China tardó más de un mes en tomar en serio la epidemia por ignorancia burocrática de los avisos que dieron los médicos de Wuhan y España también reaccionó tarde con el agravante de conocer lo que había pasado en China, en Corea des Sur, en Japón y en ITALIA. Seguimos paseando por la calle, juntándonos, besándonos, dándonos la mano y asistiendo a manifestaciones multitudinarias. Los gobernantes nos animaron a ello.
Corea del Sur hizo pruebas a practicamente todos sus ciudadanos y aisló a los portadores del virus para impedir el contagio a la inmensa mayoría sana. En España no se pudieron hacer pruebas a todos simplemente porque no había instrumental suficiente y dos meses después aún no lo tienen. Las UCI's solo entran a los que tienen más posibilidades de salvarse y pronto no habrá respiradores para los que lo necesiten y algunos sanitarios no tienen el material de protección necesario ni suficiente, para los sanitarios. Tampoco los que trabajan en las tiendas y mercados de alimentación, cuidadores de personas dependientes, etc. no tienen los medios de protección adecuados y no digamos el resto de ciudadanos. El "mercado negro de mascarillas y guantes" ya ha empezado a funcionar.
Ahora necesitamos urgentemente empresas que produzcan “protecciones”, alcohol, desinfectantes, etc. y los hagan llegar a los centros de consumo. Se necesitan HECHOS más que ruedas de prensa repetitivas que solo aportan palabras (a veces contradictorias), propaganda y estadísticas.
En las noticias diarias del último mes nos damos cuenta del contraste que hay entre la solidaridad internacional que está mostrando China mediante donación a Italia y a España de material sanitario y la colaboración con el Know how en el tratamiento del Coronavirus de sus expertos y la poca solidaridad que muestran otros países vecinos y también otros que se llaman “hermanos”, los cuales han pedido, y recibido durante años, grandes ayudas solidarias del Estado español. En algunos países ni siquiera permiten que regresen a España algunos equipos de personal sanitario que viajaron a sus países para ayudarles cuando ellos lo necesitaban. Siempre he pensado que la solidaridad debe ser omnidireccional porque todos necesitamos en algún momento de la ayuda de los demás y todos podemos ayudar en algún momento y a nuestra manera.
También contrasta la solidaridad que ha mostrado España rescatando inmigrantes, acogiéndolos en nuestro territorio, sin papeles, MENAS, etc. y las “protestas” y dificultades que están creando muchos de estos receptores de solidaridad en cuanto se les pide un “confinamiento” por causas de fuerza mayor. No hablemos de los abandonos de puestos de trabajo que se producen en el cuidado a personas mayores, etc.
Ahora nos damos cuenta de la importancia de la ciencia y la tecnología para protegernos como especie de los desastres (algunos generados por nosotros y otros no) y de lo que sucede cuando los gobiernos no les dedican suficientes fondos. De goles, deportes y “realities” siempre hemos estado bien servidos pero lo que es de estudio, innovación y ciencia, permitidme una mueca porque no tengo ánimos para sonreír “¡Que inventen ellos!”
La difusión masiva de un virus originado en un mercado de una ciudad china no puede entenderse sin la globalización incontrolada en la que se basa nuestro sistema económico y nuestra forma de vida. La globalización, que ha dinamizado la economía mundial y ha contribuido a la mejora de las condiciones de vida de la mayor parte del planeta (en unas áreas mucho más que en otras), también ha creado una interconexión para otros procesos como el terrorismo, los fraudes fiscales, las redes de narcotráfico, el cambio climático o las epidemias, antes localizadas que devienen rápidamente pandemia.
Vivimos en una red global de redes globales que estructuran cada ámbito de la actividad humana. De modo que todo lo que pasa funciona de acuerdo con una lógica de red: cada nodo se comunica con múltiples nodos que a su vez amplifican las conexiones a otros tantos nodos. Y un solo nodo puede generar una gigantesca estructura dependiendo de su velocidad de conexión. Así funcionan las telecomunicaciones y así funcionan los nuevos virus que se expanden sin control hasta que encontremos el antídoto. Lo cual no previene los futuros virus que pueda haber. Y como la globalización implica continuos movimientos de personas viajando de un continente a otro en pocas horas, en un trasiego constante de actividades comerciales, burocráticas y turísticas, la apertura de fronteras que implica la globalización hacen inoperantes los sistemas de protección del pasado. De ahí la tentación de resucitar las fronteras y los controles de todo tipo, desmintiendo la utopía liberal de “ciudadanos del mundo”. El “orden liberal incompleto” (liberar solo los mercados y los capitales sin cuidar que las leyes, normativas y controles sean también respetados por todos los que circulan, comparten y comercian libremente) es también un gran perjudicado por esta pandemia.
Los que sobrevivan a esta pandemia podrán darse cuenta de la fragilidad de nuestras vidas y nuestro sistema de subsistencia. En sólo una semana de reclusión empezamos a valorar todo lo que teníamos en nuestras vidas. Incluso las rutinas más prosaicas. Empezamos a cuestionarnos que es lo verdaderamente importante en nuestras vidas y a entender que la “carrera de la rata” no sirve mas que para atender una felicidad artificial que da el consumir sin sentido. La maravilla de vivir y de relacionarse libremente en estos momentos se convierte en una amenaza constante, que vacía de sentido lo que hacemos, aunque consigamos mantener nuestra sociabilidad por internet, cuya utilidad ahora apreciamos en su justo valor. Los problemas que sólo hace un mes se nos antojaban insoportables ahora cobran su verdadera dimensión. Nos damos cuenta de que son pequeñeces ante la amenaza de perder el trabajo, la enseñanza, la cultura, el respirar en un parque, pararse a tomar un café en la terraza soleada del bar de la esquina o simplemente pasear por la calle so pena de ser sancionados por incívicos o contagiarse, perder la salud o hasta morir. Solo aceptando las limitaciones propuestas por los expertos podremos salir de esta crisis multidimensional, en que el virus corroe nuestros cuerpos, nuestra economía, nuestras aficiones y nuestras fantasías.
Los que salgan de la pandemia no saldrán igual que entraron. Tendrán que atravesar un largo periodo de cambio de modelo de consumo. Ojalá que también salgan regenerados, recuperando el simple placer de vivir, anclados en sus familias, sus amistades y sus aficiones. Porque mas allá de la irritación normal de un largo periodo de encierro (algo que los latinos soportamos peor que los nórdicos), son estos sentimientos y nuestro apoyo mutuo lo que nos habrá sostenido. Tal vez re-aprendamos el valor de la vida y ello nos permita estar más preparados cuando nos debamos enfrentar a las otras catástrofes que nos esperan en el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario