lunes, 18 de diciembre de 2017

Los ausentes en el 21D

Hace unos días que ha comenzado la campaña electoral. Vemos las cuñas electorales de los diferentes partidos y las entrevistas que diferentes televisiones hacen a los líderes de los partidos que se presentan o a sus representantes. De forma totalmente anormal, los simpatizantes de Junts per Catalunya ven a su líder que les habla desde una pantalla y los de ERC, ni eso porqué está encarcelado a 600 quilómetros de su casa.

Algunos nos quedamos tristes y a la vez enfadados cuando varios dirigentes del PDeCAT y ERC, declararon después de que el Gobierno aplicara el “Artículo155” que:
·“no estaban preparados para implementar la Independencia de Catalunya”,
·“no eran conscientes del alcance de lo que estaban llevando a efecto”,
·“sólo explicaban las cosas buenas para mantener a los catalanes independentistas animados”,
·“nunca se hubieran esperado que Europa NO les apoyara en sus reivindicaciones democráticas”
·“no se esperaban que el Gobierno español hiciera uso de TODO para impedir la independencia de Catalunya”
· etc.
Los catalanes deberían preguntarse ¿en que y cuanto fallaron el President, los consellers y todos los que asumieron la responsabilidad de desarrollar el “procés”, al declarar la Independencia de Catalunya sin tener a punto las “estructures d’Estat” ni tener los medios para poder aplicarla?

Si ningún Estado de Europa ha apoyado la República catalana, ¿con quien se reunía el Conseller Romeva y todos los integrantes del “Diplocat”? ¿No informó al Govern de que en las altas esferas de los Gobiernos estatales europeos no había conseguido ningún apoyo relevante? Si no lo hizo, engañó. Si lo hizo y aún así el Govern siguió adelante y declaró la República catalana, peor.
Los catalanes independentistas hicieron su trabajo con éxito: se manifestaron repetidamente, apoyaron en todo lo que les pedían los políticos que lideraban el “procés” y las organizaciones independentistas, hicieron resistencia pasiva hasta conseguir votar el 1-O a pesar de que el Gobierno dispuso miles de policías y Guardias civiles para impedirlo, … ¿Qué han hecho los políticos? ¿Tenían “planes B” alternativos? ¿Porqué no siguieron adelante después de declarar la República catalana? No me digan que fue  porque al final se dieron cuenta de que el Gobierno cuando decía “todo”, lo decía de verdad.
Estos mismos políticos, que han hecho todo lo descrito anteriormente, son los que nos piden otra vez el voto. ¿Para hacer qué? ¿Más de lo mismo, como “en el día de la marmota”? ¿Somos conscientes de que todos estos “intentos” no salen gratis, para nadie?... Ni para los políticos que están en la cárcel esperando ser juzgados por un delito que muchos expertos piensan que no cometieron, ni para los que van a ser llevados a juicio próximamente, ni tampoco para los catalanes que ven como su territorio, y ellos mismos, pierde posibilidades de crecimiento y riqueza en cada trifulca.
Hace años que nos dijeron que había que actuar con inteligencia y con astucia. Que lo tenían todo muy bien planeado. Que tenían apoyos internacionales. Que si una mayoría de catalanes les apoyábamos, teníamos prácticamente asegurada la consecución de un Estado para Catalunya, dentro de Europa. Algunos incluso presionaron para ir más rápido porque no se podían esperar. Pues se van a tener que esperar más todavía de lo que algunos políticos pedían en el inicio del “procés”.
Y… suponiendo que finalmente se pudiera concluir el “procés” con éxito, ¿qué Estado querrían formar?
Por lo que habían explicado los líderes mayoritarios (Junts pel SI) se procuraría construir una República catalana, viable económicamente, verdaderamente democrática y dialogante, con leyes socialmente justas en la que todos los catalanes pudiéramos vivir en paz y prosperidad formando parte de la Unión Europea. El lema de la gran manifestación de 2012 fue “Catalunya, nou Estat d’Europa”. ¿Nos acordamos?
Era fácil ilusionarse con este proyecto y aun así, sólo un 50% de catalanes votaron afirmativamente para que se desarrollara en las elecciones, que se quisieron plebiscitarias. Obviando este último dato (importantísimo, por cierto), nadie contó a los catalanes el efecto péndulo que seguramente se produciría en la opinión del resto de los españoles y en los países del norte. Nos dijeron que era lógico que en un principio, todos los países se opondrían a la independencia de Catalunya, pero sólo hasta que se pudiera votar y ganara el “SI”. En ese momento empezarían a materializarse los apoyos en cascada. (Está claro que eso no sucedió así).
Se oyeron voces que decían que la Generalitat tenía forma de subsistir económicamente al menos 6 meses después de haber proclamado la República catalana. No fue así. El Gobierno intervino las cuentas de la Generalitat y no tuvimos ninguna libertad económica disponible para empezar nada, ni para pagar un café sin dar antes explicaciones a Madrid.
Nadie explicó que se vería cuestionado el sistema de garantías legales que debía garantizar la seguridad jurídica a los inversores internacionales y locales, al menos durante los meses-años de la transición y que por tanto las inversiones se paralizarían o ralentizarían durante este periodo. Nadie explicó que no teníamos control, ni medios para controlar desde el primer momento, el territorio (aeropuertos, puertos, carreteras, ferrocarriles, etc.).
Todas estos temas no son baladíes, son temas fundamentales; sin los cuales se puede declarar una República de Catalunya pero no hacerla efectiva.
Ante incoherencias tan manifiestas respecto a las actuaciones llevadas a cabo por el Govern, a lo largo de estos años, no podemos dejar de preguntarnos si todo esto esconde una estrategia electoral de poca altura para mantenerse en el Parlamento, en el Gobierno, en los puestos de confianza, en asociaciones subvencionadas, etc.  
Después de comprobar a donde nos han llevado nuestros líderes del “procés” es legítimo pedir un cambio de estrategia y hasta de rumbo. Es legítimo pedir explicaciones y no conformarnos con que nos digan “los mismos” que seguirán “intentándolo”.
Los que piensan que Catalunya está en la UVI y ningún partido unionista nos puede sacar de ella, los que piensan que ahora toca sobrevivir como podamos mientras se espera que Europa y el mundo entienda que lo que hace el Gobierno español a los catalanes es una barbaridad. Los que piensan que hay que defender la poca dignidad que nos queda y seguir luchando contra el esclavismo que nos quieren imponer, sea como sea —hasta la última gota de sangre— seguirán votando a partidos independentistas. Otros, de convicciones más pragmáticas, les costará mucho más seguir dándoles su voto porque les preocupará ver a los mismos políticos irresponsables que no han tomado en serio ni a sus propios conciudadanos, ocupando otra vez los escaños del Parlament y repetir como Consellers.
Ahora, en Catalunya, estamos en un “momento histórico”. El Gobierno de España ha intervenido la Generalitat de Catalunya y nos ha convocado elecciones para que elijamos un nuevo Parlament y los parlamentarios a su vez tejan las estrategias oportunas para formar un nuevo Govern de la Generalitat. Se presentan a las elecciones dos bloques mayoritarios: unos que quieren castigar ejemplarmente a los que han osado protestar y rebelarse contra el Gobierno de España y los independentistas que dicen que lo hicieron siguiendo el mandato de los catalanes (no de todos, solo de la mitad) que se han sentido maltratados por el Gobierno español e incomprendidos por los grupos políticos que le apoyan para que pueda llevar a cabo las políticas que han provocado el “choque” y desembocado en un gran problema.
