Cuando éramos pequeños, a todos nos preguntaron muchas veces: "Hijo, ¿que quieres ser de mayor?". La mayoría solíamos dar una respuesta rápida que iba cambiando a lo largo del tiempo. Cuando nos hacíamos mayores –si habíamos tenido la suerte de nacer en el seno de una familia donde se nos diera la posibilidad de escoger– la dificultad para responder iba siendo cada vez mayor y tanteábamos el terreno respondiendo la profesión del hobby que más nos gustaba: futbolista, pintor, músico, etc. La respuesta del padre –la vida había puesto sus sueños en el trastero–, solía ser algo así como: “Hijo, con esto no podrás ganarte la vida. Ve pensando en otra cosa”.
Nosotros insistíamos: “¡Pero a mi me gusta ser “xxxx”! ¿Porqué dices que no me podré ganar la vida con eso?
Respuesta: “¿Es que te piensas que todos los futbolistas son Messi o que todos los pintores son Dalí? Esos ídolos de masas ganan muchísimo dinero, pero todos los que se dedican a profesiones como lo que a ti te gusta y ganan dinero suficiente para poder vivir holgadamente, no representan ni la millonésima parte de la población mundial. ¿Qué te hace pensar que tu tendrás las habilidades suficientes para sobresalir entre los 7343 millones de personas del mundo y ser de los primeros?
Hace unas semanas vi en Facebook
un vídeo titulado: “Papá: Quiero bailar”
El vídeo nos presentaba a
una niña que estaba en su casa jugando a las “marionetas”. Llegó su padre y le
pidió que recogieran los juguetes (en realidad lo hizo él) porqué tenía que llevarla
a clase de inglés. La niña protestó y le dijo que “ella quería ir a clase de
baile”.
A partir de aquí se
desarrolló un diálogo padre-hija en el que el padre, a veces tenía enormes
dificultades para responder a las sencillas (o no) preguntas de su hija.
En “off” se oían unas
risas haciendo mofa de algunas respuestas que daba el padre.
Finalmente, el padre
abdicó de su responsabilidad: Llevar a su hija a clase de inglés y se quedaron
los dos bailando en casa. Las imágenes finales mostraban estos mensajes
mientras Carlos Vives, cantaba “Volví a nacer”:
“No hay nada que puedas hacer hoy que te garantice
dinero en 20 años”
“El dinero resuelve situaciones pero no da sentido
a tu vida”
“Hacer cosas que te apasionan pueden abrirte una
puerta”
“Si tu vida no te permite cada día: jugar, bailar,
vivir,… cambia de vida”.
Entiendo que el vídeo no
va dirigido a niños sino a adultos —padres, abuelos, cuidadores, posiblemente a
educadores– y por ello me quedé con la
sensación de que el mensaje no quedaba claro ni completo.
Por Internet, circulan
muchos videos o artículos que ensalzan la educación que permite al niño hacer lo que
quiere en la escuela. ¡Sólo veinte horas semanales y sin deberes para casa!.
"¡Fantástico! Eso si es educación de la buena", responden. Muchos se quedan con este titular y dicen "Los niños tienen que jugar, que para eso son niños". Razonan complacidos: Si los deberes son malos es que esforzarse en repasar y practicar para aprender mejor es inútil e incluso
contraproducente. Ya no serán necesarias más discusiones para que el niño se ponga a hacer deberes en casa. ¡Biennnnn! ¡En el fondo todavía queda algo de niño en todos nosotros.
