sábado, 30 de diciembre de 2017

Felices Navidades y próspero Año Nuevo 2018


El nacimiento que los cristianos celebran con la Navidad puede servir para recordarnos que nuestra vida tiene una dimensión trascendente, que no empieza en nosotros —hemos llegado hasta aquí de la mano de nuestros padres— ni acaba en nosotros porque todos le debemos algo a otros y esos otros, poco o mucho nos importan.
Este nacimiento nos recuerda también que estamos aquí fruto del amor de nuestros padres y del amor de muchos miles de personas que, con sus acciones, nos han llevado hasta donde estamos ahora. 
Cuando amamos a otros damos lo mejor de nosotros mismos, nos hacemos, nos encontramos y nos conocemos. Los demás son la ventana por la que vemos el mundo y el espejo en que nos descubrimos a nosotros mismos. 
Feliz Navidad a todos mis amigos y conocidos en Facebook, porque en la Navidad nos reencontramos y nos deseamos paz y amor.
Todas las cosas suelen tener varias lecturas. Una, la banal, la vulgar y otra, la que no se ve: nuestros deseos, nuestros planes para intentar hacerlos realidad y la respuesta de nuestros amigos, conocidos y saludados. Los pastores, nada dados a la abstracción y al razonamiento científico, no percibieron el frío y la suciedad (que José seguramente intentó solucionar sin mucho éxito), sino esas otras dimensiones, que son las que nosotros rememoramos en estos días.
Así pasa con nuestras vidas: está lo vulgar, y lo maravilloso y a veces increíble. Al felicitaros hoy con motivo de estas fiestas navideñas y el inminente Año Nuevo, quiero animaros a ver más allá de lo que nos inyectan los grandes medios de comunicación (siempre tan sesgados y tendenciosos) y de lo que perciben nuestros sentidos: la vida generosa de tantas personas, los propósitos de bondad que hacemos cada día, el deseo de aprender a ser mejores, que no siempre somos capaces de materializar… los planes de tanta gente que consiguen desarrollar contra viento y marea, gracias a la colaboración de otras gentes a veces no muy instruidas pero con un gran corazón y muy buena voluntad.
Nunca desaprovecho la ocasión para dejarme invadir por la Navidad, fiestas para buscar paz y alegría. Esto se consigue no con la tarjeta de crédito y un elegante árbol iluminado, sino con la buena voluntad de todos los que nos rodean. Y recordad que esto solo lo ve el que se atreve a entrar, a meterse en la escena, a comprometerse con la vida de los demás… Mirad a las personas, a todas, con ojos limpios, sin prejuicios, sin espíritu crítico, sin ánimo de vendetta y descubriréis cosas maravillosas: no porque ellos hayan cambiado, sino porque habréis cambiado vosotros. ¡Felices propósitos para el año nuevo!
Sí, la Navidad es época de buenos deseos. Pero también tenemos la experiencia de que los buenos deseos de la Navidad rara vez duran más allá de las primeras semanas de enero. Supongo que esto se debe a la falta de virtudes. Una virtud tiene un componente digamos intelectual, otro emocional y otro volitivo.
El aspecto intelectual nos dice por qué hemos de hacer algo: por qué he de ser leal, sincero, humilde… por qué he de perder peso, ser más ordenado, más puntual… sonreír más frecuentemente, interesarme de verdad por las cosas de los demás… Ese conocimiento nos ayudará a tomar una buena decisión: si no sabemos por qué la tomamos, o no estamos convencidos de que eso es bueno, el propósito no durará mucho.
El emocional sirve de espoleta, de detonador. Ver el sufrimiento del prójimo nos llama a la generosidad; sentir la vergüenza de que nuestros amigos vean el desorden de nuestra oficina nos animará a ordenarla. Pero lo más probable es que ese empujón dure poco. Si es de una sola vez, porque no nos acordamos más; si es muy frecuente, porque nos aburre o nos endurecemos o perdemos sensibilidad. Habitualmente, el subidón emocional tiene que traducirse inmediatamente en una reflexión y estudio y, muy pronto, en una decisión. Por eso los que venden por internet o por televisión te dicen que compres ahora, o que llames ahora, porque a ellos les preocupa poco la continuidad: y eso pertenece a la tercera dimensión.
La clave está en la “voluntad”: debo hacer tal cosa, y estoy decidido a hacerlo, y a hacerlo ya, poniendo toda la carne en el asador. Hay trucos que nos pueden servir. Uno es el examen frecuente. Otro, pedir la ayuda de alguien que nos exija o nos controle (antiguamente la gente ahorraba durante el año para tener dinero para las compras de Navidad, y lo hacía ingresando el dinero en alguna institución, con el encargo explícito de no devolver el dinero antes de, digamos, el 15 de diciembre). Es muy bueno fijarse metas pequeñas, muy concretas y a muy corto plazo. ¿Quieres ser más amable? Vete ahora a la oficina de al lado y pregunta a quien está allí cómo está, qué va a hacer en estas fiestas, si todos están bien en casa, etc. Y luego ponte otro objetivo para dentro de un rato, cuando llegues a casa; y para más tarde, cuando tengas tiempo para llamar a aquel pariente o vecino con el que prácticamente has perdido la relación… ¡Ah!, y como esto no durará mucho, vuelve a empezar. Otra vez. Sí, ya sé que has fracasado en los últimos veinte intentos, pero vuelve a empezar. Porque -y aquí está la clave- has de adquirir el hábito operativo de lo que sea: ser amable, bajar peso, dejar de fumar, dejar de auto compadecerte, sonreír siempre…
Sí, la Navidad es una época de buenos deseos. Pero algunos son eficaces y otros no. Es ley de vida. Lo importante es no desanimarse y persistir con voluntad. Porque seguramente te morirás desordenado, mal carado, impuntual o lo que sea, pero te morirás feliz, porque habrás pasado unos cuantos años de tu vida intentando ser mejor. Y, a diferencia de las olimpiadas humanas, el premio —la felicidad en esta tierra, y tal vez en a otra si eres creyente— no se promete al que siempre triunfa, sino al que lo sigue intentando hasta un rato antes de morir. ¿No te lo crees? Bueno, haz la prueba. La felicidad no es una hoja de servicios intachable y, por tanto, imposible, sino la humildad de volver a intentarlo cada día. Y esto está al alcance de todos.