No estaría mal recordar a Manuel Azaña que fue un político que vivió todos los cambios habidos y por haber en España… nació en un Reino, presidió una República y murió cuando España ya estaba en una dictadura. En el libro “Mi rebelión en Barcelona”, Azaña describió del talante de los que han ocupado siempre el Estado  español y explicó que no han considerado nunca la posibilidad de que se pudiera articular una estructura plural, federal o, cuando menos, no unitaria en España. Escribió: “pasó la política que fundó el régimen aquél; pasó el imperialismo español, la gloria y la grandeza, y hasta la capacidad de alentar el heroísmo; pero no ha desaparecido la propaganda; la doctrina ha subsistido año tras año, y así se da el caso de que Felipe II, en la segunda República, tiene más partidarios que cuando gobernaba en El Escorial”.
La visión unitaria del Estado español está muy arraigada desde antiguo en buena parte de la sociedad española. Perdura en el tiempo y en todos los sistemas. Quizás habría que probar, no sé si se está a tiempo, una nueva fórmula en la que todos nos podamos sentir cómodos sin renunciar a las respectivas maneras de identidad cultural, económica y política. El problema es que esto requiere de grandes estadistas que sepan aglutinar a la mayoría de los votantes en este sentido, y la realidad es que, en estos momentos, ni están ni se les esperan.
España está formada por naciones históricas (basta mirar y entender lo que representa el Escudo de España)  y comunidades con distintos ritmos de evolución y desarrollo. En lugar de exprimir a las 4 zonas productivas de España, escatimándoles las inversiones y las transferencias necesarias, lo lógico es que se hubiera cuidado más a esas comunidades más productivas, potenciando sus fortalezas para que crearan más riqueza. Ello comportaría más impuestos a repartir (eso si, proporcionalmente) a todos los españoles.
Se podía y se debería haber potenciado los hechos diferenciales de las comunidades históricas sin olvidar poner en valor los comunes a todos los españoles. Estos, a veces nos diferencian y otras nos unen al resto de países de Europa y del mundo irreversiblemente globalizado en que estamos. Lejos de actuar con esta amplitud de miras, los gobernantes españoles no han querido entender nunca las diferencias culturales y el respeto a la diversidad. Lejos de cuidar que se impartiera en las escuelas —desde el primer día de escolarización de los niños— una educación, explicando las “diferencias” o “singularidades”, han intentado uniformizar y españolizar a los niños de las naciones históricas. Si hubieran hecho lo primero, todos hubiéramos podido entender, desde el conocimiento, el gran valor que representa esta diversidad enriquecedora que tenemos la suerte de tener en España. En lugar de ser capaces de aceptarla y apreciarla con normalidad, han excitado regularmente a las masas exacerbando los distintos nacionalismos para enfrentarnos entre comunidades y ya se sabe… a rio revuelto, ganancia de pescadores: políticos que sacan votos del enfrentamiento y grupos de poder que se benefician económicamente de las subvenciones y contratos que otorgan discrecionalmente los que dominan la “caja común que llenan las regiones productivas”.
Todos los españoles deberíamos aprender a respetar las culturas de nuestros vecinos y los “hechos diferenciales” de las comunidades históricas, que en el devenir de la historia han sido “conquistadas” ganando conflictos bélicos o anexionadas por pactos sucesorios en la realeza-nobleza. Los políticos no han sabido (o no han querido) hacer que se mantuviera el respeto de todos los españoles hacia los hechos diferenciales catalanes, vascos o gallegos (recuerden una vez más el Escudo de España). Nos han metido a todos en la senda del adoctrinamiento y la confrontación, con la exaltación escorada de los diferentes “mitos” y “héroes” nacionales. En un acto de autodefensa para preservar la lengua y la cutura propias catalanas y evitar que sean diluidas por el implacable darwinismo aplicado por la cultura ejemónica española, la escuela catalana ha hecho algo similar.
