¿Saben que Singapur es una sociedad mucho más desigual que España? ¿Saben que tiene una renta per capita mayor para todos los quintiles de la distribución de la renta?. En Singapur también hay pobres y ricos, pero “sus pobres” (muchos menos en porcentaje) son mucho menos pobres que “nuestros pobres”.
Los españoles nos enorgullecemos de ser muy solidarios y acogedores, sin embargo olvidamos que el objetivo primordial de cualquier persona preocupada por el bienestar ajeno debería ser el de incrementar los ingresos del conjunto de la población, no el de reducir los diferenciales entre esos ingresos. El bienestar de un individuo sabemos que sí está estrechamente relacionado con su nivel de renta: a mayor renta, mejor alimentación, mejor sanidad, mejor educación, mayor tiempo de ocio, etc.; El bienestar de las personas no debería guardar relación alguna con el grado de desigualdad de la sociedad en la que residen pero si lo hace. ¿Será porqué la “envidia” nos hace codiciar lo ajeno y en lugar de trabajar para superarnos, nos enfada que nuestro vecino tenga mas “XXX” que nosotros.
La evidencia apunta a que la desigualdad no perjudica al crecimiento económico y, por consiguiente, al aumento de los ingresos de todas las personas. Por ello, resulta claramente preferible una sociedad de rentas desigualmente elevadas a una sociedad de ingresos igualmente míseros. La política económica prioritaria debería ser la de relanzar el crecimiento económico inclusivo (un crecimiento que nos beneficie a todos, aunque lo haga en proporciones desiguales), no la de redistribuir la renta cada vez más mínima. Y esto no se consigue por decreto ley.
El principal problema económico al que se enfrenta una sociedad no es la desigualdad sino la pobreza. Es decir, el desempleo y el subempleo; los salarios estancados; el sobreendeudamiento familiar; la obsolescencia del capital humano en relación con las necesidades del mercado; el encarecimiento de los alquileres y del restante coste de la vida, etc. Todos ellos son factores que nos empobrecen y, sobre todo, que mantienen en la pobreza a una parte de los ciudadanos, pero no son factores que necesariamente generen desigualdad. Estos factores deberían evolucionar a mejor (más empleo; salarios crecientes; coste de la vida decreciente…), de tal manera que el conjunto de los ciudadanos se enriqueciera, pero ese enriquecimiento podría a su vez distribuirse de manera desigualitaria (de modo que unos se enriquecerían más que otros). Desde un punto de vista económico y social lo ideal es reducir la pobreza en lugar de empobrecer a la clase media para que todos seamos más igualmente pobres. Recordemos que las guerras o las epidemias devastan a toda la sociedad y sin embargo aumentan la igualdad.
La desigualdad se reduce si se crea empleo aunque no sea de optima calidad. Lo que no ayuda a reducir la pobreza es tomar medidas regresivas que además aumentan la desigualdad, como:
-Aumento generalizado de las pensiones (los pensionistas son en términos medios el colectivo que ha mantenido su poder adquisitivo durante la crisis (a los pensionistas se les ha subido un poquito y a los trabajadores se les ha bajado mucho), de modo que aumentar sus ingresos a costa del resto de la población aumenta la desigualdad);
-Incremento del salario mínimo y de las regulaciones laborales (que contribuyen a destruir empleo y por tanto a aumentar la desigualdad);
-Aumentar los ingresos de los empleados públicos (al hallarse estos en la parte alta de la distribución de la renta, concentrar más renta en sus manos hace crecer la desigualdad), sin contar a los empleados públicos de libre designación que cobran mucho y producen poco;
-Converger hacia el promedio de recaudación de la Unión Europea (lo que supone introducir figuras fiscales más regresivas dentro del sistema fiscal español),
-Gratuidad del primer año de las matrículas universitarias (que supone transferir ingresos del conjunto de los contribuyentes no solo a los hijos de familias pobres sino también de familias de renta alta).
-etc.
Se que leer esto no habrá sido agradable para muchos. Se que a todos nos gusta recibir “regalos” o que nos “traten favorablemente” y por ello cuando algún político nos dice que nos tratará favorablemente o nos regalará algo nos alegra el día; pero deberíamos recordar que "el que regala y bien vende el que lo toma lo entiende” y pensar que recibir “prebendas” (injustas para los que tienen que pagarlas y no se benefician de las mismas) no resolverá nuestro problema de fondo: la pobreza.
