martes, 10 de diciembre de 2019

No todos los casos son iguales: El caso Brexit

Después de la votación sobre el Brexit se impuso en UK una incertidumbre económica que tuvo un precio elevado: bajada del empleo, de la inversión de las principales empresas y también de su productividad. Desde entonces, a los directivos de las empresas les ha tocado dedicar parte de la jornada a prever qué ocurrirá el día después.
Pero la sensación de incertidumbre, con el tiempo, se ha ido apaciguando. El Brexit, que es la manifestación institucional más inequívoca de la crisis que sufre la gobernanza multilateral, ha tenido la capacidad de crear un mito identitario para un país que se había quedado sin "proyecto colectivo". Pero la posibilidad de que este mito no fuera sólo una utopía dependía y depende, ante todo, de algo que apenas tiene otro país: una capital global como Londres. 
Se mintió hace dos años a los votantes sobre las consecuencias del Brexit y parece que Boris Jhonson suele faltar a menudo a la verdad en sus declaraciones, pero sus contrincantes no han sido capaces de pactar para llevar a cabo un proyecto mejor que el que él propone. Así las cosas, el mentiroso/incapaz sale reforzado porque los otros no consiguen cristalizar nada positivo. Eso pasa en otros lugares más cercanos, con la diferencia de que el Reino Unido tiene un GranLondres con sus casi 9 millones de personas.
El 44.9% son blancos-británicos, el 2.2% de blancos irlandeses y el 12.2% de blancos de varias partes del mundo. Los asiáticos son el 20.9% (6.6% indios, el 2.7% de Pakistán, el 2.7% de Bangladesh, 1,5% chinos, 1,3% de los árabes...). El 13.3% tienen ancestros negros absolutos y solo el 2.3% de ellos son de ascendencia negra mixta. (El 7,0% africanos negros, el 4,2% del Caribe negro)
Londres es una ciudad multirracial donde el 52% son mujeres y el 48% hombres. La edad estándar es de unos 40 años y el 37% de la población de Londres se basa en inmigrantes. La densidad de población en Londres es de 5.590 personas por metro cuadrado.
En Londres, se hablan más de 300 idiomas, entre los cuales el 77.9 por ciento de la población habla inglés como primer idioma. Parte de la población no sabe hablar inglés o prefirieren hablar sus idiomas maternos (1.9% hablan polaco, 1.5% bengalí, 1.3% Gujarati, etc.)
La gente de Londres tiene religiones variadas. El cristianismo 58.23% la segunda religión más alta que se sigue en Londres son los ateos. La tercera los musulmanes, 12,39%. Las religiones restantes que se siguen son el hinduismo, el judaísmo, el sijismo, el budismo, etc.
Y este conglomerado de personas son las que contribuyen a hacer de Londres un gran centro económico y la quinta área más grande del mundo, de acuerdo con su PIB.
Londres es la primera ciudad en la que se celebraron tres veces los modernos Juegos Olímpicos de verano, tiene 6 aeropuertos (Heathrow, Gatwick, Stansted, Luton, London City y Southend), el primer sistema ferroviario del mundo, que la conecta con otras ciudades prominentes y los conductores de taxis memorizan todas y cada una de las calles y rutas de edificios destacados.
Cuando llegue el día en el que las ciudades gobiernen el mundo, Londres se consolidará todavía más como uno de los centros de poder de nuestra civilización.
Wall Street y la City of London son las plazas financieras más preeminentes del mundo por la riqueza que despliegan cada día a través de los centenares de infraestructuras culturales de primer nivel que captan y acogen. Basta con vivir unos días en Londres, visitando más allá de los circuitos turísticos y mezclándoselo con sus gentes, para darse cuenta de que no hay otra ciudad europea, ni París ni Berlín, con una “potencia” comparable. Y esta es la principal fortaleza del país a la hora de encarar el punto y aparte del Brexit.
Una fortaleza clave sobre la que no se suele hacer el suficiente hincapié y que no tienen otros “paises”.
Ultimamente, los medios de comunicación nos insisten en que a la hora de votar, las emociones se acaban imponiendo a la razón y que es bueno que así sea. Yo discrepo totalmente, porque las emociones son muy importantes y necesarias, pero no hay que despreciar la razón; y antes de emprender un proyecto, sería bueno preguntarse o que los líderes/expertos nos explicaran de forma que todos pudiéramos entender:
¿Tenemos las capacidades, experiencia y habilidades necesarias para llevar a cabo nuestro proyecto? 
¿Cuáles son nuestras debilidades, amenazas, fortalezas, oportunidades y ventajas competitivas?
¿Es el momento adecuado para llevarlo a cabo, la gente y los medios me apoyan y cuento con la técnica y la financiación necesaria?
¿Demuestran los números (no los sentimientos) que el proyecto es factible y rentable para los accionistas/ciudadanos?
¿Cómo evolucionará el proyecto a partir de la nueva época? ¿Tiene opciones de viabilidad teniendo en cuenta los detractores (internos y externos) con los que tendrá que competir/luchar?
¿Cuáles son mis alternativas en caso de que el pruyecto no dé los frutos esperados?
Si esto es fundamental para que un simple negocio tenga éxito, ¿Cuanto más necesario será tener una respuesta clara a estas preguntas cuando el proyecto es un “nuevo estado”?
Mediten, que falta hace.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

¿Cuándo empezaremos a hablar de lo importante?

Hace más de 30 años Ernest Lluch impulsó la Ley General de Sanidad. En sus desarrollos posteriores hizo posible que todas las personas pudieran ser atendidas médicamente independientemente de sus circunstancias personales.
¿Cuánto tiempo se podrá mantener este ritmo de atención universal en sanidad y educación si no se dedican más recursos y si no se atienden las quejas y denuncias de los sindicatos de médicos?
Hay encuestas que cifran en el 96 por ciento los médicos que sufren sobrecarga crónica. La sanidad pública es más que aceptable gracias al esfuerzo sacrificado, responsable, de muchos profesionales que suplen los recortes que se han practicado.
Parece que los compromisos después de la huelga del 2018 no se han cumplido o su aplicación es “lenta y desigual”. Una mitad aproximada del personal sanitario dice que ha disminuido la presión, pero los indicadores son preocupantes. El 52% de los centros no cubren bajas nunca. Se pierden profesionales que se jubilan o emigran. 
¿Cómo puede ser que falte dinero para sanidad (atención a la tercera edad y educación) si la presión fiscal no ha disminuido?

A bote pronto se me ocurren dos razones:

1.- En lo que parece que no se ha recortado NADA es en “cargos extractivos” que sólo perjudican el trabajo de los verdaderos profesionales y en el despilfarro en gastos superfluos que perjudican la atención que reciben los verdaderos enfermos. Algunos corruptos han sido juzgados (los juicios se alargan interminablemente en los juzgados) unos pocos condenados y… ¿CUANTO DINERO MALVERSADO SE HA RECUPERADO?. Si no se resuelve o al menos se controla el tema de la corrupción y de la malversación, no importa que se suban los impuestos y se continue desangrando a los elementos productivos de la sociedad. Nunca habrá suficiente.

2.- Despilfarro de los medios existentes. Una sociedad avanzada no debe permitir que ninguna persona muera o enferme por falta de atención médica o socorro social, pero debería cesar inmediatamente el despilfarro que se produce en “tratar síntomas de enfermedades que no son tales y en medicar problemas”. Hay demasiada gente que no entiende que los servicios médicos y sociales tienen un coste, que sufragan los que pagan impuestos, y que piensan que porqué a ellos no les cuesta nada, no tienen ningún valor y se pueden consumir sin freno.

