Hace unos días que ha comenzado la campaña electoral. Vemos las cuñas electorales de los diferentes partidos y las entrevistas que diferentes televisiones hacen a los líderes de los partidos que se presentan o a sus representantes. De forma totalmente anormal, los simpatizantes de Junts per Catalunya ven a su líder que les habla desde una pantalla y los de ERC, ni eso porqué está encarcelado a 600 quilómetros de su casa.
Algunos nos quedamos tristes y a la vez enfadados cuando varios dirigentes del PDeCAT y ERC, declararon después de que el Gobierno aplicara el “Artículo155” que:
·“no estaban preparados para implementar la Independencia de Catalunya”,
·“no eran conscientes del alcance de lo que estaban llevando a efecto”,
·“sólo explicaban las cosas buenas para mantener a los catalanes independentistas animados”,
·“nunca se hubieran esperado que Europa NO les apoyara en sus reivindicaciones democráticas”
·“no se esperaban que el Gobierno español hiciera uso de TODO para impedir la independencia de Catalunya”
· etc.
·“no eran conscientes del alcance de lo que estaban llevando a efecto”,
·“sólo explicaban las cosas buenas para mantener a los catalanes independentistas animados”,
·“nunca se hubieran esperado que Europa NO les apoyara en sus reivindicaciones democráticas”
·“no se esperaban que el Gobierno español hiciera uso de TODO para impedir la independencia de Catalunya”
· etc.
Los
catalanes deberían preguntarse ¿en que y cuanto fallaron el President, los
consellers y todos los que asumieron la responsabilidad de desarrollar el
“procés”, al declarar la Independencia de Catalunya sin tener a punto las “estructures
d’Estat” ni tener los medios para poder aplicarla?
Si
ningún Estado de Europa ha apoyado la República catalana, ¿con quien se reunía
el Conseller Romeva y todos los integrantes del “Diplocat”? ¿No informó al
Govern de que en las altas esferas de los Gobiernos estatales europeos no había
conseguido ningún apoyo relevante? Si no lo hizo, engañó. Si lo hizo y aún así el
Govern siguió adelante y declaró la República catalana, peor.
Los
catalanes independentistas hicieron su trabajo con éxito: se manifestaron
repetidamente, apoyaron en todo lo que les pedían los políticos que lideraban
el “procés” y las organizaciones independentistas, hicieron resistencia pasiva
hasta conseguir votar el 1-O a pesar de que el Gobierno dispuso miles de
policías y Guardias civiles para impedirlo, … ¿Qué han hecho los políticos?
¿Tenían “planes B” alternativos? ¿Porqué no siguieron adelante después de
declarar la República catalana? No me digan que fue porque al final se dieron cuenta de que el
Gobierno cuando decía “todo”, lo decía de verdad.
Estos
mismos políticos, que han hecho todo lo descrito anteriormente, son los que nos
piden otra vez el voto. ¿Para hacer qué? ¿Más de lo mismo, como “en el día de
la marmota”? ¿Somos conscientes de que todos estos “intentos” no salen gratis,
para nadie?... Ni para los políticos que están en la cárcel esperando ser
juzgados por un delito que muchos expertos piensan que no cometieron, ni para
los que van a ser llevados a juicio próximamente, ni tampoco para los catalanes
que ven como su territorio, y ellos mismos, pierde posibilidades de crecimiento
y riqueza en cada trifulca.
Hace
años que nos dijeron que había que actuar con inteligencia y con astucia. Que
lo tenían todo muy bien planeado. Que tenían apoyos internacionales. Que si una
mayoría de catalanes les apoyábamos, teníamos prácticamente asegurada la
consecución de un Estado para Catalunya, dentro de Europa. Algunos incluso presionaron
para ir más rápido porque no se podían esperar. Pues se van a tener que esperar
más todavía de lo que algunos políticos pedían en el inicio del “procés”.
Y…
suponiendo que finalmente se pudiera concluir el “procés” con éxito, ¿qué
Estado querrían formar?