Un tema que causa ampollas regularmente es la voluntat de los unionistas más extremos de que se use sólo el idioma castellano, que ellos llaman “español”, porque no les gusta que, además del castellano, haya otros idiomas o lenguas que se hablen en España (desde hace cientos de años también son españoles). Continuamente ponen grandes empeños en fagocitar todo lo relativo a la cultura catalana y particularmente a su lengua, para que paulatinamente pierda interés y mermen su número de usuariosG
Parece lógico pensar que si uno fuera a vivir temporalmente al País Vasco y tuviera que entender obligatoriamente el Euskera, o se fuera a vivir a Viella y tuviera que aprender obligatoriamente el Aranès, perdería mucho caudal productivo. Esto no quita para que se den todas las facilidades para que todos podamos aprender y entender el Catalán, el Vasco y el Gallego además del Castellano, que sirve de nexo de unión para todos, lo mismo que el Inglés sirve de nexo de unión para todo el mundo (al menos en el mundo de los negocios).
Todo el que ha visitado Catalunya sabe que a la prática totalidad de catalanes de lengua materna catalana, nos da igual utilizar el catalán o el castellano para comunicarnos, porque somos perfectamente bilingües. Lo que nos entristece es la falta de respeto de algunos ciudadanos de Catalunya, de lengua materna castellana, y de españoles del resto de España por el idioma catalán. Cuando se detecta esta falta de respeto, menosprecio e incluso rechazo se excitan los sentimientos contrarios (efecto péndulo) y la convivencia se hace mucho más difícil. En un ambiente de respeto y de aceptación del idioma propio de Catalunya (el catalán), una lengua romance que, al igual que el castellano (que la mayoría llama “español”) desciende del latín vulgar que hablaban los romanos que se establecieron en Hispania durante la edad antigua, nunca ha habido ningún problema de comunicación y ciertos políticos (principalmetne el PP y más aún Ciudadanos) no deberían provocar problemas donde no los hay.
Lo importante es poder comunicarse con los demás lo más fluidamente posible y hacer todo lo que esté en “nuestra” mano para conseguirlo, evitando obligar a los demás a que tengan que renunciar a usar lengua materna. Por ello es fundamental dar facilidades en lugar de poner trabas o prohibir. Todos deberíamos tener la posibilidad de expresarnos en todas las lenguas españolas y el deber de comprenderlas.
Volviendo a la Independencia suspendida y a las elecciones del 21-D. Se puede entender fácilmente que si cuesta mucho deshacer un matrimonio de muchos años, sin que se pierda gran parte de lo conseguido por la pareja en pleitos y litigios, sin contar el daño sentimental inflingido a familiares y amigos,… ¿Qué es lo lógico que suceda cuando se trata de segregar sociedades profundamente mezcladas a lo largo de siglos?.
Por muy injusto que pueda parecer, la realidad se impone. La historia nos ha demostrado con creces que será prácticamente imposible cambiar la Constitución Española en el sentido de que otorgue a Cataluña un estatus diferente al resto de comunidades del Estado español, de forma democrática y negociada, con el consenso de la mayoría necesaria de fuerzas políticas españolas. Igual de difícil será conseguir la independencia de un territorio si no es por la fuerza; y hoy en día, Catalunya no tiene ni la fuerza ni los apoyos internacionales necesarios para conseguirlo. Ni conseguirla es el deseo de una mayoría adecuada de catalanes.
Los catalanes, ni los vascos, no podrán ser ni decidir por ellos mismos, porqué los políticos españoles, las élites extractivas españolas y la gran masa de ciudadanos que se benefician del status actual ya han decidido (sin consultar) que todos los catalanes, o todos los vascos o todos los que quieran organizarse libremente por si mismos han de ser “como el resto de españoles".
Hemos comprobado repetidamente a lo largo de la historia, y más en estas últimas décadas, que se ha impuesto  la conveniencia de la economía improductiva, la subvencionada y la receptora de “prebendas” (con la comisión correspondiente al político facilitador), que cuenta con la mayoría de votos en el Parlamento y así puede dominar y mandar, sobre la conveniencia de la economía productiva, consumidora, cotizante al Estado y a la seguridad social para el beneficio propio.
