La contemplación de un grupo humano unido pacíficamente en pos de un ideal colectivo que trasciende del interés individual inmediato provoca, a cualquier persona medianamente sensible, una cierta emoción.
Es innegable que en Catalunya existe un sentido de comunidad que viene de lejos y que quiere proyectarse al futuro. En las manifestaciones del 11 de Setembre cualquiera ha podido ver representadas al menos tres generaciones: padres, niños y abuelos concretando una fuerza tranquila pero tozuda, frágil en apariencia pero persistente hasta el extremo, de la nación catalana.
En los últimos años, la crisis ha puesto más de manifiesto la actuación poco leal e insolidaria de las autoridades del gobierno central hacia Catalunya (territorio y personas) y colaborado a ampliar en grado superlativo el grupo de gente que, sin tener una fuerte convicción nacionalista catalana, si que demanda un trato mejor, más transparente y más justo hacia los catalanes y hacia el motor económico que supone Cataluña en beneficio de los propios catalanes y también de los españoles.
La voluntad de ser de los “catalanistas de toda la vida” que permanece incólume y se transmite de generación en generación, pese a todos los avatares (inmigración masiva en diferentes oleadas, prohibición de usar públicamente la lengua propia, negación-tergiversación de la cultura catalana, falta total de promoción exterior, etc.), se ha visto muy reforzada por un amplísimo grupo de catalanes, desde Barcelona hasta el último rincón de la tierra catalana, que demandan un trato más justo y solidario por parte del gobierno central.
Al mismo tiempo, ajeno a estos hechos enumerados, el “grupo” asentado sobre el Estado, que lo usufructúa en beneficio propio, se mantiene inmune a cualquier apelación racional que implique un reparto de poder, ya que esto lesionaría sus particulares intereses.
Este grupo es el que hace que el Gobierno español se enroque en una defensa numantina de una legalidad constitucional literalmente interpretada y se oponga a toda consulta, con olvido de que hoy en día, tanto en el plano privado como público, es inviable la imposición indefinida de cualquier tipo de convivencia forzosa.
Además con las acometidas permanentes de un potente aparato mediático esparce su interesada idea de España-Castilla presentándola como la idea única y auténtica de lo que es y debe ser España y pienso que este mensaje se ha instalado de tal manera en el conjunto de la sociedad (más fuera que dentro de Cataluña) que se ha convertido en una verdad transversalmente incontestable.
Hace tiempo que parece que muchísima gente no usa la razón. No busca datos concretos y demostrables y si les llegan a través de alguna persona con mente más fría y equilibrada (cada vez más difícil de encontrar) y con voluntad de analizar distintas alternativas, se niegan cabezonamente a atenderlos, ni siquiera a examinarlos. Una gran parte de esta mayoría silenciosa está subyugada por las brutales acometidas de la “caverna mediática” y muchos medios de comunicación de masas dominados por quienes están interesados en mantener su actual status quo. Son huéspedes de los "memes": contenidos que en la actualidad se producen por y para la red y los medios de comunicación de masas y se extienden de forma viral porque entretienen o son útiles para algún propósito, se sostienen en el tiempo, tienen la capacidad de asimilarse y replicarse fácilmente y además pueden evolucionar en nuevos memes al innovar sobre ellos.
Inmersos en este contexto nebuloso y cada vez más crispado, pienso sinceramente que sólo la franca aceptación, del Gobierno de España, de la celebración de una “consulta” para que los catalanes decidan el destino de su país, podría aún impedir un proceso que se adivina inexorable y perjudicial para todos. Pero no albergo muchas esperanzas de que así sea, de que estos grupos de pongan “seny” en el asunto porqué los “lobbies” interesados en mantener el poder y el dinero de los “motores económicos” harán todo lo mucho que está en su mano para impedirlo. La clase dirigente española repetirá viejos errores provocados por la ignorancia, consolidados por el egoísmo y sostenidos por la soberbia. Y, cuando llegue la debacle, aún tendrá la desvergüenza de quejarse de un destino que ella ha contribuido más que nadie a forjar.
Es una pena que todos nosotros tengamos que padecer estos desmanes de la clase política extractiva española y que cuando tengamos ocasión no hagamos nada para salir del letargo en el que nos hunde la anestesia que nos aplican a través de múltiples medios. Por ello me sumo al alegato del Sr. López Burniol en su artículo de La Vanguardia y dejo constancia expresa de mi repudio, de mi desdén y de mi pena por esta actitud suicida de las autoridades políticas españolas, de huida hacia delante, de falta de sentido común y altura de miras políticas, de no encarar la realidad y trabajar para negociar y buscar soluciones mejores para todos.
La ciudadanía no nos merecemos estar secuestrados por esta casta política y por lo menos, no debemos confundir los sentimientos de los catalanes ni de los españoles con los actos de esta casta política extractiva que tenemos instalada en el poder.
Todo esfuerzo que se haga por informar verazmente y por clarificar las informaciones/propaganda que los abanderados de uno y otro bando difunden, nos ayudarán a entender las cosas, huyendo de los estereotipos malintencionados y separando las verdades de las mentiras. Necesitamos más información veraz y contrastada y menos propaganda. Sólo así podremos formarnos una mejor opinión de los temas y con mejor conocimiento de causa, dialogar con nuestros conciudadanos y mejorar nuestras vidas y nuestra sociedad, que al fin y al cabo es lo que toda persona de bien desea.
©Juan JAS
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