viernes, 27 de septiembre de 2019

¿Cómo vamos a vivir en ­Catalunya en el futuro más próximo?

Escuchando las razones del independentismo con voluntad de entenderlas (aunque no se compartan), parece que la indignación es irreversible. Los agravios y chapuzas judiciales ­han colaborado a esa indignación y a generar estados de ánimo que instauran la descon­fianza, el descrédito de la verdad y anulan la ­presunción de inocencia, tanto de los acusados ­como de los acusadores. Es difícil preservar el derecho a unas garantías democráticas que no estén bajo sospecha. El clima político ­lleva años envenenándose y, a medida que se acerca la “Sentencia del Procés”, todos se distancian de cualquier racionalidad.
Amparados por grandes ­palabras, se apela a consignas preventivas que exigen ­absoluciones o culpabilidades por decreto. El malestar viene de tan lejos que ya ­forma parte de la vida cotidiana, y la amenaza del colapso ­civil sigue siendo una hipótesis tristemente ­factible, que se agravará cuando se acumulen las malas noticias económicas, que por mucho que se tapen, llegarán.
Hace tiempo que la indignación se transformó en una ilusión pacífica teniendo en cuenta las tensiones del contexto, basada en la evidencia de una capacidad de movilización histórica, que, en vez de ser asumida como síntoma de un malestar nada banal, fue tratada con ceguera a través del abuso de poder de una prisión preventiva que traiciona la interpretación más progresista de la Constitución. El problema viene cuando exaltamos las emociones y dejamos de lado los argumentos y los datos reales. Técnica que ha llevado a una frustración, tanto de quienes se sienten estafados por el incumplimiento de promesas incumplidas como de los que aspiran a una españolidad diversa, transigente y más democrática. Incluso en los círculos más “acostumbrados al diálogo y al raciocinio, y alejados de los extremismos”, la distancia que separa las posiciones de unos y otros en cuanto a la relación de Catalunya con el resto de España se refiere, no ha disminuido ni un milímetro. 
Entiendo que los indepentistas piensan que lo sucedido en los últimos años demuestra que España no es susceptible de reforma, y nunca dará a Catalunya el trato que esta merece. Piensan que sólo la independencia permitirá a Catalunya alcanzar su plenitud y alcanzar la independencia será posible si el independentismo no comete errores de bulto y deja constantemente en ridículo al Estado español. La técnica es ensalzar la ejemplaridad de las instituciones de la Generalitat y denigrar las del Estado. Aún si esto se consigue (con estos gobiernos negligentes y mediocres que no dejan de meter goles en propia portería), ello necesitará tiempo y requerirá paciencia, trabajo y perseverancia, (pero) si el independentismo juega bien sus cartas, pasará del 48 al 58 por ciento de votos a su favor y entonces será posible a independencia. Esta es la teoría, pero no la avala ninguna práctica puesta en marcha hasta el momento.
Los no independentistas rebaten los argumentos anteriores y ponen en duda sus pronósticos; y al hacerlo quedamos todos instaurados en un diálogo de sordos, incluso entre personas educadas y deseosas de llevarse bien, pero sordos al fin.
La conclusión es que sirve de poco argumentar para tratar de imaginar lo que puede ser el futuro inmediato de los habitantes de Catalunya. Saber si una acción favorece o no a la “causa” será un filtro por el que pasará toda iniciativa del Govern. Que ese filtro conduzca a una gestión política ágil, eficaz para progresar y justa es una utopía. Por otra parte, los españoles de Catalunya confían en que, los actos del Gobierno Central no les hagan sonrojar como ha ocurrido en ocasiones no muy lejanas; y soportarán mal la insistencia continuada tanto del Govern como de los medios afines en describir la acción del Estado del modo más negativo posible, sin reparos en faltar a la verdad cuando la “causa" lo requiera.
¿El resultado? Ahondar los fosos en lugar de ensanchar las bases; quizá lograr que el odio hacia España que anima a una parte del independentismo acabe por ser su único motor, y que se vea correspondido en los mismos términos por los que no comparten sus ideas. No olvidemos la “ley del péndulo”. 
Para mi, la única forma de desmentir la debilidad de las consignas de unos u otros es con la fuerza de los hechos, que libres de incompetencias muestren una prospera gestión de las finanzas públicas y del pais, y eliminen del discurso las medias verdades, la propaganda partidista y el victimismo sectario.
Sea como fuere, una sociedad enfrentada consigo misma no va a ninguna parte, sólo puede generar proyectos para unos pocos. No puede abordar pro­blemas que afectan a todos y requieren la participación de todos. Es una sociedad en la que cada vez es menos cómodo vivir, y que de seguir así, verá como se vacía de sus “más valiosos ­elementos”, que se irán, en silencio, a un ­lugar donde el aire sea más respirable. Nadie nos condena a vivir con estas tensiones. Aunque la tengan en parte, no es suficiente con echarle la culpa de todo a Madrid, de cuya contribución a la coyuntura actual ya hemos tomado sobrada nota. 
Todos los que nos gustaría que Catalunya fuera independiente hace tiempo que nos deberíamos haber formulado una pregunta incómoda y haber meditado la respuesta argumentaba, serena y sensata:
Una vez “valoradas con rigor” que libertades y cuantos recursos adicionales se conseguirían en cuanto se lograra la independencia y se estabilizara el pais, ¿Vale la pena luchar sin apoyos externos (porque nadie los ha ofrecido) por conseguir estas ventajas que conseguirían los habitantes de Catalunya con un Estado independiente; por el momento fuera de Europa, porque el Gobierno español así lo exige y la Unión ­Europea lo ha aceptado?
Ese ese empeño ¿justifica años de malvivir, de estancamiento y desánimo, que son el resultado ya comprobado de seguir por donde sugieren los lideres políticos y sociales independentistas? 
¿Desean infligir ese destino a cuantos viven permanentemente o temporalmente en Catalunya? 
Los líderes independentistas no nos han contestado nunca a estas preguntas, por lo que el paso a la madurez política hemos de darla cada uno de nosotros personalmente, teniendo en cuenta nuestra situación personal, edad, estado de salud, el grado de independencia económica personal, etc.
La decisión a tomar es lo suficientemente importante como para moderar los sentimientos y aplicar todo el “seny” de que seamos capaces y más. ¿Cómo vamos a vivir en ­Catalunya en el futuro más próximo?.
Dado que ni desde la represión ni desde la confrontación, nadie quiere renunciar a volver a hacer lo que ya se ha visto que no funciona, esta situación de “emociones a flor de piel” invita a algunos a que sigan cometiendo los mismos errores y a algunos (aunque sean pocos) a cometer errores que aún no se han cometido y que pueden dar al traste con la inestable paz social que tenemos y que puede ir a peor. 
No es tiempo de insensateces o bravuconas que siempre incumplen os que las lanzan y si es tiempo de practicar el “seny” y el trabajo emprendedor; valores que siempre distinguieron a las personas de nuestra tierra catalana y que hoy parece que brillan por su ausencia.