Por
lo que habían explicado los líderes mayoritarios (Junts pel SI) se procuraría construir
una República catalana, viable económicamente, verdaderamente democrática y
dialogante, con leyes socialmente justas en la que todos los catalanes
pudiéramos vivir en paz y prosperidad formando parte de la Unión Europea. El
lema de la gran manifestación de 2012 fue “Catalunya, nou Estat d’Europa”. ¿Nos
acordamos?
Era
fácil ilusionarse con este proyecto y aun así, sólo un 50% de catalanes votaron
afirmativamente para que se desarrollara en las elecciones, que se quisieron
plebiscitarias. Obviando este último dato (importantísimo, por cierto), nadie
contó a los catalanes el efecto péndulo que seguramente se produciría en la
opinión del resto de los españoles y en los países del norte. Nos dijeron que era
lógico que en un principio, todos los países se opondrían a la independencia de
Catalunya, pero sólo hasta que se pudiera votar y ganara el “SI”. En ese
momento empezarían a materializarse los apoyos en cascada. (Está claro que eso
no sucedió así).
Se
oyeron voces que decían que la Generalitat tenía forma de subsistir
económicamente al menos 6 meses después de haber proclamado la República
catalana. No fue así. El Gobierno intervino las cuentas de la Generalitat y no
tuvimos ninguna libertad económica disponible para empezar nada, ni para pagar
un café sin dar antes explicaciones a Madrid.
Nadie
explicó que se vería cuestionado el sistema de garantías legales que debía garantizar
la seguridad jurídica a los inversores internacionales y locales, al menos
durante los meses-años de la transición y que por tanto las inversiones se
paralizarían o ralentizarían durante este periodo. Nadie explicó que no
teníamos control, ni medios para controlar desde el primer momento, el
territorio (aeropuertos, puertos, carreteras, ferrocarriles, etc.).
Todas
estos temas no son baladíes, son temas fundamentales; sin los cuales se puede
declarar una República de Catalunya pero no hacerla efectiva.
Ante
incoherencias tan manifiestas respecto a las actuaciones llevadas a cabo por el
Govern, a lo largo de estos años, no podemos dejar de preguntarnos si todo esto
esconde una estrategia electoral de poca altura para mantenerse en el
Parlamento, en el Gobierno, en los puestos de confianza, en asociaciones
subvencionadas, etc.
Después
de comprobar a donde nos han llevado nuestros líderes del “procés” es legítimo pedir
un cambio de estrategia y hasta de rumbo. Es legítimo pedir explicaciones y no conformarnos
con que nos digan “los mismos” que seguirán “intentándolo”.
Los
que piensan que Catalunya está en la UVI y ningún partido unionista nos puede
sacar de ella, los que piensan que ahora toca sobrevivir como podamos mientras
se espera que Europa y el mundo entienda que lo que hace el Gobierno español a los
catalanes es una barbaridad. Los que piensan que hay que defender la poca
dignidad que nos queda y seguir luchando contra el esclavismo que nos quieren
imponer, sea como sea —hasta la última gota de sangre— seguirán votando a
partidos independentistas. Otros, de convicciones más pragmáticas, les costará
mucho más seguir dándoles su voto porque les preocupará ver a los mismos políticos
irresponsables que no han tomado en serio ni a sus propios conciudadanos,
ocupando otra vez los escaños del Parlament y repetir como Consellers.
Ahora,
en Catalunya, estamos en un “momento histórico”. El Gobierno de España ha
intervenido la Generalitat de Catalunya y nos ha convocado elecciones para que elijamos
un nuevo Parlament y los parlamentarios a su vez tejan las estrategias
oportunas para formar un nuevo Govern de la Generalitat. Se presentan a las
elecciones dos bloques mayoritarios: unos que quieren castigar ejemplarmente a
los que han osado protestar y rebelarse contra el Gobierno de España y los
independentistas que dicen que lo hicieron siguiendo el mandato de los
catalanes (no de todos, solo de la mitad) que se han sentido maltratados por el
Gobierno español e incomprendidos por los grupos políticos que le apoyan para
que pueda llevar a cabo las políticas que han provocado el “choque” y
desembocado en un gran problema.