Es inquietante que después de tantas elecciones y de tantos debates, de tanta tertulia superflua, de tantas promesas incumplidas, el discurso nacional pase por en­cima de las necesidades ciudadanas, todo vaya a peor y no se dedique más atención a las preocupaciones más perentorias de la sociedad. 
Los acuerdos para modificar las precariedades de un sistema que necesita reformas no podrán alcanzarse sin la compli­cidad de todas las fuerzas democráticas. Para ello es preciso que practiquen la generosidad todos los protagonistas. Los partidos se llaman partidos porque sólo ­representan una parte del todo. Por desgracia en lo único que logran acuerdos es en la manera de repartirse las “sillas” y el “pastel” y en pedir siempre más, mucho más. Panecillo para hoy y mucha hambre para mañana.
Mientras dediquemos tanta atención a hablar de banderillas, de lazos de colores varoios, de derechos etéreos insubvencionables y olvidemos debatir sobre los temas que verdaderamente nos interesan a TODOS no saldremos del atolladero y cada vez iremos a peor.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Los piquetes llegan a la universidad

Ayer empezó la huelga universitaria de duración indefinida impulsada por el SEPC. Parece que el mencionado piquete (menos de 200 ¿estudiantes?) bastó para materializar el paro en el campus de la UPF en la Ciutadella sobre un total de 15.000 matriculados en la UPF. En otras universidades catalanas, como la de Barcelona o la Autònoma, sin piquetes de por medio, el seguimiento del paro fue casi nulo.
Hace ya demasiados días que algunos estrategas del ¿independentismo? buscan relevancia internacional ocupando entidades, tratando de bloquear aeropuertos, puertos, estaciones, vías de comunicación… y, ahora, intentando paralizar y hasta los institutos.
Personalmente me gustaría más que la nación catalana obtuviera reconocimiento internacional porque tuviéramos excelentes profesionales que dirigieran grandes y exitosas empress, porque nuestras universidades lograran muchas patentes y algún premio Nobel investigara en sus dependencias, porque lograran ocupar puestos relevantes en el rango internacional de universidades, etc. Me encantaría que Catalunya alcanzara reconocimiento internacional por el elevado nivel de formación alcanzado por nuestros estudiantes. 
Estaría muy orgulloso de que Catalunya obtuviera reconocimiento internacional como el que obtuvimos en 1992 con los JJOO de Barcelona. Reconocimiento internacional por nuestra alta capacidad de trabajo, de organización, innovación y liderazgo. Admiración por nuestra alta renta per-cápita, por la alta calidad de nuestros servicios, etc.
Recibir reconocimiento internacional por acciones que alteran el normal funcionamiento del país y perjudica a la mayoría de ciudadanos que vivimos en Catalunya y estimamos el país en el que nacimos, no me parece el mejor modo de conseguirlo. Hay otras formas de hacer visible el conflicto sin incurrir en estos grandes costes presentes (y sobre todo futuros) para todos, que provocan estas acciones “antisistema” de una minoría.
Por poner sólo tres ejemplos, no me parece el mejor modo de conseguir reconocimiento internacional:
-El que las instituciones públicas dediquen el grueso de su esfuerzo a finalidades distintas de las que se pretendían lograr cuando fueron constituidas. 
-Cuando los ciudadanos no pueden desarrollar sus viajes, ya sean laborales, familiares o particulares, sin contratiempos, más allá de los derivados de las irregularidades del servicio.
-Cuando los estudiantes que esperan poder cursar sus estudios en la universidad, aquejada de problemas de infradotación que perjudican su eficiencia, ven peligrar la calidad de sus estudios y de sus becas para poder terminarlos con éxito.

Fomentar desconfianza y la desobediencia generalizada, que algunos alientan desde el Govern, lejos de conseguir desestabilizar la democracia española, erosiona los principios legales, de autoridad y de respeto a las normas de convivencia ciudadana que sustentan las sociedades democráticas, incluida la catalana. 
Desde el punto de vista político, las acciones vandálicas provocan un perjuicio, no para los organizadores de las protestas y para sus patrocinadores, sino para los que de forma pacífica reclaman que el Govern de la Generalitat “dialogue de todo” con el Gobierno español. Así no conseguirán nunca “ampliar la base de apoyos y simpatizantes” sino reducirla.
Por más que lo repita cierta propaganda extremista-independentista, ni todos los que no comulgan con su doctrina son fascistas, ni la desconsideración de los derechos del conjunto de los ciudadanos rendirá a medio o largo plazo los frutos soñados. La vulneración de la ley tampoco les llevará a la tierra prometida, Porqué ¿cómo será la vida en esa reclamada tierra maravillosa llena de ciudadanos que no respetan las normas sociales?.
TODOS deben cumplir la ley: los ciudadanos, los manifestantes, los policías y los gobiernos. Y se debe comprobar que la cumplen “TODOS ellos” sin disculpar ninguna mala praxis solo 
por el echo de colabora con los “mios”.
Por mucho que los sentimientos estén exaltados, debemos cuidar de que la confusión conceptual no nos nuble el entendimiento y, respetando la pluralidad trabajar para que la sabiduría nos ayude a que la razón prevalezca sobre los impulsos viscerales.
Tenía razón el rector de la UPF, Jaume Casals, cuando señaló que era injustificable la ocupación de la universidad por el reducido piquete de un sindicato que vanamente se arroga la representación del pueblo catalán para interrumpir la actividad académica. Ahora sólo falta que “se haga lo necesario” para que los estudiantes que van a la universidad a estudiar puedan seguir haciéndolo en las mejores condiciones posibles. De ellos depende el futuro de nuestro país.

viernes, 11 de octubre de 2019

¡No mas excusas!

A pesar de las facilidades que desde hace años tenemos todos los españoles para ir a la escuela y recibir formación y a pesar de que prácticamente todos mantenemos a nuestro lado un teléfono móvil inteligente (el teléfono que te permite acceder a grandes bases de datos e información susceptibles de convertir en conocimiento), cada vez hay más ignorantes o despreocupados por conocer la “verdad”. Cada vez hay más personas que gritan mucho pero ni oyen y menos escuchan; y faltos de todo rigor se sienten capaces de reinterpretar la historia para justificar sus bravatas.
En el siglo pasado muchos niños no pudieron ir a la escuela porqué sus padres los mandaban a trabajar para ayudar al mantenimiento de la familia. También es cierto que pasados los años, de mayores les faltaron ganas para esforzarse en aprender, remediando en parte lo que se les negó de niños. Lo imperdonable hoy en día es que, con millones de niños bien alimentados, a los que se les han dado todas las oportunidades (¿las han sabido aprovechar?), siga habiendo tanta gente que infravalora y hasta desprecia el conocimiento y el sentido común. Si no fuera así, se dificultaría mucho la nefasta labor a todos los que atentan contra la salud de la democracia y, con sus espectáculos mediáticos, pretenden que sigamos comulgando eternamente con ruedas de molino.
En las empresas pagan a los CEO’s para que elijan un buen equipo directivo y para debatir y tomar con ellos la mejor decisión. Así intentan conseguir que la empresa progrese y dé beneficios. De esas decisiones bien tomadas se benefician sus accionistas, sus clientes y sus trabajadores. No les pagan sueldos astronómicos para convocar a los trabajadores en asamblea y transferirles su responsabilidad cuando deba tomarse una decisión importante.
Eso tan lógico parecen no entenderlo algunos políticos que usan el recurso fácil (para ellos) de transferir a la calle la responsabilidad de tomar decisiones desde las instituciones, aunque sean sobre cuestiones de una complejidad técnica o política indiscutible. A veces puede entenderse porque, aún cobrando sueldos que nunca habrían conseguido en una empresa privada, ellos mismos han demostrado no tener la más mínima competencia para tomar esas decisiones con las mínimas garantías de éxito y progreso. 
Aun así está claro que los referéndums suelen simplificar problemas complejos. Organizar un referéndum no significa necesariamente respetar al pueblo. Al contrario, la intención que a menudo lo motiva no es otra que manipular a la ciudadanía. Se quiere dar la impresión de que con él se pretende fortalecer la democracia, cuando en realidad puede debilitarla. Sobre todo si las bases no están claras y si se actúa diferente a lo decidido en el referéndum.
Puede que la democracia di­recta y los referéndums sean las herramientas óptimas para asegurar que se oiga la “voz del pueblo” y los deseos de los ciudadanos se hagan realidad, pero la historia nos demuestra que en la mayoría de los casos el referéndum ha sido la expresión del ejercicio cínico de hacer ver que mandan unos para seguir mandando los otros. 
Los debates previos a los referéndums deberían estar exentos de populismos y demagogias, y los ciudadanos deberíamos tener la formación suficiente y hacer el esfuerzo necesario para detectar a los charlatanes y vendedores de humo. Además se precisaría que los ciudadanos utilizáramos las herramientas que nos permite la democracia con conocimiento y responsabilidad; y eso, sin educación, conocimiento, experiencia y voluntad es imposible que llegue a buen término. Así nos ha ido en el pasado.
Siempre olvidamos que el debate de un referéndum acostumbra a venir condicionado por el autor de la propuesta y las consecuencias políticas que para él y su grupo de presión pueda tener. Sin tener nada que ver con la propuesta que se plantea, no se da respuesta al contenido de la pregunta formulada (cuanto más compleja, más ignorada), sino que se responde en función del efecto político que su respuesta producirá. 
Es imprescindible un buen conocimiento de los asuntos debatidos por parte de los ciudadanos, necesidad mucho mayor que en el caso de la democracia representativa (donde son los representantes quienes deciden). Los referéndums simplifican, comprimen y reducen la verdad, lo que acaba deformándola y falseándola. 
Cuando lo sometido a consulta es profundo y complicado se crean falsas esperanzas de solución y se acaba por provocar decepción. Para darse cuenta de esto, basta con que les pregunten a sus conocidos que significa para ellos “república”, autonomía”, “estado independiente”, “independencia” y que “concreten” su respuesta. Que especifiquen las ventajas e inconvenientes que a ellos personalmente les reportarán si responden si o no a la pregunta. ¿Que representará para ellos si votan si o no una opción política concreta, si se suman a una protesta, manifestación, o acto reivindicativo concreto y qué si no lo hacen?. Comprobarán que hay tantas respuestas diferentes como personas interpeladas y que algunos de ellos ni siquiera saben contestar y sólo hacen lo que hace el vecino o su tertuliano favorito.
Sucede lo mismo con determinadas propuestas electorales: los políticos prometen porque prometer no empobrece. Prometen con todo descaro y sin vergüenza alguna. Eso sí, lo que venga después ya seremos los ciudadanos los que paguemos las consecuencias.
¡No mas excusas! 
¡Mediten! 
¡Ejerzan su libertad!: Mediten, tomen su decisión y actúen responsablemente.