Nadie, ni siquiera Dios, te puede asegurar el éxito en tu vida, pero si lo intentamos una vez y otra, tendremos muchas más probabilidades de conseguir nuestros sueños. Y, entre tanto, nos habremos hecho mejores, porque nos hacemos mejores cuando tratamos de hacer mejores a los demás.
Muy feliz Navidad a todos y que el próximo 2018 logréis asentar el hábito de emprender voluntariosamente vuestros proyectos.
Una abrazo,
Juan

lunes, 18 de diciembre de 2017

Los ausentes en el 21D

Hace unos días que ha comenzado la campaña electoral. Vemos las cuñas electorales de los diferentes partidos y las entrevistas que diferentes televisiones hacen a los líderes de los partidos que se presentan o a sus representantes. De forma totalmente anormal, los simpatizantes de Junts per Catalunya ven a su líder que les habla desde una pantalla y los de ERC, ni eso porqué está encarcelado a 600 quilómetros de su casa.

Algunos nos quedamos tristes y a la vez enfadados cuando varios dirigentes del PDeCAT y ERC, declararon después de que el Gobierno aplicara el “Artículo155” que:
·“no estaban preparados para implementar la Independencia de Catalunya”,
·“no eran conscientes del alcance de lo que estaban llevando a efecto”,
·“sólo explicaban las cosas buenas para mantener a los catalanes independentistas animados”,
·“nunca se hubieran esperado que Europa NO les apoyara en sus reivindicaciones democráticas”
·“no se esperaban que el Gobierno español hiciera uso de TODO para impedir la independencia de Catalunya”
· etc.
Los catalanes deberían preguntarse ¿en que y cuanto fallaron el President, los consellers y todos los que asumieron la responsabilidad de desarrollar el “procés”, al declarar la Independencia de Catalunya sin tener a punto las “estructures d’Estat” ni tener los medios para poder aplicarla?

Si ningún Estado de Europa ha apoyado la República catalana, ¿con quien se reunía el Conseller Romeva y todos los integrantes del “Diplocat”? ¿No informó al Govern de que en las altas esferas de los Gobiernos estatales europeos no había conseguido ningún apoyo relevante? Si no lo hizo, engañó. Si lo hizo y aún así el Govern siguió adelante y declaró la República catalana, peor.
Los catalanes independentistas hicieron su trabajo con éxito: se manifestaron repetidamente, apoyaron en todo lo que les pedían los políticos que lideraban el “procés” y las organizaciones independentistas, hicieron resistencia pasiva hasta conseguir votar el 1-O a pesar de que el Gobierno dispuso miles de policías y Guardias civiles para impedirlo, … ¿Qué han hecho los políticos? ¿Tenían “planes B” alternativos? ¿Porqué no siguieron adelante después de declarar la República catalana? No me digan que fue  porque al final se dieron cuenta de que el Gobierno cuando decía “todo”, lo decía de verdad.
Estos mismos políticos, que han hecho todo lo descrito anteriormente, son los que nos piden otra vez el voto. ¿Para hacer qué? ¿Más de lo mismo, como “en el día de la marmota”? ¿Somos conscientes de que todos estos “intentos” no salen gratis, para nadie?... Ni para los políticos que están en la cárcel esperando ser juzgados por un delito que muchos expertos piensan que no cometieron, ni para los que van a ser llevados a juicio próximamente, ni tampoco para los catalanes que ven como su territorio, y ellos mismos, pierde posibilidades de crecimiento y riqueza en cada trifulca.
Hace años que nos dijeron que había que actuar con inteligencia y con astucia. Que lo tenían todo muy bien planeado. Que tenían apoyos internacionales. Que si una mayoría de catalanes les apoyábamos, teníamos prácticamente asegurada la consecución de un Estado para Catalunya, dentro de Europa. Algunos incluso presionaron para ir más rápido porque no se podían esperar. Pues se van a tener que esperar más todavía de lo que algunos políticos pedían en el inicio del “procés”.
Y… suponiendo que finalmente se pudiera concluir el “procés” con éxito, ¿qué Estado querrían formar?
Por lo que habían explicado los líderes mayoritarios (Junts pel SI) se procuraría construir una República catalana, viable económicamente, verdaderamente democrática y dialogante, con leyes socialmente justas en la que todos los catalanes pudiéramos vivir en paz y prosperidad formando parte de la Unión Europea. El lema de la gran manifestación de 2012 fue “Catalunya, nou Estat d’Europa”. ¿Nos acordamos?
Era fácil ilusionarse con este proyecto y aun así, sólo un 50% de catalanes votaron afirmativamente para que se desarrollara en las elecciones, que se quisieron plebiscitarias. Obviando este último dato (importantísimo, por cierto), nadie contó a los catalanes el efecto péndulo que seguramente se produciría en la opinión del resto de los españoles y en los países del norte. Nos dijeron que era lógico que en un principio, todos los países se opondrían a la independencia de Catalunya, pero sólo hasta que se pudiera votar y ganara el “SI”. En ese momento empezarían a materializarse los apoyos en cascada. (Está claro que eso no sucedió así).
Se oyeron voces que decían que la Generalitat tenía forma de subsistir económicamente al menos 6 meses después de haber proclamado la República catalana. No fue así. El Gobierno intervino las cuentas de la Generalitat y no tuvimos ninguna libertad económica disponible para empezar nada, ni para pagar un café sin dar antes explicaciones a Madrid.