sábado, 14 de septiembre de 2019

Estamos llenos de incongruencias y ni siquiera nos damos cuenta

Internet es un gran almacén de datos y las redes sociales nos acercan a nuestros móviles, tablets, etc. partes de esos datos que son verdades, medias verdades, medias mentiras, mentiras y estadísticas cocinadas (algunas huelen a quemado). Más veces de las deseables nosotros las retransmitimos y algo que se repite muchas veces, mucha gente lo llega a etiquetar como verdad… Si el rio suena agua lleva, dicen.
Algunos crean el bulo o la “fake news” con toda la “intención” y muchos usuarios la retransmiten sin entender bien lo que significa lo transmitido. A veces es por falta de conocimientos y por falta de motivación para comprobar la veracidad de lo recibido antes de transmitido. 
Cuanto menos conocimientos sobre el tema observado, oido o leído y menos raciocinio se aplica, más fácilmente se generan incongruencias. Así se contribuye a crear una corriente de opinión incorrecta, y que solo beneficia al que lanzó la información interesada y no contribuye, de la mejor forma posible, a dedicar recursos para que la sociedad progrese de verdad. Ya sabemos que muchos políticos se dedican a predicar lo que “dicen las redes que les interesa a los ciudadanos”. 
Ya hace tiempo que algunos refranes antiguos precisan una actualización. Toda la vida hemos oído: “Si no lo veo, no lo creo” sin ser demasiado conscientes de que nuestro cerebro interpreta las señales que le llegan a través de nuestros ojos (tonalidad, brillo, saturación , etc.) y concluye que ha visto “algo" o no. Algunas veces a ese “algo” lo describimos con una forma o color. Unos dirán que han visto un color azul, otros que han visto un verde, otros un turquesa, y otros que no han visto ningún color.
Algo similar, solo que aún mucho más complejo, sucede con los mensajes que nos llegan y que nuestro cerebro procesa ayudado por nuestra memoria y por los conocimientos que tiene almacenados. Un proceso sumamente complejo que ni los más sabios del planeta todavía conocen con detalle ni exactitud. 
El hecho es que a diario repetimos sloganes, transmitimos informaciones y contribuimos a crear opiniones que, por decirlo de una forma suave, se basan en premisas inciertas y no contribuyen a entender ni calibrar, en su justa medida, los fenómenos naturales o los sucesos sociales; y por tanto no contribuyen, sino al contrario, a tomar las mejores decisiones para resolver los problemas.
Ultimamente hemos asistido a una campaña sobre el “pulmón amazónico”. 
¿Sabemos que son y cómo funcionan los pulmones? Si lo supiéramos no repetiríamos tantas veces esta frase, porque la selva amazónica hace precisamente lo contrario de lo que hacemos nosotros (y las vacas, cerdos, etc. que tanto nos gusta comer) con nuestros pulmones.
Volvamos por un momento a la escuela:
Cuando respiramos (proceso involuntario y automático), el aire ingresa por la nariz y pasa por la tráquea hasta llegar a las vías aéreas más pequeñas, denominadas bronquios. Los bronquios se ramifican en vías aéreas aún más pequeñas, denominadas bronquiolos, y, finalmente, en sacos frágiles y delgados denominados alvéolos.
Los bronquiolos terminan en minúsculas bolsas de aire denominadas alvéolos, donde tiene lugar el intercambio de oxígeno (O2) y dióxido de carbono (CO2). Cada pulmón alberga alrededor de unos 300 ó 400 millones de alvéolos. ... Esta red de alvéolos, bronquiolos y bronquios se conoce como árbol bronquial.
La función principal de los pulmones es realizar el intercambio gaseoso con la sangre. En los alvéolos se produce el paso de oxígeno desde el aire a la sangre y el paso de dióxido de carbono desde la sangre al aire.
El aire que exhalamos está constituido por 21% de O2 y lo que exhalamos es 16%. En una respiración tranquila se inhala unos 500 ml de aire de los cuales 100ml son de oxigeno. De este se inhalan 80 ml por lo que en cada respiración se absorben unos 20 ml de oxigeno, inhalamos oxigeno y exhalamos dióxido de carbono… El dióxido de carbono es el gas que se produce como producto de desecho cuando el carbono se combina con el oxígeno como parte del proceso de obtención de energía del cuerpo.