No
estaría mal recordar a Manuel Azaña que fue un político que vivió todos los
cambios habidos y por haber en España… nació en un Reino, presidió una
República y murió cuando España ya estaba en una dictadura. En el libro “Mi
rebelión en Barcelona”, Azaña describió del talante de los que han ocupado
siempre el Estado español y explicó que
no han considerado nunca la posibilidad de que se pudiera articular una
estructura plural, federal o, cuando menos, no unitaria en España. Escribió:
“pasó la política que fundó el régimen aquél; pasó el imperialismo español, la
gloria y la grandeza, y hasta la capacidad de alentar el heroísmo; pero no ha
desaparecido la propaganda; la doctrina ha subsistido año tras año, y así se da
el caso de que Felipe II, en la segunda República, tiene más partidarios que
cuando gobernaba en El Escorial”.
La
visión unitaria del Estado español está muy arraigada desde antiguo en buena
parte de la sociedad española. Perdura en el tiempo y en todos los sistemas.
Quizás habría que probar, no sé si se está a tiempo, una nueva fórmula en la
que todos nos podamos sentir cómodos sin renunciar a las respectivas maneras de
identidad cultural, económica y política. El problema es que esto requiere de
grandes estadistas que sepan aglutinar a la mayoría de los votantes en este
sentido, y la realidad es que, en estos momentos, ni están ni se les esperan.
España
está formada por naciones históricas (basta mirar y entender lo que representa el
Escudo de
España) y comunidades con
distintos ritmos de evolución y desarrollo. En lugar de exprimir a las 4 zonas productivas de España, escatimándoles
las inversiones y las transferencias necesarias, lo lógico es que se hubiera
cuidado más a esas comunidades más productivas, potenciando sus fortalezas para
que crearan más riqueza. Ello comportaría más impuestos a repartir (eso si,
proporcionalmente) a todos los españoles.
Se
podía y se debería haber potenciado los hechos diferenciales de las comunidades
históricas sin olvidar poner en valor los comunes a todos los españoles. Estos,
a veces nos diferencian y otras nos unen al resto de países de Europa y del
mundo irreversiblemente globalizado en que estamos. Lejos de actuar con esta amplitud de miras, los gobernantes españoles
no han querido entender nunca las diferencias culturales y el respeto a la
diversidad. Lejos de cuidar que se impartiera en las escuelas —desde el
primer día de escolarización de los niños— una educación, explicando las “diferencias”
o “singularidades”, han intentado uniformizar y españolizar a los niños de las
naciones históricas. Si hubieran hecho lo primero, todos hubiéramos podido
entender, desde el conocimiento, el gran valor que representa esta diversidad
enriquecedora que tenemos la suerte de tener en España. En lugar de ser capaces
de aceptarla y apreciarla con normalidad, han
excitado regularmente a las masas exacerbando los distintos nacionalismos para
enfrentarnos entre comunidades y ya se sabe… a rio revuelto, ganancia de
pescadores: políticos que sacan votos del enfrentamiento y grupos de poder que
se benefician económicamente de las subvenciones y contratos que otorgan
discrecionalmente los que dominan la “caja común que llenan las regiones
productivas”.
Todos
los españoles deberíamos aprender a respetar las culturas de nuestros vecinos y
los “hechos diferenciales” de las comunidades históricas, que en el devenir de
la historia han sido “conquistadas” ganando conflictos bélicos o anexionadas
por pactos sucesorios en la realeza-nobleza. Los políticos no han sabido (o no
han querido) hacer que se mantuviera el respeto de todos los españoles hacia
los hechos diferenciales catalanes, vascos o gallegos (recuerden una vez más el
Escudo de España). Nos han metido a todos en la senda del
adoctrinamiento y la confrontación, con la exaltación escorada de los
diferentes “mitos” y “héroes” nacionales. En un acto de autodefensa para
preservar la lengua y la cutura propias catalanas y evitar que sean diluidas
por el implacable darwinismo aplicado por la cultura ejemónica española, la escuela
catalana ha hecho algo similar.
Un
tema que causa ampollas regularmente es la voluntat de los unionistas más
extremos de que se use sólo el idioma castellano, que ellos llaman “español”,
porque no les gusta que, además del castellano, haya otros idiomas o lenguas
que se hablen en España (desde hace cientos de años también son españoles).