viernes, 27 de septiembre de 2019

¿Cómo vamos a vivir en ­Catalunya en el futuro más próximo?

Escuchando las razones del independentismo con voluntad de entenderlas (aunque no se compartan), parece que la indignación es irreversible. Los agravios y chapuzas judiciales ­han colaborado a esa indignación y a generar estados de ánimo que instauran la descon­fianza, el descrédito de la verdad y anulan la ­presunción de inocencia, tanto de los acusados ­como de los acusadores. Es difícil preservar el derecho a unas garantías democráticas que no estén bajo sospecha. El clima político ­lleva años envenenándose y, a medida que se acerca la “Sentencia del Procés”, todos se distancian de cualquier racionalidad.
Amparados por grandes ­palabras, se apela a consignas preventivas que exigen ­absoluciones o culpabilidades por decreto. El malestar viene de tan lejos que ya ­forma parte de la vida cotidiana, y la amenaza del colapso ­civil sigue siendo una hipótesis tristemente ­factible, que se agravará cuando se acumulen las malas noticias económicas, que por mucho que se tapen, llegarán.
Hace tiempo que la indignación se transformó en una ilusión pacífica teniendo en cuenta las tensiones del contexto, basada en la evidencia de una capacidad de movilización histórica, que, en vez de ser asumida como síntoma de un malestar nada banal, fue tratada con ceguera a través del abuso de poder de una prisión preventiva que traiciona la interpretación más progresista de la Constitución. El problema viene cuando exaltamos las emociones y dejamos de lado los argumentos y los datos reales. Técnica que ha llevado a una frustración, tanto de quienes se sienten estafados por el incumplimiento de promesas incumplidas como de los que aspiran a una españolidad diversa, transigente y más democrática. Incluso en los círculos más “acostumbrados al diálogo y al raciocinio, y alejados de los extremismos”, la distancia que separa las posiciones de unos y otros en cuanto a la relación de Catalunya con el resto de España se refiere, no ha disminuido ni un milímetro. 
Entiendo que los indepentistas piensan que lo sucedido en los últimos años demuestra que España no es susceptible de reforma, y nunca dará a Catalunya el trato que esta merece. Piensan que sólo la independencia permitirá a Catalunya alcanzar su plenitud y alcanzar la independencia será posible si el independentismo no comete errores de bulto y deja constantemente en ridículo al Estado español. La técnica es ensalzar la ejemplaridad de las instituciones de la Generalitat y denigrar las del Estado. Aún si esto se consigue (con estos gobiernos negligentes y mediocres que no dejan de meter goles en propia portería), ello necesitará tiempo y requerirá paciencia, trabajo y perseverancia, (pero) si el independentismo juega bien sus cartas, pasará del 48 al 58 por ciento de votos a su favor y entonces será posible a independencia. Esta es la teoría, pero no la avala ninguna práctica puesta en marcha hasta el momento.
Los no independentistas rebaten los argumentos anteriores y ponen en duda sus pronósticos; y al hacerlo quedamos todos instaurados en un diálogo de sordos, incluso entre personas educadas y deseosas de llevarse bien, pero sordos al fin.
La conclusión es que sirve de poco argumentar para tratar de imaginar lo que puede ser el futuro inmediato de los habitantes de Catalunya. Saber si una acción favorece o no a la “causa” será un filtro por el que pasará toda iniciativa del Govern. Que ese filtro conduzca a una gestión política ágil, eficaz para progresar y justa es una utopía. Por otra parte, los españoles de Catalunya confían en que, los actos del Gobierno Central no les hagan sonrojar como ha ocurrido en ocasiones no muy lejanas; y soportarán mal la insistencia continuada tanto del Govern como de los medios afines en describir la acción del Estado del modo más negativo posible, sin reparos en faltar a la verdad cuando la “causa" lo requiera.
¿El resultado? Ahondar los fosos en lugar de ensanchar las bases; quizá lograr que el odio hacia España que anima a una parte del independentismo acabe por ser su único motor, y que se vea correspondido en los mismos términos por los que no comparten sus ideas. No olvidemos la “ley del péndulo”. 
Para mi, la única forma de desmentir la debilidad de las consignas de unos u otros es con la fuerza de los hechos, que libres de incompetencias muestren una prospera gestión de las finanzas públicas y del pais, y eliminen del discurso las medias verdades, la propaganda partidista y el victimismo sectario.
Sea como fuere, una sociedad enfrentada consigo misma no va a ninguna parte, sólo puede generar proyectos para unos pocos. No puede abordar pro­blemas que afectan a todos y requieren la participación de todos. Es una sociedad en la que cada vez es menos cómodo vivir, y que de seguir así, verá como se vacía de sus “más valiosos ­elementos”, que se irán, en silencio, a un ­lugar donde el aire sea más respirable. Nadie nos condena a vivir con estas tensiones. Aunque la tengan en parte, no es suficiente con echarle la culpa de todo a Madrid, de cuya contribución a la coyuntura actual ya hemos tomado sobrada nota. 
Todos los que nos gustaría que Catalunya fuera independiente hace tiempo que nos deberíamos haber formulado una pregunta incómoda y haber meditado la respuesta argumentaba, serena y sensata:
Una vez “valoradas con rigor” que libertades y cuantos recursos adicionales se conseguirían en cuanto se lograra la independencia y se estabilizara el pais, ¿Vale la pena luchar sin apoyos externos (porque nadie los ha ofrecido) por conseguir estas ventajas que conseguirían los habitantes de Catalunya con un Estado independiente; por el momento fuera de Europa, porque el Gobierno español así lo exige y la Unión ­Europea lo ha aceptado?
Ese ese empeño ¿justifica años de malvivir, de estancamiento y desánimo, que son el resultado ya comprobado de seguir por donde sugieren los lideres políticos y sociales independentistas? 
¿Desean infligir ese destino a cuantos viven permanentemente o temporalmente en Catalunya? 
Los líderes independentistas no nos han contestado nunca a estas preguntas, por lo que el paso a la madurez política hemos de darla cada uno de nosotros personalmente, teniendo en cuenta nuestra situación personal, edad, estado de salud, el grado de independencia económica personal, etc.
La decisión a tomar es lo suficientemente importante como para moderar los sentimientos y aplicar todo el “seny” de que seamos capaces y más. ¿Cómo vamos a vivir en ­Catalunya en el futuro más próximo?.
Dado que ni desde la represión ni desde la confrontación, nadie quiere renunciar a volver a hacer lo que ya se ha visto que no funciona, esta situación de “emociones a flor de piel” invita a algunos a que sigan cometiendo los mismos errores y a algunos (aunque sean pocos) a cometer errores que aún no se han cometido y que pueden dar al traste con la inestable paz social que tenemos y que puede ir a peor. 
No es tiempo de insensateces o bravuconas que siempre incumplen os que las lanzan y si es tiempo de practicar el “seny” y el trabajo emprendedor; valores que siempre distinguieron a las personas de nuestra tierra catalana y que hoy parece que brillan por su ausencia.

sábado, 14 de septiembre de 2019

Estamos llenos de incongruencias y ni siquiera nos damos cuenta

Internet es un gran almacén de datos y las redes sociales nos acercan a nuestros móviles, tablets, etc. partes de esos datos que son verdades, medias verdades, medias mentiras, mentiras y estadísticas cocinadas (algunas huelen a quemado). Más veces de las deseables nosotros las retransmitimos y algo que se repite muchas veces, mucha gente lo llega a etiquetar como verdad… Si el rio suena agua lleva, dicen.
Algunos crean el bulo o la “fake news” con toda la “intención” y muchos usuarios la retransmiten sin entender bien lo que significa lo transmitido. A veces es por falta de conocimientos y por falta de motivación para comprobar la veracidad de lo recibido antes de transmitido. 
Cuanto menos conocimientos sobre el tema observado, oido o leído y menos raciocinio se aplica, más fácilmente se generan incongruencias. Así se contribuye a crear una corriente de opinión incorrecta, y que solo beneficia al que lanzó la información interesada y no contribuye, de la mejor forma posible, a dedicar recursos para que la sociedad progrese de verdad. Ya sabemos que muchos políticos se dedican a predicar lo que “dicen las redes que les interesa a los ciudadanos”. 
Ya hace tiempo que algunos refranes antiguos precisan una actualización. Toda la vida hemos oído: “Si no lo veo, no lo creo” sin ser demasiado conscientes de que nuestro cerebro interpreta las señales que le llegan a través de nuestros ojos (tonalidad, brillo, saturación , etc.) y concluye que ha visto “algo" o no. Algunas veces a ese “algo” lo describimos con una forma o color. Unos dirán que han visto un color azul, otros que han visto un verde, otros un turquesa, y otros que no han visto ningún color.
Algo similar, solo que aún mucho más complejo, sucede con los mensajes que nos llegan y que nuestro cerebro procesa ayudado por nuestra memoria y por los conocimientos que tiene almacenados. Un proceso sumamente complejo que ni los más sabios del planeta todavía conocen con detalle ni exactitud. 
El hecho es que a diario repetimos sloganes, transmitimos informaciones y contribuimos a crear opiniones que, por decirlo de una forma suave, se basan en premisas inciertas y no contribuyen a entender ni calibrar, en su justa medida, los fenómenos naturales o los sucesos sociales; y por tanto no contribuyen, sino al contrario, a tomar las mejores decisiones para resolver los problemas.
Ultimamente hemos asistido a una campaña sobre el “pulmón amazónico”. 
¿Sabemos que son y cómo funcionan los pulmones? Si lo supiéramos no repetiríamos tantas veces esta frase, porque la selva amazónica hace precisamente lo contrario de lo que hacemos nosotros (y las vacas, cerdos, etc. que tanto nos gusta comer) con nuestros pulmones.
Volvamos por un momento a la escuela:
Cuando respiramos (proceso involuntario y automático), el aire ingresa por la nariz y pasa por la tráquea hasta llegar a las vías aéreas más pequeñas, denominadas bronquios. Los bronquios se ramifican en vías aéreas aún más pequeñas, denominadas bronquiolos, y, finalmente, en sacos frágiles y delgados denominados alvéolos.
Los bronquiolos terminan en minúsculas bolsas de aire denominadas alvéolos, donde tiene lugar el intercambio de oxígeno (O2) y dióxido de carbono (CO2). Cada pulmón alberga alrededor de unos 300 ó 400 millones de alvéolos. ... Esta red de alvéolos, bronquiolos y bronquios se conoce como árbol bronquial.
La función principal de los pulmones es realizar el intercambio gaseoso con la sangre. En los alvéolos se produce el paso de oxígeno desde el aire a la sangre y el paso de dióxido de carbono desde la sangre al aire.
El aire que exhalamos está constituido por 21% de O2 y lo que exhalamos es 16%. En una respiración tranquila se inhala unos 500 ml de aire de los cuales 100ml son de oxigeno. De este se inhalan 80 ml por lo que en cada respiración se absorben unos 20 ml de oxigeno, inhalamos oxigeno y exhalamos dióxido de carbono… El dióxido de carbono es el gas que se produce como producto de desecho cuando el carbono se combina con el oxígeno como parte del proceso de obtención de energía del cuerpo.
Por cierto, el monóxido de carbono (CO) (diferente del CO2) es un gas tóxico invisible, insípido e inodoro. Surge, entre otras cosas, en procesos de combustión incompletos de combustibles fósiles como petróleo, gas, carbón, madera, carbón vegetal, queroseno, animales putrefactos, ... En los garajes también se suele generar demasiado monóxido de carbono de esta manera. Una intoxicación por monóxido de carbono puede comenzar con cefalea, náuseas, somnolencia… Al ser un gas incoloro e inodoro y por tanto imperceptible, es muy difícil de detectar a no ser que sea con dispositivos especiales.
A diferencia del CO, el anhídrido carbónico (CO2=dióxido de carbono) no es, en sí mismo, algo malo. De hecho, sin él no habría vida sobre la Tierra. Sin embargo, si se libera en grandes cantidades, es perjudicial. Como siempre, el desequilibrio es malo para las personas y los seres vivos en general.
El CO2 es un componente natural del aire. Se ocupa de crear un efecto invernadero sobre la tierra, una especie de tapa que impide que desaparezca el calor de la superficie y que la Tierra se enfríe (eras glaciales, congelación, muerte…) 
La biosfera -o el ecosistema global- funciona de tal manera que hace posible la vida sobre el planeta: 
  • Los animales necesitan oxígeno para respirar, que convierten en dióxido de carbono y lo expulsan a la atmósfera. 
  • Las plantas, por el contrario, precisan dióxido de carbono para llevar a cabo la fotosíntesis y desprenden oxígeno hacia la atmósfera. Si esta relación se mantiene en equilibrio, el sistema funciona. 
No solamente los animales (más o menos racionales) emitimos CO2 a la atmósfera, también lo hace la combustión de materiales fósiles como el carbón, petróleo y gas. La creciente destrucción de áreas naturales, especialmente de superficies forestales, contribuye a desestabilizar este equilibrio. Se trata de zonas que, durante el desarrollo del planeta, han almacenado CO2 a lo largo de milenios y ha emitido oxígeno a la atmósfera y ahora este proceso se rompe ipso facto. Las consecuencias son de gran calado: se intensifica el efecto invernadero natural y se precipita el calentamiento global. Además, las superficies destruidas no ofrecen las condiciones para albergar a especies animales y vegetales y tampoco pueden almacenar CO2. Hasta un 15% de las emisiones globales están relacionadas con la devastación de las superficies forestales. En comparación con esta cifra, el tráfico de vehículos supone un porcentaje reducido del total de emisiones de CO2.
El "frente agrícola”, principalmente de Brasil e Indonesia, acelera el cambio climático. Las decisiones políticas que permiten (o favorecen) la tala o la desecación dirigidas a crear o ampliar superficies de cultivo para la producción de aceite de palma, arroz o maíz significa destrucción de almacenes de CO2 equivalentes a las emisiones de gases de efecto invernadero liberadas por el hombre a la atmósfera en un periodo de diez años. Esto es impresionantemente preocupante pero pedir que los paises en vías de desarrollo no se desarrollen dejando de generar oxígeno como lo han hecho, y siguen haciendo, los países del primer mundo es una solución super hipócrita e injusta si no se acompaña de otras medidas de equilibrio.
Toda la propaganda, que recibimos y transmitimos en redes sociales incita a pensar que la mayoría del oxígeno que respiramos proviene de los árboles y las selvas y esto alarma al común de los mortales que teme el fin del mundo. Sin embargo, los ecosistemas terrestres producen solo el 28% del total de oxígeno que se produce en la Tierra. De acuerdo con diversos estudios, al menos el 70% del oxígeno que los humanos necesitamos para vivir es producido por plantas marinas.
El océano produce oxígeno a través de las plantas fitoplancton (algas marinas, algas y plancton que viven en él). Estas plantas producen oxígeno como un subproducto de la fotosíntesis, un proceso que convierte el dióxido de carbono y luz solar en azúcares que el organismo utiliza para obtener energía.
Tal vez una buena solución sería que se dedicara más investigación para dejar de verter plásticos al mar y convertir los océanos en inmensos depósitos de CO2 llenando grandes extensiones de algas y plancton. Esta sería una posible solución alejada de las soluciones hipócritas, que sin ser conscientes, muchos contribuyen a divulgar por las redes.
¿Que piensa de este tema?

viernes, 13 de septiembre de 2019

Ya pasó otra "Diada"... ¿Y ahora qué?

