Regularmente los medios nos dan a conocer el fantástico y deseable “Estado del bienestar” que disfrutan los ciudadanos de los 5 países nórdicos —Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega o Islandia—, verdaderos faros socialdemócratas de todos los Estados occidentales. Al mismo tiempo casi nunca hablan de los “deberes” que tienen que atender los ciudadanos de esos países para ayudar a mantener ese nivel de bienestar.
El Consejo Nórdico de
Ministros (una organización interparlamentaria de cooperación entre los cinco
Estados nórdicos) ha publicado recientemente un informe sobre los retos a los
que se enfrentarán los mercados de trabajo de los países desarrollados en las
próximas décadas. Se titula “Working
Life in the Nordic región – challenges and
proposals” y ha sido elaborado por el ex ministro danés Poul
Nielson.
Una de las amenazas,
específicamente mencionada en ese informe, es la presión que los refugiados y
la migración ha puesto en el modelo de mercado de trabajo nórdico. Los 5 países
nórdicos no han seguido un modelo conjunto con la UE y estiman que lo mejor es proporcionar
a los recién llegados la posibilidad de obtener rápidamente un empleo combinado
con una formación de calibre, en lugar de que pasen varios años preparándose antes
de poder entrar en la vida laboral. Parece que “Aprender haciendo” es un buen
lema para el esfuerzo de integración necesario. Saliendo del “lema” y entrando
en el terreno práctico: Si estamos abocados a cambiar de trabajo constantemente
y a reinventarnos laboralmente cada cierto tiempo… ¿dejará de ser necesario
tener título, licencia o similar para optar al mismo? ¿Optarán los empleadores
por un trabajador que aprenda su trabajo trabajando o por uno que tenga la
formación necesaria y precise un periodo de aclimatación mínimo?
Será interesante conocer…
¿cómo piensan repartir los costes del programa y regular los derechos
individuales?
El ambiente de trabajo es
otro gran desafío del mercado de trabajo. La tecnología se desarrolla cada vez
más rápido y la competencia mundial crece. En este entorno se recomienda más
reconocimiento, más investigación y más atención política, priorizando los
proyectos de interés conjunto para la zona nórdica.
La fragmentación del
mercado laboral es una tercera tendencia que ya representa un desafío para los
mercados de trabajo nórdicos. Los
sindicatos cada vez tienen menos peso y los empleadores cada vez se
afilian menos a las organizaciones empresariales al tener más acceso a
trabajadores extranjeros y a la contratación a tiempo parcial.
Sin embargo, hay una propuesta (p. 5 a 8)
que llama más la atención: “extender
la educación obligatoria a toda
la vida laboral”. Nielson piensa que este es un tema central para asegurar
el modelo de mercado de trabajo nórdico para los próximos años. Argumenta: “Del
mismo modo que los países nórdicos están a la vanguardia desde la creación de
un mercado de trabajo nórdico conjunto en 1954, hoy tenemos que estar a la
vanguardia en el cumplimiento de los retos del futuro y por ello los cinco países
nórdicos deben hacer de la educación de adultos y la formación continuada, un
elemento obligatorio en el mercado de trabajo, e introducir una verdadera
cooperación en materia de migración”.
Parece que a los nórdicos
ya no les basta con una buena enseñanza obligatoria hasta los 16 años para
evitar que algunos padres irresponsables no formen a sus vástagos y éstos terminen
siendo ciudadanos disfuncionales en el momento de su emancipación. Parece que
detectan una cierta dejadez o abdicación de autorresponsabilidad en muchos
adultos —tal vez algunos carecen de incentivos o de capacidad— a la hora de mantenerse “empleables” mediante
la formación continuada. Estos políticos piensan que si son ellos quienes
diseñen el itinerario educativo de sus gobernados durante toda su vida, aquellos tendrán, en una economía
globalizada, más probabilidad para
formarse adecuadamente y conseguir más y mejores empleos.
¿Como ven esta novísima
propuesta socialdemócrata?
¿Prefieren que su
gobierno se limite a asesorar a los adultos sobre los pasos a seguir en su vida
laboral o que utilice todo el poder del Estado para forzarlos, incluso en contra
de su voluntad, a participar en aquellos cursos de formación que los burócratas
estatales escojan para ellos?
Pienso que es
imprescindible que los adultos actualicemos nuestros conocimientos
permanentemente para mantenernos “empleables” y podamos convivir en la sociedad
donde hayamos escogido vivir nuestra vida. También pienso que tras buscar el
asesoramiento adecuado, público o privado, la decisión última de hacerlo, como,
cuando y donde hacerlo corresponde únicamente a cada uno de nosotros y no es
delegable, ni siquiera en el Estado. Si no ejerciéramos esta responsabilidad y
delegáramos la decisión en el Estado, asumiríamos un peligro que no reside
solamente en el más que evidente riesgo de adoctrinamiento o de corrupción,
sino en la pérfida filosofía de fondo sobre la que se apoya: el tiempo vital de
una persona adulta no es realmente suyo sino del Estado, quien puede moldearlo
como crea conveniente en aras del ¿interés general?.
Cuanto más se prolongue
la edad mínima de estudios obligatorios, más tiempo depende una persona de sus
padres y menos de sí mismo. Para poder estudiar, necesitas permanecer más o
menos dependiente de tus padres y más en España, donde conseguir un trabajo que
te dé para vivir sin estudios y sin enchufe raya en lo imposible.
Cuanto menos
dependa la gente de sí misma, menos legitimidad tiene para defender que “esto
me lo he ganado yo con mi esfuerzo”. Menos legitimidad, por tanto, para
defender la propiedad privada, el reparto de la riqueza que otros han producido
y más expedito el campo para las envidias y los rencores.
Parece que estamos ante
una trampa de la autobautizada “ideología progresista” que lo que intenta es
que no observes, no pienses por ti mismo, no te pongas en acción, no
prosperes… para que sigas necesitando
siempre la tutela del “Partido Progresista”; y naturalmente te indignarás que
el dinero que tanto te ha costado ganar vaya a ser utilizado para que el
Partido Progresista, muy poco democráticamente, compre los votos de la gente
necesitada o damnificada por su mal gobierno.
Hay que diferenciar entre
conocimiento teórico y conocimiento práctico producto de la observación real
aplicado a la acción que produce prosperidad personal y riqueza comunitaria;
siempre que el Gobierno legisle poco y adecuadamente para facilitar que los que
quieran “prosperar”, lo puedan hacer sin trabas artificiales.
Y prosperar
significa producir riqueza económica e intelectual haciendo algo bien hecho y
que los individuos necesiten y pueda o esté dispuesto a pagar. Nunca se generará
ese tipo de prosperidad cuando se gana más dinero siendo “enchufado público”
que especula con el suelo, chantajea al empresario para ganar más sin dar nada
a cambio o incluso poniendo trabas a los trabajadores y emprendedores o
simplemente cobrando el sueldo dormitando en el despacho.
La mayoría de la gente se
sienten deslumbrados cuando entran en un despacho con paredes llenas de “diplomas”.
Equiparan “diplomas” a conocimiento y experiencia intelectual cuando no dicen
casi nada de la habilidad que el propietario del despacho haya podido atesorar
y poner en práctica a lo largo de su vida.
Ya dijo Aristóteles que
“La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la
destreza para aplicar los conocimientos en la práctica”.
A lo largo de la vida,
los que aprenden, van haciendo acopio de conocimientos y habilidades.
El adquirir
conocimientos nos puede proporcionar un delicioso divertimento intelectual para
nuestros momentos de ocio, pero para producir riqueza –ganarnos la vida–
tenemos que emplear los conocimientos adecuados para analizar las informaciones
que nos ayuden a entender el mundo que nos rodea, a tomar decisiones sensatas y
no dejarnos engañar...
Cuando aplicamos nuestros conocimientos a un proyecto
concreto, desarrollamos nuestras habilidades que nos sirven para ganar maestría
en un campo determinado.
No es lo mismo saberse de
memoria la disposición de las teclas de un ordenador, que tener la habilidad de
escribir rápido con los diez dedos. No es lo mismo saberse de memoria toda la
anatomía humana y toda la teoría quirúrgica que tener la habilidad de operar a
un paciente. No es lo mismo saberse de memoria toda la biomecánica de todos los
estilos de natación que tener la habilidad de nadar rápido o cubrir una gran distancia.
No es lo mismo saberse de memoria todos los principios de la contabilidad y la
legislación que puede ser aplicable a una empresa, que tener la habilidad de
dirigirla.
No es lo mismo saberse de memoria miles de palabras, preposiciones y
verbos, que tener la habilidad de hablar un idioma ajeno al materno.
Los
conocimientos se pueden memorizar pero hay que aplicarlos para adquirir
habilidades: haciendo, practicando, trabajando.
En general son pocas las
habilidades que pueden adquirirse dentro de un aula mirando a una pizarra y
escuchando pasivamente a un señor que nos cuenta algo que luego, en cualquier
caso, tendremos que terminar de memorizar en casa.
Por eso es tan difícil
encontrar un trabajo sin tener experiencia, por muchos títulos que se tengan. Por
eso el paro juvenil occidental suele ser tan alto, por confundir los
conocimientos que se pueden memorizar –hay quien los ha memorizado sólo para
aprobar el examen y conseguir el “titulo” y no para “saber”–, con las
habilidades que capacitan para desarrollar tareas útiles y productivas. Por eso
cualquier estudiante español de secundaria que a los 16 años intente buscar
trabajo, con su flamante título de ESO, descubre que tras tantos años de
enseñanza obligatoria de planificación estatal centralizada, realmente su
capacidad para ganarse la vida es completamente “nula”.
Por cierto, en España
ya hace muchos años que existen “planes de formación continua” de los trabajadores
en activo y también para parados. Es un modelo
formativo oficial dirigido a los trabajadores asalariados que pretende
ayudarles a mejorar sus competencias o adquirir otras nuevas, de manera que su
preparación profesional sea cada vez mejor. De los costes
de ese modelo, corrupciones incluidas y de su efectividad, tanto para las empresas
como para los trabajadores, mejor no hablar para no tener que llorar.
Espero que los nórdicos
en conjunto cuando deliberen sobre la propuesta de Nielson diferencien
conocimientos de las habilidades. Por cierto, en España ya hace muchos años que
existe la formación continua de los trabajadores. Es un modelo
formativo oficial dirigido a los trabajadores asalariados que pretende
ayudarles a mejorar sus competencias o adquirir otras nuevas, de manera que su
preparación profesional sea cada vez mejor. De los costes
de ese modelo y de su efectividad tanto para las empresas como para los
trabajadores, mejor no hablar para no tener que llorar.
De llevarse a cabo la
recomendación de Nielson parecerá que el servicio militar/social obligatorio
moderno se dará en las aulas en lugar de en los cuarteles como antaño.
¿Se declararán ustedes insumisos
o reivindicarán con ardor la adopción de esa medida en nuestro país?
Los que prefieren la
tutela del “estado burocrático” estarán deseosos de que llegue pronto esta
medida, los más liberales seguramente preferirán que no se atente contra sus
libertades y se les deje decidir que hacer con su vida, su formación, sus lecturas,
sus ideas y su tiempo libre.
©JuanJAS
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