En todas las televisiones del país hay muy pocos programas de debate. Son más bien de tertulias para que los invitados estrella —casi siempre los mismos— hagan su espectáculo y difundan la propaganda de los grupos políticos afines a los propietarios o controladores del medio.
Aún teniendo esto en cuenta, hay algunas cadenas privadas que se llevan la palma. Promocionan con publicidad engañosa sus programas en prime time con tertulianos —autoproclamados por ellos mismos bien informados y expertos en todo— que insultan a grito pelado con una absoluta falta de educación, que en ocasiones llega al insulto personal; mienten, manipulan e interrumpen constantemente para impedir que su oponente —visto como enemigo— pueda expresar sus teoría o exponer sus datos u opinión. Estas programas autocalificados de “debate” ofrecen unos espectáculos desagradables y bochornosos que ofrecen una visión totalmente sesgada de la realidad, con la intención de persuadir a los acríticos e indecisos e implantar en las mentes de los escuchantes una visión totalmente imperfecta de la realidad. Lo más chocante es que quieran vanagloriarse de enriquecer la cultura democrática del país, cuando en realidad lo único que hacen es promocionar a sus “periodistas estrella” que en el caso de “La Sexta” se ha probado que mienten (caso Trías-Alcalde de Barcelona y financiación de Podemos) y practican una mala praxis profesional continuadamente. Por supuesto nunca invitan a ningún profesional que pueda mostrar las falacias y errores de la ortodoxia dominante, que se presenta con tanta frecuencia en sus programas mal llamados de “debate”.
Esos programas de “debate” que ofrecen la mayoría de las televisiones públicas, y peor en las privadas, lejos de perseguir el objetivo de enriquecer y reforzar la todavía muy insuficiente y limitada democracia en España, alimentan el aspecto teatral, con groserías, sarcasmos, insultos y mala educación, de lo cual la cultura política española ya tiene una sobreabundancia. Puede que esos programas mal llamados de “debate” reflejen correctamente la cultura política que existe en el país, pero sería importante que un programa que se presenta como un debate político intentara mejorar, y no empeorar todavía más, lo ya existente.
La ciudadanía de los distintos pueblos y naciones de España se merecen programas mejores y donde todos, desde los que habitan cerca de los Pirineos hasta los que lo hacen cerca de Gibraltar, puedan escuchar los puntos de vista de los que representen a todos los ciudadanos del país, porque hace años se hizo popular el slogan “¡Teruel también existe”, pero ahora debería hacerse popular “Catalunya, el País Vasco, Galicia, etc. también existen!”. Por el momento, los ciudadanos de estas naciones o nacionalidades o territorios, llámenles como les parezca, también deberían contar en España y para todos los españoles.
¿Porqué algunos gobernantes autonómicos no dejan que se vean en abierto las televisiones de otras comunidades? ¿Pretenden tal vez que el “desconocimiento, la desinformación y la imposibilidad de oír a todas las voces” cree miedo, repulsión u enfrentamiento?
Mediten cuantos políticos con alta representación en su comunidad y cuantos economistas y profesionales con selecto curriculum a nivel mundial tienen la oportunidad de explicar sus opiniones y contrastarlas en espacios públicos a nivel nacional. No hablo de traerlos para intentar presentarlos como “bichos raros”, para atacarlos por una “manada de lobos”, en ocasiones insultándolos o repitiendo acusaciones inciertas que tensan el honor personal del convidado y le obliguen a que tenga que abandonar el programa como hizo el profesor Juan Torres en la Sexta.
¡Medítenlo!
Si lo hacen se darán cuenta de donde queda la tan cacareada, por algunos, pluralidad de España y a la vez “igualdad para todos los españoles” y deducir quien miente más y más descaradamente.
Por suerte existe Internet, donde algunos de estos profesionales pueden publicar sus tesis y las redes sociales donde algunos pueden compartir opiniones, datos y pruebas de diferentes teorías para ofrecer la posibilidad de un mayor contraste de opiniones.
Lo único que falta esperar es que el “condicionamiento” de la “masa” no sea tan fuerte que impida que la mayoría abra sus mentes y al menos se den la oportunidad de analizar distintas alternativas a su forma de pensar.
©JuanJAS
PD.- Una reflexión sobre “Darse la oportunidad de analizar otras alternativas”
Siempre he oído que nadie aprende por experiencia ajena y que se aprende algo más fácilmente y de forma duradera cuando uno mismo lo pone en práctica. También he comprobado que la sintonía con otras personas es más fácil cuando todas ellas han vivido experiencias similares, aunque haya sido en contextos y lugares diferentes.
¿Será verdad que sólo podemos comunicar a otro lo que por su propia experiencia, nivel de percepción y consciencia, ya conoce y por tanto puede recordar?
Tal vez por esto “dialogar” es tan complejo, difícil y la mayoría de las veces improductivo.
¿Conocen personalmente a alguien que haya convencido a quien no quiere ser convencido?
Si “dialogar” es una tarea de titanes, ¿qué esperanza podemos albergar de que nuestros políticos y gobernantes dialoguen y consigan poner en marcha y completar algún plan beneficioso para todos?
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