Continuamente ponen grandes empeños en fagocitar todo lo relativo a la cultura
catalana y particularmente a su lengua, para que paulatinamente pierda interés
y mermen su número de usuariosG
Parece
lógico pensar que si uno fuera a vivir temporalmente al País Vasco y tuviera
que entender obligatoriamente el Euskera, o se fuera a vivir a Viella y tuviera
que aprender obligatoriamente el Aranès, perdería mucho caudal productivo. Esto
no quita para que se den todas las facilidades para que todos podamos aprender
y entender el Catalán, el Vasco y el Gallego además del Castellano, que sirve
de nexo de unión para todos, lo mismo que el Inglés sirve de nexo de unión para
todo el mundo (al menos en el mundo de los negocios).
Todo
el que ha visitado Catalunya sabe que a la prática totalidad de catalanes de
lengua materna catalana, nos da igual utilizar el catalán o el castellano para
comunicarnos, porque somos perfectamente bilingües. Lo que nos entristece es la
falta de respeto de algunos ciudadanos de Catalunya, de lengua materna
castellana, y de españoles del resto de España por el idioma catalán. Cuando se
detecta esta falta de respeto, menosprecio e incluso rechazo se excitan los
sentimientos contrarios (efecto péndulo) y la convivencia se hace mucho más
difícil. En un ambiente de respeto y de aceptación del idioma propio de
Catalunya (el catalán), una lengua romance que, al igual que el castellano (que
la mayoría llama “español”) desciende del latín vulgar que hablaban los romanos
que se establecieron en Hispania durante la edad antigua, nunca ha habido ningún problema de comunicación
y ciertos políticos (principalmetne el PP y más aún Ciudadanos) no deberían
provocar problemas donde no los hay.
Lo
importante es poder comunicarse con los demás lo más fluidamente posible y
hacer todo lo que esté en “nuestra” mano para conseguirlo, evitando obligar a
los demás a que tengan que renunciar a usar lengua materna. Por ello es fundamental
dar facilidades en lugar de poner trabas o prohibir. Todos deberíamos tener la
posibilidad de expresarnos en todas las lenguas españolas y el deber de
comprenderlas.
Volviendo
a la Independencia suspendida y a las elecciones del 21-D. Se puede entender
fácilmente que si cuesta mucho deshacer un matrimonio de muchos años, sin que se
pierda gran parte de lo conseguido por la pareja en pleitos y litigios, sin
contar el daño sentimental inflingido a familiares y amigos,… ¿Qué es lo lógico
que suceda cuando se trata de segregar sociedades profundamente mezcladas a lo
largo de siglos?.
Por
muy injusto que pueda parecer, la realidad se impone. La historia nos ha
demostrado con creces que será prácticamente imposible cambiar la Constitución Española
en el sentido de que otorgue a Cataluña un estatus diferente al resto de
comunidades del Estado español, de forma democrática y negociada, con el
consenso de la mayoría necesaria de fuerzas políticas españolas. Igual de
difícil será conseguir la independencia de un territorio si no es por la
fuerza; y hoy en día, Catalunya no tiene ni la fuerza ni los apoyos
internacionales necesarios para conseguirlo. Ni conseguirla es el deseo de una
mayoría adecuada de catalanes.
Los
catalanes, ni los vascos, no podrán ser ni decidir por ellos mismos, porqué los
políticos españoles, las élites extractivas españolas y la gran masa de ciudadanos
que se benefician del status actual ya han decidido (sin consultar) que todos los
catalanes, o todos los vascos o todos los que quieran organizarse libremente
por si mismos han de ser “como el resto de españoles".
Hemos
comprobado repetidamente a lo largo de la historia, y más en estas últimas
décadas, que se ha impuesto la
conveniencia de la economía improductiva, la subvencionada y la receptora de
“prebendas” (con la comisión correspondiente al político facilitador), que
cuenta con la mayoría de votos en el Parlamento y así puede dominar y mandar,
sobre la conveniencia de la economía productiva, consumidora, cotizante al Estado
y a la seguridad social para el beneficio propio.
A
todas las extensísimas redes clientelistas, que los políticos corruptos se
cuidan de alimentar y excitar para que les apoyen en su objetivo de perpetuarse
en el manejo de los destinos de España que posibilitan su enriquecimiento, les
interesa que todo siga igual, sin importarles lo más mínimo los deseos de una
parte importante de la sociedad catalana. A los ocupantes de los gobiernos de
los diferentes Estados europeos les interesa lo mismo. Las “regiones” pujan por
hacer oír su voz, pero los “estados” usufructuarios del poder, se resisten con
todas sus fuerzas legislativas, legales
y policiales-armamentísticas. ¡Con todas!.
Además
el Gobierno, con ayuda de la practica totalidad de los medios de información
escrita y TV-radio convencionales, intenta controlar el pensamiento de sus
ciudadanos con la difusión de un pensamiento único unionista y una especie de “neo-lengua”
que consiste en decir las cosas exactamente al revés de cómo son realmente. Tomando
el símil orwelliano
de “1984”, el Gobierno habla del "ministerio de la Verdad"
para referirse al ministerio que censura y manipula la información, del
"ministerio de la Paz" para hablar del departamento que se encarga de
la guerra, del "ministerio de del Amor" para aludir a los que se
dedican a la tortura y del "ministerio de la Abundancia" referirse al que se dedica a gestionar la
escasez.
El
“problema español” (no reconocer la diversidad de naciones que lo componen)
seguirá activo mientras no se resuelva el “café para todos” que se inventó durante
la transición, para no hacer ese reconocimiento que no aceptaban los herederos
del régimen saliente. A la mayoría de votantes españoles con balanzas fiscales “receptoras”
tampoco les interesa resolverlo.
Conscientes
de esa realidad, hay partidos que intentan proponer otras versiones que hagan
más llevadero el “café para todos”. Por ejemplo, el PSC ha presentado una lista
de socialistas, demócrata-cristianos, federalistas de izquierda, izquierdistas
bien reconocidos y hasta el vicepresidente de Sociedad Civil Catalana (nombre
escogido hábilmente cuyo significado poco tiene que ver con la dimensión del
grupo al que representan ni con sus convicciones políticas). Portes obertes del catalanisme,
Units per avançar y La Tercera Vía van también
en las listas del PSC. Las intenciones globales de salida que expresa su líder
Miquel Iceta son buenas, aunque nadie nos puede asegurar qué programa
defenderán una vez estén en el Parlamento ni con quien pactarán para
desarrollar lo que quede del mismo, después de las negociaciones de investidura.
Lo que si se sabe es que como máximo intentarán algo similar a lo que hizo la vieja
CIU en tiempos de Pujol (peix al cove) o el tripartito en tiempos de Maragall; totalmente
condicionados por las fuerzas políticas que les apoyen en Catalunya y mucho más
por las que gobiernen en España. ¿Porqué razón el Gobierno va a responder ahora
favorablemente a un hipotético President Izeta, cuando le recuerde los
requerimientos que hace casi cuatro años le hizo el President Mas y más tarde
amplió el President Puigdemont, ambos sin respuesta?
Ya
vemos que parece que el objetivo estrella es lograr recuperar la “situación”
con la que hace 5 años la mayoría de catalanes se sentían “desafectos” según el
President Montilla. A esto hemos llegado después de tanto….. ¿esfuerzo?.
De
la confusión política, de programas oportunistas, algo populistas y poco
realistas, aunque lo sean mucho más que otros que ni se preocupan por
plantearlos, no puede crecer un árbol sano.
Otro
partido, fuera de los grandes bloques extremos, que aspira a recuperar el nivel
autonómico de hace cinco años y mejorar la “distribución de la miseria”
mejorando en la medida que se pueda las políticas sociales, es la coalición
electoral de izquierdas “Catalunya en Comú-Podem”; creada para las elecciones
del 21-D al Parlament de Catalunya de 2017 y formada por Catalunya
en Comú, Podem, Barcelona en Comú, Iniciativa
per Catalunya Verds i Esquerra Unida i Alternativa con el apoyo de Equo Catalunya.
