Esta vez, el guitarrista,
cantante y compositor Quimi Portet fue a tomar un café con leche al bar del
ferry de Balearia que navegaba entre Ibiza y Formentera, y pidió un “café amb
llet”.
Parece que el camarero le
contestó: "Mira, en gallego, español, francés, inglés y hasta en italiano
te entiendo, en catalán o mallorquín, ya no”.
Tal vez la afasia
—pérdida de capacidad de producir o comprender el lenguaje— del camarero, al
ser selectiva (ante el catalán, concretamente) necesite un tratamiento. Quizá
ese camarero no debería trabajar en una línea marítima que cubre un origen y un
destino en los que hay muchos clientes que utilizan una lengua que él se niega
a entender. Todos sabemos que, cuando viajamos al extranjero que, aunque no
hables la lengua local, con educación, respeto e interés te acabas entendiendo
con quien sea. Además, para comprender que un “cafè amb llet” es un “café con
leche” no hace falta disponer de la Piedra Rosetta. ¿Piensan que en ese contexto
se le debe exigir a un cliente que se quede sin desayuno o que cambie al
castellano?
Parece que más tarde, en
una entrevista, el camarero alegó que: “Había más gente y no escuché bien lo
que me decía, porque si le escucho bien yo con el catalán me defiendo”. No
quedó claro si falló el oído o ayudó el ruido, lo cierto es que Quimi fotografió
al camarero sonriente en su lugar de trabajo, y al Twitter. No costó nada que
se montara el follón mediático y el tuit se propagó viralmente.
Al final parece que el camarero se disculpó:
"No sé por qué le contesté eso, no estuvo bien, yo no tengo nada en contra
del catalán, sólo quiero trabajar".
Lo que no debería suceder
es que el culpable se convierta en víctima y al revés, como tantas y tantas
veces ha sucedido cuando lo que está en juego es la dignidad de quien sólo
pretende utilizar su lengua materna, cooficial en su comunidad lingüística, en
la que debería estar reconocida. Ese camarero no presta sus servicios en Taiwán,
donde nadie le puede exigir, no ya que entienda el catalán, sino tampoco el
castellano. Nadie le exige que hable en catalán. Se le pide, en base al trabajo
que desarrolla y donde lo desarrolla, que lo entienda y, sobre todo, que no
discrimine a un cliente por la lengua en la que tiene todo el derecho a expresarse.
Crear un entorno de no
discriminación es lo mínimo que podemos exigir a una sociedad española que
presume de ser democrática. Si se concede a cualquiera la licencia para
discriminar, sin que exista ninguna consecuencia, estamos cediendo a todas las
-fobias e -ismos o a cualquiera de las formas que tiene la violencia para
expresarse. Aquí no caben pedanterías como ser “permeable a la catalanofobia
estructural”. Eso sería discriminar porque sí, por la lengua que hablas, por tu
color de piel, por tu orientación sexual, porque eres feo, porque llevas la
camiseta del equipo de fútbol rival, porque me has mirado mal, porque me sale
de los “co***es” o porque soy más chulo que nadie. No es lo mismo ser el
abusador que el objeto del abuso, el agresor que el agredido y el maltratador
que el maltratado. Lo que deberíamos evitar es que nadie pueda encontrar la más
mínima excusa para discriminar. Si eso no se comprende, España, como sociedad,
tiene un gravísimo problema. Problema que se une al de no comprender la
diversidad y la riqueza lingüística de los españoles. ¿Es este el porqué la
lengua catalana produce tanta “irritación” o letargo en algunas Trompas de Eustaquio’?
Soy de los que piensan
que todos los que residimos en una comunidad con dos lenguas cooficiales
tenemos el derecho a hablar en la que estimemos oportuno, pero también el
“deber” de entender al que nos habla en la otra. De esta forma respetamos el
derecho individual de todos.
Otro tema es el sentido común y el talento
comercial cuando uno trabaja en un lugar público. Siempre será un valor añadido
esforzarse en entender al cliente en la lengua en la que el nos habla…
La anécdota que les acabo de contar por si
todavía alguno de ustedes no la ha leído en los medios, es sólo un ejemplo de un fenómeno recurrente al estilo del popular “día
de la marmota” referido al uso de la lengua catalana en territorio catalán.
Hay un conflicto político permanente
creado alrededor de la lengua catalana. El del camarero del ferry de Balearia y
Quimi Portet es un micro episodio más, de los muchos que hemos vivido en
Cataluña desde hace un montón de generaciones. Es la atávica resistencia española
a no admitir que Cataluña tiene una lengua y una cultura propias y tiene una
personalidad que perdura desde hace siglos a pesar de los intentos unionistas, el
más importante de los cuales fue la derrota borbónica de 1714 que supuso la
imposición de un derecho ajeno y el intento de borrar la cultura y la lengua.
