viernes, 16 de junio de 2017

Tenemos la piel demasiado fina ante las críticas

Todas las declaraciones son criticables. Por su contenido más o menos acertado o por como o cuando se hacen. La declaración de Mr. Dijsselbloem, jefe del Eurogrupo, “No puedo gastarme el dinero en alcohol y mujeres y después pedir ayuda” que tanto revuelo mediático levantó, seguramente podría haberse expresado de mejor forma o podría haberla hecho el año pasado o hace cinco. A mi me molesta particularmente que no hablara claro. ¿A que viene de hablar de tópicos como el vino y las mujeres, en lugar de expresar claramente el motivo de su descontento? 
En la otra parte, muchos políticos mostraron su indignación y demostraron tener la piel muy fina. Muchos ciudadanos les siguen la corriente porqué a nadie le gusta que le reprendan en público, aunque tengan una buena razón para hacerlo. Pienso que no estaría de más que quienes se sientan aludidos o molestos por sus palabras, todos, piensen en qué se han gastado el dinero recibido desde los contribuyentes europeos los últimos cuarenta años: llegará un día en que quienes se los han dado lo van a preguntar y posiblemente se van a negar a darles más.

¿Alguien puede tener la absoluta seguridad de que los países de Europa que hemos recibido fondos europeos los hemos gastado de forma eficiente?. Pienso que no, y España tendría que decir bastante sobre eso: sólo hace falta repasar el catálogo de obras que en España se han realizado con esos fondos comunitarios. En España hay vías de alta velocidad infrautilizadas cuando en sitios con alta demanda (por ejemplo Corredor Mediterráneo) ni existen ni se las espera, estaciones de AVE que utilizan menos de 10 personas al día, polideportivos no pueden funcionar porque no hay fondos para satisfacer sus gastos de mantenimiento, la mayoría de aeropuertos tienen pérdidas, numerosas autopistas sin tráfico que finalmente han de ser rescatadas por el Estado, etc. 
¿Cómo gastó el Sur y como está gastando ahora el Este? ¿A quien beneficiaron estos gastos de dinero procedente de contribuyentes europeos: a la mayoría de ciudadanos o a caciques, alta sociedad, empresas del Ibex, políticos corruptos, etc. ?
Es cierto que para hacer negocio se quiso creer que podía haber solo una Europa y no costó mucho convencer a la ciudadanía cuando se transfirieron millones de euros a las economías que debían “converger”, y a prestarles lo impensable una vez el euro arrancó porque el riesgo, se dijo, era el mismo para todos. Para salvaguardad la “libertad” de los Gobiernos de los países receptores se les dejó que legislara para repartir como quisieran los fondos repartidos. ¿Lo hicieron para producir mayor riqueza para todos a medio plazo, para hacer más competitivo nuestro tejido productivo, nuestras explotaciones agrarias, nuestras comunicaciones, etc.?
Es cierto que los países (sus bancos, la mayoría públicos) que lo necesitaron fueron rescatados porque la alternativa podría haber sido un follón financiero de pánico, y los importes de esos rescates se han utilizado, en gran medida, para sostener a bancos prestamistas cuyos balances hubieran evaporado en la estratosfera (y con ellos los depósitos de los pequeños ahorradores) si los rescates no se hubieran producido: ¿cuánta de la pasta ‘recibida’ por Grecia en los rescates ha servido para potenciar la economía griega?, pues prácticamente nada, y encima Grecia cada vez debe más.
Es importante ejercer el principio de solidaridad pero siempre debería ir acompañada de compromisos y esfuerzos por parte de receptor.
Ahora tenemos más escuelas, institutos y universidades que nunca y parece que se ha erradicado el analfabetismo, pero también se han olvidado por completo aquellas cosas básicas que la antigua sabiduría popular entendía, como que “El que regala y bien vende, el que lo recibe lo entiende”. 
Ante las críticas, necesitamos una piel menos fina, más responsabilidad y pensar, como dijo W. J. H. Boetcker, en su documento titulado “Los Diez Imposibles”, que la libertad debe ir acompañada de responsabilidad del individuo sobre sí mismo.

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