Ya pasó otra “Diada” del 11 de Septiembre. Otra multitudinaria manifestación, ya no tan festiva ni numerosa como las anteriores pero con muchos cientos de miles de personas, de las más grandes que se han visto en toda España, ¿Y ahora qué? 
Sigue habiendo un problema serio y de fondo, en la sociedad catalana y en las relaciones entre Catalunya y España. 
Si fuese por todas las manifestaciones multitudinarias que han realizado los independentistas en Catalunya en los diez últimos años, o por las dos últimas elecciones en las que las fuerzas independentistas consiguieron mayoría absoluta de escaños en el Parlament, el objetivo de la "independencia" parecería mucho más factible. 
Sin embargo, una cosa es la concentración masiva en las calles y otra es conocer el verdadero apoyo de la sociedad catalana (no se sabrá nunca sin un Referéndum) y por último, la imprescindible unidad de las instituciones para conseguir algo de tanta envergadura como la secesión unilateral de una parte de un Estado español al que hace bastantes cientos de años que pertenece Catalunya. 
La unidad que se reclama ya no es la deseable entre una gran mayoría (imprescindible) de los ciudadanos de Catalunya sino al menos entre los independentistas que están en el Govern y los que les apoyan en el mismo objetivo desde la sociedad civil y sus instituciones. 
La unidad es también muy recomendable para gobernar una sociedad con mas desigualdades que nunca. 
El mes próximo parece que se conocerá el veredicto del juicio a los líderes independentistas catalanes. De cómo se reciba y se gestione la sentencia del Tribunal Supremo dependerá en buena parte si se prosigue por la vía de la confrontación o si se decide trabajar por un gran pacto, que no va a resolver el problema pero sí que puede ayudar a buscar fórmulas de convivencia cívica y política. Si nos deslizamos por las derivas del enfrentamiento saldremos todos perdiendo. Perderemos todavía más, unos más que otros y durante mucho más tiempo. Los de Ciudadanos (y otros aunque no sean tan explícitos) se están relamiendo los bigotes y piden a gritos que se ponga la venda antes de que se produzca la herida. 
Cuanto facilitaría las cosas que la democracia pudiese funcionar como un "mercado político" donde los votantes intercambiáramos nuestro voto por políticas favorables a nuestros intereses particulares o generales. Un mercado político virtuoso donde hubiera propuestas que los votantes racionales pudiéramos leer, entender, valorar y escoger las que mas nos gustaran (o nos disgustaran menos). Cada cuatro años, con nuestro voto ejerceríamos esa cosa maravillosa que es castigar al que ha incumplido o defraudado y otorgar el premio al que haya gobernado con acierto. De paso señalizaríamos el camino adecuado al que querríamos que nos gobernase los próximos años. Si hubiera "centros" amplios que “raccionaran” menos a impulsos del corazón y usaran más el cerebro para razonar, evaluar, decidir y actuar se facilitaría este escenario. Se precisa más “gente moderada” que sea capaz de cambiar su voto de un partido a otro para penalizar a los que hayan dirigido o destinado más, aunque sean de "los suyos". Eso nos permitía construir sociedades de clases medias, plurales aunque capaces de dialogar y alcanzar pactos. 
¿Qué es lo que pasa ahora? 
Que cuando entramos en una dimensión de fuerte identidad, de polarización o de populismo, rompemos ese espacio intermedio y los votantes que estamos en el centro, somos expulsados hacia los extremos. Se busca que nos identifiquemos emocionalmente, identitáriamente, moralmente con determinadas políticas, lo cual hace muy difícil que cambiemos nuestro voto porque la política se convierte en algo moral, de suma cero. Entre cero y cien podemos pactar un montón de caminos. Entre “los buenos” y “los malos” se puede pactar muy poco. 
Solo se airean y publicitan, una y otra vez, los temas políticos de la independencia y se mantiene un absoluto silencio sobre la viabilidad económica de la misma: cada vez más somos una nación endeudada con el Estado español a pesar de que pagamos más impuestos que los residentes en cualquier otra comunidad –incluidas las receptoras– y balanzas fiscales siguen muy desequilibradas. 
Se actuó irresponsablemente: No se tuvieron previstas ni en el pasado ni tampoco se tienen ahora “estructuras de Estado” ni ningún plan alternativo para que Catalunya, en lugar de seguir deteriorándose, se mantenga y vuelva a progresar social y económicamente. 
Teniendo en cuenta la situación actual, lo más inteligente sería encontrar puntos de encuentro mínimos para tejer complicidades mayores en beneficio del bienestar y los intereses de todos. 
El problema es… ¿cómo se puede lograr este diálogo y pacto con dirigentes que solo atienden posturas absolutistas, con unos medios de comunicación partidistas que no paran de engañar e intoxicar y con un Estado sin Gobierno?

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Después de las “representaciones” hay que “reflexionar y actuar”

Para proteger la dignidad de las personas hay que creer en la importancia de valores como la libertad, la justicia y la solidaridad; y contribuir a la construcción de una sociedad más justa y favorable a la realización integral de las personas.
La sociedad es anterior al Estado y por ello los gobernantes, con verdadera vocación de servicio, tienen el deber de escuchar a los gobernados. Hace falta decirlo alto y claro.
Si queremos recuperar la dignidad de la cosa pública y hacer que nuestra democracia se convierta en algo real durante los 4 años que transcurren entre cada una de las elecciones, los ciudadanos debemos participar en la política desde nuestro desempeño diario.
Deberíamos preguntarnos si somos ventana o espejo…
Para ver a los demás, para poder posar nuestra mirada en ellos y poder empatizar con ellos intentando comprender las razones de sus actos, es preciso que nos decidamos a quitarnos el revestimiento de plata (tabúes, creencias, dogmas y hábitos) que hace que nuestros ojos no vean más que nuestro propio reflejo. Mas aún, una vez conseguido que nuestro espejo transparente al máximo, deberemos mantenerlo bien limpio e incluso aventurarnos a mirar sin cristal. Seguramente conseguiremos ver más claro.
Se trata de dialogar en confianza, sin intermediarios, con claridad y respeto; de proponer, de romper silencios -u omisiones- que equivocan o empobrecen. 
¿No creen que a veces callamos, o buscamos un “perfil bajo”, calculada pero indebidamente, imprudentemente, inoportunamente? 
Faltan librepensadores, pero escasean aún más los “libre-expresadores”. Y, quizá, sobran complejos y miedo a contradecir al que más grita. 
Si somos sinceros con nosotros mismos, pese a todas las carencias, podemos entender que vivimos en una posición privilegiada que estamos perdiendo más rápido de lo que nos gustaría. Aún así, mas veces de las debidas, el “ambiente dominante” -y en ocasiones dominador- parece invitarnos al silencio, a la inacción, a no contradecir lo políticamente correcto, pero debemos espabilar.
Necesitamos un mayor protagonismo ciudadano. Necesitamos mas ciudadanos bien informados y participativos, ciudadanos productivos, con empuje e iniciativa, capaces de buscar y encontrar soluciones a sus problemas, en lugar de limitarse a pedir que los demás se los resuelvan. Faltan ciudadanos que se ganen el pan y sus libertades con el sudor de su frente, en lugar despedir y esperar que se las consiga el sudor del de enfrente. 
Nadie debería aspirar a conservar su modus vivendi adueñándose del trabajo, de los bienes o de la sabiduría de otra gente, comportándose como un simple parásito de la sociedad. Y a quien quiera seguir actuando así, deberíamos denunciarlo y no permitir que siga medrando a expensas de los que se procuran su pan y colaboran a que la sociedad “progrese”; no de palabra sino con sus acciones del día a día.
Menos “representar” y más actuar. Menos lamentarse y preocuparse y más ocuparse.
¡Ya está dicho!

sábado, 7 de septiembre de 2019

Somos los campeones de las manifestaciones multitudinarias: ¡Ya van 10!

