españoles (incluidos los políticos que dirigen o pretenden dirigir el país) y la dificultad de saber diferenciar entre inversión y gasto. Que no es lo mimo. 
Volviendo al terreno político, y a la hora de contestar a la pregunta de si una persona “rica” puede ser buen político hay que tener en cuenta que, en un Estado con un poder tan gigantesco sobre toda la economía como es el español, los gobernantes acaudalados necesariamente tendrán que enfrentarse a un fortísimo conflicto de intereses cada vez que tomen cualquier decisión.
Incluso para los muy ricos y ambiciosos, el precio del poder sigue necesitando del lubricante monetario para mantener e incrementar ese "producto" en el que el dinero no es un fin, pero sigue siendo un medio. Los muy ricos y más a sus avanzadas edades, tienen capital para vivir ellos y sus familias mil vidas sin una sola privación material. Ahora bien, siguen amasando dinero porque aunque tengan sus necesidades materiales cubiertas, el mantener la influencia, el poderío y la capacidad de permanecer independientes a presiones y tentaciones, exige un caudal monetario contínuo y permanente; ya que hay que proveer a los “colaboradores/facilitadores” de vías de ingresos contínuas y sustanciales para que les sigan siendo fieles. Asumamos que gran parte de la corrupción política para aumentar el poder no consiste en robar para uno mismo, si no en permitir que roben otros y todo parezca que cambie para que todo siga igual.
Todos conocemos casos de políticos (comunistas o no) que cuando se incorporan a la política critican a quien vive en lujosos chalets y más aún si tienen propiedades de más de 1millón de euros. Afirman que estos “ricos”, al ser diferentes de la mayoría de los ciudadanos, viven aislados de las clases medias-bajas y no saben cuanto vale un café (sin varios cafés al día y tomados en el bar, no somos nadie). Los “puros” aseguran que para comprender los problemas de los ciudadanos deben estar cerca de ellos: vivir donde ellos, actuar como ellos, gastar como ellos,… ¿ganar como ellos?. Cierto es que para entender mejor a otro es bueno calzarse sus zapatos cada día y recorrer su camino. El problema es que, más pronto que tarde, la mayoría de esos políticos “progresistas” comprenden que vivir bien y con lujos es algo bueno que los humanos podemos disfrutar. Les pasa como a los rusos o los chinos: en cuanto entran de lleno en la aventura capitalista, pronto les encanta la experiencia. ¡Cuánta envidia escondida parecen llevar dentro! Envidiar las propiedades de los demás puede que no sea bueno (porque nadie envidia el esfuerzo que han tenido que hacer para conseguir y saber conservar lo conseguido) pero es lo más normal del mundo.
Los que suelen defender la “igualdad a la baja”, condenando el esfuerzo que todos tenemos que hacer si queremos poseer más bienes y progresar en la vida en el ambiente de ¿libre? mercado que tenemos, pronto descubren que el sistema funciona de forma diferente a como les decían sólo hace unos años a sus esperanzados votantes. Nos han repetido hasta la saciedad que ellos forman parte del pueblo, “pueblo verdadero”; y que por eso residían en barrios obreros y usaban el transporte público o el ecológico, y que frente a ellos, estaba la “casta” que siempre ha vivido muy bien, en buenos pisos y chalets, sin importarles los problemas de los más humildes. 
Para corroborarlo, todos recordamos el sonoro “¡Qué se jodan!” que gritó una política de la casta en el Parlament valencià. Pero si fueran coherentes y tuvieran un poco de honestidad, la pareja Iglesias-Montero, se daría de baja en el partido porque se han reído (y pretenden seguir riéndose para poder pagar la hipoteca durante los próximos 30 años, 30) de muchas pobres gentes aplicando el viejo truco de “hacerse rico defendiendo a los pobres”. Si esos jóvenes que les votan, algunos sin trabajo y otros con sueldos tan miserables que no pueden pagar más que un mísero alquiler de un pisillo de 70 m2 en un barrio marginal, fueran capaces de pensar a quien admiran y lo que han votado, les correrían a gorrazos por hipócritas y cínicos. La pareja Iglesias-Montero parece que tienen bastante en común con los demás políticos del establishment: dicen una cosa para conseguir votos y así engañar a las almas cándidas hasta conseguir el poder, y luego todos hacen lo mejor para ellos mismos. 
Los humanos se han comportado así durante miles de años y no me consta que se haya encontrado aún la forma de cambiarlo. Una posible solución tal vez sea que los ciudadanos no les facilitemos a los políticos, con nuestro voto y nuestro comportamiento personal, que legislen para aumentar cada vez más su poder sobre temas cuya decisión sólo debería correspondernos a cada uno de nosotros. Cuantos más pescadores en rio revuelto, más probabilidades de que los peces se agoten antes para todos, aunque no para ellos.