Si queremos ser justos deberíamos entender que el principal problema de los españoles NO es la desigualdad y que cebar el tamaño del Estado a costa de la clase media, solo significará más poder para los políticos y menos para los ciudadanos, y no ayudará a reducir la desigualdad sino todo lo contrario. El Estado debería facilitar que los ciudadanos puedan ganarse la vida dignamente y no convertirse en un mal empresario en todas las facetas de la vida, fomentando el enchufismo y el despilfarro improductivo. Algunos insisten en que se crea riqueza de sobra pero se reparte injustamente. Es cierto que se crea riqueza, menos de lo que sería ideal, y que se puede repartir más justamente. Habría que empezar por eliminar muchos políticos insuficientemente preparados, algunos corruptos, burócratas, lobistas y resto de vagos y parásitos subvencionados con carné, a costa del expolio generalizado de quienes se desloman trabajando y se sacrifican ahorrando.
Quieren hacernos creer que la virtud es un vicio, que la aplicación, el esfuerzo y la austeridad generan envidias y desigualdades intolerables, pues nadie debe sobresalir de la mediocridad y hay que igualar por abajo, pero no es cierto. Las perversas sanguijuelas políticas que se nutren de provocar malestar y enfrentamiento también provocan diferencias y causan desigualdades.
Cuando se respeta el fruto del trabajo de las personas más honradas y diligentes sin arrebatárselo ni esclavizarlas, todo el mundo trata de emularlas y el éxito se generaliza en un entorno de sinergia, colaboración, mutuo apoyo, felicidad y recompensa. La fórmula es bien sencilla: escrupuloso respeto a las personas y a sus creaciones, a su propiedad, mediante iguales normas simétricas para todos sin ninguna clase de privilegio o discriminación falsamente positiva. Así es más probable que la riqueza general se dispare y se reduzca la desigualdad material, pues por un proceso de simple ejemplaridad e imitación, la sociedad tendería a homogeneizarse en la prosperidad de manera espontánea. Por el contrario, si nos afamamos deliberadamente en dividir la sociedad en ricos y pobres, solo conseguiremos un autosostenido círculo vicioso de rencillas y odios.
Todos los que interfieren los acuerdos libres y voluntarios, frustran beneficiosos negocios para todos generando monopolios abusivos en exclusivo beneficio de unos pocos relativamente favorecidos por el poder, que, en medio de un empobrecimiento general, y merced a dicho monopolio logran vivir mejor que el resto. Al destruir los precios de libre mercado, eliminan la información indispensable para una eficaz coordinación productiva. Al confiscar buena parte de las ganancias, desincentivan el empeño y la laboriosidad, pero estimulan la molicie y la dependencia; al baremar méritos y ponderar derechos en función de clases e identidades colectivas y no de responsabilidades personales, nos retrotraen a épocas oscuras que parecían superadas pero a la vista está que no lo están en absoluto. Toda esa maldad está perfectamente estudiada y diseñada a fin de causar agravios, miseria y malestar de la que culpar a otros, a los chivos expiatorios oficiales -utilizando el control de medios y el totalitarismo de la corrección política- para justificar renovadas intervenciones que sostengan el malestar y sus poltronas, porque ellos sí que viven muy bien con sueldos astronómicos y prebendas variadas mientras los demás cada vez hemos de trabajar más, ahorrar y aguantar calificativos de insolidarios, para que ellos se lo gasten alegremente.
Lamentablemente, muchos políticos no han trabajado en su via en el sector privado y no tienen ni idea de cómo crear riqueza. En cambio, saben perfectamente cómo meter la mano en el bolsillo de los trabajadores de las clases medias en busca de “recursos” y, para ello, no dejan de inventar argumentos más o menos ramplones o torticeros. No tienen ningún escrúpulo en mentir, no se rinden ante la evidencia y aman tanto a los pobres que no cejan de aumentar su número para expandir su amor fraterno.
Si atendemos a las finanzas personales que declaran, demasiados políticos no saben nada acerca de la riqueza y por tanto son incapaces de establecer las bases para crearla y para que ésta empape y mejore las condiciones de todos los ciudadanos. Desgraciadamente son expertos en “buscar recursos” que otros han generado con su esfuerzo, dilapidarlos y repartírselos entre sus amigos próximos. Si este proceder se probara en ciudadanos normales seguramente irían a la cárcel por ladrones o serían despedidos de su trabajo por inútiles. Pero se han metido en política y lo enmascaran con el manto legal de la cosa publica. Como se da el caso de que somos un país con mucho vago, envidioso y poca formación económica, las palabras de estos aprovechados caen en terreno abonado y hacen las delicias de muchos que ya se ven viviendo a costa del sudor ajeno.
Después de haber metido el sobre en la urna, los políticos se aprestan a repartirse las poltronas y a ver que pueden con su cargo. Lo prometido queda rápidamente olvidado y los ciudadanos con un palmo de narices, no les queda otra que lamentarse y volver a preocuparse por lo suyo.
Ya lo dicen, el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y es que no aprendemos… Recuérdenlo el domingo que viene.
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