Ya van nueve manifestaciones multitudinarias reivindicando que “somos una nación y queremos decidir nosotros”. La semana próxima está prevista la décima.
- 10/07/2010: “Som una nació. Nosaltres decidim”
- 11/09/2011: En defensa de la immersió lingüística
- 11/09/2012: “Catalunya, nou estat d’Europa”
- 11/09/2013: Via Catalana
- 11/09/2014: V a la Diagonal i la Gran Via
- 11/09/2015: Via Lliure
- 11/09/2016: “A punt”
- 11/09/2017: La Diada del Sí
- 11/09/2018: La gran onada
- 11/09/2019: Objectiu independència
A todas ellas han asistido una gran representación de catalanes con muchas pancartas, carteles y mensajes para hacer oír su voz y sus deseos resumidos en “Som una nació y volem decidir el nostre futur”.
Después de estás espectaculares manifestaciones y de diez años de gobiernos pro-independentistas, el encaje de Catalunya en la España del siglo XXI sigue siendo un tema por resolver.
Todos los presidentes de la Generalitat de Catalunya han pedido al gobierno español y al resto de comunidades que “España les escuchara”. Que escuchara sus reivindicaciones en representación de los catalanes:
- Jordi Pujol, en 1996, pidió que se aceptara el hecho diferencial catalán;
- Pascual Maragall en el 2004, pidió redefinir la relación con España para... no abandonarla;
- José Montilla, en el 2007, avisó de la creciente “desafección” del pueblo catalán;
- Artur Mas en el 2012, planteó la dualidad “pacto fiscal o Estado propio”;
- Carles Puigdemont, en el 2017, recordó que “la paciencia no es infinita” y reclamó un referéndum;
- Quim Torra, ha recordado que “no nos quedaremos de brazos cruzados y actuaremos de acuerdo a la voluntad popular”...
Seis presidentes de partidos y sensibilidades distintas, todos ellos con voluntad pedagógica y espíritu pactista, y todos ellos se han enfrentado a un muro de hormigón. El “escolta Espanya” del abuelo Maragall se ha repetido en toda boca catalana que ha ido a los Madriles a explicar las razones de Catalunya.
Desde 1714 los representantes de Catalunya no han dejado de pedir a España que escuchara, y desde ese mismo día, España se ha mostrado sorda y ha dado a entender que “el problema catalán, no se resuelve, se conlleva”. Como si fuera un grano, un incordio, una enfermedad inevitable. Esa es una de las cuestiones que quiebran todos los puentes imaginarios. Parece que lo que se quiere los gobiernos de España quieren de Catalunya no es diálogo, es rendición. Los extremos falangistas lo exigen con términos abruptos, la derecha clásica con autoritarismo y los socialistas con guante de seda; pero ni uno de ellos tiene ninguna solución para con Catalunya que no pase por esa rendición.
La sociedad catalana sufre también las consecuencias de la acción política desplegada por los partidos independentistas, que han gobernado Catalunya en los últimos años, en términos de convivencia y en los económicos que afectan y seguirán afectando en su desarrollo. Mientras algunas fuerzas independentistas parecen analizar ahora la situación con más serenidad y pragmatismo, otras anuncian que repetirían los intentos fallidos del pasado e invitan a reiterar acciones que han resultado ser improductivas y lesivas para Catalunya.
Hace unas semanas que circula por las redes sociales la etiqueta #EnsVeiemAlParlament, para convocar una concentración a las puertas del Parlamento de Cataluña durante la Diada, coincidiendo con la manifestación organizada por el ANC. Los promotores dicen que la razón de esta concentración paralela es la voluntad de hacer una protesta pública “contra todos los partidos políticos independentistas, pero también contra las entidades”, porque consideran que han fallado a los ciudadanos por no haber aprovechado el capital político de la victoria conseguida el 21 de diciembre de 2017. Lejos de ampliar las bases, los independentistas son cada vez menos, no los suficientes, y mal avenidos. Así es muy difícil conseguir ningún objetivo, por necesario y justo que sea.
Los partidos no independentistas no se han portado mejor. Ciudadanos obtuvo la victoria electoral en las pasadas elecciones a la Generalitat y lejos de proponer soluciones viables al conflicto ha preferido enrocarse en las hostilidades, en las descalificaciones y siempre con un tono desabrido. Han sido totalmente estériles a la hora de urdir soluciones que mejoren la convivencia y la economía. Al contrario, han montado shows para provocar a los que no piensan como ellos, intentando demostrar la violencia de los “aborígenes” catalanes contra los que no piensan ni actúan como ellos, y evitando cualquier diálogo con los partidos independentistas, aunque pudieran haber contribuido a la solución del conflicto. No contentos con ello, sus líderes, primero Rivera y después Arrimadas, han saltado a la política nacional, dejando atrás Catalunya, y han creído que cumplían con su deber limitándose a desplegar un juego bronco, afeando a otros partidos si mostraban alguna intención de buscar una solución pactada al conflicto catalán. Podían haberlo hecho mejor, porque la firmeza no es incompatible con la cintura política y para convencer y adicionar simpatizantes hay que dar muestras reales de diálogo que permita que los ciudadanos puedan progresar en lugar de retroceder o abjurar de sus ideas como en tiempos de la inquisición.
Hace meses que solo se oyen discursos electoralistas, aplaudidos por los simpatizantes de turno y amplificados por las redes y las TV’s, en los que se publicitan ensoñaciones bienintencionadas prometiendo maná y tierra libre, sin ningún diagnóstico serio de la situación en que nos encontramos y sin tener en cuenta como se hará la financiación para hacer realidad las promesas. Parece que nadie se ha enterado de que los problemas sociales no se resuelven simplemente con un entusiasta ejercicio de voluntad política y menos en un entorno de turbulencias económicas y falta de financiación e inversión como la actual. O sí se han enterado; pero como su prioridad es el poder, basta con exaltar sentimientos con políticas ideologizadas para intentar reducir el campo de acción de los contrarios. Del empeoramiento que padecerán los ciudadanos ya culparán a los otros.
Con estos procederes, la incertidumbre se apodera de los ciudadanos, que inmersos en una densa niebla política, no podemos anticipar lo que puede ocurrir. Esta incertidumbre que frena las decisiones de inversión y emprendimiento, también frena las decisiones de consumo, y todo ello lleva a la economía a la recesión.
En fin, nosotros sigamos manifestándonos con alegría, cada vez con menos, la verdad. Tal vez algún día alguien nos haga caso por agotamiento o nos tengamos que contentar con ganar el premio Guinness de manifestaciones multitudinarias.
Sin pretender frivolizar con un tema tan importante, lo que no debe faltar nunca es el sentido del humor y por ello recordaré aquello de que el que no se contenta es porque no quiere. Cada uno que celebre la “Diada nacional de Catalunya” como le plazca, aunque muchos no sepan ni lo que es Catalunya y otros no la reconozcan a como la recuerdan de hace algunas décadas.
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