Ya van nueve manifestaciones multitudinarias reivindicando que “somos una nación y queremos decidir nosotros”. La semana próxima está prevista la décima.
  • 10/07/2010: “Som una nació. Nosaltres decidim”
  • 11/09/2011: En defensa de la immersió lingüística
  • 11/09/2012: “Catalunya, nou estat d’Europa”
  • 11/09/2013: Via Catalana
  • 11/09/2014: V a la Diagonal i la Gran Via
  • 11/09/2015: Via Lliure 
  •  11/09/2016: “A punt”
  • 11/09/2017: La Diada del Sí
  • 11/09/2018: La gran onada
  • 11/09/2019: Objectiu independència
A todas ellas han asistido una gran representación de catalanes con muchas pancartas, carteles y mensajes para hacer oír su voz y sus deseos resumidos en “Som una nació y volem decidir el nostre futur”. 
Después de estás espectaculares manifestaciones y de diez años de gobiernos pro-independentistas, el encaje de Catalunya en la España del siglo XXI sigue siendo un tema por resolver.
Todos los presidentes de la Generalitat de Catalunya han pedido al gobierno español y al resto de comunidades que “España les escuchara”. Que escuchara sus reivindicaciones en representación de los catalanes: 
  • Jordi Pujol, en 1996, pidió que se aceptara el hecho diferencial catalán; 
  • Pascual Maragall en el 2004, pidió redefinir la relación con España para... no abandonarla; 
  • José Montilla, en el 2007, avisó de la creciente “desafección” del pueblo catalán; 
  • Artur Mas en el 2012, planteó la dualidad “pacto fiscal o Estado propio”; 
  • Carles Puigdemont, en el 2017, recordó que “la paciencia no es infinita” y reclamó un referéndum; 
  • Quim Torra, ha recordado que “no nos quedaremos de brazos cruzados y actuaremos de acuerdo a la voluntad popular”... 
Seis presidentes de partidos y sen­sibilidades distintas, todos ellos con voluntad pedagógica y espíritu pactista, y todos ellos se han enfrentado a un muro de hormigón. El “escolta Espanya” del abuelo Maragall se ha repetido en toda boca catalana que ha ido a los Madriles a explicar las razones de Catalunya.
Desde 1714 los representantes de Catalunya no han dejado de pedir a España que escuchara, y desde ese mismo día, España se ha mostrado sorda y ha dado a entender que “el problema catalán, no se re­suelve, se conlleva”. Como si fuera un grano, un incordio, una enfermedad inevitable. Esa es una de las cuestiones que quiebran todos los puentes imaginarios. Parece que lo que se quiere los gobiernos de España quieren de Catalunya no es diálogo, es rendición. Los extremos falangistas lo exigen con términos abruptos, la derecha clásica con autoritarismo y los socialistas con guante de seda; pero ni uno de ellos tiene ninguna solución para con Catalunya que no pase por esa rendición.
La sociedad catalana sufre también las consecuencias de la acción política desplegada por los partidos independentistas, que han gobernado Catalunya en los últimos años, en términos de convivencia y en los económicos que afectan y seguirán afectando en su desarrollo. Mientras algunas fuerzas independentistas parecen analizar ahora la situación con más serenidad y pragmatismo, otras anuncian que repetirían los intentos fallidos del pasado e invitan a reiterar acciones que han resultado ser improductivas y lesivas para Catalunya.
Hace unas semanas que circula por las redes sociales la etiqueta #EnsVeiemAlParlament, para convocar una concentración a las puertas del Parlamento de Cataluña durante la Diada, coincidiendo con la manifestación organizada por el ANC. Los promotores dicen que la razón de esta concentración paralela es la voluntad de hacer una protesta pública “contra todos los partidos políticos independentistas, pero también contra las entidades”, porque consideran que han fallado a los ciudadanos por no haber aprovechado el capital político de la victoria conseguida el 21 de diciembre de 2017. Lejos de ampliar las bases, los independentistas son cada vez menos, no los suficientes, y mal avenidos. Así es muy difícil conseguir ningún objetivo, por necesario y justo que sea.
Los partidos no independentistas no se han portado mejor. Ciudadanos obtuvo la victoria electoral en las pasadas elecciones a la Generalitat y lejos de proponer soluciones viables al conflicto ha preferido enrocarse en las hostilidades, en las descalificaciones y siempre con un tono desabrido. Han sido totalmente estériles a la hora de urdir soluciones que mejoren la convivencia y la economía. Al contrario, han montado shows para provocar a los que no piensan como ellos, intentando demostrar la violencia de los “aborígenes” catalanes contra los que no piensan ni actúan como ellos, y evitando cualquier diálogo con los partidos independentistas, aunque pudieran haber contribuido a la solución del conflicto. No contentos con ello, sus líderes, primero Rivera y después Arrimadas, han saltado a la política nacional, dejando atrás Catalunya, y han creído que cumplían con su deber limitándose a desplegar un juego bronco, afeando a otros partidos si mostraban alguna intención de buscar una solución pactada al conflicto catalán. Podían haberlo hecho mejor, porque la firmeza no es incompatible con la cintura política y para convencer y adicionar simpatizantes hay que dar muestras reales de diálogo que permita que los ciudadanos puedan progresar en lugar de retroceder o abjurar de sus ideas como en tiempos de la inquisición.
Hace meses que solo se oyen discursos electoralistas, aplaudidos por los simpatizantes de turno y amplificados por las redes y las TV’s, en los que se publicitan ensoñaciones bienintencionadas prometiendo maná y tierra libre, sin ningún diagnóstico serio de la situación en que nos encontramos y sin tener en cuenta como se hará la financiación para hacer realidad las promesas. Parece que nadie se ha enterado de que los problemas sociales no se resuelven simplemente con un entusiasta ejercicio de voluntad política y menos en un entorno de turbulencias económicas y falta de financiación e inversión como la actual. O sí se han enterado; pero como su prioridad es el poder, basta con exaltar sentimientos con políticas ideologizadas para intentar reducir el campo de acción de los contrarios. Del empeoramiento que padecerán los ciudadanos ya culparán a los otros.
Con estos procederes, la incertidumbre se apodera de los ciudadanos, que inmersos en una densa niebla política, no podemos anticipar lo que puede ocurrir. Esta incertidumbre que frena las decisiones de inversión y emprendimiento, también frena las decisiones de consumo, y todo ello lleva a la economía a la recesión. 
En fin, nosotros sigamos manifestándonos con alegría, cada vez con menos, la verdad. Tal vez algún día alguien nos haga caso por agotamiento o nos tengamos que contentar con ganar el premio Guinness de manifestaciones multitudinarias.
Sin pretender frivolizar con un tema tan importante, lo que no debe faltar nunca es el sentido del humor y por ello recordaré aquello de que el que no se contenta es porque no quiere. Cada uno que celebre la “Diada nacional de Catalunya” como le plazca, aunque muchos no sepan ni lo que es Catalunya y otros no la reconozcan a como la recuerdan de hace algunas décadas.

domingo, 25 de agosto de 2019

Los Migrantes: deseos y realidad

Hace muchos años que los medios de comunicación se llenan noticias relacionados con los “migrantes”. Algunas noticias las repiten muchas veces al día, la misma noticia. Otras cosas que suceden, tanto o más importantes, no encuentran hueco en las columnas o las pantallas. 
Los artículos de opinión se multiplican. Casi todos condenan el proceder de los responsables políticos, loan las acciones de las ONG’s y los califican de ángeles. Nadie pregunta de una forma seria lo que piensan los ciudadanos y por muchas voces discordantes con el proceder de autoridades u ONG’s que se oigan a nivel particular, ninguno de estos cientos de opinadores propone la más mínima solución a medio y largo plazo. Como viene siendo habitual, se limitan descalificar a los que opinan en su contra, llamándolos nazis, racistas o cualquier otro calificativo similar, y dan patadas hacia adelante sin preguntarse si avanzan hacia la portería contraria, o acrecientan el peligro de meter gol en la propia.
He leído a un reputado periodista que opina que “La Unión Europea nació inspirándose en la herencia cultural, religiosa y humanista de Europa, a partir de la cual se han desarrollado los valores universales de los derechos inviolables e inalienables de la persona, así como la libertad, la democracia, la igualdad y el estado de derecho“. ¡Ya está dicho!, pero… ¿es esa la verdad?. 
¡¿Toda la verdad?! ¿Evitar a corto o a medio plazo una “tercera guerra mundial” no tuvo nada que ver en el invento?
Simplificar es muy fácil y narrar la realidad tamizada con el color del cristal de las “gafas” del opinador es siempre demasiado tentador.
Sigue escribiendo ese reputado columnista: “La magnitud del fenómeno de tanta gente que huye de su casa porque no tiene más alternativa para sobrevivir, requiere una gestión regulada pero solidaria”. 
Estas pocas palabras dan mucho que pensar:
Cuando se habla en general siempre somos inexactos. ¿Todos huyen de sus casas?. Alguno emigrará para intentar una vida mejor, otro para ayudar económicamente a sus familias, otros serán delincuentes perseguidos o terroristas, otros serán mafiosos, otros serán menores a los que sus familias pagan el “pasaje” para ver si les devuelven la ayuda desde la tierra prometida y otros ni siquiera serán menores aunque digan que si lo son. ¿Alguien hace alguna prueba física, ósea, radiológica dental o morfológica a esos indocumentados?. Cada persona tendrá su propia motivación personal-familiar y no se puede generalizar.
Hemos llegado a un punto que hace casi imposible distinguir entre los que huyen de la guerra, de la persecución, de la miseria o de la ley. Algunos piensan que tanto si son refugiados o simples inmigrantes todos buscan refugio y los estados que se llaman democráticos deberían responder de acuerdo con los valores universales de los derechos inviolables e inalienables de las personas. Parecen no entender que una cosa es querer y otra poder. Por ejemplo a quien no le gustaría tener una casa bonita en el centro, pero no puedo comprársela y tiene que conformarse con un piso normalito a las afueras. 
Aunque no nos lo enseñen por la TV, los migrantes llegan de todas partes: por mar (pateras y barcos de rescate), por aire (aeropuertos) y por tierra (pasando aduanas, aunque no sea legalmente). Aunque las TV ocupen durante días la parrilla de salida de los telediarios, los que están en el mar a punto de ahogarse no son los únicos migrantes. Está claro que salvar la vida de los náufragos en el mar es una obligación legal, el incumplimiento de la cual constituye un delito grave pero la realidad es que cada vez viene más gente a España y emigran menos, por lo que el saldo migratorio va creciendo de una manera bastante fuerte. Además los que emigran suelen tener buena calificación laboral y lo hacen con contrato de trabajo. En cambio la mayor parte de los que entran en España (a diferencia de los que acogió Alemania) lo hacen sin contrato de trabajo y con baja cualificación laboral para encontrarlo.

