viernes, 21 de febrero de 2020

¿Son optimistas o más bien pesimistas?

Se dice que los pesimistas son optimistas bien informados. A mí me gusta informarme y siempre intento hacerlo en fuentes documentadas y fiables, y por eso antes de atreverme a lanzar opiniones en cualquier sentido prefiero leer críticamente lo que publican algunos analistas.
Aunque el mundo globalmente considerado continúa progresando, los grandes medios de comunicación nos inundan diariamente con titulares y noticias negativas que alimentan nuestra propensión a valorar las pérdidas por encima de los logros.
La curiosidad es la propensión a conocer que la biología evolutiva favorece para aumentar nuestras oportunidades de supervivencia. La mayoría somos cotillas porque estamos programados para ello. Nacemos y crecemos con una curiosidad, neofilia, que debe estar balanceada con la prudencia, neofobia. Unos somos más curiosos y otros más prudentes. Los neurotransmisores que nos estimulan mediante el deseo y nos recompensan mediante el placer colaboran a que los más curiosos se atrevan a explorar nuevos lugares. En esos lugares encontrarán oportunidades y también amenazas. En el entorno salvaje los frutos, bayas, setas, raíces y tubérculos no traen etiqueta de composición nutricional. La única manera de saber si son comestibles/venenosos es probándolos. El olor, el sabor y la astringencia nos darán buenas pistas, pero no podremos estar seguros de que lo que comamos no nos resultará tóxico hasta horas después de haberlo comido… Y entonces puede ser ya demasiado tarde. Fatal para el individuo más curioso y atrevido o el descubrimiento de una nueva fuente de alimento para todo el grupo, cobardes incluidos. Una nueva fuente para combinar con otras, buscando aquel equilibrio nutricional que todo buen omnívoro necesita.
Todos hemos aprendido no sólo de lo que percibimos directamente, también de nuestros vecinos mediante el conocimiento codificado, porque somos capaces de desarrollar pensamientos abstractos y transmitirlos, con lo que multiplicamos nuestra capacidad para conocer y nuestro conocimiento para crear transformando nuestro entorno sin cesar.
El ser humano es el único inteligente en sentido pleno; el único realmente consciente; el único que pinta, compone, escribe o cocina con mayúsculas. El único que inventa y diseña máquinas.
A lo largo de la historia, la curiosidad a animado a las personas a explorar y probar, también a experimentar con los materiales y transformarlos para hacer realidad una idea. Una cosa que hacemos todos, varias veces al día, es comer y en la cocina se combinan productos y se transforman para crear alimentos comestibles. 
En esta época de mi vida tengo la suerte de poder comer en casa donde mi mujer cocina una comida sana y sabrosa, preservando las diferentes tradiciones gastronómicas y su biodiversidad con productos de proximidad. De vez en cuando salimos a comer fuera eligiendo un restaurante creativo que aporte ideas valiosas para disfrutar descubriendo nuevas texturas y sabores y tal vez aprender para mejorar nuestra alimentación.
Actualmente algunas máquinas ya son capaces de aprender y algunos predicen que lograran pensar algún día. Hay ordenadores que, a partir de ciertos algoritmos, pintan cuadros, escriben artículos, recetas y canciones y, como vi hace unos días en “Llum BCN” tocan partituras de Mozart al piano. Dicen que un día algunas máquinas serán capaces de diseñar, por si solas, nuevas máquinas, más inteligentes que ellas mismas, hasta que la inteligencia artificial supere infinitamente a la natural.
Y hay quien, neofóbico, teme que el mundo se nos escape de las manos como si esto no estuviera ya pasando sin necesidad de ninguna distopía de robots como los que salen en “Blade Runner 2049”, que nos releven como reyes de la creación y nos releguen a animales inferiores. Y hay quien, neofílico, ya se imagina convertido en un ciborg transhumano, casi un semidiós capaz de acercarse, de fundirse con el nuevo tótem creativo en el que se ha convertido el desarrollo informático y sus posibilidades.
Hay quien asegura que los ordenadores nunca serán realmente creativos. Puede que sean capaces de realizar cálculos gigantescos, imitar canciones de los Beatles, escribir párrafos con sentido aparente recombinando datos de millones de textos o proponer recetas a partir de infinidad de platos tradicionales que previamente se les hayan introducido en su banco de datos; pero otra cosa es que inventen de verdad, que sean disruptivos, que creen paradigmas científicos o artísticos de la brillantez, la genialidad y la belleza de Einstein o Leonardo da Vinci.
Los robots ya nos ayudan a fabricar la comida y probablemente los macrodatos y el aprendizaje automático contribuirán a diseñar nuevos alimentos. Gracias a ellos el panorama futuro de nuestra alimentación, desde la agricultura de precisión a la nutrición personalizada pasando por la gastronomía recreativa, será mucho mas diáfano. Siempre y cuando, eso sí, la ética humana gobierne el uso de todas estas herramientas para el bien común. Por ello deberíamos cuidar de no eludir nuestra particular responsabilidad culpabilizando al silicio o al grafeno de lo que siempre continuará siendo cosa nuestra. Procuremos tener unos productores dignamente considerados, trabajadores que ejerzan su profesión con las mejores condiciones laborales y sociales, una industria responsable y que nos permita disfrutar a todos de un planeta bien alimentado, limpio y feliz.
Sintiéndolo mucho parece que Keynes se equivocó y la generación Z lo tendrá peor que nosotros porque en lugar de llegar al estadio predicho por el genial economista en el que tendríamos nuestras necesidades cubiertas y una sociedad en la que el progreso nos permita liberarnos del trabajo para dedicarnos a tareas más creativas, nos encontramos ante la perspectiva del estancamiento de salarios y una tremenda crisis ecológica y, como intuyó Karl Marx, con una sobre-explotación de los suelos.
Seguramente los próximos años traerán nuevas desgracias, crisis y problemas porque la fatalidad existe y porque la naturaleza humana dista mucho de ser perfecta, pero la mayoría de los problemas son solucionables aplicando la inteligencia y sobre todo la “conciencia”. Cada vez que una máquina sea capaz de desarrollar un nuevo cálculo, un nuevo razonamiento, un nuevo algoritmo, obligará a redefinir los límites de la inteligencia porque ésta nunca podrá ser artificial. Seguramente que en los próximos años veremos como los robots serán capaces de preparar unas pizzas deliciosas, imprimirán sushis personalizados en 3D y hasta nos servirán la sopa calentita soplando automáticamente la cuchara hasta templarla a la temperatura adecuada para que no nos queme en nuestra boca, porque un sensor subcutáneo le informará de nuestra temperatura corporal; pero si cocinar nos hace humanos, ninguna máquina podrá realmente cocinar y menos como lo hace mi mujer. Ya le gustaría a ella poder tener un robot que la sustituyera en algunos momentos pero siempre vaticina que ella no lo verá.
Falta mucha “conciencia”, voluntad real, verdadero compromiso personal que trascienda las palabras y los gestos, y mucha capacidad de trabajo para seguir intentando llenar el vaso medio vacío cada día. En teoría parece fácil conseguirlo, pero no sé si en la práctica lo lograremos.
¿Ustedes que piensan?

