martes, 5 de enero de 2021

Deberíamos relajarnos

 Deberíamos relajarnos porque si seguimos así, nuestra salud mental peligra.


El clima pandémico, por sus implicaciones sanitarias, económicas, sociales y especialmente humanitarias, provoca en las personas una sensación de descontrol y mucha incertidumbre; e inevitablemente afectará más a las personas vulnerables, temerosas o aprensivas respecto a la importancia que dan a la salud.

La mayoría manejamos mal las amenazas evidentes contra nuestro bienestar, y un virus ante el cual no tenemos tratamiento es una amenaza para nuestra sensación de seguridad y control sobre nuestro futuro. 

Aunque no lo parezca, las amenazas víricas son bastante más letales que una guerra o un régimen totalitario depurando opositores, y por tanto es lógico que nos preocupe la enfermedad Covid-19. Si además hay una percepción de una gestión mal coordinada, desordenada e ineficaz, la sensación de incertidumbre aumenta. En estas circunstancias es normal que las personas nos sintamos en general raras, desubicadas e inseguras

No es que seamos neuróticos o hipocondríacos sino que no podemos creer que después de los cientos de millones de vidas que se han cobrado los virus a lo largo de la historia moderna, no haya un plan perfectamente coordinado, meditado y estructurado para gestionar este tipo de problemas que se vienen repitiendo cíclicamente desde hace cientos de años con mayor o menor intensidad, y diferentes formas clínicas. ¿Tan poca memoria tenemos?

Actualmente a una persona preocupada, asustada, insegura, nerviosa o muy inquieta por la incertidumbre de la situación actual no se la puede acusar de neurótica. Ya tenemos más de 60.000 personas fallecidas en España y seguimos... Por el momento    no parece que vaya a frenarse, a pesar de que los dirigentes han tenido casi 10 meses para trazar un plan efectivo o al menos copiar uno similar al que usan en países donde la pandemia si está más o menos controlada, en similares circunstancias demográficas, donde parece que han  fallecido muchísimas menos personas. No hablo de China cuya información no es fiable sino de por ejemplo Corea del Sur.

El malestar social es frecuente en todas las pandemias y tampoco podemos negar la evidencia de que los seres humanos tendemos a buscar culpables cuando las cosas se ponen mal. No avanzaremos nada poniéndonos muy nerviosos ante esta situación, pero NO hay motivos tangibles externos a nosotros que nos ayuden a calmarnos. Hemos de ser muy comprensivos, respetuosos y tolerantes, con el malestar de quién piensa que no se está gestionando bien la situación. 

Las personalidades más flexibles y adaptativas sufren menos y llevan la situación con más solvencia. Por supuesto el que no se haya visto implicado en la muerte o enfermedad de un familiar cercano, o un bache económico-laboral grave, lo pueden llevar mejor, aunque si son responsables y están informados les normar que tengan sus miedos. 

Nuestras autoridades no nos han dado motivos para confiar ciegamente en las cifras que nos dan, pero parece que hay un sobre-fallecimiento estatal de más de 60.000 personas respecto a otros años. Es como si todos los días se hubiera estrellado un avión repleto de pasajeros. Muchos cientos de miles se han visto afectados por el virus y han tenido que pasar por la inquietud de no saber en que iba a derivar su sintomatología clínica ante el proceso vírico.

Todas esas personas tienen familiares y todo eso tiene un importante sobrecoste emocional en la población general, sin olvidar el desgaste de las medidas restrictivas sobre nuestras libertades de movimiento o los confinamientos, pues nuestras fuentes de presión permanecen estables o aumentan, mientras nuestras fuentes de evasión se ven seriamente disminuidas.  

Cuando el cerebro pasa mucho tiempo en estado de alerta ante la alta incertidumbre, es normal que muchos personas se sientan sobrepasadas e incapaces de aguantar la presión sostenida en el tiempo. Muchos se encierran en su caparazón y no saben ni como buscar ayuda, aparte de los que no se atreven a ir al centro de Salud u hospital porque tienen miedo o simplemente les dan largas para ser atendidos.

Los problemas, más allá de la saturación informativa, la frustración por no poder llevar una vida normal o por la percepción de lo descoordinado e ineficaz de la gestión de las autoridades, son los mismos que tenían las personas antes de la pandemia, en ocasiones un tanto atenuadas por el clima social, económico, sanitario y humanitario. No podemos olvidar que a pesar que se intenta que los hospitales no se desborden y que hay que sostener mínimamente la economía para que no se produzca una gran  depresión, han fallecido más de 60.000 seres humanos que han dejado a sus respectivas familias, parejas, hijos, hijas, amigos, amigas, nietas, nietos, abuelos y abuelas. Y más que fallecerán en los próximos meses porqué nada a terminado.

Estamos viviendo amenazados de muerte por el virus y debemos tener permisividad con nuestras sensaciones de frustración, ira, tristeza o miedo porque son totalmente normales. Además la gestión de esta gran crisis arroja uno de los peores resultados del planeta, si bien no muy diferente del resto de democracias occidentales exceptuando tal vez a Alemania, Grecia o Portugal. Para gestionar emocionalmente la incertidumbre, sólo nos queda aguantar, resistir, ver lo que está en nuestra mano resolver o en que podemos colaborar. También podemos  denunciar las inoperancias con ánimo de que los "gestores" rectifiquen y mejoren. Además nunca sobra proponer ideas para reducir las pérdidas de todo tipo en lo posible.

Parece que ya tenemos varias vacunas a punto de ser aplicadas. Continuamente están saliendo mejoras en los tratamientos que aminoran la letalidad del virus, pero mejorar la funcionalidad de las vacunas o descubrir un tratamiento definitivo NO está en nuestras manos. El modo de gestionar el avance del virus NO está en nuestras manos, mas allá de seguir las restricciones que se nos impongan las autoridades, o nos auto-impongamos siendo responsables de nuestro comportamiento y acciones para lo que hay mucho gap de mejora. 

Que se reduzca la tensión política, económica o social NO está en nuestras manos, más allá de procurar estar tranquilos, no echar más leña al fuego (sin que eso signifique no pedir responsabilidades a los gestores públicos que no hacen bien su trabajo, ni a los grupos de personas que no se comportan bien), hacer nuestros números o procurar tener cuidado de no dañar nuestras relaciones familiares y sociales cercanas con discusiones insidiosas y cansinas que no conducen a nada.

Sin embargo, lo que sí está en nuestra mano es ahondar en la percepción del proceso, que será la herramienta que nos permitirá aguantar y ser más pacientes. 

La pandemia es un virus que se ha extendido por el mundo haciendo un enorme daño humanitario, sanitario, social, político y económico. El que se resuelva y podamos continuar con nuestras vidas (no con la anterior que ya era muy mejorable) inevitablemente será un proceso de duración indeterminada, que dependerá mucho de la ciencia, de las industrias farmacéuticas y asociadas a la salud y a los gestores públicos. Eso llevará mucho tiempo, más cuanto menos colaboremos todos y peor se gestionen los recursos. Por ello debemos estar mentalmente preparados por si ese tiempo se alarga más de lo que deseamos o surjen inconvenientes durante el proceso que lo puedan entorpecer.

Debemos procurar permanecer lo más calmados posible e intentar tener perspectiva  para no decaer anímicamente o agotarnos antes de que todo esto se resuelva positivamente, como así será. Es esencial estar correctamente informados visitando sitios científicos contrastados o escuchando a profesionales de valía y ética contrastada, ser realistas, ajustar las expectativas a la realidad y ajustar los gastos  evitando despilfarrar. Ahora se ha podido comprobar lo útil que es planificar y  «guardar algo» de lo ganado para subsistir durante las crisis.