Nadie explicó que se vería cuestionado el sistema de garantías legales que debía garantizar la seguridad jurídica a los inversores internacionales y locales, al menos durante los meses-años de la transición y que por tanto las inversiones se paralizarían o ralentizarían durante este periodo. Nadie explicó que no teníamos control, ni medios para controlar desde el primer momento, el territorio (aeropuertos, puertos, carreteras, ferrocarriles, etc.).
Todas estos temas no son baladíes, son temas fundamentales; sin los cuales se puede declarar una República de Catalunya pero no hacerla efectiva.
Ante incoherencias tan manifiestas respecto a las actuaciones llevadas a cabo por el Govern, a lo largo de estos años, no podemos dejar de preguntarnos si todo esto esconde una estrategia electoral de poca altura para mantenerse en el Parlamento, en el Gobierno, en los puestos de confianza, en asociaciones subvencionadas, etc.  
Después de comprobar a donde nos han llevado nuestros líderes del “procés” es legítimo pedir un cambio de estrategia y hasta de rumbo. Es legítimo pedir explicaciones y no conformarnos con que nos digan “los mismos” que seguirán “intentándolo”.
Los que piensan que Catalunya está en la UVI y ningún partido unionista nos puede sacar de ella, los que piensan que ahora toca sobrevivir como podamos mientras se espera que Europa y el mundo entienda que lo que hace el Gobierno español a los catalanes es una barbaridad. Los que piensan que hay que defender la poca dignidad que nos queda y seguir luchando contra el esclavismo que nos quieren imponer, sea como sea —hasta la última gota de sangre— seguirán votando a partidos independentistas. Otros, de convicciones más pragmáticas, les costará mucho más seguir dándoles su voto porque les preocupará ver a los mismos políticos irresponsables que no han tomado en serio ni a sus propios conciudadanos, ocupando otra vez los escaños del Parlament y repetir como Consellers.
Ahora, en Catalunya, estamos en un “momento histórico”. El Gobierno de España ha intervenido la Generalitat de Catalunya y nos ha convocado elecciones para que elijamos un nuevo Parlament y los parlamentarios a su vez tejan las estrategias oportunas para formar un nuevo Govern de la Generalitat. Se presentan a las elecciones dos bloques mayoritarios: unos que quieren castigar ejemplarmente a los que han osado protestar y rebelarse contra el Gobierno de España y los independentistas que dicen que lo hicieron siguiendo el mandato de los catalanes (no de todos, solo de la mitad) que se han sentido maltratados por el Gobierno español e incomprendidos por los grupos políticos que le apoyan para que pueda llevar a cabo las políticas que han provocado el “choque” y desembocado en un gran problema.
No estaría mal recordar a Manuel Azaña que fue un político que vivió todos los cambios habidos y por haber en España… nació en un Reino, presidió una República y murió cuando España ya estaba en una dictadura. En el libro “Mi rebelión en Barcelona”, Azaña describió del talante de los que han ocupado siempre el Estado  español y explicó que no han considerado nunca la posibilidad de que se pudiera articular una estructura plural, federal o, cuando menos, no unitaria en España. Escribió: “pasó la política que fundó el régimen aquél; pasó el imperialismo español, la gloria y la grandeza, y hasta la capacidad de alentar el heroísmo; pero no ha desaparecido la propaganda; la doctrina ha subsistido año tras año, y así se da el caso de que Felipe II, en la segunda República, tiene más partidarios que cuando gobernaba en El Escorial”.
La visión unitaria del Estado español está muy arraigada desde antiguo en buena parte de la sociedad española. Perdura en el tiempo y en todos los sistemas. Quizás habría que probar, no sé si se está a tiempo, una nueva fórmula en la que todos nos podamos sentir cómodos sin renunciar a las respectivas maneras de identidad cultural, económica y política. El problema es que esto requiere de grandes estadistas que sepan aglutinar a la mayoría de los votantes en este sentido, y la realidad es que, en estos momentos, ni están ni se les esperan.
España está formada por naciones históricas (basta mirar y entender lo que representa el Escudo de España)  y comunidades con distintos ritmos de evolución y desarrollo. En lugar de exprimir a las 4 zonas productivas de España, escatimándoles las inversiones y las transferencias necesarias, lo lógico es que se hubiera cuidado más a esas comunidades más productivas, potenciando sus fortalezas para que crearan más riqueza. Ello comportaría más impuestos a repartir (eso si, proporcionalmente) a todos los españoles.
Se podía y se debería haber potenciado los hechos diferenciales de las comunidades históricas sin olvidar poner en valor los comunes a todos los españoles. Estos, a veces nos diferencian y otras nos unen al resto de países de Europa y del mundo irreversiblemente globalizado en que estamos. Lejos de actuar con esta amplitud de miras, los gobernantes españoles no han querido entender nunca las diferencias culturales y el respeto a la diversidad. Lejos de cuidar que se impartiera en las escuelas —desde el primer día de escolarización de los niños— una educación, explicando las “diferencias” o “singularidades”, han intentado uniformizar y españolizar a los niños de las naciones históricas. Si hubieran hecho lo primero, todos hubiéramos podido entender, desde el conocimiento, el gran valor que representa esta diversidad enriquecedora que tenemos la suerte de tener en España. En lugar de ser capaces de aceptarla y apreciarla con normalidad, han excitado regularmente a las masas exacerbando los distintos nacionalismos para enfrentarnos entre comunidades y ya se sabe… a rio revuelto, ganancia de pescadores: políticos que sacan votos del enfrentamiento y grupos de poder que se benefician económicamente de las subvenciones y contratos que otorgan discrecionalmente los que dominan la “caja común que llenan las regiones productivas”.
