lunes, 23 de enero de 2017

El “cuarto poder” está enfadado con Trump

En este tiempo, rápido, inmediato y líquido de las redes sociales, los iPhone y las Tablet, todos conocemos a muchos amigos y personas de nuestro entorno que están pegadas a esta tecnología adictiva y se han vuelto incapaces de mantener una conversación tranquila y amable. Lo único que suelen leer son los “píldoras informativas” que los medios de comunicación les sirven puntualmente por sus gadgets y que pueden consultar en cualquier lugar y momento del día. La inmediatez, profusión y el rápido cambio de los “titulares” excita las emociones y no facilita el pensamiento crítico que podría practicarse y desarrollarse si se recuperara el placer de la lectura y también de la escritura.
Todos los que se han acostumbrado a leer críticamente las noticias —cada vez son menos numerosos— saben que los periódicos están plagados de errores. Y no solamente errores sino simplificaciones exageradas, equivocaciones en las intenciones de los titulares, interpretaciones muy discutibles y textos que podían haberse escrito de forma diferente.
Dicen que el periodismo es obtener la versión más aproximada de la verdad aunque muchos periodistas y medios clásicos o modernos, persisten en pretender que son casi infalibles. Sabemos que no es cierto, pero a pesar de las imperfecciones, de los defectos, de las precipitaciones y las mentiras intencionadas o involuntarias que muchos periodistas y grupos de presión difunden en los medios, sería un error vetarlos o sustituirlos completamente por otros medios de difusión modernos tipo redes sociales o Twitter, como ha hecho Trump durante la campaña y en sus primeras horas de mandato. El fin no justifica los medios.
Hace unos 2500 años, Confucio creía que se podía transformar la sociedad mediante el ejemplo. Escribió que «la sinceridad se hace evidente y manifiesta. Cuando es manifiesta, se vuelve brillante. Como es brillante, afecta a los demás. Como afecta a los demás, logra cambiarlos. Y como los cambia, se transforman. Sólo el que posee la sinceridad más absoluta que hay bajo el Cielo puede transformar al otro». Confucio pensaba que el proceso de transformación podía ir en ambos sentidos. Sabido es que este gran pensador y maestro no tuvo demasiado éxito a la hora de convencer a los gobernantes de su época para que adoptaran sus ideas de gobierno. 
Hace más de 200 años el presidente Thomas Jefferson dijo “La base de nuestros gobiernos es la opinión del pueblo, el primer objetivo debe ser mantenerla, y si tuviera que decidir entre tener un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, no dudaría ni un instante en preferir lo segundo”.
James Madison, escribió que “Solamente a la prensa, con todo y su historia de abusos, le debe el mundo todos los triunfos que han ganado la razón y la compasión sobre el error y la opresión”.
En un tuit enviado el 14 de agosto de 2016 Trump escribió que “¡No es ‘libertad de la prensa’ cuando a los periódicos y otros se les permite decir y escribir lo que quieran, aunque sea completamente falso!”. Luego, el 24 de octubre de 2016, durante una entrevista que concedió a la CBS de Miami, dijo que “A nuestra prensa se le permite decir lo que quiera y salirse con la suya. Y creo que deberíamos ir hacia un sistema donde si hacen algo mal... Soy un gran creyente, un tremendo creyente en la libertad de prensa. Nadie lo cree que con más fuerza que yo, pero si cometen errores terribles, terribles y esos errores se hacen a propósito para lastimar a la gente. No estoy hablando sólo de mí. Estoy hablando de cualquier otro, entonces sí, creo que deberías tener la capacidad de demandarlos”.
Algunos afirman que Jefferson, Madison, Washington, Franklin y otros Padres Fundadores en USA se están revolcando en sus tumbas. Está claro que el mundo ha cambiado y cada vez lo hace a pasos más agigantados. También está claro que las enseñanzas de Confucio y de otros grandes pensadores no son muy apreciadas ni practicadas entre los grupos de presión y el poder. 