A todas las extensísimas redes clientelistas, que los políticos corruptos se cuidan de alimentar y excitar para que les apoyen en su objetivo de perpetuarse en el manejo de los destinos de España que posibilitan su enriquecimiento, les interesa que todo siga igual, sin importarles lo más mínimo los deseos de una parte importante de la sociedad catalana. A los ocupantes de los gobiernos de los diferentes Estados europeos les interesa lo mismo. Las “regiones” pujan por hacer oír su voz, pero los “estados” usufructuarios del poder, se resisten con todas sus fuerzas  legislativas, legales y policiales-armamentísticas. ¡Con todas!.
Además el Gobierno, con ayuda de la practica totalidad de los medios de información escrita y TV-radio convencionales, intenta controlar el pensamiento de sus ciudadanos con la difusión de un pensamiento único unionista y una especie de “neo-lengua” que consiste en decir las cosas exactamente al revés de cómo son realmente. Tomando el símil orwelliano de “1984”, el Gobierno habla del "ministerio de la Verdad" para referirse al ministerio que censura y manipula la información, del "ministerio de la Paz" para hablar del departamento que se encarga de la guerra, del "ministerio de del Amor" para aludir a los que se dedican a la tortura y del "ministerio de la Abundancia"  referirse al que se dedica a gestionar la escasez.
El “problema español” (no reconocer la diversidad de naciones que lo componen) seguirá activo mientras no se resuelva el “café para todos” que se inventó durante la transición, para no hacer ese reconocimiento que no aceptaban los herederos del régimen saliente. A la mayoría de votantes españoles con balanzas fiscales “receptoras” tampoco les interesa resolverlo.
Conscientes de esa realidad, hay partidos que intentan proponer otras versiones que hagan más llevadero el “café para todos”. Por ejemplo, el PSC ha presentado una lista de socialistas, demócrata-cristianos, federalistas de izquierda, izquierdistas bien reconocidos y hasta el vicepresidente de Sociedad Civil Catalana (nombre escogido hábilmente cuyo significado poco tiene que ver con la dimensión del grupo al que representan ni con sus convicciones políticas). Portes obertes del catalanisme, Units per avançar y La Tercera Vía van también en las listas del PSC. Las intenciones globales de salida que expresa su líder Miquel Iceta son buenas, aunque nadie nos puede asegurar qué programa defenderán una vez estén en el Parlamento ni con quien pactarán para desarrollar lo que quede del mismo, después de las negociaciones de investidura. Lo que si se sabe es que como máximo intentarán algo similar a lo que hizo la vieja CIU en tiempos de Pujol (peix al cove) o el tripartito en tiempos de Maragall; totalmente condicionados por las fuerzas políticas que les apoyen en Catalunya y mucho más por las que gobiernen en España. ¿Porqué razón el Gobierno va a responder ahora favorablemente a un hipotético President Izeta, cuando le recuerde los requerimientos que hace casi cuatro años le hizo el President Mas y más tarde amplió el President Puigdemont, ambos sin respuesta?
Ya vemos que parece que el objetivo estrella es lograr recuperar la “situación” con la que hace 5 años la mayoría de catalanes se sentían “desafectos” según el President Montilla. A esto hemos llegado después de tanto….. ¿esfuerzo?.
De la confusión política, de programas oportunistas, algo populistas y poco realistas, aunque lo sean mucho más que otros que ni se preocupan por plantearlos, no puede crecer un árbol sano.
Otro partido, fuera de los grandes bloques extremos, que aspira a recuperar el nivel autonómico de hace cinco años y mejorar la “distribución de la miseria” mejorando en la medida que se pueda las políticas sociales, es la coalición electoral de izquierdas “Catalunya en Comú-Podem”; creada para las elecciones del 21-D al Parlament de Catalunya de 2017 y formada por Catalunya en Comú, Podem, Barcelona en Comú, Iniciativa per Catalunya Verds i Esquerra Unida i Alternativa con el apoyo de Equo Catalunya. De siglas, agrupaciones, sensibilidades y proyectos para “repartir” o redistribuir la “poca riqueza” que queda vamos bien servidos. En cambio, los “proyectos” para aumentar el empleo, el emprendimiento y “producir” riqueza hay muchísimos menos. De hecho, en estas elecciones del 21D no se presenta ningún partido que reivindique el catalanismo político de centro, el liberalismo (no confundir con la “burocratización corporativista” que practican los partidos que la sociedad califica despectivamente de neoliberales) y del mejor humanismo de nuestro país, para que pueda conseguir para los catalanes una vida de libertad, de prosperidad y de orgullo catalán bien entendido.
