Puede que la súbita expansión monetaria en China esea una mala noticia.
Aunque los datos todavía no lo confirman, todo indica que la crisis de los países de la periferia de la Unión Europea ya ha contagiado a los del centro y ya se puede decir que la UE está en recesión. Pasado mañana veremos si las autoridades europeas tienen el coraje de poner los medios necesarios para solucionar la crisis financiera o si el euro cae en el abismo de las monedas desaparecidas. En cualquier caso, lo que está claro es que Europa no va bien. Los últimos datos en Estados Unidos (entre los que figura creación de más de 100.000 empleos durante cinco meses consecutivos) parecen alejarlos de la temida recaída (o la crisis en forma de W) aunque las finanzas públicas americanas todavía son un caos que puede arrastrar al país al abismo y la dependencia financiera de Europa pone en peligro la posible recuperación.
En medio de toda esta incertidumbre económica, la semana pasada China dio a conocer dos datos interesantes a los que los medios de comunicación masivos no dieron mucha relevancia. Primero, se dio a conocer que el Banco Central de China abandonaba la política monetaria restrictiva de lucha contra la inflación y las burbujas inmobiliarias por una política expansiva. No se dieron explicaciones pero la lectura que muchos hacen de ese cambio es que el Banco Central debía estar viendo algo muy feo en China; algo contra lo que se debía luchar urgentemente. No habían pasado ni 24 horas cuando apareció la segunda noticia: el PMI de China caía por debajo del 50% por primera vez desde Enero de 2009 (ver gráfico). El PMI es una encuesta a empresarios donde se les pregunta si las compras a su empresa han subido o han bajado. Estar por debajo de 50% significa que los directivos de empresas piensan que las cosas en China están empeorando.
¿Qué está pasando?
Aunque los datos todavía no lo confirman, todo indica que la crisis de los países de la periferia de la Unión Europea ya ha contagiado a los del centro y ya se puede decir que la UE está en recesión. Pasado mañana veremos si las autoridades europeas tienen el coraje de poner los medios necesarios para solucionar la crisis financiera o si el euro cae en el abismo de las monedas desaparecidas. En cualquier caso, lo que está claro es que Europa no va bien. Los últimos datos en Estados Unidos (entre los que figura creación de más de 100.000 empleos durante cinco meses consecutivos) parecen alejarlos de la temida recaída (o la crisis en forma de W) aunque las finanzas públicas americanas todavía son un caos que puede arrastrar al país al abismo y la dependencia financiera de Europa pone en peligro la posible recuperación.
En medio de toda esta incertidumbre económica, la semana pasada China dio a conocer dos datos interesantes a los que los medios de comunicación masivos no dieron mucha relevancia. Primero, se dio a conocer que el Banco Central de China abandonaba la política monetaria restrictiva de lucha contra la inflación y las burbujas inmobiliarias por una política expansiva. No se dieron explicaciones pero la lectura que muchos hacen de ese cambio es que el Banco Central debía estar viendo algo muy feo en China; algo contra lo que se debía luchar urgentemente. No habían pasado ni 24 horas cuando apareció la segunda noticia: el PMI de China caía por debajo del 50% por primera vez desde Enero de 2009 (ver gráfico). El PMI es una encuesta a empresarios donde se les pregunta si las compras a su empresa han subido o han bajado. Estar por debajo de 50% significa que los directivos de empresas piensan que las cosas en China están empeorando.
¿Qué está pasando?
Retrocedamos tres años: cuando empezó la crisis financiera en Estados Unidos, las autoridades chinas pensaron que se avecinaba una crisis mundial. Ahí, claramente, la clavaron. Dado que su crecimiento se basaba en la exportación, pensaron que una crisis generalizada perjudicaría su economía y, por lo tanto, pondría en peligro su modelo de crecimiento. En consecuencia, decidieron substituir la demanda exterior por un plan de expansión fiscal y puso en marcha lo que seguramente ha sido el mayor aumento del gasto público de la historia del planeta tierra. Se invirtió en infraestructuras en las zonas más pobres del país, se hicieron trenes de alta velocidad, carreteras que no iban a ninguna parte, puertos y aeropuertos, ciudades que han quedado vacías porqué, sin industrias adyacentes, nadie ha ido a vivir allí. Todo financiado por los bancos públicos propiedad del gobierno central. La inversión llego a ser del 49% del PIB (en un país normal, la inversión suele rondar el 20%).
