Llevamos años en los que la ilusión, el sentimentalismo y la emotividad a menudo ha superado la racionalidad y la ética en lo relativo al “procès”.
Claro que las emociones, o los sentimientos son importantes, pero en la vida encontramos muchos ratos amargos, pero que tienen un sentido porque son consecuencias de otro problema y de su solución. Debemos saber encontrar las cosas positivas que hay en el sufrimiento y una buena manera de superar el sufrimiento es dejar de mirarse el ombligo y pensar en los demás. Es bueno tener sentimientos, pero no dejarnos conducir solo por ellos y hace demasiado tiempo que estamos pagando caro no haber tenido el nivel de exigencia hacia nuestros políticos que tenemos en nuestra vida diaria o en nuestros trabajos.
Un país no cambia de la noche a la mañana. Supongo que cuando la gente por fin entienda que esto del “procés” no tira, buscará alternativas. Y si no lo hace y lo que le interesa es seguir con el chantaje emocional de los presos y verter la lagrimita con tal de no “pensar”, quizá es que merecemos ser una autonomía del Reino de España por los siglos de los siglos.
La gran parte de la clase política catalana no aguanta ni cinco meses sin sueldo. Gente que nunca ha hecho otra cosa que “trabajar/cobrar un sueldo público”, que no han sabido ni siquiera ser independientes, económicamente hablando, en su esfera privada (no hace falta más que ver los exiguos patrimonios declarados por la mayoría de los políticos), no están preparados para iniciar un proceso de independencia que, siendo optimistas, podría durar 5 o 10 años. Hay gente en el núcleo y en la órbita del “procès” que no ha ganado en su vida 5.000 euros/mes en trabajos no vinculados con la administración pública, y que por primera vez en su vida comen bien, toman taxis, AVE’s, cobran buenas dietas, y claro, dejar ese alto estándar de vida, que nunca antes se pudieron permitir, debe ser muy difícil. Y encima si tienes una gran claca permanente que te vitorea y te echa flores, … miel sobre hojuelas. Tal vez soy muy pragmático, pero piénsenlo, aunque les duela imaginarse el escándalo. Por eso, ante los cambios que algunos proponen de regeneración política, de listas abiertas, los cargos de la Generalitat responden atrincherándose aún más y manteniendo el espejismo que la ciudadanía sufre aunque a ellos les permite seguir con su modus vivendi. ¿Piensan que tenemos una clase política capaz de sacrificarse?. Y aunque la tuviéramos, los ciudadanos seguidores ¿están en disposición (independencia personal suficiente) para afrontar, no 18 meses, sino la larga travesía del desierto que supondría alcanzar la República Independiente de Catalunya?
¿Cuánta gente dimitió cuando los funcionarios del Estado vinieron a Catalunya para dirigir la Generalitat tras la aplicación del 155? Conocer el patrimonio y las deudas personales de los políticos tal vez ayude a responder la pregunta.
Cualquier jurista sabe que a los políticos encarcelados o exiliados se les puede acusar de un delito de desobediencia, quizá malversación, pero en ningún caso rebelión. Por ello los políticos no tienen porqué estar en prisión por algo que no hicieron. Eso no quita que los catalanes necesitemos las explicaciones de todos los políticos que han comandado el desarrollo del “procès” y que asuman sus responsabilidades políticas por no hacer lo que prometieron.
¿Vivir en una Catalunya que siga siendo “autonomía del Reino de España” es nuestro destino como generación? Sería una pena, pero empecemos ya a decirnos la verdad. No tenemos tiempo ni ganas para seguir engañándonos por más tiempo y habrá sido una pena haber cargado unas alforjas tan pesadas para tan poco recorrido, pero no podemos permitirnos más trampas al solitario ni más chantaje emocional. ¿Conocen alguna guerra se haya ganado desde la condición de víctima?.
Los políticos independentistas, President Torra a la cabeza, alientan a que la gente para que salgamos a la calle. Aunque el discurso de los que dicen que existe violencia en Catalunya no es cierto, salir a la calle constantemente nos expone a que un día ocurra un accidente —provocado por propios o contrarios, o por mala suerte—, sobre todo si algunos salen sin una agenda previa y sin saber exactamente por qué.
Primero folclorizaron el derecho a decidir, luego la independencia, luego la autodeterminación y ahora la república.