Por cierto, el monóxido de carbono (CO) (diferente del CO2) es un gas tóxico invisible, insípido e inodoro. Surge, entre otras cosas, en procesos de combustión incompletos de combustibles fósiles como petróleo, gas, carbón, madera, carbón vegetal, queroseno, animales putrefactos, ... En los garajes también se suele generar demasiado monóxido de carbono de esta manera. Una intoxicación por monóxido de carbono puede comenzar con cefalea, náuseas, somnolencia… Al ser un gas incoloro e inodoro y por tanto imperceptible, es muy difícil de detectar a no ser que sea con dispositivos especiales.
A diferencia del CO, el anhídrido carbónico (CO2=dióxido de carbono) no es, en sí mismo, algo malo. De hecho, sin él no habría vida sobre la Tierra. Sin embargo, si se libera en grandes cantidades, es perjudicial. Como siempre, el desequilibrio es malo para las personas y los seres vivos en general.
El CO2 es un componente natural del aire. Se ocupa de crear un efecto invernadero sobre la tierra, una especie de tapa que impide que desaparezca el calor de la superficie y que la Tierra se enfríe (eras glaciales, congelación, muerte…) 
La biosfera -o el ecosistema global- funciona de tal manera que hace posible la vida sobre el planeta: 
  • Los animales necesitan oxígeno para respirar, que convierten en dióxido de carbono y lo expulsan a la atmósfera. 
  • Las plantas, por el contrario, precisan dióxido de carbono para llevar a cabo la fotosíntesis y desprenden oxígeno hacia la atmósfera. Si esta relación se mantiene en equilibrio, el sistema funciona. 
No solamente los animales (más o menos racionales) emitimos CO2 a la atmósfera, también lo hace la combustión de materiales fósiles como el carbón, petróleo y gas. La creciente destrucción de áreas naturales, especialmente de superficies forestales, contribuye a desestabilizar este equilibrio. Se trata de zonas que, durante el desarrollo del planeta, han almacenado CO2 a lo largo de milenios y ha emitido oxígeno a la atmósfera y ahora este proceso se rompe ipso facto. Las consecuencias son de gran calado: se intensifica el efecto invernadero natural y se precipita el calentamiento global. Además, las superficies destruidas no ofrecen las condiciones para albergar a especies animales y vegetales y tampoco pueden almacenar CO2. Hasta un 15% de las emisiones globales están relacionadas con la devastación de las superficies forestales. En comparación con esta cifra, el tráfico de vehículos supone un porcentaje reducido del total de emisiones de CO2.
El "frente agrícola”, principalmente de Brasil e Indonesia, acelera el cambio climático. Las decisiones políticas que permiten (o favorecen) la tala o la desecación dirigidas a crear o ampliar superficies de cultivo para la producción de aceite de palma, arroz o maíz significa destrucción de almacenes de CO2 equivalentes a las emisiones de gases de efecto invernadero liberadas por el hombre a la atmósfera en un periodo de diez años. Esto es impresionantemente preocupante pero pedir que los paises en vías de desarrollo no se desarrollen dejando de generar oxígeno como lo han hecho, y siguen haciendo, los países del primer mundo es una solución super hipócrita e injusta si no se acompaña de otras medidas de equilibrio.
Toda la propaganda, que recibimos y transmitimos en redes sociales incita a pensar que la mayoría del oxígeno que respiramos proviene de los árboles y las selvas y esto alarma al común de los mortales que teme el fin del mundo. Sin embargo, los ecosistemas terrestres producen solo el 28% del total de oxígeno que se produce en la Tierra. De acuerdo con diversos estudios, al menos el 70% del oxígeno que los humanos necesitamos para vivir es producido por plantas marinas.
El océano produce oxígeno a través de las plantas fitoplancton (algas marinas, algas y plancton que viven en él). Estas plantas producen oxígeno como un subproducto de la fotosíntesis, un proceso que convierte el dióxido de carbono y luz solar en azúcares que el organismo utiliza para obtener energía.
Tal vez una buena solución sería que se dedicara más investigación para dejar de verter plásticos al mar y convertir los océanos en inmensos depósitos de CO2 llenando grandes extensiones de algas y plancton. Esta sería una posible solución alejada de las soluciones hipócritas, que sin ser conscientes, muchos contribuyen a divulgar por las redes.
¿Que piensa de este tema?