Para la gente normal la decencia es consustancial con su condición humana. Puede que para abarcar un lugar en la clase dirigente institucional sea necesario desprenderse de la decencia y tal vez por eso los políticos del primer mundo dan pruebas continuas de inhumanidad, crueldad, miserabilidad, impiedad, indecencia y falta de vergüenza en muchos temas y también en este de los migrantes ... ¿Nos gobierna mala gente o simplemente son unos irresponsables?
Cuando estados democráticos de Europa se niegan a ejercer el deber de socorro o ante la tragedia humanitaria y miran hacia otro lado, cuando los que intentan salvar vidas se llaman significativamente "organizaciones no gubernamentales" y deben enfrentarse a los gobiernos para ejercer el deber de socorro, podemos llegar a la conclusión de que ahora, para los gobernantes, los valores han convertido un estorbo.
Si a cualquier autoridad de la costa norte del Mediterráneo les llega la noticia de que un “crucero” cargado con tres mil personas, o un Ferry con algunos cientos, tuviera un accidente que pusiera en peligro la vida de los pasajeros, inmediatamente pondrían en marcha una operación de salvamento y el resto de países ofrecerían su ayuda. Lógico, puesto que el deber de socorro es inherente a la solidaridad humana, la solidaridad humana es un valor universal y por tanto no puede distinguir entre unas personas y otras.
Cuando los gobernantes y líderes políticos se oponen a las tareas de rescate de algún barco de alguna ONG, están diciendo que es mejor que los náufragos de las pateras se ahoguen y que su muerte disuada sus compatriotas de intentarlo después.
¿Porque esta diferencia de criterio en el caso de los cruceros y de las pateras?
¿Porqué la mayoría de personas del primer mundo cruzaría el Mediterráneo en un “crucero” y no lo harían en una “patera”?
Piensen en sus motivaciones. En general se supone que los pasajeros de crucero se embarcan libremente, buscan placer, experiencias nuevas, tienen seguridad y confianza en la calidad de la embarcación y sus servicios, han trabajado y ahorrado (o pedido un crédito que tienen que devolver) para pagar el flete, han contratado seguros médicos, cumplen la legalidad internacional, van perfectamente identificados y asumen cualquier responsabilidad legal y económica por los incidentes que puedan causar en el Pais donde desembarquen, tienen confianza de poder volver al punto de origen, etc.
Los migrantes que se aventuran en el mediterráneo en pateras o cayucos… No aventuraré sus motivaciones porque no quiero escribir una tanda de “buenismos” o suposiciones y no dispongo de los conocimientos reales necesarios para hacerlo con un mínimo de honradez.
No sirve decir que algunos políticos o algunas personas digan: “¡queremos acoger!”. Eso sólo es una voluntad. Todos podemos querer muchas cosas materiales o inmateriales, pero además de decirlo en voz alta tenemos que pensar si podemos hacerlo/tenerlo y en que condiciones, que necesitamos para hacerlo/tenerlo, que implicaciones tendrá para nosotros, para nuestra familia, para nuestros conciudadanos, etc.
En el caso de los migrantes los que gritan “queremos acoger” deberían pensar y resolver que harán con los migrantes una vez que llegan a alguno de nuestros “puertos seguros”, a alguna playa, a algún aeropuerto o saltan la valla de la frontera en grandes manadas, incluso agrediendo a los guardias fronterizos.
¿Se les internará en "campos de acogida” (hace llorar el nombre)? ¿Durante cuánto tiempo y en que condiciones? ¿Se les redistribuirá a diferentes zonas del territorio? ¿Con que criterio?
Parece que nadie tiene claro qué hacer con los que vienen "de fuera”. Traerlos y que se busquen la vida. Y, ¿cómo se buscan la vida?
¿Hay que acoger a todo el que quiera vivir en nuestro país? ¿Que límite de población podemos absorber con los medios que generan los que pagan impuestos? Si ese número no es infinito, ¿qué requisitos deben establecerse para garantizar la convivencia y el progreso de todos?
Los recién llegados provocan costes sociales y económicos extras en nuestra sociedad. ¿Cómo se atienden esos costes?. Me viene a la memoria la Ley de Dependencia que hace ya muchos años aprobó nuestro gobierno y todavía sigue incumpliendo porque en su día no se planificaron los medios necesarios y todavía no los han encontrado.
La mayoría de los migrantes son gente con unas culturas en conflicto con la nuestra. Esos migrantes no quieren, o no pueden, o no se les facilita suficientemente su inserción en nuestra sociedad. Muchos son migrantes por razones económicas y al no encontrar en España la facilidad de mejorar su vida, tal como se imaginaban, se la buscan como pueden. Tal vez lo que vieron por la televisión, internet o les explicaron los que les vendieron el billete a precio de oro era mentira. El resultado es que aumentan los hurtos, los disturbios, los problemas de convivencia, las ocupaciones ilegales de propiedades privadas, la ocupación de los espacios públicos con problemas de seguridad y salubridad etc. Todas estas cosas causan malestar entre los habitante que acogen, aunque nadie les haya preguntado si querían hacerlo o porque penaban que todo iría de otra forma menos problemática. Y todo eso a pesar de que los medios silencian o disimulan muchos de estos temas.
También hay costes económicos. La acogida cuesta dinero: transporte, avituallamiento, residencias, mantenimiento, sanidad, medicinas, subsidios, ayudas a las personas, a las familias y a los niños. Muchos residentes ven como algunos de estos migrados reciben tantas ayudas publicas que llegan vivir mejor que ellos. Sin ofrecer nada a cambio, ni voluntaria ni obligadamente, y encima hacen huelgas y protestas quejándose de las carencias en las ayudas que reciben, que dicho sea de paso son infinitamente superiores a las que recibían en su anterior lugar de residencia e iguales a las que recibe cualquier ciudadano español que durante toda su vida ha pagado sus impuestos. Esta realidad, exagerada por algunos grupos de ultraderecha, hace crecer las actitudes racistas y xenófobas entre la “ciudadanía silenciosa”.
El tema es muy complejo y no se resolverá posicionándose a favor o en contra de las ONG’s, de los migrados o exhibiendo posicionamientos parciales en favor de unos y criminalizando a los otros.
Se podrá intentar resolverlo respondiéndose, lo más racionalmente posible, a algunas preguntas como estas:
1. ¿Quién protege/ayuda a las "mafias" que proveen el "inicio" del transporte, dentro y fuera de África?
2. ¿Qué hacen o no los gobiernos africanos al respecto, y por qué? 
3. ¿De que fondos se alimentan las ONG’s (y su personal-medios) que acuden en ayuda de las deficientes barcazas cerca de las costas de embarque para trasladarlos hasta el puerto europeo que les autorice a desembarcar? 
3. ¿Qué sucede con los “trasladados” que llegan a España?: Después del desembarque, ¿a que territorios/ciudades se redistribuyen, con que criterios y medios para posibilitar su inserción?. ¿Cuales son los datos estadísticos y los presupuestos necesarios para atenderlos?
4. ¿Que pasa con los lugareños, esa mayoría de gente, de quienes nunca se habla, a los que se les impone una “solidaridad obligada” en virtud de la cual debe "acogerlos" por decreto, les guste o no, y cargar con cualquier conflictividad derivada. 
5. ¿Cuál es el límite o techo para todo esto?
6. ¿A quién beneficia toda esta “violencia demográfica”, que para algunos es un golpe de estado camuflado de otra cultura/incultura y una insensatez (disfrazada de buenismo) que lejos de resolver nada, sólo perjudica?
7. ¿Se puede hacer algo más para ayudar a los que sufren, aplicar la ley a los delincuentes y perjudicar lo menos posible a los autóctonos?
Seguro que las respuestas son complejas y como la inmensa mayoría no conocemos todas las premisas es muy improbable que seamos capaces, descartando populismos y generalidades, de señalar alguna respuesta sensata. 
Reconocer esto nos ayudará a no posicionarnos alegremente a favor de “unos u otros” en estos complicados temas y abogar, como en muchos otras cosas, para que los políticos trabajen más buscando soluciones permanentes, en lugar de dar bandazos para intentar ganar popularidad en las encuestas sin resolver (o agravar) los problemas de todos.
Sobra mucha “emocionalidad” y hace falta mucha “objetividad” y no dejarse llevar por prejuicios o ideas preconcebidas. Es preciso adoptar una actitud crítica y abierta a las propuestas innovadoras. Todos los paises implicados deben aportar sus ideas y sus medios para resolver la situación. Hace falta organización en todos los ámbitos y mucha “responsabilidad” para no querer que resuelvan los demás lo que nos corresponde resolver a nosotros. Hay muchos Organismos nacionales e internacionales con presupuestos. Lo que hace falta es que sean eficientes en su labor y todos los ciudadanos nos impliquemos responsablemente y asumamos cada uno nuestra responsabilidad personal. 
¡Ya está dicho!. Falta hacerlo.