miércoles, 19 de febrero de 2020

El mundo agrario sigue cambiando a peor

Las protestas de los agricultores son totalmente justificadas porque con los precios que reciben por los productos que cultivan no salvan ni sus costes, los márgenes con los que trabajan son ruinosos y su actividad es cada día mas complicada. Que yo recuerde, hace 40 años los agricultores tenían similares quejas y exigencias y si los impuestos eran menores que los actuales se lo quitaban en inflación, el impuesto de los pobres, que disparaba sus costes pero no se reflejaba en los precios finales. 
Con los años el número de agricultores ha mermando escandalosamente, la superficie de terrenos cultivados se ha reducido al mínimo (solo permanecen algunas producciones mecanizadas) y la España interior se ha vaciado.
El problema viene de lejos. En Catalunya, con la industrialización en el siglo XIX ya hubo la primera emigración del campo a las colonias industriales y a las ciudades. Durante la posguerra hubo la segunda gran emigración de los pueblos a las ciudades porque el trabajo en el campo era muy esclavo y la mayoría de los obreros en las ciudades vivían mejor, ganaban más que los campesinos y sus hijos tenían más posibilidades de ascender en la escala social. Por ello los padres les recomendaban que dejaran el campo, estudiaran y se buscaran una vida mejor aunque fuera lejos de ellos y de su casa.
Con el tiempo entramos en la UE y el tratado de Maastricht facilitó las subvenciones al “Campo” para que no produjeran determinados cultivos. Los grandes terratenientes se enriquecieron (recibían subvención por árbol plantado, no por la cantidad de producto recogido después de cultivarlo dando trabajo a los jornaleros) y los pequeños propietarios agrícolas se aprovecharon de las migajas de las subvenciones que pudieron recoger, para disfrazar los malos resultados de sus pequeñas explotaciones agrarias. Ninguno de los dos usó el dinero recibido para reconvertirse y sembrar/aclimatar otro tipo de cultivos o adaptarlos para hacerlos competitivos.

Una cosa de la que los periódicos no hablan pero que también ha ayudado a la degradación del campesinado es que pese a lo deprimido del sector agrícola, todos los gobiernos llevan décadas exprimiendo a los agricultores, incrementando los costes fijos de sus explotaciones vía impuestos con la excusa de que todos tienen margen menos el gobierno. Piensen en un pequeño agricultor que deba contratar a un temporero. Le cuesta 1.450 euros aproximadamente (el temporero recibe 950 euros) gracias a la subida brutal de impuestos al trabajo escondida bajo el SMI. Si el agricultor necesita electricidad para su producción, el 60% de la factura son impuestos, subvenciones y costes fijos regulados y, por si fuera poco, soporta un IVA de producto de lujo. 

En toda la cadena de valor agrícola se genera un verdadero expolio fiscal. Seguro que habrán oido que “España es uno de los países más ricos del mundo, porque a pesar de lo que nos roban, todavía nos queda dinero”. Y cuando nos agotan, basta con que nos expriman un poco mas y seguimos dando néctar”.

Los grandes medios de comunicación nos cuentan que los crueles de la película son los “intermediarios” que incluso venden por debajo de coste. Es cierto que los intermediarios tienen mejores márgenes que los agricultores; también tienen mejores lobbies capaces de presionar al Gobierno de turno. Lo que todos se olvidan de contarnos es que entre las grandes cadenas de distribución figura la empresa pública Mercasa que controla la compraventa del 65% de las frutas y hortalizas de España. Los Ayuntamientos son los mayores accionistas de los “Mercas” (Mercamadrid, Mercasevilla, Mercabarna, etc.), siempre acompañados de una gran cohorte de lobbies, asesores, etc. Por el mero hecho de venderlos a través de los “mercas” ya suben los productos un buen porcentaje. ¿Alguien ha visto a un funcionario de un Ayuntamiento destinado en un Merca pagar algo d Elo que allí se traspasa…?.
Seguro que los intermediarios y grandes superficies podrían reducir sus márgenes, pero al menos crean empleo (trabajo mejor o peor remunerado) cosa que no hacen los “estamentos extractivos”. Por ejemplo, nadie nos recuerda que, del precio que nos cuesta un kilo de tomates, Hacienda se lleva alrededor del 40% del precio (IVA y los principales impuestos directos e indirectos). No existe ningún operador en la cadena que tenga márgenes relevantes, y si miramos su coste de capital, menos. 
En la cadena de producción Hacienda ya se ha llevado en impuestos totales el 41% del beneficio y el 19% del precio. En transporte, Hacienda también detrae (impuestos totales) un 38% del beneficio y casi un 18% del precio. En distribución y comercialización, Hacienda aumenta su porcentaje de manera muy importante al ser empresas con mayor cantidad de empleados, bienes inmuebles, activos cautivos e impuestos indirectos; los impuestos totales llegan al 45%. En agregado, incluido el IVA y los principales impuestos directos e indirectos, Hacienda supone alrededor del 40% del precio del kilo de tomates.
Nos encontramos ante una cadena de valor donde se evidencia la amenaza de muerte por decenas de cuchillos: lo que al Gobierno le parece “muy poco aumento de impuestos” en muchas cosas es mucho cuando se agrega la carga tributaria en gasóleo, electricidad, salarios, impuestos directos e indirectos. No es casualidad que casi la mitad de las empresas en la cadena agroalimentaria estén en pérdidas, aunque algunos cínicos ministros digan :”apretad, apretad”, como si la cosa no fuera con ellos.
Ahora bien, si el agricultor espera que se elimine su problema vía aranceles o imposiciones al producto de menor coste, el Estado se va a encontrar un efecto boomerang y exponencialmente negativo en cuotas de pesca, exportaciones y tratados bilaterales con nuestros socios comerciales.
La realidad del campo es que los márgenes son exiguos en toda la cadena (el sector primario el mas perjudicado), los impuestos son muy altos y la carga fiscal penaliza la des-agregación de una cadena plagada de microempresas asfixiadas a costes fijos. Si los agricultores lograran unirse en cooperativas y empresas, agregando su producción, y se acercaran al transporte, distribución y comercialización serían más capaces de ser más eficientes, más productivos, tener mejor poder de negociación y ganar más margen. Si de verdad queremos que nuestro Gobierno central y Gobiernos autonómicos defiendan el campo, lo que hay que hacer es exigirles que reduzcan la carga fiscal, no disparar las bases imponibles y menos dar favores clientelares. Los agricultores no necesitan que les pongan la zancadilla y luego les ofrezcan limosnas para ayudarles. Lo que necesitan es que no les pongan escollos.
La oportunidad del campo es salir de un modelo de venta de grandes volúmenes a precios muy bajos por la necesidad de colocar mercancía a casi cualquier precio, a desarrollar un modelo competitivo, eficiente, integrado en cadena y a la vez, que atienda a las necesidades de los clientes.
Nadie puede depender de por vida de intervenciones de precios, proteccionismo, subvenciones ni favores temporales del mismo sistema fiscal que se lucra de la desagregación de la cadena porque esto es mendrugo para hoy y hambre para mañana. Pero esto que es tan obvio (aunque no fácil de implementar) no es el verdadero interés de los políticos que siempre tiran pelotas fuera en su propio beneficio. ¡Es lo que hay!

