Empezamos el desconfinamiento en periodo de prueba. A falta de test ni de diálogo, los otros partidos desojan la margarita para decidir si apoyan una nueva prórroga del estado de alarma.
Fuera de estas peleas de salón, parece que se ha confirmado que NO hay re-contagio de coronavirus. Las historias de que en Corea la gente podía curarse y volverse a infectar varias veces parece que no son ciertas. Lo que se detectaron fueron falsos positivos.
Seguimos sin tener datos de cuántas personas realmente han pasado el Covid-19, pero son claramente insuficientes para que podamos pensar que hemos conseguido una inmunidad de grupo. Por tanto, el virus sigue activo, sin cura y sin vacuna y no se sabe cuándo la habrá, por tanto…¡precaución en las salidas!
Parece que en los primeros días de confinamiento los españoles nos movimos poco y que si suben ls temperaturas y pasa algo similar a otros virus (SARS, gripe, etc) el calor lo debilitará (no lo anula) y la radiación ultravioleta puede que lo mate en superficie. Seguramente en verano podremos estar más juntos aunque no “pegados”.
Ojalá que el clima ayude a reducir el contagio del virus y esperemos que el Gobierno (y resto de gobernantes) aprendan de errores pasados que tuvieron nefastas consecuencias:
El Gobierno (y gobernantes) aguardaron varias semanas antes de alertar a la población, prohibir congresos, ferias, manifestaciones. Tampoco cuidaron de que hubieran medidas de control e higiene en sitios públicos, etc.; incluso cuando algunos ciudadanos estábamos preocupados porque los medios de comunicación daban informaciones de que la epidemia se estaba extendiendo por el mundo y los países asiáticos tomaban medidas que nos parecían de ficción, aquí nos decían que era “menos que una gripe”. Luego empezaron a decirnos que no era grave, pero que se contagiaba y extendía muy rápido.
Dos meses después sabemos que reaccionar pronto (como hicieron Nueva Zelanda, Portugal y hasta Grecia) es clave. Nuestros dirigentes no vieron o no quisieron ver. El caso es que reaccionaron tarde y, cuando lo hicieron el virus ya paseaba por residencias de ancianos, y rondaba Madrid y varias zonas de España.
Nos avisaron que nos confinarían dentro de tres días y en este intervalo muchos ciudadanos mal informados y otros directamente incívicos (de los de “yo hago lo que quiero y los demás que se aguanten”) salieron como pollos sin cabeza hacia las segundas residencias y a expandir el virus de las capitales hacia los pueblos de la España vaciada y olvidada. Bastantes alcaldes tuvieron que salir por TV para pedirles que “precisamente ahora NO tocaba” que vinieran a sus pueblos envejecidos y aislados.
Finalmente nos confinaron a casi todos cuando el virus ya estaba extendido por España y las UCI’s de los principales hospitales se iban llenando rápidamente. Los ciudadanos no teníamos acceso a mascarillas ni hidroalcohol y nos decían que “no nos preocupáramos” porque no eran necesarias. Lo más denigrante era que ni el personal sanitario tenía material para protegerse. Menos aún lo tenían el resto de personal de abastecimiento de productos básicos y los ciudadanos tuvieron que autofabricarse sus propios sistemas protectores. Mejor algo que nada.
El Gobierno realizó compras fallidas de mascarillas y tests que resultaron ser pocos y defectuosos, o poco fiables. Parece que tenían mucha experiencia en montar manifestaciones contra los dirigentes o el “kapital”, pero, ahora que ellos eran el Gobierno y tenían que “gestionar” y decidir, no sabían como “gestionar” ni la fabricación local, ni las importaciones de Tests, ni el Seguimiento de Contactos que todavía no hemos visto, ni los datos, ni dialogar con los gobiernos autonómicos y sus asesores científico-medicos, ni…
Eso si, centralizaron el mando. En tiempos de grandes crisis está muy bien que haya directrices coordinadas por un gran líder. Ello implica que se analizan todas las propuestas locales y se tienen en cuneta para armonizar lo que es de todos y para el bien de todos, aunque sea “confinar por zonas”.
La información que han suministrado a la ciudadanía ha sido caótica, inexacta y en ocasiones se ha querido controlar o dirigir. La verdad ha sufrido mucho y la información ha sido modulada sea con advertencias de mandos militares o con subvenciones adicionales a algunos medios de comunicación que han suministrados datos inexactos o sesgados. Por ejemplo han informado regularmente de número de fallecidos y no de Nº de fallecidos por cada millón de habitantes dando una falsa impresión de lo sucedido.
España es país con mayor tasa de muertes por habitante y esto no es ningún honor, sino todo lo contrario. Las autoridades disimularon la gravedad de la epidemia del Covid-19, no aprovisionaron de mascarillas, hidrogeles, test para detectar infectados y poderlos confinar (no en su casa en contacto con otras familiares que no sabían ni podían protegerse por si solos), no había suficientes EPI para el personal sanitario ni respiradores para los infectados, etc. No se tuvo prevención ni tampoco capacidad ni agilidad de gestión.
La catástrofe en las residencias de ancianos ha sido mayúsculo y requiere que se asuman responsabilidades políticas y también penales.