viernes, 11 de mayo de 2018

Hasta Shakespeare tenía mucho que decir acerca del dinero

“Neither a borrower nor a lender be”. William Shakespeare
Si pasean por las callejuelas de Stratford-upon-Avon (ahí nació Shakespeare) pueden encontrar tazas con esta sentencia de Shakespere (Hamlet) para que la recuerden, cuando tomen cada día su café con leche en el desayuno. 
Shakespeare aconsejaba: "Ni un prestatario ni un prestamista sean. Si prestan, perderán el dinero y el amigo; y si toman prestado, perderán su hacienda”. Huyendo de los extremos, la clave es ser un consumidor racional (buscar la mejor relación calidad/presio en los bienes y servicios que adquiramos y nunca pedir préstamos para comprar cosas que no necesitemos) o un prestamista juicioso (asegurándose el retorno del principal más los intereses.
Burns, refiriéndose al dinero, decía que "No es para esconderlo en un agujero, ni para tirarlo por la ventana sino para usarlo para mantener la independencia”.  
Una de las mejores pruebas de la sabiduría práctica de una persona sigue siendo observar la forma en que usa el dinero: Cómo lo consigue, lo guarda y lo gasta.
Ya en 1859, Samuel Smiles publicó su libro “Self Help” del cual tomo el siguiente párrafo del capítulo IX: Money, —Use and abuse, traducido libremente:
“Aunque el dinero no debe de ninguna manera ser considerado como el fin principal de la vida del hombre, tampoco es un asunto trivial, que se lo tenga en desprecio filosófico, representando, en la medida de lo posible, los medios para conseguir comodidad física y bienestar social. De hecho, algunas de las mejores cualidades de la naturaleza humana están íntimamente relacionadas con el uso correcto del dinero, como la generosidad, la honestidad, la justicia y el autosacrificio; así como las virtudes prácticas de la economía y la providencia. 
Por otro lado, están sus contrapartidas de la avaricia, el fraude, la injusticia y el egoísmo, como se muestran por desmesurados amantes de la ganancia; y los vicios de la falta de fluidez, la extravagancia y la imprevisión de parte de aquellos que abusan y abusan de los medios que se les han confiado. Así que, como es sabiamente observado por Henry Taylor en su reflexivo "Notes from Life", "una medida y forma correcta de obtener, ahorrar, gastar, dar, tomar, prestar, tomar prestado y legar, casi argumentaría el buen talante de un perfecto caballero."
Hoy en día, para mucha gente, hablar de dinero es políticamente incorrecto: si uno carece del mismo se le considera un pobre desgraciado necesitado de acciones solidarias. Si tiene mucho se le considera un malvado rico y se piensa que debería repartirlo entre todos los demás. 
Muchos piensan que todos los ricos lo son porque depredan dinero de los sectores productivos; mientras los pobres están ansiosos para arrebatárselo, los que se autocalifican como buenos, solidarios y sensibles piensan que hay que aumentar los impuestos para repartir las ganancias de los primeros entre todos. Entre los dos extremos se sitúa la mayoría de la población que por prudencia, por miedo o por envidia procuran no mentar el tema del dinero en público y sólo de soslayo en privado. 
A los que invierten su dinero para obtener rendimientos se les llama despectivamente especuladores, y a los que con la excusa de que “hay que vivir la vida” se lo gastan todo, sin pensar en que puedan necesitarlo más adelante, se les reprocha su actitud inconsciente y se les califica de derrochadores. Nadie está contento con el dinero que tiene porque a casi nadie le basta el que tiene para comprar todo lo que quiere; y envidian-codician el que tienen los demás, aunque lo nieguen histriónicamente en público. 
Con el dinero sucede algo similar a lo que pasa con muchos otros temas. Todos lo usamos a diario, todos queremos tener más (quien no sueña con que le toque la lotería) y al mismo tiempo, al estar todo lo relacionado con las finanzas, lleno de mitos y falsas creencias, muchísima gente lo desprecia en público y considera incorrecto hablar de temas en los que el “vil metal” esté involucrado. 
Con el dinero mantenemos una eterna relación de amor-odio de la que pocos escapan. 
La mayoría de la gente usa el dinero y todo lo referente a las finanzas personales en función de lo que ha aprendido de sus padres. Por ese motivo, nos desempeñamos laboral y financieramente de acuerdo con esquemas que perpetúan patrones de conducta casi siempre perjudiciales en términos monetarios. Los padres pobres aconsejan a sus hijos que se apliquen y estudien, pero, por lo general, la escuela no prepara para lidiar con los asuntos relacionados con el dinero. 
Muchos “intelectuales progresistas”, profesores de humanidades, personas simpatizantes de partidos autodenominados “progresistas”, etc. se jactan de minusvalorar todo lo relacionado con el dinero, como si tener dinero implicara incultura o algún tipo d bajeza moral. La sociedad va cambiando continuamente, pero los consejos que dan los padres sobre temas financieros, en el fondo varían poco, porque poco bueno se puede aconsejar si no se tienen conocimientos y se evita instruirse y pensar, sin falsos tabúes, sobre el tema.
Lo cierto es que los universitarios de hoy en día (con Masters e idiomas incluidos) ganan menos dinero que los de hace tres décadas (sin Master y pocos idiomas). Tampoco pueden esperar mucha ayuda del Sistema de Seguridad y Bienestar Social para tiempos futuros. 
Por mucho que mantengamos los ojos cerrados ante el dinero y esperemos que el Estado nos resuelva los problemas cuando nos atenacen, nadie es capaz de imaginar como podrá hacerlo sin nuestra implicación personal. Todos sabemos que pedir es fácil, conseguir ya es más difícil.
Necesitamos reflexionar sobre el tema del dinero sin apriorismos y encontrar nuevas respuestas a los problemas de siempre. Los consejos del siglo pasado: “Ve a la Universidad, consigue títulos, aprende idiomas, encuentra un trabajo seguro y permanente que te asegure un confort de por vida”, ya no funcionan. Tal vez alguien piense que no hay para tanto, no obstante es bueno recordar que los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay. Por tanto, si no llega a fin de mes o piensa que “las cosas del dinero” están mal repartidas, deje de lamentarse y “pedir que le den”. Mírese al espejo y piense como puede revertir su situación, porque la persona que mejor puede cambiar su vida es usted mismo.