viernes, 7 de febrero de 2020

¿Para qué deberían servir los impuestos?

Tengo edad de preocuparme por quién me ayudará a sostenerme en mi vejez con los impuestos que recauden los gobiernos futuros de mi pais. No quiero engañarme a mi mismo y reconozco he pagado siempre los impuestos que me corresponden y sigo pagándolos por miedo a que Hacienda me pille. Lo de la solidaridad lo dejo para los buenistas porque conozco a demasiadas personas que son muy solidarias de boquilla y defraudan todo lo que pueden en las cosas mas nimias.
Dicen que un país es lo que hacen de él sus impuestos, pero… 
¿Para qué deberían servir los impuestos?
Los impuestos no son para que no haya ricos, sino para que no haya pobres.
Los impuestos no deberían ser para el Estado, un ente abstracto y perverso, que se apropia del esfuerzo de empresas y trabajadores. Los impuestos deberían emplearse en pagar pensiones, educación, sanidad, servicios sociales y demás servicios públicos. Esto que suena a obviedad fiscal no forma parte del pensamiento dominante. Explicaré mi punto de vista.
Por una parte los de izquierdas/progresistas/pobres opinan que se ha sacralizado la idea de que los impuestos van contra la actividad económica y dificultan la creación de empleo. Los de derechas/emprendedores/ricos demonizan los impuestos y si pudieran los eliminarían todos.
Actualmente muchas personas abominan de los ricos como a finales de la edad media se perseguía a los judíos. En nuestros días muchas personas aún siguen odiando a los ricos y cuentan pestes de ellos aunque regalen equipamiento médico a los hospitales públicos. También leemos entrevistas a super-ricos donde declaran que deberían pagar más impuestos de los que pagan, pero ninguno de ellos extiende un cheque adicional a Hacienda. ¿Se puede ser más cínico?. De forma igualmente cínica actúan muchas personas que piden más inmigrantes y más dinero público para ONG’s etc. mientras eluden personalmente todo lo que pueden en el pago de impuestos directos e indirectos. Si no entra en la caja difícilmente podrá salir y si se pide que paguen sólo los demás es totalmente injusto.
Pienso que nadie debería odiar a los ricos mientras paguen suficientes impuestos y el sistema fiscal sea lo suficientemente eficiente para que los ciudadanos tengamos cubiertas nuestras necesidades básicas (no haya pobres).
Tengamos en cuenta que los impuestos son un instrumento poderoso para modificar la cultura, el carácter, la vida de la gente y hasta la muerte... 
Mirando hacia atrás sabemos que los impuestos nos han hecho como somos: la arquitectura en cada país es como es porque antaño se tributaba por la superficie que ocupaban sus cimientos (por ello las casas en el norte de Europa tienen más superficie en las plantas altas que en las bajas), o por cada chimenea o ventana, por ejemplo en RU. En los pueblos del sur de Marruecos se mantienen un altísimo porcentaje de casas durante décadas con las columnas y sus hierros al aire dando a entender que la casa no está terminada y así no pagar el impuesto correspondiente. En los coches se fiscalizan los caballos... Y hasta las barbas pagaban impuestos en la Rusia de Pedro el Grande. El zar admiraba la modernidad bien afeitada de París y abominaba de las piojosas barbas moscovitas. Así que creó un impuesto sobre cada barba y la obligación de que todo barbudo portara una medalla en la que por una cara se leía: “He pagado mi impuesto sobre la barba”. Y por la otra: “La barba es una carga innecesaria”.
Los filósofos, sociólogos, ideólogos y políticos deberían debatir si el objetivo del Estado debería ser diseñar unos impuestos para reducir la desigualdad o si la progresividad es verdaderamente progresista. Una vez llegado a un acuerdo, se deberían aplicar sistemas fiscales lo bastante eficientes como para proveer de recursos a nuestro Estado de Bienestar: sanidad, educación, infraestructuras, subsidios… que es lo que realmente nos interesa a los ciudadanos.