De siglas, agrupaciones, sensibilidades y proyectos para “repartir” o
redistribuir la “poca riqueza” que queda vamos bien servidos. En cambio, los “proyectos”
para aumentar el empleo, el emprendimiento y “producir” riqueza hay muchísimos
menos. De hecho, en estas elecciones del 21D no se presenta ningún partido que
reivindique el catalanismo político de centro, el liberalismo (no confundir con
la “burocratización corporativista” que practican los partidos que la sociedad
califica despectivamente de neoliberales) y del mejor humanismo de nuestro país,
para que pueda conseguir para los catalanes una vida de libertad, de
prosperidad y de orgullo catalán bien entendido.
Falta en
estas elecciones un partido que defienda la identidad de Cataluña, construida
sobre su lengua catalana, su cultura, su historia y las instituciones en la
tradición clásica del catalanismo.
Falta un
partido político contrario a aplicar cualquier medida que incremente aún más la
carga fiscal de los catalanes (que somos lo que más recortes hemos aplicado y
los que pagamos más impuestos de todos los españoles).
Falta un
partido que trabaje para reducir las trabas administrativas y burocráticas para
la creación de empresas y que defienda el derecho a la propiedad privada sin
vacilaciones ni matices en lugar de legislar para apropiarse de la propiedad ajena.
Falta un
partido que cree mecanismos para la creación de puestos de trabajo y aplique políticas
salariales que mejoren la capacidad adquisitiva real de los trabajadores y
autónomos.
Falta un
partido que cree mecanismos transparentes y eficientes para controlar la
actuación de los políticos y servidores públicos que velen por su
transparencia.
La
supuesta emergencia nacional puede que sea un cebo para objetivos de partido y
por ello no lo considero un argumento definitivo y suficiente para dar carta
blanca a cualquier estrategia que los partidos independentistas (de ideologías
muy variadas y que prácticamente sólo coinciden en las ganas de celebrar un
referéndum de independencia) quieran desarrollar.
Los
últimos acontecimientos excitan los sentimientos y las emociones de unos y
otros y una vez más, las razones, las ideas y los argumentos, han quedado relegados
a un segundo plano. Desgraciadamente, son
muy pocos los ciudadanos interesados en discutir sobre las cuestiones clave
sobre las que hay que decidir, rectificar y emprender el camino hacia la
estabilidad y la prosperidad en Cataluña. Recordemos que los que quieren la
independencia (alrededor del 50%) la quieren porqué se supone que teniéndola se
podrán llevar a cabo políticas que hasta ahora no se ha podido. ¿Porqué ninguno
de ellos concreta lo más mínimo que políticas serán esas? ¿Conllevarán esas
políticas nuevas una mejora en la calidad de vida de la mayoría de los
catalanes? ¿Con que presupuesto se levarán a cabo y como se gestionará?
La reflexión y el debate
que ello conllevaría sería muy fructífero y esclarecedor en la campaña
electoral, pero prácticamente nadie está dispuesto a avanzar por ese camino y
la mayoría están por la batalla frontal y visceral. El choque de trenes se ha
producido entre gobiernos y por muchas razones, no todas imputables al Govern
de la Generalitat ni tampoco al Gobierno de España. La locomotora catalana ha
descarrilado. Los vagones de ese mismo tren están dañados, pero siguen más o
menos en pie. Nadie puede descartar que el conflicto civil siga al enfrentamiento
político porque continuamente se hacen declaraciones y acciones que alimentan
el conflicto. Todo lo que ha sucedido: desobedecer las leyes constitucionales,
actuaciones policiales más allá de la proporcionalidad, excitación de los nacionalismos, ocupación de
la Generalitat, etc. han causado resentimiento de muchos sectores y las
propuestas de PP y Ciudadanos por un lado y de Las CUP, ERC y Junts per
Catalunya hacen prever una dificultad grande para que pueda sosegarse y
aprender a digerir lo sucedido.
