miércoles, 14 de octubre de 2015

¡Despierten o les despertarán!

Aunque se nos iluminen los ojos cuando alguien nos promete experiencias nuevas y maravillosas, la verdad es que somos animales de costumbres y nos encanta la rutina.
El problema es que por mucho que nos pese, vivimos en un entorno cambiante y que la realidad de hoy cada vez menos tiene que ver con la de hace unas décadas. 
Ayer todos querían conseguir un título universitario, ganar unas oposiciones y dormirse en los laureles, hoy eso sirve para poco si no se le añade formación contínua durante toda la vida, dominio de idiomas, habilidad para innovar o al menos capacidad para buscar oportunidades de contratar nuestros servicios donde puedan ser útiles y disposición para cambiar el domicilio cuando se precise.
Antes viajaban en avión sólo los ricos, porque suponía un cierto nivel de lujo y los pasajes eran prohibitivos. Hoy, al menos hasta ahora, viaja quien quiere porque el precio de un billete puede ser menor que lo que cuesta un menú en un bar del aeropuerto en el que se va a producir el embarque. En estas circunstancias, los sindicatos pueden gritar mucho y trabajadores arrancar muchas camisas de directivo, pero las compañías sólo pueden elegir entre un ultraminoritario lujo o un envolvente low cost. Y en teoría deben mantener a seguridad…
Ayer el objetivo era el pleno empleo del factor trabajo; hoy la ocupación ha de ser la necesaria en cada momento para generar la producción conveniente. 
Ayer los salarios debían ser crecientes a fin de que el consumo aumentase y tirase del empleo y del PIB; hoy la masa salarial ha de ser decreciente a fin de que los costes caigan y lo que no se consuma en el país pueda exportarse. 
Ayer la estabilidad en el empleo era un bien en sí mismo ya que aportaba seguridad y esa estabilidad era ofrecida por la demanda de trabajo; hoy lo que se busca por parte de esa demanda de trabajo es la máxima flexibilidad, la jornada a medida, el contrato a tiempo parcial por el tiempo necesario. 
Ayer la protección social era un fin en si mismo; hoy la protección social lleva años a la baja porque no se dan los supuestos que se tomaron cuando ayer se implemento y porque ya no hay que comprar la paz social. 
Ayer la redistribución de la renta a través de una imposición progresiva y del gasto público era el portaestandarte de los programas de todos los partidos políticos mientras que hoy no es en absoluta necesaria porque no lo es mantener un cierto nivel de consumo interno no calmar a una desideologizada clase obrera.
¡Despierten o les despertarán!

¡Perder el empleo es violento! Pero o se reforman las compañías o se hundirán, y los empleos que se perderán serán todos.
Los empleados se quejan de que las condiciones que les ofrecen las compañías son las normales de hace tres décadas, pero es que hoy, en general, no son viables porque las necesidades de los consumidores han cambiado. Estamos acostumbrados a pedir servicios ¿buenos? y ¡baratos! y no estamos dispuestos a renunciar a ellos. El que no haya comprado nunca en las tiendas de ¿extrangeros?, en los “top manta”, que no haya pirateado una canción o un libro de Internet, que lo diga. 
¿Cuántos impuestos pagan estos comercios? ¿En que conciiones trabajan sus empleados? ¿Qué normas observan cuando construyen, importan y venden sus productos o servicios, algunos con “final feliz” incluido?
Siempre nos quejamos de lo que hacen mal los demás, de lo insensibles que son nuestros jefes y las compañías, de lo injusta que es la vida y pocas veces pensamos en lo que estarán obligadas a hacer las compañías para satisfacer nuestras peticiones y como afectará a los que trabajan para ellas. Solemos olvidar que todos estamos en los dos lados de la balanza aunque sea en balanzas diferentes o en instantes diferentes.
La vida siempre ha sido complicada, lo único que cambia es la apariencia con que se manifiestan los problemas. Es cierto que cuando se ha conocido y disfrutado un estado de bonanza, aunque fuera un espejismo, lo asimilamos pronto como nuestro estado natural permanente. ¡Todos tenemos los mismos derechos! nos repetimos machaconamente. El problema es que no tenemos ni el mismo dinero, ni la misma capacidad de trabajo, ni la misma inteligencia, ni la misma capacidad de sacrificio, ni el mismo sentido común que es el menos común de todos los sentidos. Por eso y por muchas cosas más…
¡Despertemos o nos despertarán!
©JuanJAS

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