jueves, 3 de marzo de 2016

Vivimos en un mundo virtual

Vivimos en un mundo en que tenemos muchas cosas al alcance de un “click”. Es tan fácil conseguirlas que a veces llegamos a confundir los “sucesos virtuales” con la realidad. 
Hoy en día podemos contemplar, cómodamente recostados en una butaca en nuestra casa o mientras nos trasladamos en un transporte, un cuadro valioso o una fotografía espectacular de un lugar lejano y exótico, escuchar una melodía ejecutada por una orquesta sinfónica, leer un libro escrito por un escritor famoso, ver una película, un vídeo o un reportaje, repasar un tema de estudio, oír un podcast, etc. Estamos tan acostumbrados a ver o tener cosas que requieren tan poco esfuerzo, conocimientos y creatividad por nuestra parte que es como si viviéramos en un espejismo. Algunos llegan a confundir la ficción con la realidad y piensan que todo lo pueden conseguir dando unos pocos clicks y prácticamente gratis.
Cuando aparecieron las primeras calculadoras portátiles, todo el mundo que las empezó a usar sabía como efectuar los cálculos que estas realizaban, sólo que ellas los realizaban más rápido y no se equivocaban nunca.
La aparición de las “calculadoras científicas” representó un gran cambio de paradigma. 
Muchos de sus usuarios no sabían como hacer raíces cúbicas, calcular cosenos, operar con logaritmos neperianos o incluso resolver sistemas de ecuaciones múltiples con varias incógnitas. Les bastaba saber que teclas pulsar en el “instrumento electrónico” y en que orden hacerlo, para obtener un resultado que sin ese instrumento, ni en una semana hubieran sido capaces de conseguir.
Actualmente, la gran mayoría de nosotros usamos un móvil tipo Smartphone; otra cosa es el porcentaje de funciones que usamos entre todas las que permite el aparato. Nadie nos preguntamos que pasa en su interior ni la cual ha sido la inventiva, estudio, esfuerzo-trabajo o inversión necesaria para conseguir que eso pase.
En las últimas décadas cada vez han aparecido más gadgets electrónicos que han permitido obtener “cosas” de forma fácil. A menudo –suele bastar con pulsar unas teclas y muchas veces simplemente probar y pulsar aleatoriamente por si “sale algo”. Cada vez se han popularizado más entre todas las personas que han tenido poder adquisitivo suficiente para comprarse los aparatos correspondientes. Los créditos y los préstamos a gogó han facilitado el consumo de esos productos ampliando el colectivo de usuarios de esos gadgets. Entre sus más fervorosos fans se incluyen personas que ni los necesitaban para nada o les sacaban una utilidad mínima. Algunos instrumentos hasta se han convertido en símbolos de "status social": Si no tienes un móvil de pantalla grande, no eres nadie.
Esta popularidad de los “gadgets tecnológicos” a propiciado que muchas personas desprecien el “aprendizaje” y rehuyan el esfuerzo necesario para entender los contenidos y el valor de los mismos. ¿Para que quiero yo saber? Se preguntan. ¡No lo necesito para nada!. 

La ignorancia es muy atrevida y por ello algunos piensan que no es necesario estudiar ni aprender nada porqué cuando necesiten algo, bastará con buscarlo en Internet. Seguro que alguien habrá tenido antes esa necesidad, habrá averiguado como satisfacerla y habrá colgado la "receta". Piensan que les bastará con tomarla apretando unas cuantas teclas y aplicarla directamente a su problema. La mayoría de las veces les saldrá gratis y si no queda más remedio, pagarán algo por  una cantidad ridícula que les salvará de un gran esfuerzo. La cuestión es no molestarse en pensar, aunque sea económicamente gratis– y menos en esforzarse por aprender a valerse por si mismo.
Si alguien presenta un dibujo, una pintura o una foto bonita, le preguntan que lápices, pinceles o cámara ha usado. ¡Seguro que son “profesionales”! añaden, dejando entrever que basta con "adquirir" un equipo muy caro para conseguir estos buenos resultados.
Si una pareja ve a otra que baila bien, el hombre explica que de joven él era el rey de las pistas. Mientras, en conversación aparte -siempre que se juntan dos parejas se forman dos grupos de conversación-, la señora se justifica con la bailarina que su marido no tiene mucho sentido del ritmo y de paso le pregunta donde ha comprado esos zapatos que le dan alas a sus pies, como si ellos fueran los únicos responsables de que la pareja baile bien. 
Escenas similares pueden encontrarse cuando nos referimos a cualquier habilidad personal como:

  • La costura: ¡Que vestido más bonito! ¿donde lo has comprado?, 
  • La cocina: ¡A mi es que no me gusta mucho cocinar!. ¡No te equivoques, a mi tampoco. Lo que realmente me gusta comer bien y que coma bien toda mi familia, por ello cocino con amor!, 
  • El bricolaje, 
  • etc. 

Es curioso la poca gente que pregunta:
¿Qué has hecho para conseguir hacer esta foto, dibujo, pintura, vestido, platillo, performance, etc.? 
¿Cuanto tiempo tiempo, pruebas, estudio, dinero, etc.?
¿Qué me recomiendas que haga yo para conseguir algo similar?