El siglo pasado, salvo el periodo de la
Mancomunidad, desde 1914 a 1923 y el de la República, de 1931 a 1939, la lengua
y la cultura catalanas nunca han podido moverse en un ámbito de libertad. Al
comenzar la transición democrática, después de la dictadura franquista, se
logró una cierta normalidad en los campos de la literatura, el periodismo, la
educación y la comunicación entre la gente que vivimos y trabajamos en
Cataluña. Esto ha sido posible asumiendo casi un veinte por ciento de recién
llegados que costará mucho tiempo y un esfuerzo colectivo para que se integren
a la sociedad de acogida, evitando la creación de guetos impenetrables por
cuestiones de raza, religión o posición social.
La clave para la integración de tanta
gente en Cataluña es la escuela que desde hace treinta años se ha organizado
bajo los parámetros de la inmersión lingüística. Los resultados han sido muy
positivos, hasta el punto de que en Cataluña no hay ningún joven que —además de
su lengua familiar o materna— no entienda el catalán y lo sepa hablar. Además
de la riqueza personal que supone, para cualquier individuo, poder entender y
hablar más lengua que la materna, la inmersión lingüística en Catalunya ha sido
ante todo un instrumento de cohesión social.
A veces parece que lo que les duele, a
los que quieren suprimir o cambiar sustancialmente el sistema de educación
lingüística en Catalunya, es que casi la totalidad de la población catalana sea,
al menos bilingüe. Se intenta por todos los medios: tanto políticos, como
judiciales y también sociales. A pesar de esta presión contra una lengua y
cultura catalana que está admitida en el marco de la Constitución Española,
parece que lo que se trata es de volver, de hacer que el catalán sea una lengua
minoritaria, residual, sin ninguna proyección a España y menos al resto del mundo.
Los que hemos tenido que aprender a
escribir nuestra lengua materna de mayores, porque no pudimos hacerlo en la
escuela, no queremos volver a la situación que vivimos en los años cincuenta y
sesenta del siglo pasado, durante los cuales sólo el castellano te podía abrir
las puertas de la vida profesional y social. Personalmente nunca he intentado
imponer mi lengua a nadie y siempre me ha disgustado que los otros me impongan
a mi la suya. Me horroriza recordar el ¡Hábleme usted en cristiano! cuyo
espíritu por desgracia aún perdura en mucha gente de nuestro país.
Yo suelo escribir en castellano porqué es
la lengua que mejor domino y porqué así, a los lectores de lengua materna
castellana, les es más fácil leer mis aportaciones. Es una simple cuestión de
cortesía porqué lo importante es comunicarse. Por supuesto, no tengo ningún
problema en hacerlo en catalán. Lo importante es que respetemos nuestra
diversidad y a los que piensan de manera diferente para conseguir una convivencia
armónica. Cierto que un poco de buena voluntad tampoco nos vendría nada mal.
Recordemos que el “Castellano” usa muchas palabras de origen árabe, algunas
provienen del griego (barómetro, ginecólogo, boreal, dibujar, etc.), también
hay germanismos (guerra, orgullo, ufano, riqueza, talar, robar, guardar, botín,
ganar, galardón, bandido, bandera, guadaña, espía) y últimamente se han añadido
muchas de procedencia inglesa, pero la inmensa mayoría provienen del latín
vulgar. También el grueso de las palabras catalanas provienen del latín. En catalán
decimos “portar” y en castellano dicen “llevar”, aunque también utilizan expresiones
como “el portador de la presente”. Cuando
en catalán decimos “ferro”, los castellanos dicen “hierro” y también usan ferretería,
ferroviario, ferrocarril. Los catalanes donem
y los castellanos dan y también donan (por ejemplo sangre), etc. y así podríamos seguir hasta el infinito.
Conclusión: Cualquier usuario de la lengua castellana
puede fácilmente entender el catalán o al menos intuir lo que le dicen porqué la
mayoría de las palabras de ambos idiomas provienen de la misma lengua madre, el
latín. Es más cuestión de voluntad que de capacidad. Voluntad para entenderse es
lo que falta en la mayoría de los casos y sin ganas de dialogar par entenderse
y aceptarse en la singularidad propia de cada uno, esta sociedad española, tiene
muy poco futuro.
©JuanJAS
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