Por falta de previsión primero y de diligencia y eficiencia después, se han producido hasta el momento más de 25000 muertos y esperemos que el desconfinamiento no conduzca a una segunda ola de contagios. Además se ha parado la economía y se mantendrá parada mucho más tiempo del necesario por no haber reaccionado ágilmente (como por ejemplo nuestro vecino Portugal). Cuando no hay medios disponibles para combatir algo, lo menos malo que puede hacerse es esconderse (confinados) hasta que alguien te consiga y facilite medios defensivos (vacuna) o curativos (medicamentos).
Por los datos que se conocen (si se han tomado bien) el 86,5% de los muertos tiene más de 70 años (90% de 6543 mujeres muertas y el 84% de 9221 hombres muertos). Si miramos los que han muerto en edad laboral efectiva (20 a 60 años) solo representan el 5,49% de los hombres muertos y el 3,59% de las mujeres muertas. Está claro que toda muerte es un drama, y más si es la mía, pero estadísticamente es otra cosa.
Si estos datos son ciertos, el sentido común parece indicar que todas las personas que tienen trabajo (y no pueden teletrabajar) deberían acudir a sus puestos de trabajo, controlando higiene, temperatura, test y app’s que avisen de peligro de contagio o contactos peligrosos, etc. porque esperando a que tengamos una cura o una vacuna no se puede tener parado el país, ni el mundo. Si en lugar de adquirir test (incluso empresas nacionales pueden fabricarlos) y aplicar app’s de control nos mantenemos escondidos durante muchos meses, la debacle económica sería peor que la enfermedad.
Todos juntos NO podemos hacer lo mismo. Los niños y jóvenes deberían ir a las guarderías, colegios, institutos y universidades. Si este año solo hay un mes de vacaciones para recuperar los dos meses lectivos perdidos, pues hay que hacer el sacrificio. El mismo sacrificio que tendrán que hacer los trabajadores afortunados que puedan volver a su lugar de trabajo porque su empresa no ha cerrado.
Los padres tendrán que ir a trabajar, y cuando terminen su jornada, a buscar a sus hijos y todos a sus casas. Si no se puede salir cada día a tomar la cerveza con los amigos, pues nos aguantamos, porque tenemos que superar una gran pandemia real (no virtual como en los viedojuegos) y el sol y los rayos UVA no harán todo el trabajo por nosotros. Puede que el Covid-19 hiberne durante el verano, pero en otoño nos revisitará.
Los mayores de 60 años deberán procurar mantenerse activos en sus casas (hay muchos voluntarios altruistas que a través de internet se lo ponen fácil), confinados, y estorbando lo mínimo posible en las calles y lugares públicos, y cuidándose para no contagiarse ni contagiar a nadie cuando sea imprescindible salir. Por supuesto nada de “terracitas” porque ¿han pensado cómo se puede guardar la distancia de seguridad en una terraza o en un “corrillo de tertulia” o en su propia casa si les visitan los amigos?. Si no tienen una mansión de 30m2, claro.
Es momento de gestionar bien la crisis, de analizar y de prevenir para que nos nos pille el repunte del virus otra vez desprevenidos. Porque hemos llegado al impás veraniego con decenas de miles de muertos que podían haber sido menos, nos hemos endeudado en miles de millones de euros y hemos dejado de producir cientos de miles de millones de euros que podían haber sido muchos menos. Y no es la primera vez que pasa: ¿recuerdan que en 2007 nos decían que los bancos españoles eran robustos, que crecíamos más que Europa y que nosotros no teníamos de esas cosas que llamaban subprimes? Recordemos lo mal que se gestionó la crisis económica del 2008. El Gobierno consiguió que los hombres de negro nos pusieran pocos deberes y aunque nos dieron a conocer la “prima de riesgo”, el país fue perdiendo nivel de renta y bienestar respecto al entorno. A cada crisis, nuestro país ha demostrado su mala capacidad de respuesta y eso no es por que somos los más desafortunados del mundo y los demás tienen toda la culpa. Nosotros tenemos también alguna y nuestros dirigentes más.
Es urgente mejorar nuestra gestión pública y personal, favorecer, escuchar y conservar el talento autóctono, y atraer el extranjero que podamos, para fomentar la excelencia y la inversión productiva en nuestro país. Necesitamos mejores dirigentes porque ¿qué se puede esperar de personas que tienen todo el derecho del mundo a ser elegidos, pero que no han demostrado nunca ni saber dirigir su propia casa? Personas que no han producido nunca ningún valor añadido en el área de la empresa o del conocimiento, de la enseñanza o de la medicina, ni en nigún ramo de la ciencia, la técnica o las humanidades. Personas que no han sido capaces ni siquiera de ganarse el pan por si mismos, de comprarse una vivienda, de generar y conservar una mínima posición económica con su trabajo… ¿Cómo se puede cometer la gran imprudencia de dejar en sus manos un presupuesto de miles de millones, no para que lo “repartan” alegremente , sino para que lo gestionen adecuadamente?
Veremos lo que deciden nuestros dirigentes, ocupados como están en disputas partidistas y en ver qué cantidad de pastel pueden repartir cada uno de ellos. Individualmente solo nos queda quejarnos, hacer lo que podamos por nosotros mismos y no olvidar lo sucedido, para no repetir los mismos errores una y otra vez.
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