Todos hemos oído la expresión “Cuarto poder”, con la cual solía designarse a la prensa, en alusión a la extraordinaria influencia que esta ejercía en los años previos a la llegada de los todavía más poderosos medios de comunicación; televisión, radio, Internet, etc. La prensa y en general los grandes medios de comunicación se ganaron a pulso este calificativo porque la inmensa mayoría de las veces no se limitan a reflejar la opinión pública, sino que influyen tanto que llegan a crear esa misma opinión pública, proporcionando la casi totalidad de la información con la que las personas contamos en cualquier momento.
En nuestros días con tantos problemas, crisis, incertidumbres y rápidos cambios, sería fantástico que el periodismo intentara y consiguiera explicar lo que ocurre en el mundo y no se recreara en la metáfora ni en dibujar escenarios más o menos previsibles o convenientes para algunos. Sería fantástico que no se equivocara nunca en las descripciones de la realidad que nos presentan los medios que publican sus escritos. Sería fantástico que ejercitara la posibilidad de rectificar, al día siguiente o al siguiente minuto en los soportes digitales, dando mayor difusión al desmentido de la noticia que publicó erróneamente; pero todos sabemos que esto no es así. No digo que no haya la voluntad de hacerlo por parte de algunos, pero al fin y al cabo la inmensa mayoría de periodistas son “trabajadores” que ganan su dinero escribiendo para los medios para los que trabajan y en esta situación no pueden contar, escribir u opinar públicamente lo que quieran o les dicte su conciencia. 
Recientemente, los medios más potentes han declarado una guerra abierta a Trump y este los ha puenteado y desafiado usando su cuenta de Twitter, con la que ha conseguido hábilmente hacer llegar su mensaje directamente a sus seguidores. Ha obtenido una audiencia prácticamente igual, o superior en algunos casos, a la de los grandes medios.
No se quien ganará la batalla. Dependerá del poder que despliegue cada contendiente. Tampoco tomaré partido por ninguno de los dos poderes, porqué si bien tengo claro que los periodistas y los medios de comunicación realizan una labor importante, también tengo claro que su labor dista mucho de lo que sería deseable y ya no digamos de lo que considero ideal.
El mundo y las personas que lo habitamos nos hemos alejado del Óctuple Sendero que aconsejó Buda —acción correcta; intención correcta; forma de vida correcta; esfuerzo correcto; concentración correcta; palabra correcta; comprensión correcta; contemplación correcta— y los medios han colaborado mucho en ello. Considero que quedan pocos periodistas honrados y que sigan el código ético. Cuando lees un periódico —da igual el que leas o si lees varios— la objetividad brilla por su ausencia, porque los medios se mueven por intereses, igual que Trump o cualquier otro político o grupo de poder. No digamos ya las televisiones donde la sobredimensión de las noticias, las medias verdades, la mediatización, la mentira al servicio de los que les pagan, los silencios culpables son bochornosos y un insulto a cualquier inteligencia mediana. Mejor no hablar de las televisiones generalistas y de sus programas en prime time. Llega a dar asco y no se molestan lo más mínimo en disimularlo.
Da igual quien gane la batalla con los medios, la idiotez de unos y otros está bien servida. El desenfreno seguirá. 
Las masas parece que han perdido el sentido común en todas partes. Bueno, en Cataluña quizás "sólo" nos hemos vendido el juicio a favor de la “locura”, que es la que se impone. El desenfreno y el arrebato mandan. Tardará más o menos, pero al fin, por encima de la persistente rumorología, populismo y demagogia que nos llega a los ciudadanos, espero que se acaben imponiendo los hechos.
Los medios tachan a los que nos les bailan el agua de seres perversos y antidemocráticos, pero no les vendría mal, antes de rasgarse las vestiduras, hacer los méritos necesarios para reconquistar la credibilidad perdida. Primero, los medios ... que por ello han sido los primeros en llegar y los que tanto han contribuido a crear el desenfreno y el rumor de demagogia entre los ciudadanos.
Seguiremos sufriendo el “culebrón”, bebiendo en diferentes fuentes e intentando… Que el llegir no ens faci perdre l’escriure! Se traduce literalmente por “¡Que el leer no nos haga perder el escribir!”, pero en realidad es un llamamiento al equilibrio y a no perder de vista lo esencial.
©JuanJAS

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