miércoles, 27 de noviembre de 2019

¿Cuándo empezaremos a hablar de lo importante?

Hace más de 30 años Ernest Lluch impulsó la Ley General de Sanidad. En sus desarrollos posteriores hizo posible que todas las personas pudieran ser atendidas médicamente independientemente de sus circunstancias personales.
¿Cuánto tiempo se podrá mantener este ritmo de atención universal en sanidad y educación si no se dedican más recursos y si no se atienden las quejas y denuncias de los sindicatos de médicos?
Hay encuestas que cifran en el 96 por ciento los médicos que sufren sobrecarga crónica. La sanidad pública es más que aceptable gracias al esfuerzo sacrificado, responsable, de muchos profesionales que suplen los recortes que se han practicado.
Parece que los compromisos después de la huelga del 2018 no se han cumplido o su aplicación es “lenta y desigual”. Una mitad aproximada del personal sanitario dice que ha disminuido la presión, pero los indicadores son preocupantes. El 52% de los centros no cubren bajas nunca. Se pierden profesionales que se jubilan o emigran. 
¿Cómo puede ser que falte dinero para sanidad (atención a la tercera edad y educación) si la presión fiscal no ha disminuido?

A bote pronto se me ocurren dos razones:

1.- En lo que parece que no se ha recortado NADA es en “cargos extractivos” que sólo perjudican el trabajo de los verdaderos profesionales y en el despilfarro en gastos superfluos que perjudican la atención que reciben los verdaderos enfermos. Algunos corruptos han sido juzgados (los juicios se alargan interminablemente en los juzgados) unos pocos condenados y… ¿CUANTO DINERO MALVERSADO SE HA RECUPERADO?. Si no se resuelve o al menos se controla el tema de la corrupción y de la malversación, no importa que se suban los impuestos y se continue desangrando a los elementos productivos de la sociedad. Nunca habrá suficiente.

2.- Despilfarro de los medios existentes. Una sociedad avanzada no debe permitir que ninguna persona muera o enferme por falta de atención médica o socorro social, pero debería cesar inmediatamente el despilfarro que se produce en “tratar síntomas de enfermedades que no son tales y en medicar problemas”. Hay demasiada gente que no entiende que los servicios médicos y sociales tienen un coste, que sufragan los que pagan impuestos, y que piensan que porqué a ellos no les cuesta nada, no tienen ningún valor y se pueden consumir sin freno.

Es inquietante que después de tantas elecciones y de tantos debates, de tanta tertulia superflua, de tantas promesas incumplidas, el discurso nacional pase por en­cima de las necesidades ciudadanas, todo vaya a peor y no se dedique más atención a las preocupaciones más perentorias de la sociedad. 
Los acuerdos para modificar las precariedades de un sistema que necesita reformas no podrán alcanzarse sin la compli­cidad de todas las fuerzas democráticas. Para ello es preciso que practiquen la generosidad todos los protagonistas. Los partidos se llaman partidos porque sólo ­representan una parte del todo. Por desgracia en lo único que logran acuerdos es en la manera de repartirse las “sillas” y el “pastel” y en pedir siempre más, mucho más. Panecillo para hoy y mucha hambre para mañana.
Mientras dediquemos tanta atención a hablar de banderillas, de lazos de colores varoios, de derechos etéreos insubvencionables y olvidemos debatir sobre los temas que verdaderamente nos interesan a TODOS no saldremos del atolladero y cada vez iremos a peor.