miércoles, 8 de febrero de 2017

Inductores, complices y cooperadores necesarios

La televisión y los medios digitales nos informan al instante de cualquier guerra, horror, maltrato, pobreza, etc. que suceda en cualquier remoto lugar del mundo. El sesgo de negatividad —el hambre colectiva de escuchar y recordar las malas noticias— cada vez es más alto. 
Si miramos a nuestro alrededor, todos podemos intuir que no pasan únicamente cosas malas en el mundo y por ello a mucha gente nos encantaría poder leer y ayudar a difundir buenas y esperanzadoras noticias en los medios. Sin embargo, los periodistas se sientan atraídos por escribir sobre malas noticias —historias de tipo negativo, corrupción o hipocresías— en lugar de historias neutras o positivas. En los telediarios se reproducen machaconamente las mismas malas noticias y en la web se hacen virales los videos más escandalosos o los “trending topic” más difundidos en las redes sociales. Tal vez la explicación sea que la mayoría de nosotros creemos que somos mejores que la media y nos negamos a perder la esperanza de que al final, las “cosas” salgan bien. Tal vez este punto de vista positivo haga que las malas noticias destaquen más, como lo hace un punto oscuro sobre un fondo claro.
En nuestra parte del mundo, en que las noticias se transmiten por ondas de radiofrecuencia a la velocidad de la luz y en el que casi todo se sabe mucho antes que antaño, aunque haya sucedido a miles de kilómetros de distancia… ¿Cómo puede ser que siempre aparezca un único "malo" -el maltratador, el delincuente, el loco, el corrupto y el insolidario- y muchos "buenos" que se horrorizan al conocer sus pérfidas acciones? Ver nota al pie (1).
¿Cómo es posible que estos pocos “malos”, por si solos puedan hacer tanto daño a la mayoría de la gente? 
¿Cómo pueden cometer esos innumerables y aberrantes crímenes durante años, sin nadie que tenga conocimiento de sus fechorías y encubra sus maldades y sin algún tipo de ayuda?
¿Porqué nadie se pregunta, al menos en los medios, quienes son esos colaboradores necesarios y donde se ubican?. Y más aun, aproximando el foco hasta nuestro entorno más próximo, ¿Cuándo empezaremos a afear esas actitudes incívicas y a reprobar públicamente a las personas que cometen actos incívicos a nuestro alrededor, aunque los consideremos “de los nuestros”?
¿Porqué cuando oímos a personas decir que “tal acción detestable, reprobable o incluso criminal ya era conocida por amplios sectores de la población”, no les pedimos, a todos ellos, responsabilidades por no haber destapado la manta y por no haber hecho nada para que se emprendieran las acciones legales correspondientes en el mismo momento en que conocieron esos hechos?
¿Cuantas personas conocen a otra que roba, corrompe o es corrompido, ultraja o es ultrajado, maltrata o es maltratado, no cumple con sus deberes, las normas o las leyes y no lo denuncian?
Si la mayoría de los que conocen hechos de este tipo y en lugar de denunciarlos ante la justicia sólo se quejan neuróticamente o miran hacia otro lado, nunca saldremos del círculo vicioso en el que malvivimos.
Explica la psicoterapeuta Olga Pujadas que “ninguna persona emocionalmente sana soporta mucho tiempo la convivencia junto a su agresor/a y/o el de su hijo/a. Muy al contrario, hará todo lo posible, con miedo o sin miedo, con dinero o sin dinero, con apoyos o sin ellos, para buscar cualquier tipo de ayuda. La ayuda necesaria para frenar las agresiones, apartarse del maltratador/a, denunciarlo/a, etc. Pero si no lo hace y el maltrato continúa, estamos siempre ante una familia disfuncional”.
No sienten la tentación de aplicar este razonamiento al ámbito político-social, donde algunos ciudadanos-contribuyentes-votantes se sienten agredidos por unas “élites extractivas” en presencia más o menos tolerante de unos sectores de “intelectuales” que callan vergonzosamente o incluso llegan a colaborar con el “agresor/corrupto”.
¿Cuándo perderemos el “¿miedo?” para denunciar y rechazar las actitudes incívicas de estas “élites extractivas” y las de los que les dan cancha?
¿Cuándo dejaremos de hablar turbio (¿políticamente correcto?) y de negar los hechos, haciéndonos cuanto menos cómplices de los agresores-dominadores?
Desde hace muchos años, hay en Catalunya personas de buena voluntad que anhelan un mejor trato del Gobierno de España. Un trato proporcional y al menos igual que el que reciben otros españoles del resto de la península. Hace años que están cansados de la miopía y dejadez del Gobierno de España que parece no tener ningún proyecto para resolver la desafección de muchos catalanes. Los medios más leídos, vistos y escuchados en la península hacen caso omiso de todo lo que denuncian cerca de la mitad de los catalanes. Al contrario les llaman victimistas y minimizan o silencian por completo sus manifestaciones o demandas; con lo que sus lectores reciben una información totalmente sesgada de lo que realmente ocurre en Catalunya.
Al menos al 50% de catalanes desafectos que quieren un estado propio para Catalunya no se les puede considerar quejicas puntuales porque se llevan quejando durante años. Tampoco se les puede llamar “quejosos crónicos” porque demandan soluciones reales a los problemas de los que hablan y han hecho peticiones concretas al Gobierno central durante años sin que este haya aceptado siquiera dialogar sobre ellas. Parece que muchos gobernantes no quieren entender que si se les diera una solución mínimamente aceptable, se dejarían de quejar y que si simplemente los ignoran o confrontan con ellos sin ninguna empatía, esas personas se seguirán quejando, cada vez se irritarán más y en el límite pueden abrazar acciones no deseables para nadie.
Tampoco se les debería llamar sarcásticamente querulantes que llevados por su pasión quejosa, llegan a descuidar sus intereses personales, descuidan sus negocios y ocupaciones, enfrascados como están en procesos, querellas, pleitos, instancias, cartas dirigidas a la autoridad, a los ministros del Gobierno, etc.
Porqué los españoles, a pesar de lo que lean o vean por las teles, no se preguntan:
¿Qué insatisfacciones ocultan esas quejas de ese gran número de catalanes?
¿Qué motivos alegan para quejarse tanto y durante tanto tiempo?
¿Qué aspectos positivos les traerán sus quejas y que aspectos negativos nos traerán a nosotros?
¿Porqué no piden a sus representantes políticos que se sienten a negociar y que empiecen por atender las peticiones administrativas que les han hecho los Presidentes de la Generalitat y que cumplan todas las leyes o dictámenes de los tribunales que no han cumplido?
¿Porqué no les piden a sus representantes que se ocupen del “problema catalán” y que presenten un proyecto para resolverlo de la mejor manera posible para todos?
Mientras un gran número de catalanes se quejan y se manifiestan para expresar su queja, no he visto ningún alud de iniciativas en esa dirección, salvo la de algunos pocos periodistas. 
Esos catalanes desafectos que quieren un Estado para Catalunya se han quejado de forma multitudinaria y cívica durante los últimos cinco de septiembre. Todas ellas han sido unas de las mas multitudinarias demostraciones de insatisfacción que han tenido lugar en el mundo occidental y siendo así, han sido ninguneadas por el Gobierno y los principales medios de comunicación de ámbito nacional. Dejar podrir los problemas es ilógico pero es el camino que hasta ahora han tomado los dirigentes españoles. Esperemos que estas “quejas” sirvan para madurar y no se conviertan en un "vicio" que impida el avance. Por el momento el “hámster” sigue engordándose y dando la vuelta a la rueda cada vez más cansinamente porque, pese a todo, el diálogo real con el Gobierno central sigue sin producirse.
Parece que no es realista esperar ayuda de la comunidad internacional, esos catalanes desafectos están solos. El Gobierno español trata injustamente a los catalanes y hay muchos españoles —muchos catalanes entre ellos— que lo permiten, que no lo denuncian, que no hacen ni dejan que nadie tome ninguna medida para remediar la injusticia. Tal vez están ateridos de miedo por si las cosas todavía van a peor, ya que piensan que el poder del Estado español, utilizado en la forma que lo utiliza el Gobierno, es temible. Otros son crónicamente escépticos y suelen justificar su actitud con comentarios del tipo: “no es como tú lo cuentas, estás exagerando”, “hay que hacer cumplir las leyes aunque te parezcan injustas y pienses que nunca podrás cambiarlas”, “no nos tratan mal con mala intención, es que se deben a todos y si no respetan escrupulosamente el café para todos pierden votos en el resto de España”, “siempre estáis con el mismo discurso victimista”, etc. Buscan cualquier razonamiento que niegue o al menos relativice los hechos y ponga todo en duda.
Hemos llegado a un extremo en el que ya nadie escucha a nadie, sólo autoalimenta su discurso y si unos u otros quieren cambiar algo deben hacer algo distinto. Las “manifestaciones” pueden estar bien para desahogar malestares, pero de poco sirven si sólo son para consumo propio y enmascaran el trabajo serio y justo para conseguir aquello que realmente es importante. Hay que hacer mayor difusión de los problemas reales y las soluciones que se pretenden y menos propaganda y por favor, que nadie confunda “los medios” con el “verdadero fin” porque se haría un flaco favor a si mismo y a la comunidad.
©JuanJAS


(1) Recomiendo leer la entrada “Cómplices necesarios” escrita por la psicoterapeuta Olga Pujadas el 8 de febrero de 2017 en su Blog “Viaje Interior”. Trata de un tema diferente pero interesantísimo y muy útil como punto de partida para reflexionar…


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