lunes, 8 de abril de 2019

BREXIT, Catexit,... ¿Son galgos o podencos?

El Brexit responde a un movimiento supremacista y nacionalista de las élites conservadoras británicas que han influido en Europa y en el mundo durante más de dos siglos. Son una minoría que ha estudiado en las mejores escuelas y univer­sidades, es viajada, bien conectada entre ellos y con trabajo asegurado tanto si se dedican a la política, a las finanzas, al periodismo o a la empresa. Muchos pueden vivir de renta. Son cultos y hablan inglés académico y elitista.

Hay que abandonar la esperanza de que Gran Bretaña se comporte como un socio fiable de una Unión Europea que no puede controlar pero sí dividir y fragmentar, como siempre, para el servicio de sus propios intereses. 
Es lógico que la paciencia se vaya agotando en las instituciones europeas y que se exija a los británicos qué quieren exactamente, porque ni ellos, con las inacabables y lúcidas discusiones en la Cámara de los ­Comunes, acaban de ponerse de acuerdo.
Es insólito que un pueblo que pone por delante sus intereses, su sentido práctico de la vida y de la política, se encuentre ahora en un callejón sin salida que mantiene en vilo a las democracias liberales.
Todos los altos funcionarios de Bruselas admiten que los británicos son excelentes funcionarios y saben cómo administrar sus intereses en debates abiertos y civilizados.
Los sucesivos gobiernos de Londres no entraron en el euro ni tampoco en la libertad de fronteras establecida en el tratado de Schengen. Han estado en Europa a la carta, como han querido, se les han permitido todos sus caprichos y peticiones. Pensaban que la City seguiría siendo hegemónica y que el BCE, con sede en Frankfurt, no constituiría una amenaza al centro financiero de Londres.
La prensa popular, con millones de ejemplares vendidos, y los diarios de más calidad, a excepción del Financial Times, pusieron la proa contra Bruselas desde el comienzo. Sin embargo, la mayoría de los primeros mi­nistros británicos se han estrellado en los arrecifes de Europa.
Cameron no cumplió su promesa electoral de limitar la inmigración y tuvo la ocurrencia de convocar un referéndum. Pensaba que lo ganaría como el de Escocia y no contó con las sutiles y sibilinas prácticas de sus correligionarios, que recurrieron a mentiras gruesas para convencer a una mayoría de británicos de que la Pompa y circunstancia era acatada por todo el mundo.
Para convencer a casi un 52% de los británicos de la necesidad del Brexit no fueron a las ciudades y a los centros de la modernidad. Acudieron a la vieja Inglaterra, conservadora y rural, miedosa del futuro, nacionalista y tradicionalista, populista y puritana, más pobre también, exhausta y vencida de las guerras que ganó.
Los ingleses nunca han querido formar una familia europea y dotarla de una estructura bajo la que podamos todos prosperar en paz, en seguridad y en libertad. Nunca han querido ayudar a construir algo parecido a los Estados Unidos de Europa, ni siquiera para conseguir mantener a los americanos dentro, a los soviéticos fuera, y a los alemanes abajo. Los ingleses se siguen creyendo superiores a los continentales, sin querer admitir que las relaciones de poder han cambiado, que USA tiene otros socios y otros competidores más allá de Europa, que sus antiguas colonias en Asia miran más hacia la Asia Emergente que a la antigua Inglaterra y que por si solos ya no pueden seguir imponiendo su ley aprovechándose del gran mercado europeo sin corresponder con las ayudas pertinentes.
"LOS DOS CONEJOS" - Tomas de Iriarte .
Europa debería dar un paso hacia el futuro. Estamos anclados en las disputas de los siglos XVII y XVIII sobre las naciones y estados que forman Europa. Ahora, la pregunta podría ser: que países, regiones, naciones o estados quieren formar parte de una Federación Europea en la que la soberanía no resida en ningún antiguo pueblo europeo sino en los europeos, con un gobierno federal, leyes fiscales comunes, ejército común, impuestos a empresas comunes, sin paraísos fiscales internos y las mismas oportunidades sociales para todos sus ciudadanos. No me parece lógico que no comprendamos que los pequeños estado europeos, y me refiero a Alemania también, van a tener voz en el mundo actual. Cómo podemos fomentar un mundo más ético si hemos perdido la ética por disputas internas que desean volver a siglos pasados.
El continente está amenazado desde el punto de vista demográfico y, por tanto, abocado a un crecimiento lento. A medida que decaiga la cuota de Europa del PIB global, menos capacidad tendrá esta de determinar la naturaleza de las relaciones internacionales. Lo que deja a China como el candidato obvio a ocupar el espacio desalojado por Estados Unidos. Mientras Europa tiene que batallar en cien frentes, China avanza en sus alianzas, con sus proyectos de ferrocarril, su ruta de la seda, sus acuerdos con Italia (tela Italia como pasa de Europa, esto ya le pasara factura) no queremos aprender del pragmatismo y de la unión de los chinos(que duplican todo lo que inventa Silicon Valle, con su copia de Facebook controlado, su copia de Twiter , su copia de Amazon, su copia de tecnología de móviles, de WS, de satélites etc. 
China, en tanto principal socio comercial y fuente de inversión extranjera en un número creciente de países, ya posee cierta capacidad de influir en el orden económico internacional. La cuestión es ¿qué clase de orden tiene China en mente?.
Mientras, Londres sigue discutiendo con Bruselas si son galgos o podencos. El gobierno Catalán sigue haciendo algo similar a mucha menor escala con el Gobierno de España. Mientras, la ciudadanía seguimos absortos mirando nuestro ombliguito, sin ser conscientes de que estamos en un pequeño cascarón en medio de un amplísimo océano de intereses y que nos podemos ahogar en cualquier momento si no buscamos un socio-comunidad que nos permita enderezar el rumbo aleatorio con el que hace años que nos movemos.


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