viernes, 13 de septiembre de 2019

Ya pasó otra "Diada"... ¿Y ahora qué?

Ya pasó otra “Diada” del 11 de Septiembre. Otra multitudinaria manifestación, ya no tan festiva ni numerosa como las anteriores pero con muchos cientos de miles de personas, de las más grandes que se han visto en toda España, ¿Y ahora qué? 
Sigue habiendo un problema serio y de fondo, en la sociedad catalana y en las relaciones entre Catalunya y España. 
Si fuese por todas las manifestaciones multitudinarias que han realizado los independentistas en Catalunya en los diez últimos años, o por las dos últimas elecciones en las que las fuerzas independentistas consiguieron mayoría absoluta de escaños en el Parlament, el objetivo de la "independencia" parecería mucho más factible. 
Sin embargo, una cosa es la concentración masiva en las calles y otra es conocer el verdadero apoyo de la sociedad catalana (no se sabrá nunca sin un Referéndum) y por último, la imprescindible unidad de las instituciones para conseguir algo de tanta envergadura como la secesión unilateral de una parte de un Estado español al que hace bastantes cientos de años que pertenece Catalunya. 
La unidad que se reclama ya no es la deseable entre una gran mayoría (imprescindible) de los ciudadanos de Catalunya sino al menos entre los independentistas que están en el Govern y los que les apoyan en el mismo objetivo desde la sociedad civil y sus instituciones. 
La unidad es también muy recomendable para gobernar una sociedad con mas desigualdades que nunca. 
El mes próximo parece que se conocerá el veredicto del juicio a los líderes independentistas catalanes. De cómo se reciba y se gestione la sentencia del Tribunal Supremo dependerá en buena parte si se prosigue por la vía de la confrontación o si se decide trabajar por un gran pacto, que no va a resolver el problema pero sí que puede ayudar a buscar fórmulas de convivencia cívica y política. Si nos deslizamos por las derivas del enfrentamiento saldremos todos perdiendo. Perderemos todavía más, unos más que otros y durante mucho más tiempo. Los de Ciudadanos (y otros aunque no sean tan explícitos) se están relamiendo los bigotes y piden a gritos que se ponga la venda antes de que se produzca la herida. 
Cuanto facilitaría las cosas que la democracia pudiese funcionar como un "mercado político" donde los votantes intercambiáramos nuestro voto por políticas favorables a nuestros intereses particulares o generales. Un mercado político virtuoso donde hubiera propuestas que los votantes racionales pudiéramos leer, entender, valorar y escoger las que mas nos gustaran (o nos disgustaran menos). Cada cuatro años, con nuestro voto ejerceríamos esa cosa maravillosa que es castigar al que ha incumplido o defraudado y otorgar el premio al que haya gobernado con acierto. De paso señalizaríamos el camino adecuado al que querríamos que nos gobernase los próximos años. Si hubiera "centros" amplios que “raccionaran” menos a impulsos del corazón y usaran más el cerebro para razonar, evaluar, decidir y actuar se facilitaría este escenario. Se precisa más “gente moderada” que sea capaz de cambiar su voto de un partido a otro para penalizar a los que hayan dirigido o destinado más, aunque sean de "los suyos". Eso nos permitía construir sociedades de clases medias, plurales aunque capaces de dialogar y alcanzar pactos. 
¿Qué es lo que pasa ahora? 
Que cuando entramos en una dimensión de fuerte identidad, de polarización o de populismo, rompemos ese espacio intermedio y los votantes que estamos en el centro, somos expulsados hacia los extremos. Se busca que nos identifiquemos emocionalmente, identitáriamente, moralmente con determinadas políticas, lo cual hace muy difícil que cambiemos nuestro voto porque la política se convierte en algo moral, de suma cero. Entre cero y cien podemos pactar un montón de caminos. Entre “los buenos” y “los malos” se puede pactar muy poco. 
Solo se airean y publicitan, una y otra vez, los temas políticos de la independencia y se mantiene un absoluto silencio sobre la viabilidad económica de la misma: cada vez más somos una nación endeudada con el Estado español a pesar de que pagamos más impuestos que los residentes en cualquier otra comunidad –incluidas las receptoras– y balanzas fiscales siguen muy desequilibradas. 
Se actuó irresponsablemente: No se tuvieron previstas ni en el pasado ni tampoco se tienen ahora “estructuras de Estado” ni ningún plan alternativo para que Catalunya, en lugar de seguir deteriorándose, se mantenga y vuelva a progresar social y económicamente. 
Teniendo en cuenta la situación actual, lo más inteligente sería encontrar puntos de encuentro mínimos para tejer complicidades mayores en beneficio del bienestar y los intereses de todos. 
El problema es… ¿cómo se puede lograr este diálogo y pacto con dirigentes que solo atienden posturas absolutistas, con unos medios de comunicación partidistas que no paran de engañar e intoxicar y con un Estado sin Gobierno?

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Después de las “representaciones” hay que “reflexionar y actuar”