Pues bien, los efectos de todo ese gasto masivo están llegando a su fin, lo que está llevando al paro a todo un tsunami de trabajadores de la construcción. Un tsunami que está causando un malestar social cada día más amplio y cada vez más visible y menos disimulable. Al mismo tiempo, los créditos concedidos por bancos públicos para financiar todas esas infraestructuras les están ahogando y el país entero corre el riesgo de tener un sistema bancario lleno de zombis. El problema es que, como casi siempre, las inversiones públicas se realizan con criterios políticos y no económicos o de rentabilidad; por ello, una vez desaparecida la demanda que había generado su construcción, no generan ni empleos ni riqueza. A la gente que vive cerca de los aeropuertos de Ciudad Real, Lleida o Castellón, esta situación le resultará familiar. De hecho, también les resultará familiar el hecho de que los bancos que fueron obligados por las autoridades a financiar esas ruinosas infraestructuras tengan ahora problemas por mantenerse a flote. Como entre políticos andaba el juego, entre estas y otras cosas muchas cajas han quedado en la ruina: Caja de Castilla la Mancha, la de ahorros del Mediterráneo -CAM-, Caixa Catalunya o Caixa Galicia.
A todo esto hay que sumar la burbuja inmobiliaria. Desde que China abrió su economía al mundo en 1978, cientos de millones de ciudadanos emigraron del campo a la ciudad, creando una gran demanda de viviendas. Los aumentos de demanda eran tan constantes y tan grandes que la oferta no podía mantener el ritmo por lo que los precios se empezaron a disparar. Los aumentos de precios conllevaron la demanda especulativa: la gente piensa que los pisos son una buena inversión “porque el ladrillo nunca baja, ¿les suena?. La especulación masiva no hizo más que contribuir a la espiral de subidas de precios, construcción y promoción inmobiliaria masiva y créditos hipotecarios. De hecho, los bancos concedían créditos a tipos de interés inferiores a la inflación por lo que los tipos de interés reales eran negativos, cosa que no hacía más que incentivar la demanda masiva de crédito. El sector de la construcción llegó a representar el 20% del PIB (en comparación, la proporción de la construcción en España en el momento álgido de la burbuja llegó al 15%!).
Las autoridades chinas vieron lo que una burbuja inmobiliaria había hecho en Japón en 1990, o lo que está causando en Estados Unidos, Irlanda o España en la actualidad, por lo que hace un año decidieron aumentar los tipos de interés y llevar una política monetaria restrictiva de recortes del crédito financiero en un intento de desinflar la burbuja sin que explotara de manera violenta como había pasado en Japón, EEUU, Irlanda o España. Las consecuencias inmediatas es que el crédito se redujo, las compras de viviendas cayeron en picado, los precios inmobiliarios han bajado entre un 40% y un 60%, hay millones de viviendas vacías y los bancos se sientan sobre una enorme montaña de hipotecas morosas y créditos a empresas constructoras que no tienen ventas ni ingresos. A nosotros, en España, todo esto nos resulta muy familiar: todo indica que la política de desinflar la burbuja suavemente no ha funcionado y que, en realidad, ha explotado. Como pasó en España.
China va a tener dificil compensar aumentando las exportaciones la explosión de la burbuja; porqué el resto del mundo se debate entre la recaída y la gran recesión. Un nuevo estímulo fiscal masivo como el llevado a cabo en 2008 parece improbable dadas las nefastas consecuencias que el anterior experimento dejó en las cuentas públicas. Finalmente, es difícil que el consumo privado aumente mucho dado que la pirámide poblacional china está invertida (la política de hijo único hace que la relación entre ancianos y jóvenes sea cada vez peor) con lo que la introducción de un sistema de pensiones público similar al occidental parece improbable con lo que los chinos deben ahorrar todo lo que puedan hoy para mantenerse a sí mismos durante el retiro (esto debería alertar a los que confían exclusivamente en que papa Estado mantendrá eternamente el “estado del bienestar”). La ausencia de un sistema sanitario público también hace que las familias estén obligadas a ahorrar para el día que tengan que hacer frente a una enfermedad o accidente. El consumo privado, salvo en las zonas más boyantes, no está muy eufórico.
Todo esto nos lleva a una conclusión. Si la reacción a la explosión de la burbuja no pueden ser ni las exportaciones, ni la política fiscal expansiva, ni el consumo privado, solamente queda una opción: ¡la política monetaria expansiva! De ahí puede venir el espectacular cambio de dirección que el banco central de China hizo la semana pasada. Un cambio que, lejos de ser una buena noticia porque garantiza el crecimiento de China durante los años venideros, más bien es una señal de que las autoridades chinas ven que no tienen alternativa.
Pues bien, los efectos de todo ese gasto masivo están llegando a su fin, lo que está llevando al paro a todo un tsunami de trabajadores de la construcción. Un tsunami que está causando un malestar social cada día más amplio y cada vez más visible y menos disimulable. Al mismo tiempo, los créditos concedidos por bancos públicos para financiar todas esas infraestructuras les están ahogando y el país entero corre el riesgo de tener un sistema bancario lleno de zombis. El problema es que, como casi siempre, las inversiones públicas se realizan con criterios políticos y no económicos o de rentabilidad; por ello, una vez desaparecida la demanda que había generado su construcción, no generan ni empleos ni riqueza. A la gente que vive cerca de los aeropuertos de Ciudad Real, Lleida o Castellón, esta situación le resultará familiar. De hecho, también les resultará familiar el hecho de que los bancos que fueron obligados por las autoridades a financiar esas ruinosas infraestructuras tengan ahora problemas por mantenerse a flote. Como entre políticos andaba el juego, entre estas y otras cosas muchas cajas han quedado en la ruina: Caja de Castilla la Mancha, la de ahorros del Mediterráneo -CAM-, Caixa Catalunya o Caixa Galicia.
A todo esto hay que sumar la burbuja inmobiliaria. Desde que China abrió su economía al mundo en 1978, cientos de millones de ciudadanos emigraron del campo a la ciudad, creando una gran demanda de viviendas. Los aumentos de demanda eran tan constantes y tan grandes que la oferta no podía mantener el ritmo por lo que los precios se empezaron a disparar. Los aumentos de precios conllevaron la demanda especulativa: la gente piensa que los pisos son una buena inversión “porque el ladrillo nunca baja, ¿les suena?. La especulación masiva no hizo más que contribuir a la espiral de subidas de precios, construcción y promoción inmobiliaria masiva y créditos hipotecarios. De hecho, los bancos concedían créditos a tipos de interés inferiores a la inflación por lo que los tipos de interés reales eran negativos, cosa que no hacía más que incentivar la demanda masiva de crédito. El sector de la construcción llegó a representar el 20% del PIB (en comparación, la proporción de la construcción en España en el momento álgido de la burbuja llegó al 15%!).
Las autoridades chinas vieron lo que una burbuja inmobiliaria había hecho en Japón en 1990, o lo que está causando en Estados Unidos, Irlanda o España en la actualidad, por lo que hace un año decidieron aumentar los tipos de interés y llevar una política monetaria restrictiva de recortes del crédito financiero en un intento de desinflar la burbuja sin que explotara de manera violenta como había pasado en Japón, EEUU, Irlanda o España. Las consecuencias inmediatas es que el crédito se redujo, las compras de viviendas cayeron en picado, los precios inmobiliarios han bajado entre un 40% y un 60%, hay millones de viviendas vacías y los bancos se sientan sobre una enorme montaña de hipotecas morosas y créditos a empresas constructoras que no tienen ventas ni ingresos. A nosotros, en España, todo esto nos resulta muy familiar: todo indica que la política de desinflar la burbuja suavemente no ha funcionado y que, en realidad, ha explotado. Como pasó en España.
China va a tener dificil compensar aumentando las exportaciones la explosión de la burbuja; porqué el resto del mundo se debate entre la recaída y la gran recesión. Un nuevo estímulo fiscal masivo como el llevado a cabo en 2008 parece improbable dadas las nefastas consecuencias que el anterior experimento dejó en las cuentas públicas. Finalmente, es difícil que el consumo privado aumente mucho dado que la pirámide poblacional china está invertida (la política de hijo único hace que la relación entre ancianos y jóvenes sea cada vez peor) con lo que la introducción de un sistema de pensiones público similar al occidental parece improbable con lo que los chinos deben ahorrar todo lo que puedan hoy para mantenerse a sí mismos durante el retiro (esto debería alertar a los que confían exclusivamente en que papa Estado mantendrá eternamente el “estado del bienestar”). La ausencia de un sistema sanitario público también hace que las familias estén obligadas a ahorrar para el día que tengan que hacer frente a una enfermedad o accidente. El consumo privado, salvo en las zonas más boyantes, no está muy eufórico.
Todo esto nos lleva a una conclusión. Si la reacción a la explosión de la burbuja no pueden ser ni las exportaciones, ni la política fiscal expansiva, ni el consumo privado, solamente queda una opción: ¡la política monetaria expansiva! De ahí puede venir el espectacular cambio de dirección que el banco central de China hizo la semana pasada. Un cambio que, lejos de ser una buena noticia porque garantiza el crecimiento de China durante los años venideros, más bien es una señal de que las autoridades chinas ven que no tienen alternativa.
Es posible que la expansión monetaria funcione y, una vez más, China pase de puntillas por la recesión mundial que se crearía si el euro colapsa en las próximas semanas. Pero también puede ser que la expansión monetaria fracase y que, más que expandir la producción, dispare una inflación que ya se encuentra desbocada cerca del 10%. Si eso es así, el aterrizaje forzoso de la economía más poblada del mundo va a tener consecuencias devastadoras en todo el mundo, sobre todo el mundo emergente de Asia, África y América Latina, cuyo éxito reciente ha dependido mucho del crecimiento del gigante chino.
Además de la incertidumbre fiscal norteamericana y el abismo financiero que amenaza la zona euro (el sector privado en Alemania se contrae por primera vez desde 2009 y anticipa el riesgo de recesión), parece que a partir de ahora tendremos que estar atentos al fuego que se ha encendido en China.
Conclusión: cada vez tenemos más difícil la salvación de los pocos ahorros que, con tantos esfuerzos, algunos han logrado conservar. Como siempre, la clase media, como el jamón del sándwich, se está quedando transparente a fuerza de tanto laminarlo con impuestos cada vez más altos. Esperemos que el niño Jesús que va a venir pronto, traiga algo de sentido a nuestros políticos y sienten de una vez la cabeza. Ya no bastan las palabras. ¡Se necesitan hechos en la buena dirección!.
©JAS 2011
Además de la incertidumbre fiscal norteamericana y el abismo financiero que amenaza la zona euro (el sector privado en Alemania se contrae por primera vez desde 2009 y anticipa el riesgo de recesión), parece que a partir de ahora tendremos que estar atentos al fuego que se ha encendido en China.
Conclusión: cada vez tenemos más difícil la salvación de los pocos ahorros que, con tantos esfuerzos, algunos han logrado conservar. Como siempre, la clase media, como el jamón del sándwich, se está quedando transparente a fuerza de tanto laminarlo con impuestos cada vez más altos. Esperemos que el niño Jesús que va a venir pronto, traiga algo de sentido a nuestros políticos y sienten de una vez la cabeza. Ya no bastan las palabras. ¡Se necesitan hechos en la buena dirección!.
©JAS 2011
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