En principio los impuestos redistribuyen la riqueza que se genera en el país y los pagadores han intentado siempre sortearlos. En el siglo XVI, lo recaudado sólo era para la corte. El rey ordenó un impuesto por cada chimenea, porque las casas grandes tenían más; pero los propietarios empezaron a taparlas y a engañar al recaudador para no pagarlo. Así que entonces gravaron las ventanas… Por eso, los arquitectos empezaron a construir edificios con una sola ventana en la esquina que servía para dos habitaciones.
Para recaudar mas no basta con tener los votos y el poder para legislar y ordenar más impuestos hasta límites confiscatorios; es imprescindible dotar a la autoridad fiscal de los recursos para que pueda ser más eficiente recaudando. 
El dinero no sale de la nada ni aparece por generación espontánea. Si existe el fraude y el robo es sencillamente porque los gobiernos lo permiten o no lo persiguen adecuadamente. Cualquier actividad que produzca dinero deja rastro. La gasolina que se desgrava un taxista, o los km de su taxi, la electricidad de una peluquería, o los botes de laca que compra. Los materiales que compra un autónomo para hacer obras, las cervezas que compra un bar… Hay mil forma de medir la actividad comercial sin ser muy creativo. Si ponemos medios para reducir la corrupción/malgasto y conseguimos que al que se le pille robando, devuelva lo robado más intereses, que al que malgaste o use mal el dinero público deba pagar la multa correspondiente y se inhabilite para cargo público se conseguirá que todos aceptemos mas fácilmente el pago de impuestos.
Cuanto más se quiera subir los impuestos y más se quiera recaudar, más recursos se deberían destinar a recaudarlos eficientemente. Si el Gobierno sube mucho los impuestos, incentiva también la evasión a paraísos fiscales y a asesorarse para eludirlos y entonces, o eres un paraíso fiscal o eres lo bastante poderoso para evitar que los contribuyentes evadan a uno. El resultado es que los ricos siguen sin pagar lo que deberían y sólo pagan las clases medias que trabajan y ahorran y no tienen suficientes recursos para eludir el pago de impuestos como si hacen los super-ricos y las grandes corporaciones. ¿Recuerdan la “Lista Falciani”? Teniendo la lista de las personas que están evadiendo impuestos, ¿Que han hecho las autoridades con esos delincuentes? ¿Se han hecho eco los periódicos?
Parece que está todo montado para que la carga impositiva directa recaiga sobre la clase media. Además, los impuestos indirectos no dependen de cuánto dinero tengas porque pagas los mismos impuestos seas rico o pobre.
Se habla mucho de que hay que pagar impuestos, y muy poco de que los gobiernos deben dar cuenta en qué y cómo se han gastado los impuestos recaudados. Quién defrauda debería pagar sanción y quien malgasta los impuestos, por ejemplo en aeropuertos vacíos, en subvenciones clientelares, en inversiones públicas inadecuadas, también. La mala gestión de los políticos ha hecho que todos nosotros debamos afrontar agujeros extraordinarios de deuda (por ejemplo 18.000 millones anuales en pensiones), que no pueden seguir cubriéndose de manera irresponsable con más deuda a cuenta de la próxima generación.
Sucede también que por un lado los Gobiernos de cada Estado no quieren pactar una verdadera unión política y fiscal dentro de la UE, para mantener su independencia, y por otro no pueden ejercerla porqué son cada vez más impotentes ante las grandes multinacionales que aprovechan los territorios de menor fiscalidad para no pagar impuestos. El resultado es que la lucha contra el fraude fiscal se mantiene completamente insuficiente e infructuosa mientras se estrangula a las pequeñas empresas, a los autónomos, trabajadores y pequeños ahorradores.
Es un tema que siempre se mira de forma sesgada y nunca se analiza de forma completa: ¿Cuál es la forma más justa y eficiente de recaudar impuestos y también de retornarlos en servicios y bienes públicos a la sociedad?
¡Piensen y cuéntenos! 
El cuento completo por favor. No solo el de siempre que se resume en: ¡Que paguen “otros” sean quienes sean, para que yo viva mejor”.