viernes, 9 de agosto de 2019

Soñando una España-Estado de naciones libres

El horizonte político de los partidos radicales (tanto a la izquierda como a la derecha) viene definido por una enmienda a la totalidad del sistema. Uno de sus objetivos es la desestabi­lización del Estado mediante su progresiva erosión.
Los defensores de la “continuidad”, del “mejor lo malo conocido que lo posible bueno por conocer”, temen que si representantes de estos partidos entraran en algún “Gobierno” de coalición, cuando se presentara cualquier crisis, serían inevitables las confrontaciones ideológicas sobre la estructura del sis­tema.
Los amantes de permitir pequeños cambios para que todo siga como está y sin sobresaltos, en teoría reconocen que en democracia, es perfectamente lícito el cuestionamiento frontal del sistema siempre que se produzca dentro del marco normativo y que debe aceptarse incluso la crítica total y radical como buena prueba del normal funcionamiento de las instituciones. Sueñan con que antes de convocar nuevas elecciones se pueda formar un “Gobierno monocolor” con apoyos parlamentarios para llevar adelante el programa de gobierno. El problema es que algo así solo se podrá conseguir ­tras una negociación exhaustiva de un programa de gobierno innovador, ambicioso y de­­tallado, que satisfaga las expectativas de progreso, y los políticos que se llenan la boca de decir que se preocupan por el bien de los españoles, por el momento no han sido capaces de alcanzar un pacto de legislatura.
Por el otro lado, la derecha española es integrista. Su concepción de la “nación una y unívoca” está enrocada hasta el tuétano de ciertas élites miopes que aborrecen a cualquiera que ose discutir su doctrina, la cual anhela conseguir una única nación grande y libre de separatistas y rojos. Ya nada queda de esa rica visión confederal de las derechas autónomas y aborígenes que campaba a gusto en la dificultosa etapa postfranquista. Estas intentaban consolidar una España plural y diversa, crisol de identidades propias y particulares que optaban por caminar de la mano en aras de compartir un Estado sólido y moderno.
La política de bloques que se ha impuesto a lo largo de los últimos años hace que la derecha bascule hacia el integrismo uniformista con discursivas panfletarias y segadoras del autogobierno. La veleta pseudoliberal que todo lo fía al tracking electoral del momento y la derechona decimonónica revitalizada y con ganas de armarla.
La derecha de este país se ha caído del caballo y sólo ve la luz de la solución centralizadora. Ni lenguas cooficiales, ni respecto por las identidades, ni promoción de las diferentes culturas, ni concepción de un estado completo, global y circular dónde el diseño estratégico de las inversiones beneficie a la totalidad del territorio. Desde Madrid cometen el sacro error de confundir España con Castilla y lo/el español con lo/el castellano. Esta lectura tan pobre y maniquea hace que todo aquel que no comulgue con esta entelequia remozada sea tildado de peligroso secesionista, insolidario y antiespañol. No hay otra opción en la derecha, o españolismo (castellanismo) o caos. O tildar al estado autonómico, a la consolidación del autogobierno, a la concepción de un país plural y diverso, al respeto y conocimiento de las distintas identidades que conforman la personalidad española, como delito de alta traición y lesa patria. Esa patria que el derechismo castizo e inmisericorde ha convertido en conflicto y enfrentamiento, también como reacción pendular al independentismo y a la desafección de las periferias. ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina?
Todos pertenecemos a una comunidad y el anhelo de pertenencia/trascendencia es algo muy profundo. En las sociedades antiguas uno era miembro de su familia, luego del clan y de la polis que le conferían su identidad y le asignaban una función que desempeñar. Luego venían la raza y la nación. El sentimiento nacional forma una parte importante de la identidad de muchos y por ello antiguamente la sanción más grave que podía serle impuesta a uno era el exilio y actualmente sentirse (o que le hagan sentir) huérfano de la que el considera su propia nación. Eso sucede cuando desde el gobierno central niegan que el Estado español (un ente político) esté formado por varias naciones (ente social).
Intentar que cambie de opinión un nacionalista obstinado poniendo en evidencia las incoherencias de su argumentación, sus inexactitudes de hecho, su interpretación de la historia es perder el tiempo. Nada importa que ambos sean personas de una inteligencia, cultura y ho­nestidad intelectual perfectamente respetables; las discusiones con un independentista o con un nacionalista del bando opuesto (amenudo se le confunde con un unionista) nos revelan que sus convicciones son invulnerables. Unos y otros parten de premisas distintas y tratan, no de aprender, sino de resistir en sus trincheras mentales. Reflexión y experiencia, prudencia y sabiduría modifican esas premisas, pero esos cambios suelen ser el resultado de una crisis o de una repentina intuición. Poco puede por sí solo un ataque frontal con la artillería de la lógica o la infantería de los hechos. En la práctica, lo que hay que hacer con todo nacionalismo es canalizarlo, recuperando su esencia, que es el deseo de pertenecer a una comunidad que da sentido a la existencia individual, y despojarlo de adherencias como el afán de poder. Aquí es cuando comprendemos que “con la Iglesia hemos tomado amigo Sancho”.
El motor del conflicto actual puede ser el miedo a ­vernos obligados a cambiar lo que, quizá sólo por inercia, tomamos por nuestra identidad; a revisar esas premisas que consideramos inmutables. El fruto inevitable de ese miedo es la agresividad, que agria nuestros debates por mucho que prediquemos el diálogo. La solución pide que nos atre­vamos a mirar de frente nuestros fantasmas para ver cómo se desvanecen, comprobar que nuestro anhelo es, en realidad, el mismo, y dejar que nos una en lugar de enfrentarnos.
Lo ideal sería formar una sociedad fruto de la libre asociación de individuos autónomos, dictada por motivos de conveniencia, pero parece que conseguirlo es utópico.
Aquellos que no participamos de las concepciones ideológicas extremistas, y optamos por la moderación y el consenso, esperamos con impaciencia que aflore algún actor político viable. Un partido vertebrador de la sociedad, defensor a ultranza del autogobierno, los derechos sociales y las libertades personales conseguidas. Mimbres existen, ganas deberían. Que buen favor a la democracia española haría la conformación de una nueva liga de demócratas y autonomistas, defensores de profundizar el actual Estado Autonómico o federalizar los diferentes territorios dentro del Estado español.
Un estado representando a varias naciones donde la subsidiariedad, la cooperación justa y leal y el elogio a todas las identidades fueran los cimientos de ese país ilusionante y viable, donde todos nos viéramos identificados y representados. Un Estado con varias naciones confederadas que se autogobernaran en libertad y colaboraran equitativamente para engrandecer al Estado… 
¡Soñar es gratis!