Todos los españoles deberíamos aprender a respetar las culturas de nuestros vecinos y los “hechos diferenciales” de las comunidades históricas, que en el devenir de la historia han sido “conquistadas” ganando conflictos bélicos o anexionadas por pactos sucesorios en la realeza-nobleza. Los políticos no han sabido (o no han querido) hacer que se mantuviera el respeto de todos los españoles hacia los hechos diferenciales catalanes, vascos o gallegos (recuerden una vez más el Escudo de España). Nos han metido a todos en la senda del adoctrinamiento y la confrontación, con la exaltación escorada de los diferentes “mitos” y “héroes” nacionales. En un acto de autodefensa para preservar la lengua y la cutura propias catalanas y evitar que sean diluidas por el implacable darwinismo aplicado por la cultura ejemónica española, la escuela catalana ha hecho algo similar.
Un tema que causa ampollas regularmente es la voluntat de los unionistas más extremos de que se use sólo el idioma castellano, que ellos llaman “español”, porque no les gusta que, además del castellano, haya otros idiomas o lenguas que se hablen en España (desde hace cientos de años también son españoles). Continuamente ponen grandes empeños en fagocitar todo lo relativo a la cultura catalana y particularmente a su lengua, para que paulatinamente pierda interés y mermen su número de usuariosG
Parece lógico pensar que si uno fuera a vivir temporalmente al País Vasco y tuviera que entender obligatoriamente el Euskera, o se fuera a vivir a Viella y tuviera que aprender obligatoriamente el Aranès, perdería mucho caudal productivo. Esto no quita para que se den todas las facilidades para que todos podamos aprender y entender el Catalán, el Vasco y el Gallego además del Castellano, que sirve de nexo de unión para todos, lo mismo que el Inglés sirve de nexo de unión para todo el mundo (al menos en el mundo de los negocios).
Todo el que ha visitado Catalunya sabe que a la prática totalidad de catalanes de lengua materna catalana, nos da igual utilizar el catalán o el castellano para comunicarnos, porque somos perfectamente bilingües. Lo que nos entristece es la falta de respeto de algunos ciudadanos de Catalunya, de lengua materna castellana, y de españoles del resto de España por el idioma catalán. Cuando se detecta esta falta de respeto, menosprecio e incluso rechazo se excitan los sentimientos contrarios (efecto péndulo) y la convivencia se hace mucho más difícil. En un ambiente de respeto y de aceptación del idioma propio de Catalunya (el catalán), una lengua romance que, al igual que el castellano (que la mayoría llama “español”) desciende del latín vulgar que hablaban los romanos que se establecieron en Hispania durante la edad antigua, nunca ha habido ningún problema de comunicación y ciertos políticos (principalmetne el PP y más aún Ciudadanos) no deberían provocar problemas donde no los hay.
Lo importante es poder comunicarse con los demás lo más fluidamente posible y hacer todo lo que esté en “nuestra” mano para conseguirlo, evitando obligar a los demás a que tengan que renunciar a usar lengua materna. Por ello es fundamental dar facilidades en lugar de poner trabas o prohibir. Todos deberíamos tener la posibilidad de expresarnos en todas las lenguas españolas y el deber de comprenderlas.
Volviendo a la Independencia suspendida y a las elecciones del 21-D. Se puede entender fácilmente que si cuesta mucho deshacer un matrimonio de muchos años, sin que se pierda gran parte de lo conseguido por la pareja en pleitos y litigios, sin contar el daño sentimental inflingido a familiares y amigos,… ¿Qué es lo lógico que suceda cuando se trata de segregar sociedades profundamente mezcladas a lo largo de siglos?.
Por muy injusto que pueda parecer, la realidad se impone. La historia nos ha demostrado con creces que será prácticamente imposible cambiar la Constitución Española en el sentido de que otorgue a Cataluña un estatus diferente al resto de comunidades del Estado español, de forma democrática y negociada, con el consenso de la mayoría necesaria de fuerzas políticas españolas. Igual de difícil será conseguir la independencia de un territorio si no es por la fuerza; y hoy en día, Catalunya no tiene ni la fuerza ni los apoyos internacionales necesarios para conseguirlo. Ni conseguirla es el deseo de una mayoría adecuada de catalanes.
Los catalanes, ni los vascos, no podrán ser ni decidir por ellos mismos, porqué los políticos españoles, las élites extractivas españolas y la gran masa de ciudadanos que se benefician del status actual ya han decidido (sin consultar) que todos los catalanes, o todos los vascos o todos los que quieran organizarse libremente por si mismos han de ser “como el resto de españoles".
Hemos comprobado repetidamente a lo largo de la historia, y más en estas últimas décadas, que se ha impuesto  la conveniencia de la economía improductiva, la subvencionada y la receptora de “prebendas” (con la comisión correspondiente al político facilitador), que cuenta con la mayoría de votos en el Parlamento y así puede dominar y mandar, sobre la conveniencia de la economía productiva, consumidora, cotizante al Estado y a la seguridad social para el beneficio propio.
A todas las extensísimas redes clientelistas, que los políticos corruptos se cuidan de alimentar y excitar para que les apoyen en su objetivo de perpetuarse en el manejo de los destinos de España que posibilitan su enriquecimiento, les interesa que todo siga igual, sin importarles lo más mínimo los deseos de una parte importante de la sociedad catalana. A los ocupantes de los gobiernos de los diferentes Estados europeos les interesa lo mismo. Las “regiones” pujan por hacer oír su voz, pero los “estados” usufructuarios del poder, se resisten con todas sus fuerzas  legislativas, legales y policiales-armamentísticas. ¡Con todas!.
Además el Gobierno, con ayuda de la practica totalidad de los medios de información escrita y TV-radio convencionales, intenta controlar el pensamiento de sus ciudadanos con la difusión de un pensamiento único unionista y una especie de “neo-lengua” que consiste en decir las cosas exactamente al revés de cómo son realmente. Tomando el símil orwelliano de “1984”, el Gobierno habla del "ministerio de la Verdad" para referirse al ministerio que censura y manipula la información, del "ministerio de la Paz" para hablar del departamento que se encarga de la guerra, del "ministerio de del Amor" para aludir a los que se dedican a la tortura y del "ministerio de la Abundancia"  referirse al que se dedica a gestionar la escasez.
El “problema español” (no reconocer la diversidad de naciones que lo componen) seguirá activo mientras no se resuelva el “café para todos” que se inventó durante la transición, para no hacer ese reconocimiento que no aceptaban los herederos del régimen saliente. A la mayoría de votantes españoles con balanzas fiscales “receptoras” tampoco les interesa resolverlo.
Conscientes de esa realidad, hay partidos que intentan proponer otras versiones que hagan más llevadero el “café para todos”. Por ejemplo, el PSC ha presentado una lista de socialistas, demócrata-cristianos, federalistas de izquierda, izquierdistas bien reconocidos y hasta el vicepresidente de Sociedad Civil Catalana (nombre escogido hábilmente cuyo significado poco tiene que ver con la dimensión del grupo al que representan ni con sus convicciones políticas). Portes obertes del catalanisme, Units per avançar y La Tercera Vía van también en las listas del PSC. Las intenciones globales de salida que expresa su líder Miquel Iceta son buenas, aunque nadie nos puede asegurar qué programa defenderán una vez estén en el Parlamento ni con quien pactarán para desarrollar lo que quede del mismo, después de las negociaciones de investidura. Lo que si se sabe es que como máximo intentarán algo similar a lo que hizo la vieja CIU en tiempos de Pujol (peix al cove) o el tripartito en tiempos de Maragall; totalmente condicionados por las fuerzas políticas que les apoyen en Catalunya y mucho más por las que gobiernen en España. ¿Porqué razón el Gobierno va a responder ahora favorablemente a un hipotético President Izeta, cuando le recuerde los requerimientos que hace casi cuatro años le hizo el President Mas y más tarde amplió el President Puigdemont, ambos sin respuesta?
Ya vemos que parece que el objetivo estrella es lograr recuperar la “situación” con la que hace 5 años la mayoría de catalanes se sentían “desafectos” según el President Montilla. A esto hemos llegado después de tanto….. ¿esfuerzo?.
De la confusión política, de programas oportunistas, algo populistas y poco realistas, aunque lo sean mucho más que otros que ni se preocupan por plantearlos, no puede crecer un árbol sano.
Otro partido, fuera de los grandes bloques extremos, que aspira a recuperar el nivel autonómico de hace cinco años y mejorar la “distribución de la miseria” mejorando en la medida que se pueda las políticas sociales, es la coalición electoral de izquierdas “Catalunya en Comú-Podem”; creada para las elecciones del 21-D al Parlament de Catalunya de 2017 y formada por Catalunya en Comú, Podem, Barcelona en Comú, Iniciativa per Catalunya Verds i Esquerra Unida i Alternativa con el apoyo de Equo Catalunya. De siglas, agrupaciones, sensibilidades y proyectos para “repartir” o redistribuir la “poca riqueza” que queda vamos bien servidos. En cambio, los “proyectos” para aumentar el empleo, el emprendimiento y “producir” riqueza hay muchísimos menos. De hecho, en estas elecciones del 21D no se presenta ningún partido que reivindique el catalanismo político de centro, el liberalismo (no confundir con la “burocratización corporativista” que practican los partidos que la sociedad califica despectivamente de neoliberales) y del mejor humanismo de nuestro país, para que pueda conseguir para los catalanes una vida de libertad, de prosperidad y de orgullo catalán bien entendido.
Falta en estas elecciones un partido que defienda la identidad de Cataluña, construida sobre su lengua catalana, su cultura, su historia y las instituciones en la tradición clásica del catalanismo.
Falta un partido político contrario a aplicar cualquier medida que incremente aún más la carga fiscal de los catalanes (que somos lo que más recortes hemos aplicado y los que pagamos más impuestos de todos los españoles).
Falta un partido que trabaje para reducir las trabas administrativas y burocráticas para la creación de empresas y que defienda el derecho a la propiedad privada sin vacilaciones ni matices en lugar de legislar para apropiarse de la propiedad ajena.
Falta un partido que cree mecanismos para la creación de puestos de trabajo y aplique políticas salariales que mejoren la capacidad adquisitiva real de los trabajadores y autónomos.
Falta un partido que cree mecanismos transparentes y eficientes para controlar la actuación de los políticos y servidores públicos que velen por su transparencia.
La supuesta emergencia nacional puede que sea un cebo para objetivos de partido y por ello no lo considero un argumento definitivo y suficiente para dar carta blanca a cualquier estrategia que los partidos independentistas (de ideologías muy variadas y que prácticamente sólo coinciden en las ganas de celebrar un referéndum de independencia) quieran desarrollar.
Los últimos acontecimientos excitan los sentimientos y las emociones de unos y otros y una vez más, las razones, las ideas y los argumentos, han quedado relegados a un segundo plano. Desgraciadamente, son muy pocos los ciudadanos interesados en discutir sobre las cuestiones clave sobre las que hay que decidir, rectificar y emprender el camino hacia la estabilidad y la prosperidad en Cataluña. Recordemos que los que quieren la independencia (alrededor del 50%) la quieren porqué se supone que teniéndola se podrán llevar a cabo políticas que hasta ahora no se ha podido. ¿Porqué ninguno de ellos concreta lo más mínimo que políticas serán esas? ¿Conllevarán esas políticas nuevas una mejora en la calidad de vida de la mayoría de los catalanes? ¿Con que presupuesto se levarán a cabo y como se gestionará?