Falta en estas elecciones un partido que defienda la identidad de Cataluña, construida sobre su lengua catalana, su cultura, su historia y las instituciones en la tradición clásica del catalanismo.
Falta un partido político contrario a aplicar cualquier medida que incremente aún más la carga fiscal de los catalanes (que somos lo que más recortes hemos aplicado y los que pagamos más impuestos de todos los españoles).
Falta un partido que trabaje para reducir las trabas administrativas y burocráticas para la creación de empresas y que defienda el derecho a la propiedad privada sin vacilaciones ni matices en lugar de legislar para apropiarse de la propiedad ajena.
Falta un partido que cree mecanismos para la creación de puestos de trabajo y aplique políticas salariales que mejoren la capacidad adquisitiva real de los trabajadores y autónomos.
Falta un partido que cree mecanismos transparentes y eficientes para controlar la actuación de los políticos y servidores públicos que velen por su transparencia.
La supuesta emergencia nacional puede que sea un cebo para objetivos de partido y por ello no lo considero un argumento definitivo y suficiente para dar carta blanca a cualquier estrategia que los partidos independentistas (de ideologías muy variadas y que prácticamente sólo coinciden en las ganas de celebrar un referéndum de independencia) quieran desarrollar.
Los últimos acontecimientos excitan los sentimientos y las emociones de unos y otros y una vez más, las razones, las ideas y los argumentos, han quedado relegados a un segundo plano. Desgraciadamente, son muy pocos los ciudadanos interesados en discutir sobre las cuestiones clave sobre las que hay que decidir, rectificar y emprender el camino hacia la estabilidad y la prosperidad en Cataluña. Recordemos que los que quieren la independencia (alrededor del 50%) la quieren porqué se supone que teniéndola se podrán llevar a cabo políticas que hasta ahora no se ha podido. ¿Porqué ninguno de ellos concreta lo más mínimo que políticas serán esas? ¿Conllevarán esas políticas nuevas una mejora en la calidad de vida de la mayoría de los catalanes? ¿Con que presupuesto se levarán a cabo y como se gestionará?
La reflexión y el debate que ello conllevaría sería muy fructífero y esclarecedor en la campaña electoral, pero prácticamente nadie está dispuesto a avanzar por ese camino y la mayoría están por la batalla frontal y visceral. El choque de trenes se ha producido entre gobiernos y por muchas razones, no todas imputables al Govern de la Generalitat ni tampoco al Gobierno de España. La locomotora catalana ha descarrilado. Los vagones de ese mismo tren están dañados, pero siguen más o menos en pie. Nadie puede descartar que el conflicto civil siga al enfrentamiento político porque continuamente se hacen declaraciones y acciones que alimentan el conflicto. Todo lo que ha sucedido: desobedecer las leyes constitucionales, actuaciones policiales más allá de la proporcionalidad,  excitación de los nacionalismos, ocupación de la Generalitat, etc. han causado resentimiento de muchos sectores y las propuestas de PP y Ciudadanos por un lado y de Las CUP, ERC y Junts per Catalunya hacen prever una dificultad grande para que pueda sosegarse y aprender a digerir lo sucedido.
Siempre he pensado que era imprescindible articular un amplio espacio político catalanista, liberal y humanista, tanto si somos una autonomía, una nación federada dentro de España o una República independiente que pudiera hacer de bisagra entre las sensibilidades extremas. Solo el éxito de un proyecto central y catalanista de este tipo podría cambiar decisivamente la aritmética del Parlament catalán. Por ahora, este espacio de votantes está desierto y es una pena porque un grupo político que representara  al centrismo catalanista moderado, sobre todo en estos momentos en que la tensión es grande y la capacidad de diálogo poca, sería útil como bisagra para forzar el dialogo necesario entre las dos alas del Parlament, como lo fue en el pasado.
