Es fácil entender que cuando fallan los
ingresos, no sólo no puede gastarse lo mismo que en tiempos boyantes, sino que
hay que reducir el gasto. Lo que parece que ya no es tan fácil de entender es que hay que ser muy cuidadoso
en el tipo de gasto que se reduce. El primer gasto que los dirigentes públicos
deberían eliminar es el improductivo, el que no reporta beneficios económicos
ni sociales para la mayoría de las personas. En cambio es un hecho que los
diferentes gobiernos no se han esforzado ni siquiera un poquito en acometer la
reforma de las Administraciones Públicas en profundidad. No sólo eso, sino que
no paran de crear nuevas Administraciones político-públicas.
El presidente Don Tancredo Austericida y su gobierno
ha hecho que las Autonomías recortaran servicios sociales, de salud y enseñanza
mientras mantenía una administración central duplicada. Una buena forma de
colocar a políticos y enchufados —sin la formación necesaria— que no han sido
elegidos democráticamente por los ciudadanos y tienen que ponerlos en algún
sitio para que puedan mantener sus “ingresos escandalosos” aunque su productividad
sea nula o incluso negativa. La corrupción, que ha proliferado escandalosamente
cuando más posibilidades había de poder controlarla, no sólo es fruto de la
debilidad humana sino también de unas reglas del juego que la permiten,
camuflan y a veces hasta impulsan. Viendo el ejemplo de la Administración Central
del Estado, los Ayuntamientos y las Diputaciones Provinciales se afanan a crear
Consejos de Alcaldes, Consejos Comarcales y Mancomunidades de Municipios, por
nombres no será, para poder acomodar a los suyos. La población es la que paga
la fiesta, con impuestos y con recortes.
La dictadura del funcionariado impone la
cultura del precariado. De seguir por este camino, España va a seguir laminado
su sector privado y los salarios, para mantener al numeroso grupo de
“funcionarios digitales de confianza”
que sigan garantizando el “money business”. Estas mafias extractivas,
sus hijos, cuñados y familiares varios, llevan décadas chupando la sangre a la
sociedad española. Partidos, sindicatos, bancos y medios de comunicación, con
su credibilidad bajo mínimos, mienten por acción u omisión para seguir engañando
a mucha gente mientras siguen arruinándonos y haciendo imposible que nos
ganemos honradamente la vida en España sin que tengamos que pedirles antes permiso
a los bancos, sindicatos y políticos. Los verdaderos emprendedores españoles
—tan alejados del IBEX y del palco del Bernabéu— están entrado en fase de
extinción demográfica por extenuación. España está en proceso de africanización
y en consecuencia todos despreciamos a los capataces y tratantes de esclavos.
Por lo pronto ya son más de dos millones de votos los que han sacado de la chistera
para que no se derrumbe el sistema político e institucional por deslegitimación,
y es que no hay peor ciego que el que no quiere ver. El miedo hará que en los
próximos lustros esa cifra se incremente dado que esa oficialidad mediática de
mafias de ladrones está acostumbrada a imponer su servidumbre vía hechos consumados.
A veces dan algún espectáculo poniendo de manifiesto alguna disidencia puntual,
pero sólo para discutir temas triviales, como el nombre de alguna formación.
Pero todos sabemos que el nombre no hace la cosa, hay que cambiar el fondo y
los valores de las personas y demostrarlo con hechos. “Las bases se revelan”.
¡Tal vez!. Esperemos que no se queden en la superficie y se sientan empoderadas
para hablar con libertad y firmeza para hacer oír sus deseos.
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Los gobernantes estatales, ni con la economía creciendo el 3% son capaces de recortar la “administración pública-política” que sólo sirve para pagar sueldazos, despilfarrar y mantener la corrupción. Cada vez faltan mas servicios de atención directa (médicos, maestros, servicios sociales, etc.) remunerados adecuadamente y tratados con respeto, y sobran más organismos públicos, autonómicos y locales duplicados. Sólo se les ocurre subir impuestos para mantener un Estado ineficiente en quiebra, que dedica los mayores recursos para que las televisiones puedan adoctrinar y a mantener el clientelismo. Algo de incapacidad para resolver los problemas, seguro que la hay, pero también mucha maldad y sinvergonzonería, para cambiar algo de forma que todo siga igual, sin ningún pudor, porqué piensan que España es su cortijo donde seguir exprimiendo a la “gente”. He oído a muchos que quieren derrocar, eliminar, cambiar, pero no he oído a nadie que quiera “construir” algo mejor. No he oído a nadie que se comprometa a cambiar las reglas del juego político para regenerar la democracia, a reformar la Constitución para que se contemple sin ninguna duda la singularidad de catalanes y vascos, a mejorar algunas leyes orgánicas tan esenciales como la ley electoral, la ley de financiación de partidos, la administración pública y por supuesto la del poder judicial. No he oído a nadie que, previa la formación de un gran acuerdo en el Parlamento, se comprometa a enviar al Parlamento un paquete de medidas para resolver temas importantes como:
· Medidas para cumplir con los requerimientos de la Unión Europea y tratar de minimizar la multa pendiente por nuestro exceso de déficit, haciendo recaer la mayor parte del ajuste sobre el gasto público, sin reducir la protección social, incluyendo si fuera preciso la reducción o eliminación de las Diputaciones y otros entes administrativos públicos de dudosa solvencia.
· Un plan que garantizara la sostenibilidad del sistema de pensiones, dotando, si fuera preciso, de nuevas fuentes de ingresos a la Seguridad Social a partir de los presupuestos del Estado y progresivo cambio hacia un sistema de capitalización.
· Un proyecto de reforma laboral destinado a crear empleo entre los jóvenes, combatir la precariedad y acabar con la dualidad del mercado de trabajo.
· Un proyecto de reforma tributaria en la que la lucha contra el fraude sea de verdad un objetivo nacional encaminado a impulsar la economía y corregir las desigualdades sin esquilmar a la clase media asalariada y ahorradora.
· Un proyecto de reforma educativa orientado a mejorar la calidad de la enseñanza y dotar de mejor capital humano a nuestra sociedad.
· Un proyecto de reforma electoral que introduzca mayor proporcionalidad en el reparto de escaños y permita a los votantes decidir a qué candidatos apoyan dentro de una misma lista.
· Un proyecto de reforma del poder judicial que excluya a los partidos del CGPJ, despolitice su sistema de elección y garantice la independencia de los jueces.
· Un proyecto de reforma de la ley de financiación de partidos que supedite las subvenciones públicas al ejercicio real de la democracia interna, primarias incluidas.
Nada de eso he visto. Sólo palabras en mítines electorales, promesas incumplidas, ninguna capacidad de diálogo y nula empatía hacia las otras formaciones que representan a cientos de miles de ciudadanos.
A la vista de los presuntos “pasteleos”
en la forma en que la ciudadanía elegimos a nuestros representantes, de los
incumplimientos de programas y presupuestos aprobados en el parlamento, de la
extendida corrupción, de la falta de ideales políticos y de proyectos a medio y
largo plazo, la fe de los ciudadanos en las instituciones está en horas bajas.
Puede parecer poco democrático, pero muchos echan en falta una buena
tecnocracia de aplicación puntual y local y una parte importante de los
catalanes pide la independencia de esa corte de sinvergüenzas que tan
indecentemente dirigen el destino de las instituciones estatales, mientras el
nacionalismo vasco se prepara para tomar el relevo.
Mientras, en plena canícula, Don Tancredo Austericida pide responsabilidad al resto de partidos políticos y que le renueven el mandato una
vez más para poder irse tranquilo de vacaciones.
©JuanJAS
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