Para que tengamos en cuenta a nivel particular los expertos recomiendan y parece razonable hacerles caso, lo siguiente:

— Procurar regularizar el sueño ayudándonos de lo que a cada uno nos funcione.  Desde bajar el ritmo de procesamiento de información antes de irnos a la cama hasta el medicamento que recete el médico si no nos basta con otras medidas más simples para conciliar el sueño. De ese modo al día siguiente nos podremos sentir más “preparados” para afrontar lo que venga.

— Procurar mantener hábitos alimenticios mas o menos saludables, de cara a fortalecer nuestro sistema inmune, así como hacer algo de ejercicio aeróbico o anaeróbico moderado y sin brusquedades, porque sino ls agujetas nos impedirán ser regulares. Siempre escuchando al cuerpo y sin forzar en exceso. Evitar lesiones y en definitiva hacernos el menor daño posible es una manera en que podemos ayudar a gestionar el colapso de los centros de salud/hospitales y no poner en riesgo nuestra salud.

— Procurar estar en espacios ventilados, con distancia de 2-3 metros entre personas (tres siempre mejor que dos), cuidar nuestra higiene de manos (siempre limpias antes de tocarnos boca, nariz, ojos), así como usar mascarilla donde se recomiende. Así mismo, nos hará sentir mejor buscar espacios donde no haya gente alrededor y donde podamos respirar sin mascarilla para oxigenar nuestro cerebro adecuadamente. Pasear o correr por parques, montes o playas nos darán un aporte de energía extra. 

— Restringir lo más posible la cantidad de "información no especializada", por ejemplo las soporíferas intervenciones de los políticos vía televisión, Internet, periódicos o radio acerca de la pandemia. Siempre y cuando observemos que nos saturamos o nos siente mal debemos hacer un "apagón digital" porque nuestro cerebro se agota de procesar toneladas de información desordenada, confusa, difícil de entender, repetitiva, rayando a veces la obsesión. En Catalunya sabemos mucho de eso.

— Mantener la calma y trasmitir positividad a las personas de alrededor y no únicamente quejas, críticas y preocupaciones, que en definitiva son “energía negativa”. Conviene que cada uno procuremos gestionar nuestro malestar. Si notamos que nos desbordamos o descompensamos, hagámonos cargo de nuestro malestar y no lo volquemos en nuestras relaciones cercanas de un modo crónico. Si nos sentimos desbordados, podemos consultar a profesionales de psiquiatría o psicología clínica. Ellos son expertos y se les puede exigir lo que no se puede exigir a parejas, familiares, hijos, amigos…

— Pese a la gestión mas o menos deficiente que hagan las autoridades nacionales y autonómicas, y a la poca colaboración de muchas personas, las vías de solución están en camino. Son los científicos los que van a descubrir la solución, que otros tendrán que desarrollar y debemos confiar en que todo va a ir bien; pero debemos mantener la calma y tener percepción de proceso a medio-largo plazo. Debemos ayudar a que las cosas vayan como únicamente pueden ir. Lo que tenga que suceder, sucederá cuando tenga que suceder, no cuando cada uno de nosotros deseamos, por más frustrados, nerviosos e indignados que nos sintamos. Por tanto calma y procuremos no entorpecer a los que trabajan para salvarnos o ayudarnos.

— Si bien expresar nuestra opinión o como nos sentimos en las redes sociales puede ser de ayuda para los que nos sentimos/pensamos de forma similar y aunque tengamos sobrados motivos, sólo deberíamos canalizar la ira en su debido momento y democráticamente. Si no estamos a gusto con como se están llevando las cosas, no nos queda otra que actuar cívicamente, con calma, tener presente los hechos (apuntarlos si la memoria reciente no es muy buena) y ya llegará el momento de expresar nuestro malestar colocando un voto en alguna urna. Cualquier otra actitud difícilmente va a redundar en un beneficio directo personal ni familiar. 