La reflexión y el debate que ello conllevaría sería muy fructífero y esclarecedor en la campaña electoral, pero prácticamente nadie está dispuesto a avanzar por ese camino y la mayoría están por la batalla frontal y visceral. El choque de trenes se ha producido entre gobiernos y por muchas razones, no todas imputables al Govern de la Generalitat ni tampoco al Gobierno de España. La locomotora catalana ha descarrilado. Los vagones de ese mismo tren están dañados, pero siguen más o menos en pie. Nadie puede descartar que el conflicto civil siga al enfrentamiento político porque continuamente se hacen declaraciones y acciones que alimentan el conflicto. Todo lo que ha sucedido: desobedecer las leyes constitucionales, actuaciones policiales más allá de la proporcionalidad,  excitación de los nacionalismos, ocupación de la Generalitat, etc. han causado resentimiento de muchos sectores y las propuestas de PP y Ciudadanos por un lado y de Las CUP, ERC y Junts per Catalunya hacen prever una dificultad grande para que pueda sosegarse y aprender a digerir lo sucedido.
Siempre he pensado que era imprescindible articular un amplio espacio político catalanista, liberal y humanista, tanto si somos una autonomía, una nación federada dentro de España o una República independiente que pudiera hacer de bisagra entre las sensibilidades extremas. Solo el éxito de un proyecto central y catalanista de este tipo podría cambiar decisivamente la aritmética del Parlament catalán. Por ahora, este espacio de votantes está desierto y es una pena porque un grupo político que representara  al centrismo catalanista moderado, sobre todo en estos momentos en que la tensión es grande y la capacidad de diálogo poca, sería útil como bisagra para forzar el dialogo necesario entre las dos alas del Parlament, como lo fue en el pasado.
Oyendo a ciertos líderes y a ciertas personas tiendo a creer que demasiados españoles y catalanes hemos aprendido poco de nuestra reciente historia. Hemos olvidado mucho de las lecciones que de nuestra historia común se desprenden. La mayoría no deja de pensar que invariablemente la razón está de su parte. Unos tienen sus razones y otros tienen su parte de razón; nadie la tiene toda en exclusiva. Nunca deberíamos haber llegado hasta el extremo al que hemos llegado y hay que buscar las razones no solo en los gobiernos españoles y principalmente en algunos partidos políticos en concreto; también en Catalunya, responsabilidades políticas y judiciales aparte. Por mucho que algunos sueñen con un país con una sociedad y una cultura determinada, actualmente todos los catalanes —independientemente de nuestra procedencia— somos muy parecidos; entre otras cosas porque hace muchas décadas que nos mezclamos y los políticos salen de los ciudadanos…
Hoy no veo un gobierno en Cataluña que no tenga la huella de la independencia y de la izquierda. Unos y otros se retro alimentan. Hemos visto dos tripartitos en Cataluña. Seguramente veremos el tercero, pero será de izquierdas y llevará adjunta la divisa de la independencia y la república. Su objetivo será constituir un gobierno que pueda decir el primer día: "Decíamos ayer ...". No se si eso será bueno para Catalunya, lo que si que será es “sesgado”, porque la sociedad “repartidora” no puede sobrevivir sin la sociedad “productiva”, si quiere ir más allá del día en que se agoten las “existencias” heredadas de épocas anteriores. Véase el Ayuntamiento de Barcelona que ha pasado de tener superávit a estar cada vez en peor situación, para seguir siendo motor de Catalunya.
Seguramente los independentistas ganarán las elecciones del 21-D, a pesar de las grandes sumas de dinero que emplean los de Ciudadanos en su campaña electoral para aglutinar el voto útil unionista. Analizar críticamente el relato político instaurado en grandes sectores de la ciudadanía, y detener la inercia de cientos de miles de votantes convencidos y motivados, es una tarea difícil de realizar, por mucho que el potente aparato mediático simpatizante de los unionistas se afane en pronosticar el contrario. Más aún, cuando los comicios serán interpretados no en clave autonómica, sino plebiscitaria. Esta circunstancia no depende de la naturaleza de la convocatoria, se ajusta más bien al designio político de aquellos que tienen una correlación de fuerzas favorable. Independentistas y soberanistas formarán probablemente un frente común, con similares objetivos y reivindicaciones. Probablemente contarán con el apoyo de podemitas catalanes con los matices necesarios.
Si el probable nuevo gobierno independentista que se forme no cambia de orientación y continúa con el viejo “Full de ruta”, el gobierno español volverá a aplicar el 155 y volveremos a vivir un déjà-vu. El autogobierno volverá a quedar dañado y las elecciones deberán convocarse de nuevo. Desearía equivocarme, pero basta escuchar las declaraciones de los portavoces de los partidos para comprobar que estas nuevas elecciones son un pretexto para dar un paso adelante con las mismas intenciones. Pensar que el proceso está muerto es un grave error político, propio de ingenuos bienintencionados.

Mientras, seguimos estando cojos y echando a faltar un partido  político catalanista humanista, liberal y de centro que pueda ayudar a conseguir para los catalanes una vida de libertad, de prosperidad y de orgullo catalán bien entendido. Seguiremos esperando a las próximas elecciones. Mientras tanto, agárrense al flotador y recen para que no termine de zozobrar la barca y si fuera así, pronto no tengamos nada que rescatar ni conservar.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Seguimos en el caos, mintiendo y sin soluciones a la vista

El caos político actual está relacionado con la decadencia del lenguaje. Las palabras banales, sin sentido, y su uso extendido pueden destruir la convivencia.
Abraham Lincoln advirtió: “puedes engañar a la gente durante un tiempo, puedes engañar a parte de la gente durante todo el tiempo, pero no puedes engañar a toda la gente durante todo el tiempo”. El problema es que el daño que produce el que lanza primero la mentira tarda mucho tiempo en reparar sus efectos.
En España, los políticos unionistas se pasan el día invocando la Constitución y por ella todo está permitido, incluso algunas acciones que algunos califican de poco democráticas. El Reino Unido no tiene Constitución. Pero que duda cabe que en el Reino Unido hay democracia. Una democracia liberal que llegó no tanto por el fervor revolucionario de sus pueblos si no por el acuerdo de entre los más poderosos después de siglos de guerras dinásticas y de religión. Llegaron a la conclusión que el Parlamento debía elegir al Jefe del Estado y este debía estar sometido a esta institución. De estas peleas nos habla el filósofo John Locke en “Carta para la Tolerancia”, y propone soluciones en su “Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil”. Esto sucede muchos años antes de la Revolución americana y de la Revolución francesa, que en gran medida contemplan el proceso inglés, en lo que se ha venido a conocer como ciclo revolucionario atlántico. Muchos cuando hablan del Reino Unido y lo quieren criticar rápidamente señalan que ese país es una monarquía y por lo tanto no una verdadera democracia, pero desconocen que tipo de gobierno tiene, de donde procede, y que consecuencias tuvo su expansión para el resto del mundo.
Tal vez tampoco se repare en que la democracia del sistema liberal inglés solo estaba compuesta por aquellos que tenían una buena posición económica. Estos y no otros, son los que podían presentarse a las elecciones y votar para elegir a sus gobernantes. Y este sistema, que era mejor que el de la monarquía absoluta, fue el que se exportó al resto del mundo. Esta vergüenza que se conoce como el voto censitario fue desapareciendo gradualmente cada vez que se incorporaban al sistema democrático, después de la presión ejercida por el movimiento obrero, las diferentes capas de la población. El derecho al voto para los hombres se convierte en universal durante la Primera Guerra Mundial, y para la mujer habría que esperar al periodo de entreguerras. El sistema liberal, ciertamente aporta la posibilidad de elegir a los gobernantes, un estado de derecho, una separación de poderes, y el mantenimiento de la propiedad privada, pero en su origen no fue para todos, y si lo terminó siendo es porque se prefirió integrar a toda la sociedad en el sistema antes que arriesgar el poder de unos cuantos.
Montesquieu en “El espíritu de las leyes” dice que aunque sólo algunos privilegiados tienen el genio necesario para penetrar en la constitución de un Estado, ello no es impedimento para que los ciudadanos nos ilustremos. Cuanto más ignorantes son los votantes menos vacilan, aunque las resoluciones adoptadas produzcan grandes males. Cuanto más ilustrados sean los votantes y más reflexivamente analicen la propaganda política y las propuestas de los políticos (algunas son realmente tan mágicas como faltas de contenido); en mejores condiciones estarán de ver los abusos antiguos, de comprender la manera de corregirlos y de presentir los abusos de las correcciones actualizadas que nos proponen. Estos electores sensatos no dudarán en dejar lo malo si temen lo peor o en dejar lo bueno si no están razonablemente confiados de que pueden mejorárselo. Tampoco se arriesgarán a mirar las partes si no es para juzgar el todo e intentarán examinar todas las causas para ver todos los resultados posibles.
Rousseau en “El contrato social”, estableció que el poder en la sociedad es la voluntad que busca el bien común de todos, y Voltaire, en muchas obras enfatizó la divisa de la tolerancia y la libertad. El pensamiento ilustrado fue fundamental para que las capas más desfavorecidas de la sociedad se hicieran visibles al poder y accedieran al poder político. De ahí que es imposible comprender nuestra democracia sin el concurso de los anarquistas y los socialistas, y en el lado más negativo incluso del fascismo y el nazismo. 
A lo largo de la historia hemos visto que suele suceder que al erradicar unas creencias otras rápidamente vienen a ocupar su lugar y las buenas ideas siempre dejan paso al lenguaje de la fuerza.
No falta quien piensa que en el siglo XVIII, lejos de ser una etapa revolucionaria y de ilustración de las sociedades humanas —un peldaño a favor de la igualdad, la libertad y la fraternidad—, se forjó un sistema económico que se convirtió en el primer paso para crear un modelo de sociedad que condenó definitivamente a las clases populares a la explotación, la incultura y la desigualdad. La burguesía creó un sistema económico a medida, el capitalismo, para acabar con el Antiguo Régimen e instaurar su propia visión del mundo, medrando para apear a la Iglesia y a la Monarquía de un poder que le correspondía como agente del cambio económico. 
Volviendo a España. Durante el periodo más prolongado de progreso, libertades y paz social de la historia de España los partidos nacionalistas catalán y vasco hacían de bisagra a los dos partidos nacionalistas españoles. Con las mayorías absolutas del partido gobernante, todo se fue al traste.
¿Cómo es posible que gobernantes del siglo XXI de una nación europea hayan cometido tantos errores?
El primer error se produjo el año 2006, cuando el PP presentó el recurso de inconstitucionalidad sobre 114 de los 223 artículos del Estatuto de Autonomía de Catalunya, previamente aprobado por el Parlament de Catalunya, por el Congreso de los Diputados y en el referéndum por el pueblo catalán. 
El segundo error se produjo en la replica independentista de Otoño de 2017 en el Parlament. 
El tercer error se produjo cuando el Gobierno apoyado por PP, Ciudadanos y PSOE aplicó el art. 155 de la Constitución.
El cuarto error se produjo cuando algunos gritaron “A por ellos” y los partidos unionistas (unos más que otros) alentaron a los nacionalistas españoles para que hicieran suyo el espíritu que tras ese grito se intuye. Se envió a miembros del gobierno de la Generalitat de Cataluña, a prisión preventiva esposados con las manos a la espalda y los grilletes bien apretados, sin dialogo previo, ni tiempo para defenderse ó justificarse. Sin escuchar al interlocutor… 
Ante este rosario de errores se ha establecido un ambiente en el que pese al “fracaso” en la implementación de la Independencia de Catalunya, los nacionalistas catalanes nunca se considerarán engañados por los líderes independentistas que no contaron toda la verdad, que no tuvieron preparadas todas las estructuras del nuevo Estado y que no fueron capaces de poner en marcha la Independencia declarada en el Parlament. Se retroalimentan entre ellos sin dar cabida al sentido común y sin aceptar lo evidente. Tal vez para no dar la razón a los que avisaron de que la Independencia de Catalunya nunca se consumaría.
