lunes, 2 de mayo de 2016

¿Vamos a caer en la trampa otra vez?

En los últimos años, en Estados Unidos, Inglaterra, Japón y Europa, hemos dado patadas hacia delante, e intentado arreglar todos los problemas imprimiendo “papelitos”. Eso sólo ha contribuido a elevar la deuda a lo bestia, manteniendo bajísima su productividad marginal y haciendo que nuestra economía vaya peor. En países donde la gente está todavía apalancada por la resaca de la burbuja, es difícil que la gente te coja ese crédito que les da la Fed. Como va a tirar más de la cuerda que tiene atada a su cuello.

En cambio en China, tienen una población que trabaja mucho, ahorra mucho (en promedio, el 40% de lo que ganan) y cada vez hacen cosas más complicadas y mejores, en lugar de hacer juguetes y textil, ahora hacen aviones y trenes. Eso se llama alargamiento de la estructura productiva. Hacen de todo, y eso es porque tienen capital y factor trabajo hiperbarato e hiperflexible y por eso lo más probable es que China vaya a mejor. 
La banca central occidental es keynesiana. Piensa que hay un problema de demanda y que inyectando dinero en la economía van a crear artificialmente esa demanda. Ya vemos repartir papelitos no funciona. Si con eso bastara, Argentina o Zimbabue serían los países más ricos del mundo.
Por los medios no paramos de oír a políticos y contertulios decir que “falta demanda” y no es cierto. Demanda no falta jamás, porque los deseos del ser humano son infinitos… El problema es que no hay “ahorro suficiente“ para satisfacer los deseos.
¿Se acuerdan como se compraban las cosas hace sólo 30 años?. Se guardaba un poco cada mes y cuando se tenía ahorrado lo suficiente se compraba el producto deseado. Si el coste era demasiado alto (por ejemplo una vivienda, se pagaba una entrada de al menos un 25% y se firmaba una hipoteca “pagable” por el resto. Hasta que no cumplías estas condiciones no había compra.
Ese procedimiento cambió y algunos ¿empresarios? construyeron 800.000 casas y la banca concedió préstamos incobrables para que la gente pensara que podía comprarse cualquier cosa, desde una casa hasta cualquier producto o viaje, sin necesidad de ahorrar o respaldar la devolución del préstamo. Unos engañaron y los otros se dejaron engañar consumiendo muy por encima de sus posibilidades. Para acabar de agrandar el problema todos los políticos —unos por acción y otros por omisión— nos dijeron que todos teníamos derecho a consumir lo que nos apeteciera. Lo que no hicieron es acabar la frase. “Todos tenemos derecho a consumir lo que deseemos, siempre que nos lo podamos permitir (tengamos dinero para pagarlo al contado o tengamos medios prácticamente seguros par conseguirlo en el futuro próximo). Todo el mundo se refiere a “mi coche”, “mi casa”, “mi…” cuando en realidad esos productos no eran suyos sino que eran de la entidad que les concedió el crédito; y no serían suyos hasta terminara de devolver el crédito más los intereses. 
Desde hace unos meses los políticos vuelven a intentar engañar diciéndole a la gente que van a poder volver a “consumir”. Algunos prometiendo crear millones de puestos de trabajo —no dicen como lo harán ni de que calidad será el trabajo— y otros que van a poder hacerlo porqué van a “repartir el dinero de los ¿ricos?”.
Ante estos personajes ineficientes, que sólo piensan en su silla y en ahorrarse problemas políticos, cada vez da más miedo tener los ahorros en un banco o en bonos. 
Mira que es fácil, pero como sigamos sin recapacitar, el desastre está servido.
©JuanJAS

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