De joven me encantaba leer cosas sobre tecnología y me maravillaban tanto los anuncios de los nuevos gadgets, que siempre les sugería a mis padres adquirir el más nuevo. Recuerdo que mi madre me decía: 
“Cuando encuentres un robot al que con sólo darle las instrucciones verbalmente, sea capaz de ponerte el plato de comida en la mesa, me lo traes. Lo probaré y si realmente funciona, ahorraré y en cuanto consiga el importe necesario, te regalaré otro para ti”. ¡Era terrible! Siempre me preguntaba: ¿Qué hará por ti que no puedas hacer sin él? y como la respuesta no solía convencerla, me recomendaba que no gastara ni un céntimo en “gadgets que prometían mucho” y a la hora de verdad sólo servían para ocupar mucho espacio, consumir energía, limpiarlo, repararlo y en definitiva dar más trabajo y problemas del que realmente resolvían. Me recordaba que el "sintetizador de bebidas y alimentos" que usaban los tripulantes de la nave Enterprise -era muy aficionado a ver la serie Star Trek)- todavía no la fabricaban en ninguna factoría de la Tierra.
La tecnología no es buena ni mala per se. Lo que es bueno o malo es lo que se deriva de su uso. Otra cosa es el negocio que se consigue produciendo y vendiendo gadgets. Los comerciantes prometen grandes ventajas y emociones satisfactorias para el que los compre. Los estímulos sensoriales de los anunciantes nos han tentado a la mayoría para que compremos multitud de productos que realmente no satisfacen las expectativas que habíamos depositado en ellos antes de su compra. Nuestras casas se han transformado en museos tecnológicos de gadgets que han ido contaminado nuestro entorno cuando progresivamente se han ido quedando obsoletos. Lo ideal es consumir lo justo y necesario y con criterio propio sólo lo que nos puede resultar útil para el próximo año. 

Los gadgets tecnológicos son atractivos para la mayoría de nosotros porqué nos prometen experiencias placenteras o incluso prometen superar nuestras deficiencias. ¿Se imaginan lo que representará, para todas las personas mayores y todas las que tengan su movilidad reducida, poder trasladarse a todas partes, cuando quieran, con un coche auto-conducible? ¡Fantástico verdad! 
¿Ha pensado los años que llevan investigando un montón de equipos multidisciplinares de científicos e ingenieros para que eso llegue a ser una realidad dentro de pocos años? No ¿verdad?. Estamos acostumbrados a comprar gadgets y a no tener ni idea de quienes los han pensado, diseñado, producido, como lo han hecho, que “efectos secundarios” se han derivado de su producción y de su uso, ahora o en el futuro…
Lo mismo pasa con los servicios o los contenidos que se comparten en las redes sociales:
· Antes de poder publicar un “escrito” –que no se limite a unas cuantas onomatopeyas— el autor ha tenido que documentarse, escribirlo, corregirlo, añadir los grafismos, fotos e incluso algún elemento multimedia.
· Antes de poder publicar una foto, alguien debe haber visitado el lugar, empleado tiempo y conocimientos en tomar la foto, almacenarla, retocarla para mejorar su calidad y subirla a un servidor para que todos podamos disfrutarla.
¿Se han fijado que en las películas que dan en la TV la mayoría de las veces cortan los títulos de crédito para tener más tiempo para anuncios?. Nos están induciendo a pensar que:
· No tiene importancia saber nada del equipo más o menos numeroso que la ha creado. Da igual saber donde se ha rodado o si ha sido un entorno irreal creado por ordenador. 
· No nos importará saber quien ha compuesto ni interpretado la música que ha ambientado la banda sonora y 
· No tenemos porqué saber que un equipo con potentes ordenadores ha editado la película para que luciera tan natural o espectacular como lo hace. 
Sólo les importa que consumamos lo máximo posible, lo más rápido posible, sin parar, de forma automática y sin pensar…
Pocos somos conscientes de que cuando hacemos click en un enlace de una red social y se despliega una “infografía” quien la diseñó, ha seleccionado la “cita-reflexión” y la ha incluido en un fondo más o menos adecuado antes de compartirla. 
Los medios de comunicación no nos enseñan a valorar la “creatividad” y luego se sorprenden de que la gente se “baje” música, libros, videos y toda clase de contenidos de la red sin colaborar con el autor a sufragar sus gastos.
Pocos pensamos que para poder consumir, antes ha habido alguien que ha tenido que crear, producir y compartir ese producto. Pocos pensamos que cuando empieza a reproducirse un vídeo, hay alguien o un equipo más o menos numeroso de personas que han puesto talento, conocimientos, imaginación, mucho esfuerzo y generosidad para poner el “producto” a nuestra disposición.
Cortar y pegar es muy fácil, pero es más placentero y beneficioso, crear y compartir. Sobre todo es más útil para la sociedad. Imaginemos que todos los usuarios de las redes sociales se dedicaran sólo a copiar y pegar temas publicados por otros usuarios. Llegaría un momento en que sólo veríamos “productos repetidos”. Algo similar a lo que está pasando en los canales de TV abiertos que repiten las mismas películas cada cierto tiempo. A pesar de que tenemos acceso a más de 30 canales en abierto, muchos días es difícil encontrar una película que todavía no hayan programado.
Sería fantástico que aprendiéramos a valorar todas las acciones creativas, a practicarlas y a compartirlas. Así, al tiempo que todos mejoramos nuestros conocimientos y habilidades creativas, la experiencia en las redes sería cada vez más variada, útil y placentera para todos.
Les dejo un vídeo para “aprender de los mejores” en el que hacen una comparación entre las técnicas que usan los amateurs y los profesionales. Si entienden algo de vídeo, disfrutarán y si no entienden, se darán cuenta de la cantidad de trabajo, conocimientos y creatividad que se esconden detrás de sólo unos minutos de vídeo profesional. Eso que, sólo dando un click, vemos en tan poco tiempo y que nos parece tan natural y tan fácil. 
©JuanJAS

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