Siempre
he pensado que era imprescindible
articular un amplio espacio político catalanista, liberal y humanista,
tanto si somos una autonomía, una nación federada dentro de España o una
República independiente que pudiera hacer de bisagra entre las sensibilidades
extremas. Solo el éxito de un proyecto central
y catalanista de este tipo podría cambiar decisivamente la aritmética del
Parlament catalán. Por ahora, este espacio de votantes está desierto y es
una pena porque un grupo político que representara al centrismo catalanista moderado, sobre todo
en estos momentos en que la tensión es grande y la capacidad de diálogo poca,
sería útil como bisagra para forzar el dialogo necesario entre las dos alas del
Parlament, como lo fue en el pasado.
Oyendo
a ciertos líderes y a ciertas personas tiendo a creer que demasiados españoles y catalanes hemos aprendido poco de nuestra
reciente historia. Hemos olvidado mucho de las lecciones que de nuestra
historia común se desprenden. La mayoría
no deja de pensar que invariablemente la razón está de su parte. Unos tienen
sus razones y otros tienen su parte de razón; nadie la tiene toda en exclusiva.
Nunca deberíamos haber llegado hasta el extremo al que hemos llegado y hay que
buscar las razones no solo en los gobiernos españoles y principalmente en
algunos partidos políticos en concreto; también en Catalunya, responsabilidades
políticas y judiciales aparte. Por mucho
que algunos sueñen con un país con una sociedad y una cultura determinada,
actualmente todos los catalanes —independientemente de nuestra procedencia—
somos muy parecidos; entre otras cosas
porque hace muchas décadas que nos mezclamos y los políticos salen de los
ciudadanos…
Hoy
no veo un gobierno en Cataluña que no tenga la huella de la independencia y de
la izquierda. Unos y otros se retro alimentan. Hemos visto dos tripartitos en
Cataluña. Seguramente veremos el tercero, pero será de izquierdas y llevará
adjunta la divisa de la independencia y la república. Su objetivo será
constituir un gobierno que pueda decir el primer día: "Decíamos ayer
...". No se si eso será bueno para Catalunya, lo que si que será es
“sesgado”, porque la sociedad “repartidora” no puede sobrevivir sin la sociedad
“productiva”, si quiere ir más allá del día en que se agoten las “existencias”
heredadas de épocas anteriores. Véase el Ayuntamiento de Barcelona que ha
pasado de tener superávit a estar cada vez en peor situación, para seguir
siendo motor de Catalunya.
Seguramente
los independentistas ganarán las elecciones del 21-D, a pesar de las grandes
sumas de dinero que emplean los de Ciudadanos en su campaña electoral para
aglutinar el voto útil unionista. Analizar críticamente el relato político
instaurado en grandes sectores de la ciudadanía, y detener la inercia de
cientos de miles de votantes convencidos y motivados, es una tarea difícil de
realizar, por mucho que el potente aparato mediático simpatizante de los
unionistas se afane en pronosticar el contrario. Más aún, cuando los comicios serán
interpretados no en clave autonómica, sino plebiscitaria. Esta circunstancia no
depende de la naturaleza de la convocatoria, se ajusta más bien al designio
político de aquellos que tienen una correlación de fuerzas favorable.
Independentistas y soberanistas formarán probablemente un frente común, con
similares objetivos y reivindicaciones. Probablemente contarán con el apoyo de podemitas
catalanes con los matices necesarios.
Si
el probable nuevo gobierno independentista que se forme no cambia de
orientación y continúa con el viejo “Full de ruta”, el gobierno español volverá
a aplicar el 155 y volveremos a vivir un déjà-vu. El autogobierno volverá a
quedar dañado y las elecciones deberán convocarse de nuevo. Desearía
equivocarme, pero basta escuchar las declaraciones de los portavoces de los
partidos para comprobar que estas nuevas elecciones son un pretexto para dar un
paso adelante con las mismas intenciones. Pensar que el proceso está muerto es
un grave error político, propio de ingenuos bienintencionados.
Mientras,
seguimos estando cojos y echando a faltar un partido político catalanista humanista, liberal y de
centro que pueda ayudar a conseguir para los catalanes una vida de libertad, de
prosperidad y de orgullo catalán bien entendido. Seguiremos esperando a las
próximas elecciones. Mientras tanto, agárrense al flotador y recen para que no
termine de zozobrar la barca y si fuera así, pronto no tengamos nada que
rescatar ni conservar.
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