— Si alguien entiende que la actitud de los gobernantes en esta pandemia se puede tildar de negligencia criminal, de imprudencia temeraria, o de impericia, debería denunciarlo en los tribunales. Cargar las tintas más de lo necesario sólo redundará en una cronificación o sostenimiento de la frustración en el tiempo, lo cual nos terminará agotando, sin que nada cambie. Nadie oye el ruido ensordecedor de las cacerolas mas que el que la toca, pero el que debería oírlas no las oye.

— Debemos ser permisivos con las emociones que sintamos en cada momento, pero siendo responsables con la gestión de estas para no hacernos daño más allá de lo normal o necesario, ni a nosotros ni a los de nuestro alrededor. Tenemos que intentar ser apoyos en lugar de cargas.

— En la vida diaria debemos organizar rutinas con las que nos sintamos cómodos. Así no nos preocuparemos tanto, pues ya nos hemos ocupado de qué hacer para estar ocupados y distraídos.  Si solo nos preocupamos en lugar de ocuparnos en resolver lo que nos preocupa acabaremos mal de la cabeza.

— Cuando vienen crisis de este tipo, tenemos esperanza de que sean una oportunidad de crecimiento social. No tengamos grandes expectativas de que ello vaya a ser así. En realidad hay personas avispadas, que aprovechando el desconcierto usan estas crisis como una oportunidad para satisfacer determinados deseos personales. Actúan de forma oportunista para aprovecharse instrumentalizando a los demás para satisfacer determinados caprichos, que únicamente suelen redundar en beneficio del que los promueve y hace reaccionar a las masas a costa del perjuicio de la mayoría. Hemos de tener esto en cuenta y alejarnos del tumulto, intentando ver con claridad y espíritu crítico los acontecimientos que están sucediendo, huyendo de las «opiniones interesadas» que nos intentan vender como «información veraz» lo que es opinión manipuladora. Hemos de procurar no perder el temple y la moderación, aunque nos acusen de poco claros y equidistantes. Sin calma, sin saber estar y sin respeto por las opiniones de los demás pronto se empiezan a crear gigantes en lugar de molinos de viento y las profecías se autocumplen. Ver gigantes asusta, intimida, pone a las personas a la defensiva y definitivamente les sienta mal. La realidad es siempre compleja, se puede ver desde muchos puntos de vista, y reducirla únicamente a dos polos suele ser un trabajo que la propaganda de los  populistas y extremistas realiza eficazmente. Deberíamos procurar que estos polarizadores no usen la situación de miedo, enfado y la incertidumbre producida por la pandemia para acrecentar nuestro malestar. En cuanto empecemos a sentir que nuestros contactos próximos o en las Redes sociales se exceden en su intento de «polarizarnos» y atraernos hacia «su extremo», debemos parar y calmarnos. Intentar detectar falsedades, analizar quién gana con el mensaje, relativizar y redimensionar los inputs a su adecuada dimensión. Así podremos relajarnos, sentirnos mejor y podremos observar las cosas con más perspectiva y espíritu crítico.

Cuando detectemos algún aumento de «conflictividad intrafamiliar» provocada por las fuentes de presión externas, debemos procurar atajarla inmediatamente. Todos estamos más presionados por lo mucho que se alarga la situación molesta, por la incertidumbre y por todo lo que nos «ata y nos impide actuar con libertad». Solo nos queda respirar hondo, calmarnos, ser mucho más pacientes de lo que somos habitualmente y tratar de que las cosas no se desborden.

También podemos hacer planes e ilusionarnos con ellos para ponerlos en marcha en cuanto podamos. Si finalmente podemos desarrollarlos, ya tendremos trabajo adelantado y si no, pues nos habremos distraído en el proceso.

Ánimo! Tenemos el resto de nuestra vida por delante. Aprovechémosla de la mejor forma posible.


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