Para proteger la dignidad de las personas hay que creer en la importancia de valores como la libertad, la justicia y la solidaridad; y contribuir a la construcción de una sociedad más justa y favorable a la realización integral de las personas.
La sociedad es anterior al Estado y por ello los gobernantes, con verdadera vocación de servicio, tienen el deber de escuchar a los gobernados. Hace falta decirlo alto y claro.
Si queremos recuperar la dignidad de la cosa pública y hacer que nuestra democracia se convierta en algo real durante los 4 años que transcurren entre cada una de las elecciones, los ciudadanos debemos participar en la política desde nuestro desempeño diario.
Deberíamos preguntarnos si somos ventana o espejo…
Para ver a los demás, para poder posar nuestra mirada en ellos y poder empatizar con ellos intentando comprender las razones de sus actos, es preciso que nos decidamos a quitarnos el revestimiento de plata (tabúes, creencias, dogmas y hábitos) que hace que nuestros ojos no vean más que nuestro propio reflejo. Mas aún, una vez conseguido que nuestro espejo transparente al máximo, deberemos mantenerlo bien limpio e incluso aventurarnos a mirar sin cristal. Seguramente conseguiremos ver más claro.
Se trata de dialogar en confianza, sin intermediarios, con claridad y respeto; de proponer, de romper silencios -u omisiones- que equivocan o empobrecen. 
¿No creen que a veces callamos, o buscamos un “perfil bajo”, calculada pero indebidamente, imprudentemente, inoportunamente? 
Faltan librepensadores, pero escasean aún más los “libre-expresadores”. Y, quizá, sobran complejos y miedo a contradecir al que más grita. 
Si somos sinceros con nosotros mismos, pese a todas las carencias, podemos entender que vivimos en una posición privilegiada que estamos perdiendo más rápido de lo que nos gustaría. Aún así, mas veces de las debidas, el “ambiente dominante” -y en ocasiones dominador- parece invitarnos al silencio, a la inacción, a no contradecir lo políticamente correcto, pero debemos espabilar.
Necesitamos un mayor protagonismo ciudadano. Necesitamos mas ciudadanos bien informados y participativos, ciudadanos productivos, con empuje e iniciativa, capaces de buscar y encontrar soluciones a sus problemas, en lugar de limitarse a pedir que los demás se los resuelvan. Faltan ciudadanos que se ganen el pan y sus libertades con el sudor de su frente, en lugar despedir y esperar que se las consiga el sudor del de enfrente. 
Nadie debería aspirar a conservar su modus vivendi adueñándose del trabajo, de los bienes o de la sabiduría de otra gente, comportándose como un simple parásito de la sociedad. Y a quien quiera seguir actuando así, deberíamos denunciarlo y no permitir que siga medrando a expensas de los que se procuran su pan y colaboran a que la sociedad “progrese”; no de palabra sino con sus acciones del día a día.
Menos “representar” y más actuar. Menos lamentarse y preocuparse y más ocuparse.
¡Ya está dicho!

sábado, 7 de septiembre de 2019

Somos los campeones de las manifestaciones multitudinarias: ¡Ya van 10!

Ya van nueve manifestaciones multitudinarias reivindicando que “somos una nación y queremos decidir nosotros”. La semana próxima está prevista la décima.
  • 10/07/2010: “Som una nació. Nosaltres decidim”
  • 11/09/2011: En defensa de la immersió lingüística
  • 11/09/2012: “Catalunya, nou estat d’Europa”
  • 11/09/2013: Via Catalana
  • 11/09/2014: V a la Diagonal i la Gran Via
  • 11/09/2015: Via Lliure 
  •  11/09/2016: “A punt”
  • 11/09/2017: La Diada del Sí
  • 11/09/2018: La gran onada
  • 11/09/2019: Objectiu independència
A todas ellas han asistido una gran representación de catalanes con muchas pancartas, carteles y mensajes para hacer oír su voz y sus deseos resumidos en “Som una nació y volem decidir el nostre futur”. 
Después de estás espectaculares manifestaciones y de diez años de gobiernos pro-independentistas, el encaje de Catalunya en la España del siglo XXI sigue siendo un tema por resolver.
Todos los presidentes de la Generalitat de Catalunya han pedido al gobierno español y al resto de comunidades que “España les escuchara”. Que escuchara sus reivindicaciones en representación de los catalanes: 
  • Jordi Pujol, en 1996, pidió que se aceptara el hecho diferencial catalán; 
  • Pascual Maragall en el 2004, pidió redefinir la relación con España para... no abandonarla; 
  • José Montilla, en el 2007, avisó de la creciente “desafección” del pueblo catalán; 
  • Artur Mas en el 2012, planteó la dualidad “pacto fiscal o Estado propio”; 
  • Carles Puigdemont, en el 2017, recordó que “la paciencia no es infinita” y reclamó un referéndum; 
  • Quim Torra, ha recordado que “no nos quedaremos de brazos cruzados y actuaremos de acuerdo a la voluntad popular”... 
Seis presidentes de partidos y sen­sibilidades distintas, todos ellos con voluntad pedagógica y espíritu pactista, y todos ellos se han enfrentado a un muro de hormigón. El “escolta Espanya” del abuelo Maragall se ha repetido en toda boca catalana que ha ido a los Madriles a explicar las razones de Catalunya.
Desde 1714 los representantes de Catalunya no han dejado de pedir a España que escuchara, y desde ese mismo día, España se ha mostrado sorda y ha dado a entender que “el problema catalán, no se re­suelve, se conlleva”. Como si fuera un grano, un incordio, una enfermedad inevitable. Esa es una de las cuestiones que quiebran todos los puentes imaginarios. Parece que lo que se quiere los gobiernos de España quieren de Catalunya no es diálogo, es rendición. Los extremos falangistas lo exigen con términos abruptos, la derecha clásica con autoritarismo y los socialistas con guante de seda; pero ni uno de ellos tiene ninguna solución para con Catalunya que no pase por esa rendición.
La sociedad catalana sufre también las consecuencias de la acción política desplegada por los partidos independentistas, que han gobernado Catalunya en los últimos años, en términos de convivencia y en los económicos que afectan y seguirán afectando en su desarrollo. Mientras algunas fuerzas independentistas parecen analizar ahora la situación con más serenidad y pragmatismo, otras anuncian que repetirían los intentos fallidos del pasado e invitan a reiterar acciones que han resultado ser improductivas y lesivas para Catalunya.
Hace unas semanas que circula por las redes sociales la etiqueta #EnsVeiemAlParlament, para convocar una concentración a las puertas del Parlamento de Cataluña durante la Diada, coincidiendo con la manifestación organizada por el ANC. Los promotores dicen que la razón de esta concentración paralela es la voluntad de hacer una protesta pública “contra todos los partidos políticos independentistas, pero también contra las entidades”, porque consideran que han fallado a los ciudadanos por no haber aprovechado el capital político de la victoria conseguida el 21 de diciembre de 2017. Lejos de ampliar las bases, los independentistas son cada vez menos, no los suficientes, y mal avenidos. Así es muy difícil conseguir ningún objetivo, por necesario y justo que sea.
Los partidos no independentistas no se han portado mejor. Ciudadanos obtuvo la victoria electoral en las pasadas elecciones a la Generalitat y lejos de proponer soluciones viables al conflicto ha preferido enrocarse en las hostilidades, en las descalificaciones y siempre con un tono desabrido. Han sido totalmente estériles a la hora de urdir soluciones que mejoren la convivencia y la economía. Al contrario, han montado shows para provocar a los que no piensan como ellos, intentando demostrar la violencia de los “aborígenes” catalanes contra los que no piensan ni actúan como ellos, y evitando cualquier diálogo con los partidos independentistas, aunque pudieran haber contribuido a la solución del conflicto. No contentos con ello, sus líderes, primero Rivera y después Arrimadas, han saltado a la política nacional, dejando atrás Catalunya, y han creído que cumplían con su deber limitándose a desplegar un juego bronco, afeando a otros partidos si mostraban alguna intención de buscar una solución pactada al conflicto catalán. Podían haberlo hecho mejor, porque la firmeza no es incompatible con la cintura política y para convencer y adicionar simpatizantes hay que dar muestras reales de diálogo que permita que los ciudadanos puedan progresar en lugar de retroceder o abjurar de sus ideas como en tiempos de la inquisición.
Hace meses que solo se oyen discursos electoralistas, aplaudidos por los simpatizantes de turno y amplificados por las redes y las TV’s, en los que se publicitan ensoñaciones bienintencionadas prometiendo maná y tierra libre, sin ningún diagnóstico serio de la situación en que nos encontramos y sin tener en cuenta como se hará la financiación para hacer realidad las promesas. Parece que nadie se ha enterado de que los problemas sociales no se resuelven simplemente con un entusiasta ejercicio de voluntad política y menos en un entorno de turbulencias económicas y falta de financiación e inversión como la actual. O sí se han enterado; pero como su prioridad es el poder, basta con exaltar sentimientos con políticas ideologizadas para intentar reducir el campo de acción de los contrarios. Del empeoramiento que padecerán los ciudadanos ya culparán a los otros.
Con estos procederes, la incertidumbre se apodera de los ciudadanos, que inmersos en una densa niebla política, no podemos anticipar lo que puede ocurrir. Esta incertidumbre que frena las decisiones de inversión y emprendimiento, también frena las decisiones de consumo, y todo ello lleva a la economía a la recesión. 
En fin, nosotros sigamos manifestándonos con alegría, cada vez con menos, la verdad. Tal vez algún día alguien nos haga caso por agotamiento o nos tengamos que contentar con ganar el premio Guinness de manifestaciones multitudinarias.
Sin pretender frivolizar con un tema tan importante, lo que no debe faltar nunca es el sentido del humor y por ello recordaré aquello de que el que no se contenta es porque no quiere. Cada uno que celebre la “Diada nacional de Catalunya” como le plazca, aunque muchos no sepan ni lo que es Catalunya y otros no la reconozcan a como la recuerdan de hace algunas décadas.