Señalaba el famoso
inversor Warren Buffet que “gran parte
del éxito de una inversión se puede atribuir a la inactividad” y que “la
mayoría de los inversores no pueden resistirse a la tentación de comprar y
vender constantemente”.
Los “brokers” o agentes de bolsa se encargan de
mantener alta la tentación porqué ellos siempre cobran comisión,
al actuar como intermediario entre el comprador y el vendedor, sin
importar cual de los dos pierda en la transacción.
En los temas de inversión hay tantos criterios como
inversores y el mío es que en un entorno como el actual, de no producirse
complicaciones, la mejor decisión es “quedarse quieto”, siempre que estemos invertidos
en los productos de inversión más convenientes para nuestro perfil de riesgo.
En esta adecuada elección del producto está la clave de todo y prácticamente
nadie te asesora, sobre este tema, de forma independiente y personalizada.
Como
en muchos cosas de la vida estamos solos ante el peligro de la jungla
económica. Dependemos de nosotros mismos.
Nosotros somos los últimos
responsables de las decisiones que tomamos. Por ello debemos formarnos,
informarnos bien y reflexionar a fondo antes de tomar la decisión de cómo y en
que invertir. Es una responsabilidad que no se debería delegar nunca. En todo
caso, si se delega la ejecución de la inversión, la responsabilidad de los
resultados sigue siendo nuestra.
En nuestra sociedad, mucha gente consulta varias
tiendas, lee revistas, incluso prueba el producto antes de comprarlo y todo ese
esfuerzo antes de decidirse a comprar un producto que vale menos de 1000€ o
incluso mucho menos. En cambio no tenemos ningún reparo en “desprenderse” de
decenas de miles de euros y dejárselos a un representarse de un banco que nos
vende un producto financiero en 10 minutos. Como, en general y con la excusa
que “no entiendo de este temas económicos tan complicados”, empleamos muy poco
tiempo en valorar si el producto financiero que nos quieren vender el “bueno o
malo para nosotros”.
Si usted es de los que suele decir “no entiendo de
inversiones ni de economía y estos temas de dinero se lo dejo a profesionales”,
le recomiendo que vea la película “El lobo de Wall Street”.
La sinopsis oficial explica que es una película
basada en hechos reales del corredor de bolsa neoyorquino Jordan Belfort
(Leonardo Di Caprio). A mediados de los años ochenta, Belfort era un joven
honrado que perseguía el sueño americano, pero pronto en la agencia de valores
aprendió que lo más importante no era hacer ganar a sus clientes, sino ser
ambicioso y ganar una buena comisión. Su enorme éxito y fortuna cuando tenía
poco más de veinte años como fundador de una agencia bursátil le valió el mote
de “El lobo de Wall Street”. Dinero. Poder. Mujeres. Drogas. Las tentaciones
abundaban y el temor a la ley era irrelevante. Jordan y su manada de lobos
consideraban que la discreción era una cualidad anticuada; nunca se conformaban
con lo que tenían.
Si deciden verla, les advierto: aprenderán poco de
bolsa y correrán gran riesgo de escandalizarse por el comportamiento de estos
respetables caballeros de vestimenta cara y apariencia seria e impecable.
Mienten más que los políticos en campaña electoral y no tienen ningún pudor en
robar al más necesitado. Carecen de cualquier valor moral. Adoran el dinero y
no escatiman ningún medio lícito o ilícito por conseguirlo. Por supuesto, los
daños colaterales carecen de la más mínima importancia.
En la película aparecen todas las imágenes del
tráiler pero en este no sale prácticamente ninguna de las numerosísimas
imágenes que podrán llegar a escandalizarle. Estas imágenes seguro que le
despertarán del falso mito “hay que dejar que nuestro dinero lo manejen los
profesionales para que lo cuiden y multipliquen”….
Es una película con mucha energía cinematográfica y
seguro que les gustará a los que les hacían soñar las películas de
universitarios americanos haciendo travesuras en sus hermandades, grandes
fiestas, mucho sexo, rock 'n' roll y nada de estudio ni exámenes. Ni siquiera
el que pasamos ante la vida.
A primera vista Martin Scorsese a ofrecido en
"El lobo
de Wall Street", tres horas de bacanal de sexo, drogas y consumo
conspicuo.
¿Hay algo más? ¿Ofrece un diagnóstico sostenido y
convincente de la patología terminal que nos aflige o es un síntoma
especialmente florido de la enfermedad que padecemos en nuestra sociedad
capitalista? Si la ven, ustedes mismos podrán contestarse esta pregunta y compartirla.
El protagonista Jordan Belfort es un ser humano
completamente despreciable, pero su encanto personal, le hace ganarse la
confianza de la gente y hacerles creer casi en imposibles. Desde un cuchitril
en el que vendían acciones de “centavo” con comisiones que alcanzaban el 50% a
pobres trabajadores que no entendían lo que compraban, monta una bola de nieve
o humo (Stratton Oakmont) en la que seguía vendiendo humo a gentes cada vez más
adineradas.
Las fechorías de Stratton Oakmont - una estafa basada
en el valor inflado temporalmente de acciones a menudo sin valor - tienen poco
en común con los elaborados, aunque como pasa en prácticamente todos los casos
impunes, esquemas que destrozaron la economía de una década después de la caída
de Jordan Belfort. Las ganancias de Jordan y sus métodos desagradables, operan
al margen de poder real y con el tiempo atraen la atención de la policía. El
pez grande, aún nadando libremente, se puede encontrar en "Inside Job",
magnífico documental de Charles Ferguson, indignado sobre los orígenes de las
crisis financieras, o en JC Chandor "Margin Call".
Ya sabemos que en este mundo nada es negro ni
blanco, sino todo lo contrario pasando por millones de niveles de gris. De
todas formas, más allá de las apariencias, se puede encontrar un trasfondo que
puede hacernos pensar que detrás de las instituciones más serias, puede esconderse
otra cosa. Después de ver esta película, cada vez que entremos en nuestra
oficina bancaria de toda la vida y nos ofrezcan un producto financiero para
buenos clientes como nosotros y nos hablen de su gran servicio de estudios
financieros, su gran sala de contratación, su equipo de asesores privados,
etc., seguro que esbozaremos una sonrisa sino una gran carcajada.
Tarjeta de felicitación navideña que los banqueros
enviaron
a todos los suscriptores de preferentes
y otros buenos productos de
inversión. (para ellos)
|
Seamos conscientes que estos vendedores de
“servicios financieros” no han hecho ningún juramento hipocrático ni ético ni
responsable para con el bienestar de sus clientes o la comunidad, con el que
orientar la práctica de su oficio. Su única responsabilidad es para con sus empleadores
y la principal finalidad de su gestión es obtener el máximo trasvase de dinero
de los ahorradores hacia el banco o la sociedad de valores que les paga su
sueldo y sus premios e incentivos. Si somos conscientes de ello, será más
difícil que seamos víctimas de un engaño por acción u omisión de información
relevante en nuestros tratos con el personal del sector bancario o financiero.
©Juan JAS
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