En el otro lado, los nacionalistas españoles, que a raíz del conflicto catalán se han sobreexcitado y han vuelto a enseñar su cara oculta, no quieren aceptar que España es un Estado multinacional y multicultural. Siguen negando esta realidad que requiere una reforma de la Constitución, del Senado, del fracasado café para todos y un cambio en las formas de hacer política.
El conflicto se ha consolidado con dos bloques que —no sé si llegan a odiarse o solo se desprecian e insultan— pero que no se escuchan ni se hablan. Ambos han perdido la confianza en la capacidad de que los “otros” lleguen a entender sus posturas. En este ambiente es muy difícil buscar un acuerdo que satisfaga mínimamente a las partes enfrentadas. Aunque nadie quiera admitirlo, las dos perderán, pero una de ellas quedará más damnificada, al menos moralmente, y la amargura de la pérdida durará muchos años. El ambiente está tan enrarecido que no se escucha al que opina diferente y se descalifica a los que proponen argumentos pragmáticos que eviten la pérdida de generación de riqueza y el descalabro de una de las regiones más prósperas de España y de Europa. Se duda de que sus propuestas sean reales y aunque lo fueran, de que puedan llevarlas a la práctica. Sigue siendo así aunque todos hayamos comprobado —hemos pasado de una pre-independencia a una pre-autonomía— que el camino unilateral consigue peores resultados que un pacto por incompleto e insuficiente que pueda ser. Sin un apoyo muy ampliamente mayoritario de todos los catalanes, lo más prudente es mantener la paz social y un cierto grado de concordia que permita a los ciudadanos tener esperanza en el futuro. No queda otra si no queremos que los catalanes nos quedemos ciegos aunque el resto de españoles se queden tuertos, porqué actuar unilateralmente, en la Europa de los “Estados” y las potencias económicas, solo nos llevará a la desaparición como nación. 
No podemos continuar como individuos y como sociedad con sobresaltos constantes provocados a golpe de mentiras por una panda de frívolos e irresponsables de uno y otro bando. La regeneración de la política al servicio de los ciudadanos y de su progreso, sólo se logrará combatiendo la mentira y derrotando electoralmente a los embusteros, que los hay en los dos bandos. Siempre queremos vernos reflejados en Austria o en Dinamarca, y allí la sociedad y los políticos se comportan de forma diferente. Allí al político embustero se les hace dimitir y purgar severamente su engaño. Nos queda mucho camino por recorrer para llegar a eso.
Ojalá que los pactos postelectorales se hagan en base a “propuestas concretas” para regenerar el país, en lugar de sobre palabras vacías de contenidos, que cada cual interpreta a su manera, y que a menudo sólo sirven para asegurar ciertas “sillas” y prebendas para los amigos.
La esperanza es lo último que se pierde.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Temor a destacar y necesidad de control

Los seres humanos tenemos escaso control sobre nuestras circunstancias.
Los demás cruzan nuestro camino, nos hacen cosas en forma directa o indirecta y nosotros nos pasamos la vida reaccionando a lo que nos ocasionan. A las cosas buenas les siguen malas. Hacemos todo lo posible por adquirir cierto control, porque no poder hacer nada frente a lo que sucede nos vuelve infelices. Y a veces lo adquirimos, pero nuestro margen de control sobre los demás y nuestras circunstancias es lastimosamente limitado.
Sin embargo, hay algo que sí podemos controlar: la mentalidad con que reaccionamos a lo que ocurre a nuestro alrededor. Y si somos capaces de vencer nuestra ansiedad y forjar una actitud valiente ante la vida, puede pasar algo extraño y notable: que ese margen de control de las circunstancias se amplíe. En un caso extremo, podríamos crear, incluso, las circunstancias mismas, fuente del inmenso poder de los valientes a lo largo de la historia.
Un acto audaz requiere un alto grado de seguridad en uno mismo. Quienes constituyen el blanco de un acto así o lo presencian, no pueden sino creer que esa seguridad es real y justificada. Su reacción instintiva es respaldar, quitarse de en medio o seguir a la persona segura de sí. Un acto audaz puede mantener a raya a la gente y eliminar obstáculos. Es de esta forma como produce circunstancias favorables.
Somos seres sociales, así que es natural que queramos ajustarnos a quienes nos rodean y a las normas grupales. Pero esto esconde un profundo temor a destacar, a seguir nuestro camino sin que nos importe lo que la gente piense de nosotros. Los valientes son capaces de vencer este miedo. Lo lejos que pueden llegar con su originalidad nos fascina. Y nos hace admirarlos y respetarlos en secreto; nos gustaría poder actuar así.
Hoy en día nos cuesta trabajo concentrarnos; nuestro interés pasa de un espectáculo a otro. Pero quienes expresan valientemente su diferencia llaman nuestra atención en un nivel más hondo y por más tiempo, lo que se traduce en poder y control.
Muchos respondemos a las inestables circunstancias de la vida tratando de microcontrolarlo todo en nuestro entorno inmediato. Cuando sucede algo imprevisto, nos ponemos tensos y reaccionamos con una táctica que ya nos ha dado resultado previamente. Si los hechos se desarrollan muy aprisa, es fácil que nos sintamos abrumados y perdamos el control.
Debemos esforzarnos en no temer el cambio ni al caos; mejor aceptarlo y relajarnos tanto como podamos. Mejor dejarse llevar por el flujo de los acontecimientos, y luego encauzar sutilmente en la dirección que hayamos elegido, explotando el momento. Si aplicamos esta mentalidad tendremos más posibilidades de convertir algo negativo (un suceso inesperado) en positivo (una oportunidad).”

Texto inspirado en el libro “La Ley 50” de Robert Greene & 50 Cent.