Seamos realistas:
Puigdemont no puede volver mientras no haya un pacto y seguramente se intentará un pacto tácito con Sánchez para mitigar el eje nacional en favor del eje social. Lo más seguro es que digan "yo haría esto o lo otro pero no puedo, la derecha no me deja".
Ya saben que opino que la vida no cambia demasiado y menos de un mes para otro. Lo probable será que los partidos, mediante las elecciones municipales y europeas en las que seguramente presentarán a los exiliados, intenten explotar su victimismo y la falsa república.
Nadie está dispuesto a admitir abiertamente que con un 47,8% de los votos el soberanismo nunca será capaz de forzar la celebración de un referéndum y que sin una mayoría muy cualificada, la unilateralidad es un grave error que no prosperará, porque no hay camino hacia la independencia si no se consigue convocar un referéndum acordado con el gobierno español, y ganarlo ampliamente. Por el momento, ningún partido soberanista encuentra la forma de aglutinar un amplio número de catalanes que apuesten abiertamente por la vía del diálogo, el acuerdo y el pacto. Nadie está dispuesto a admitir claramente que no queda más que hablar de todo con el Gobierno central, sin líneas rojas ni imposiciones y respetando las reglas de la democracia y los derechos fundamentales. Nadie está dispuesto a dejar de torpedear cualquier posibilidad de empezar un diálogo verdadero. Muchos necesitan radicalizar la situación en el país, porque ello es la única garantía de que se mantengan a salvo de las críticas incómodas y evitar que sus perfiles se vayan diluyendo con el tiempo.
Los catalanistas nunca han criminalizado el deseo de independencia. Eso si, han combatido siempre la transgresión de la ley, la manipulación del Parlament y el engaño sistemático al que los dirigentes independentistas han sometido, sin escrúpulos, a una parte muy importante de los catalanes. Conculcar la Ley, maniatar al Parlament y atacar el Estado de derecho, haciendo de la desobediencia norma de conducta, nos lleva a la inapelable derrota de nuestras propias instituciones. El nacionalismo exaltado pone en serio peligro nuestro propio autogobierno porque no es posible un cambio pretendidamente pacífico, con métodos basados en la desobediencia y la confrontación permanente.
Para poder triunfar algún día, el nuevo catalanismo debería sortear al menos tres grandes obstáculos:
- La reticencia de los partidos catalanistas y del sector cívico y social a caminar juntos, cada uno con su propia personalidad, pero resueltos, sin frentismos innecesarios; argumentando que se puede ser catalanista y sentirse capaz al tiempo de hacer política en España y en Europa, porque no todos los ¿enemigos? de Cataluña no están sólo en el resto de España.
- El catalanismo debería ser también consciente de que el relato de la refundación y renovación del mismo aún está en construcción. Es imposible convencer a un amplísimo sector de la población catalana si no se demuestra que se tiene la certeza de que la vía que preconizamos es la correcta para los intereses de los catalanes, y que en ningún caso estos están opuestos a los de todos los españoles.
- Una buena parte de la base social del catalanismo está desconcertada, y se pregunta, porqué algunos partidos unionistas y sus potentes medios de comunicación hacen esta propaganda adversa, que tal vez sea el catalanismo el embrión primigenio de tanto disparate acumulado.
Hay que tener la paciencia, la constancia y la entereza de explicar que las cotas más altas de libertad y progreso las han conseguido Cataluña y España teniendo en el seno de sus gobiernos a catalanistas sinceros que se preocupaban por lo que ocurría, aquí y allí, y que tenían una visión clara de la importancia de Europa en nuestros asuntos compartidos.
Me parece que se está muy lejos de llegar a esta situación y por ello pienso que nos esperan unos meses/años de máxima degradación. La parte buena es que cuando algo no puede bajar más es cuando puedes empezar a entender que debes cambiar la estrategia, si o si. Por ahora parece que la clase política catalana tiene pocos visos de cambiar y las ilusiones que algunos se harán dentro de un año serán similares a las que se hacen ahora. Los políticos que sigan alimentando la pasada estrategia fallida, volverán a incumplir sus promesas de la misma manera que han hecho siempre, hasta que la gente un día reaccione. Y ese día, cada cual en lo más íntimo, decidirá cómo quiere seguir.
Mientras, que cada cual viva a su manera la “travesía del desierto”, rece para que no se compliquen más las cosas y no nos degraden más nuestra sociedad y nuestro modus vivendi, y deje que el vecino, que así lo decida, pueda seguir trabajando para que su futuro sea un poco mejor.
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