La mala noticia es que
esa es una visión sesgada y muy cómoda, si lo que en el fondo se desea es
rehuir la responsabilidad de la educación de los niños, que tienen las familias
y los maestros. No es lo mismo aparcar a los niños delante de la TV para que se
estén quietos mientras ven dibujos animados o dejarles nuestra Tablet o móvil
para que dejen de pedir “atención” y “no molesten”, que pasar tiempo de calidad
con ellos. Jugando con ellos, satisfaciendo su curiosidad al explicarles lo que
vemos cuando vamos de excursión para “explorar”, razonando con ellos sin
ponerse a gritar todos como locos, explicándoles historias que les interesen,
ayudándoles a solucionar los problemas que encuentren durante su “juego de
aprender”, enseñándoles a comportarse en sociedad respetando la libertad y las
propiedades de los demás, enseñándoles a compartir, enseñándoles a llevar una
casa (cocinar para comer, comprar los productos necesarios con mejor relación
calidad precio, hábitos de higiene y limpieza, primeros auxilios y
conocimientos básicos de salud, nociones de economía doméstica y administración
de los ahorros, etc.). Cuidarse de que practiquen los idiomas que aprenden en
la escuela para que puedan comunicarse más allá de su entorno. Es importante
que oigan música y también que aprendan a componer alguna melodía y a
interpretarla con algún instrumento y no hace falta comprarles un piano de cola
para ello. Basta con una flauta o una armónica. Lo mismo vale para el resto de
artes y técnicas para que desarrollen ambos hemisferios cerebrales, etc. Más que la cantidad importa la calidad y sobre
todo, desarrollar la responsabilidad de pequeños y mayores, porque en esos
“países tan avanzados y admirados” la implicación de los padres en la
educación/juegos de sus hijos, y de los educadores en sus alumnos es total. Se
trata de informarles y educarles 24 horas al día 365 días al año, porqué esta
“implicación-seguimiento-tutela” no se puede delegar en los gadgets
electrónicos ni en su libre albedrío.
Siempre es bueno
compartir diferentes puntos de vista para mejorar el propio y por ello decidí
hacer una “versión personal” de “Papa quiero bailar” en la que incluí algunos de
los pensamientos que me vinieron a la cabeza.
Al pié transcribo los
comentarios añadidos siguiendo el desenlace del vídeo original y me encantaría recibir los vuestros.
©JuanJAS
COMENTARIOS al vídeo “PAPA QUIERO BAILAR”
¿Sabe un niño lo que le
gusta o simplemente lo dice para llamar la atención?
Muchas veces no han
practicado nunca adecuadamente la actividad rechazada, ni han probado nunca la
comida que rechazan. Entonces… ¿Porqué dicen que no les gusta?
Los adultos sabemos que,
muchas veces, hasta para divertirse hay que esforzarse:
· Para ir al gimnasio hay que mentalizarse, y
“decidirse a ir” aunque no tengas ganas. ¡Luego te alegras de haber ido!,…
La mayor dificultad es… vencer la pereza para conseguir levantarnos del
sofá y salir hacia el gimnasio.
· ¿Cuantas veces te ha apetecido comer algo que
sabías que no beneficiaría a tu salud, y después de “caer en la tentación”… No
has recibido la satisfacción que
esperabas y te has sentido culpable y tonto, porqué la “travesura” no ha valido
la pena?
· ¿Cuantas veces te has sentido obligado por la
presión social a hacer algo que no te apetecía en absoluto, ni te aportaba nada
personalmente?.
· Antes de tomar una decisión,… ¿Piensas siempre qué
es lo que realmente quieres, necesitas o te conviene, y actúas en consecuencia?
Si esto nos pasa a los
adultos con toda la experiencia y todo el tiempo que hemos tenido para
aprender… ¡Qué no pasará con los niños!
Cuando los niños son
pequeños, las decisiones del hogar, no se toman democráticamente con ellos. Los
padres son los responsables de cuidar su salud, de darles de comer, de
vestirlos y de dedicarles “tiempo de calidad” para “educarlos”.
¿Por qué no explicar a
los niños que los padres tienen que trabajar para ganar dinero y así ellos
puedan comer siempre que tengan hambre, para que puedan dormir en su camita
calentita y cómoda en lugar de en la calle, para que puedan jugar en el parque
sin miedo a que les pase nada, para que cuando enfermen el médico les pueda
curar, para que puedan ir a la escuela y aprender a hacer bien lo que, con el
tiempo descubran, que más les gusta y para lo que están más capacitados?.
“Ganarse la Vida”
significa cosas distintas en la selva africana que en una ciudad Europea. Aquí,
entendemos el concepto como “ganar dinero mediante un oficio o profesión para
poder costearnos nuestras necesidades básicas de salud, alimentación, vivienda,
vestir, energía, transporte, comunicación, etc.”
Todos necesitamos
“dinero” porqué el dinero no es como el aire, al alcance de todo el mundo, que
lo puede respirar sin esfuerzo. El dinero lo ganamos trabajando con ayuda de
nuestras habilidades personales o prestando un capital para que otros puedan
emplearlo en producir algún bien o servicio por lo que les pagarán un
“interés”. Los productos o servicios que generamos los intercambiamos con otros
y a cambio nos pagan un salario.
Si sabemos emplear bien
el dinero ganado con nuestro esfuerzo y habilidades, necesitaremos menos
cantidad para satisfacer nuestras necesidades básicas. Si lo despilfarramos
necesitaremos más; cifras astronómicas si somos unos derrochadores compulsivos
o lo empleamos en cosas no básicas.
Así poco a poco, los
niños entenderán y valorarán la “cultura del esfuerzo” y la “meritocracia”.
Aprenderán el valor de la acción, la laboriosidad, la actividad y la fascinación-satisfacción
por el trabajo bien hecho y el progreso; frente a la vagancia, la apatía, la
dejadez, el desaliento y el miedo a competir para mejorar.
¿Cuantas cosas haría
usted si fuera “libre financieramente”?
¡Ufuuufff! Si yo tuviera mucho dinero… ¡Buuuuuffffffffffff! Mis hobbies serían muy caros…
¡No me refiero solo a
bienestar material: muchas pertenencias, vivienda, coches, yates, vacaciones
exóticas, etc.! Hay muchas más cosas que proporcionan bienestar y felicidad, y
en nuestra sociedad, el dinero puede ayudarnos a poder disponer de nuestro
tiempo para que emplearlo en mejorar nuestro:
· Bienestar físico, cuidando nuestra salud y nuestra
seguridad física,…
· Bienestar social, cultivando las relaciones
personales, amistades, familia, comunidad)
· Desarrollo, cultivando nuestra educación,
mejorando nuestra productividad y contribuyendo solidariamente al bienestar del
resto de la sociedad,…
· Bienestar emocional, mejorando nuestra autoestima,
enriqueciendo nuestra inteligencia emocional y espiritualidad,…
Y estas risas, ¿A que
vienen?
¿Acaso no les gustaría
alcanzar los objetivos que expresa el padre? ¿Que medidas proponen para
intentar conseguirlos? ¿Que están dispuestos a hacer, USTEDES MISMOS, para
conseguirlos?
Si se limitan a “reír”
seguro que no conseguirán nada.
No preocuparse por el
dinero se puede conseguir de muchas formas: unas legales y otras no. Unas
negando o reduciendo psicológicamente el deseo del mismo y otras mentalizándose
para adquirir una conducta y una forma de vida que facilite y en muchos casos,
ayude a conseguir ese objetivo.
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Todos tenemos dudas. Todos
debemos tomar decisiones. A veces tomamos la menos mala, que en determinadas
circunstancias es la mejor que podemos tomar, de acuerdo a los datos y
conocimientos que tenemos en ese momento.
¿Por qué mentir, si no es
para evitar un mal mayor? Decir lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa
induce a error a los demás y crea falsas expectativas. Mentir hace daño a los
demás, a ti mismo, te genera ansiedades,
te vuelve inseguro, te enreda la mente y es una mala costumbre que nadie
debería adquirir. Además las mentiras tienden a descubrirse y entonces ya no
puedes esperar o exigir honestidad de los demás. Lo peor de todo es mentirse a uno mismo.
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Hay quien prefiere creer
que el éxito es cuestión de suerte, pero el azar sólo influyó en un pequeño
porcentaje en la consecución de los grandes logros.
Las personas que han
alcanzado altas cotas en el mundo del saber, sean investigadores, médicos,
ingenieros o deportistas, han llegado a conseguir sus metas sólo después de
mucho estudio, entrenamiento y dedicación a su profesión.
Si quieres tener éxito en
todos los proyectos que emprendas en tu vida, es imprescindible que te apasione
dedicarles tiempo y esfuerzo.
¡El éxito no llega por
casualidad!
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Vida sólo hay una y es
tan larga que da para mucho:
Para jugar y también para
estudiar.
Para trabajar y
responsabilizarse y también para descansar y divertirse.
¡Aprovéchala y vívela
responsablemente!
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