jueves, 6 de febrero de 2020

La digitalización de procesos ya está aquí

Las empresas que antes se “digitalicen” podrán aprovechar sus ventajas para fidelizar a sus clientes que pasarán a ser “suscriptores de servicios”. Por ejemplo, cuando deseemos realizar un viaje, podremos recibir resueltos todos los pasos del desarrollo de nuestro viaje soñado. La idea es que una “app” en nuestro móvil nos vaya avisando en tiempo real, mientras estemos realizando nuestro viaje cuando debemos dirigirnos a la puerta de embarque para embarcar, la cinta en que deberemos recoger nuestro equipaje, la accesibilidad del hotel… Toda la información y los servicios que componen nuestro trayecto para que este se desarrolle con toda facilidad estarán disponibles de forma unificada y a nuestro alcance en tiempo real en nuestro smartphone.
En cuanto estén disponibles las “gafas de Realidad Virtual/Aumentada” cada uno de nosotros podremos viajar libremente por nuestro destino vacacional y recibir indicaciones a demanda de los trayectos que debamos recorrer para ver los sitios deseados y recibir las explicaciones a la carta de lo que estamos viendo de forma totalmente autónoma sin depender de un guía, un grupo o un horario, ni siquiera tener que desviar la mirada para consultar nuestro móvil en todo momento. 
Para esto faltan unos pocos años, muy poquitos; pero por el momento, la “digitalización de los procesos” hace muchísimo mas ágiles los procesos administrativos relacionados con el turismo (hoteles, viajes, experiencias, etc.): 
  • El check-in online reduce considerablemente e incluso puede eliminar la necesidad de pasar por la recepción para hacer nuestro registro en el hotel. Los hoteleros, al tener un registro único de la información de sus huéspedes, pueden prever qué clase de preferencias tendrá cada uno de nosotros durante nuestra estancia: Ya sea si preferimos piso alto/bajo, vistas al mar/jardín, que almohada o ropa de cama preferimos, qué periódico deseamos recibir cada mañana, desayuno, comida, y demás elementos que nos permiten mejorar nuestra experiencia en el hotel. El siguiente paso será el reconocimiento facial en la puerta del hotel que desencadenará toda una serie de procesos para personalizar nuestra estancia. Esto permitirá ofrecer servicios que hasta ahora sólo estaban disponibles en establecimientos super-lujosos para clientes super-exclusivos. 
  • Con «Choose your room» el cliente puede elegir la habitación sobre el plano, de una manera similar a como ocurre en la facturación de un vuelo. La “domótica” en la habitación permite a los clientes interactuar con diferentes elementos a través de una tableta o un dispositivo móvil: podemos variar la iluminación, la temperatura, la música ambiente, el acceso a internet, etc. Cada vez será más frecuente usar la tecnología holográfica en eventos y reuniones. Una tecnología que permite proyectar toda clase de contenidos en tres dimensiones e incluso permitiendo a cualquier persona estar presente en el mismo evento en varias ciudades o emplazamientos simultáneamente. 
  • Gracias al “Check-out exprés”, el cliente puede dejar el hotel a cualquier hora, no sin pagar, pero al menos sí sin necesidad de pasar por la recepción. 
Además, con la integración electrónica de procesos y al disponer de información fiable obtenida en tiempo real se puede gestionar mucho mejor el área de los recursos humanos, desde el reclutamiento a cualquier otro de los procesos que se producen a lo largo del ciclo de vida de los empleados. También optimiza todo el flujo de compras con los proveedores, desde la orden de pedido hasta la recepción de la mercancía y finalmente, la recepción y contabilización de la factura y el pago posterior. La transformación digital mejora también la gestión del «cash flow». Dado que en el mundo hotelero están acostumbrados a trabajar siempre con precios escalados mediante determinados rangos (el precio no es más que la intersección entre la oferta y la demanda existente en un momento dado), con la digitalización esto podrá optimizare en tiempo real e incluso disponer de un “precio abierto superajustado” temporalmente.
El futuro es ilusionante y la tegnología puede depararnos grandes oportunidades en los próximos años si tenemos salud y sentido común para emplearlos en nuestro beneficio.