Oyendo a ciertos líderes y a ciertas personas tiendo a creer que demasiados españoles y catalanes hemos aprendido poco de nuestra reciente historia. Hemos olvidado mucho de las lecciones que de nuestra historia común se desprenden. La mayoría no deja de pensar que invariablemente la razón está de su parte. Unos tienen sus razones y otros tienen su parte de razón; nadie la tiene toda en exclusiva. Nunca deberíamos haber llegado hasta el extremo al que hemos llegado y hay que buscar las razones no solo en los gobiernos españoles y principalmente en algunos partidos políticos en concreto; también en Catalunya, responsabilidades políticas y judiciales aparte. Por mucho que algunos sueñen con un país con una sociedad y una cultura determinada, actualmente todos los catalanes —independientemente de nuestra procedencia— somos muy parecidos; entre otras cosas porque hace muchas décadas que nos mezclamos y los políticos salen de los ciudadanos…
Hoy no veo un gobierno en Cataluña que no tenga la huella de la independencia y de la izquierda. Unos y otros se retro alimentan. Hemos visto dos tripartitos en Cataluña. Seguramente veremos el tercero, pero será de izquierdas y llevará adjunta la divisa de la independencia y la república. Su objetivo será constituir un gobierno que pueda decir el primer día: "Decíamos ayer ...". No se si eso será bueno para Catalunya, lo que si que será es “sesgado”, porque la sociedad “repartidora” no puede sobrevivir sin la sociedad “productiva”, si quiere ir más allá del día en que se agoten las “existencias” heredadas de épocas anteriores. Véase el Ayuntamiento de Barcelona que ha pasado de tener superávit a estar cada vez en peor situación, para seguir siendo motor de Catalunya.
Seguramente los independentistas ganarán las elecciones del 21-D, a pesar de las grandes sumas de dinero que emplean los de Ciudadanos en su campaña electoral para aglutinar el voto útil unionista. Analizar críticamente el relato político instaurado en grandes sectores de la ciudadanía, y detener la inercia de cientos de miles de votantes convencidos y motivados, es una tarea difícil de realizar, por mucho que el potente aparato mediático simpatizante de los unionistas se afane en pronosticar el contrario. Más aún, cuando los comicios serán interpretados no en clave autonómica, sino plebiscitaria. Esta circunstancia no depende de la naturaleza de la convocatoria, se ajusta más bien al designio político de aquellos que tienen una correlación de fuerzas favorable. Independentistas y soberanistas formarán probablemente un frente común, con similares objetivos y reivindicaciones. Probablemente contarán con el apoyo de podemitas catalanes con los matices necesarios.
Si el probable nuevo gobierno independentista que se forme no cambia de orientación y continúa con el viejo “Full de ruta”, el gobierno español volverá a aplicar el 155 y volveremos a vivir un déjà-vu. El autogobierno volverá a quedar dañado y las elecciones deberán convocarse de nuevo. Desearía equivocarme, pero basta escuchar las declaraciones de los portavoces de los partidos para comprobar que estas nuevas elecciones son un pretexto para dar un paso adelante con las mismas intenciones. Pensar que el proceso está muerto es un grave error político, propio de ingenuos bienintencionados.

Mientras, seguimos estando cojos y echando a faltar un partido  político catalanista humanista, liberal y de centro que pueda ayudar a conseguir para los catalanes una vida de libertad, de prosperidad y de orgullo catalán bien entendido. Seguiremos esperando a las próximas elecciones. Mientras tanto, agárrense al flotador y recen para que no termine de zozobrar la barca y si fuera así, pronto no tengamos nada que rescatar ni conservar.

No hay comentarios: