Don Hilarión es un personaje de ficción creado por el dramaturgo Ricardo de la Vega para la zarzuela de Tomás Bretón La verbena de la Paloma. Como obra musical tuvo un enorme éxito que no ha disminuido con el tiempo, pero no menos éxito tuvo el libreto y los personajes, en especial Don Hilarión cuyos monólogos y diálogos llegaron a formar parte del habla común del Madrid de finales del siglo XIX. Pasados 120 años seguimos utilizando algunas de sus frases como muletilla o frase hecha, como «Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad».
Parece mentira que con lo que se repite la historia, sigamos tropezando una y otra vez con la misma piedra. Parece mentira que tengamos tanta capacidad para el olvido o tanta dificultad para recordar, incluso las cosas importantes. Máxime en nuestros tiempos que tenemos agendas electrónicas, que podemos llevar siempre con nosotros y que son capaces de recordarnos todo lo que les pidamos. Incluso podemos hablar con Siri (Apple) o con Cortana (Windows) para que nos lean la agenda, los mensajes o llame a mamá para que nos explique la receta que queremos cocinar.
La razón es que los ingenios tecnológicos no son autónomos. Precisan de nuestra voluntad personal indelegable para seleccionar “que es lo que deseamos que nos recuerden y cuando hacerlo”. Parece de cajón pero, a tenor de la gran cantidad de cosas importantes que mucha gente olvida hacer, no lo debe ser tanto.
Siempre se ha precisado la decisión humana para decidir para que deseamos utilizar los recursos finitos de que disponemos, cuando hacerlo y que prioridad damos a los diferentes proyectos, según nuestra escala de necesidades o valores.
La diferencia respecto a los tiempos de Don Hilarión, es que ahora muchas de las ideas y los conocimientos se comparten, publicándolas en red y por tanto son muchísimo más accesibles a más cerebros pensantes. Así puede potenciarse la efectividad de las investigaciones, aumentarse los descubrimientos y reducirse los costes de alcanzar resultados debido a las economías de escala que se producen.
Las personas seguimos siendo los que decidimos como utilizamos nuestro tiempo. A nivel público o corporativo también son personas las que deciden en que trabajos, líneas de investigación y desarrollo empleamos nuestro talento. Pero no por votación popular, ni siquiera son las decisiones de un senado de “sabios” especializados en cada campo del conocimiento científico. Son los “poderosos” que tienen el poder militar y económico los que deciden, y no suelen guiarse precisamente por el bien general de la mayoría de la población.
¿Se han preguntado porqué hay enfermedades que siguen matando gente o haciéndoles sufrir o al menos reduciendo a límites inexplicables su calidad de vida?: Porque son enfermedades o problemas que sufren capas “pobres de población” que no pueden pagar o dar beneficios empresariales. ¿No podrían financiar estas investigaciones los gobiernos con el dinero de los contribuyentes?. Por suerte hay enfermedades o problemas que no discriminan entre “ricos-poderosos-instruidos” y “pobres-poco instruidos”. A ellas si les dedican esfuerzos y reciben un aporte de recursos públicos mucho más alto.
Piensen en los temas de conservación a largo plazo de la vida en el mundo. ¿Se investiga lo suficiente para incrementar la producción de alimentos in situ, para asegurar la disponibilidad de agua, de energía limpia,…?
No se trata de repartir la escasez y hacer actos de solidaridad puntuales, siempre insuficientes y discriminatorios. Actos para calmar la mala conciencia mientras seguimos “haciendo nuestra vida ¿inadecuada?” permitiendo la picaresca y manteniendo el servilismo dependiente.
Se trata de incrementar la producción in situ, de aumentar la calidad de vida in situ, de facilitar que la vida y la convivencia pueda mantenerse in situ.
Se trata de emplear recursos para limitar los actos vandálicos, para reducir a los dictadores y genocidas que causan la muerte de miles de personas en sus territorios. No se puede concentrar a toda la población mundial en una zona supuestamente considerada “paraíso democrático terrenal”. Imaginen, ahora que los titulares alertan sobre la debilidad de la economía China, si las mafias “convencieran” a cientos de miles de las nuevas clases medias chinas decidieran emigrar a países “más tranquilos y con mejores posibilidades de crecimiento” …
Se trata de facilitar que el “paraíso” sea toda la Tierra, que es donde todas las personas que han nacido pueden vivir, al menos por el momento. Para esto se precisan decisiones a escala, no ya europea o continental, sino mundial. Lo mismo pasa con la redistribución de recursos a través de los impuestos: mientras haya un solo “paraíso fiscal” permitido por la “Federación Mundial de Gobiernos Estatales” los ricos-insolidarios-corruptos-defraudadores, etc. tendrán un lugar para resguardar el fruto de sus delitos.
A partir de estas elucubraciones pueden seguir pensando y analizando, cada uno de ustedes, la gran cantidad de temas importantes que ni siquiera los grandes Estados e instituciones mundiales tienen en su agenda.
Depende de los valores morales de cada uno como utilizar los recursos privados, siempre de forma respetuosa con los demás, pero está claro que ninguno de nosotros debería permitir que los que dirigen el “chiringuito”, cada uno a su nivel y a su escala, se apropiaran de los recursos públicos para satisfacer su interés privado o de los lobbies.
Los recursos son finitos, por ello todos nosotros, cada uno desde el lugar que ocupa en la sociedad, deberíamos trabajar coordinadamente y de forma transparente para incrementarlos o al menos mantenerlos y destinarlos a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
El dinero público se puede emplear en fabricar armamento cada vez más sofisticado y vender el obsoleto a otros países menos ¿desarrollados? para que se maten entre ellos y produzcan beneficios a unos pocos o dedicarlo a investigar para mejorar la sanidad global de la ciudadanía. Es cuestión de ética personal.
Se pueden emplear recursos para localizar, denunciar y juzgar a los corruptos, defraudadores y mafiosos cercanos o nivel mundial o en paliar siempre de forma local e insuficiente sus efectos nefastos sobre la población global.
Sólo la implicación activa de todos, puede ayudar a que nuestros representantes legislen en la dirección adecuada y en los temas importantes en lugar de decidir temas menores. ¿Porqué no dejar de consumir contenidos “vacíos”, programas de TV insustanciales y tertulias repetitivas sobre temas secundarios?. ¿Porqué no pedir por todos los medios, incluidos redes sociales, que dejen de tomarnos el pelo y de tratarnos como tontos analfabetos?
Recuerdo una publicación en FB con una foto viral al estilo de “Me siento muy orgulloso de ser…”, “¡Viva …..libre!”. Había varias páginas enteras de comentarios populistas.
Tres personas decidimos escribir comentarios razonando sobre lo que se decía. Explicando de que nos sentíamos orgullosos y de que no. Matizando, razonando, haciendo preguntas para que cada uno reflexionara antes de contestar como papagayos reaccionando visceralmente. Sugiriendo diálogo constructivo.
Después de nuestros comentarios disminuyeron drásticamente los comentarios en esa publicación y a las pocas horas, desapareció. Parece que el que inició la publicación entendió que se había “roto el encanto de la sinrazón” y que ya no servía para el propósito populista con el que se había creado.
¡Algo si podemos hacer! Y si no nos acordamos, y no nos basta con nuestro teléfono móvil, que tiene muchísimas aplicaciones que tal vez no usamos con la eficiencia que podríamos, siempre podemos poner un “Buddy” en nuestra vida. Tiene sus ventajas, no hace falta sacarlo a pasear como a los animales de compañía, ni oler sus “popo” ni recoger sus “caca”, ni darle de comer, etc. ¿Qué no saben de que les hablo?. ¡Vean el vídeo!.
¡Hoy las tecnologías adelantan que es una barbaridad!
¡El comportamiento de las personas, en el fondo, casi nada!
©JuanJAS