El sábado pasado se
celebró en el Palau Sant Jordi de Barcelona un macro concierto por los
refugiados. Los asistentes y televidentes (se retransmitió por TV3) vivieron
tres horas llenas de reivindicaciones, dardos políticos y mucha emoción. Unas
15000 personas asistieron al evento impulsado desde la plataforma ‘Casa nostra,
casa vostra’ y dirigido por la Fura dels Baus, y producido con la colaboración
de Primavera Sound y Canet Rock. Se pedía convertir el país en una tierra de
acogida para aquellas personas que huyen forzadas de situaciones difíciles o
persecuciones en su país de origen, y han visto como sus vidas quedaban
estancadas y se alejaban de su esfera familiar.
En el concierto, bengalas y móviles-linterna
encendidas. Todo muy emocionante. Mientras, en la calle, la mayoría de la
gente, calla y no opina lo que realmente piensa. Unos callan porque el de los inmigrantes y refugiados es un asunto muy complejo y no tienen
una opinión bien formada. Otros lo hacen porque están preocupados por otros temas más cercanos
y acuciantes para ellos. Otros hacen mutis por el foro porqué no consideran políticamente correcto exponer su opinión en público, porque socialmente está mal visto no aplaudir los discursos mediáticos de los que presumen de solidarios.
Lo cierto es que a todos nos consta que
muchos usan o piensan, aunque no las pronuncien en voz alta, expresiones del
tipo “cerdo polaco” para referirse a los catalanes, “xarnego” para referirse a
las primeras generaciones de andaluces que emigraron a Catalunya, “sudaca de
mierda” para referirse a los que han venido de Sudamérica, “negro asqueroso”
para los subsaharianos, etc. Y lo hacen, incluso gentes que asistieron al
concierto o participaron en la “gran recollida d'aliments”.
Y el tiempo pasa. Y no
somos capaces de evolucionar. Seguimos mirando con recelo al que no haya
nacido en nuestro pueblo, calle o barrio, aunque sea persona educada. Si además
de tener un color o hechura distinta, es pobre y nos pide ayuda económica, ya se disparan todos los
demonios y el rechazo es visceral.
En Catalunya se dice —“Poll
ressuscitat, pica més que cap”— refiriéndonos a las personas que de pobres se han
vuelto ricos y se vuelven más orgullosas e insolidaridarias que los que ya nacieron ricos.
Esto se aplica también a los que se beneficiaron de privilegios y los perdieron
a favor de otros recién llegados, más necesitados que ellos. Ya saben que los gitanos llaman payos a los que no pertenecen a su etnia, pero ¿Han oído alguna vez la
expresión “payo negro”? Es como algunos gitanos llaman despectivamente o con
cierto odio a los que, según ellos, les han quitado las subvenciones o ayudas
sociales que hace unas décadas recibían casi en exclusiva. La solidaridad entre los
colectivos inmigrantes no no es tan clara ni automática como podría pensarse.
Sucede menudo que el rechazo de
los “diferentes” se incrementa cuando uno no está en su territorio. Aún así, seguro que han notado que se tolera mejor la “diferencia”, o al inmigrante, si es rico o poderoso. Si se da el caso, aunque el rechazo
visceral en privado o disimuladamente en público, siga estando presente, cambian totalmente las formas: En
lugar de “negro de mierda” se le llama “Doctor X, o Presidente Obama”. En lugar
de “moro de mierda” se le llama “Su excelencia Petrodólar X” al igual que se trata
diferente a un camboyano o vietnamita que a un japonés, aunque para los
europeos todos los asiáticos nos parezcan “orientales estreñidos”; porqué se supone que
son más ricos y poderosos. Por cierto, para los japoneses, todos los
extranjeros somos “no naturalizados” y nos bautizan como “Gaijin” aunque, si se tiene un cierto nivel de poder o la riqueza adecuada, las formas cambian a "gaikokujin" que es más
políticamente correcto y entonces te conceden el honor de invitarte a sus eventos más selectos y hasta
se hacen selfies con su rico y poderoso gaijin.
Los organizadores del
acto “pro-refugiados” de Barcelona dijeron que la pelota quedó en el tejado de los
políticos, pero si todos nosotros y la sociedad de la que formamos parte no
cambia, creo que poco hay que hacer. ¿Qué nos pasa? No se si estamos podridos o estamos locos y con estos mimbres, ¿podemos esperar alguna posibilidad de
solución?
¿Tuvo razón Groucho Marx
cuando dijo: “Surgiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cimas de la
miseria”?
Hace más de dieciséis
años, Raúl Núñez (falleció en 1996) publicó en su sección “El aullido del
mundo” en “Cartelera Turia” un artículo que tituló “Ser de mierda” y sigue
siendo vigente. Lo adjunto a continuación para que puedan leerlo y reflexionar.
©JuanJAS
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Ser de
mierda
Si a
una persona le apetece dejar su país o ciudad y trasladarse a otro sitio se
transforma automáticamente en alguien “de mierda”, salvo que vaya forrado,
claro. Uno parece estar condenado a quedarse en el sitio donde lo han parido
para tener unos mínimos derechos. Da igual si debe pasarse la vida entre las
cabras, o soportar una dictadura o morirse sin saber qué hay más allá de sus
narices.
Y, más
aún, si es negro.
A
Festus Uwumagbe se le ocurrió dejar su pueblo de Nigeria e ir a Madrid para
llevar otro tipo de vida. Poco después se dio cuenta de que se había convertido
en un “negro de mierda”. Hasta tal punto que se le obsequió con la más inhumana
de las muertes. La de la falta de atención médica en un país supuestamente
desarrollado. Un paro cardiaco-respiratorio se encargó de que hubiera un negro
menos apestando las civilizadas calles españolas.
En
todas partes hay gente “de mierda”. Los negros, moros, gitanos y sudacas son
“de mierda” en Europa. Un andaluz en Cataluña es un “xarnego de mierda”. Y un
catalán en Andalucía es un “polaco de mierda”. Cualquier español es “de mierda”
en Europa. Y el que no lo sea es un “guiri de mierda” en España.
¿Qué
ocurre? ¿Cuál es la tara?
En
realidad, yo tengo la ligera sospecha de que todo el mundo es “de mierda”.
Porque todos la llevamos dentro y cagamos y luego tenemos que limpiarnos con el
papel del váter. Lo malo es cuando se queda atascada en nuestras mentes y es
imperiosa la necesidad de un laxante neuronal para que queden limpias y, además
de crueles, nos impidan ser idiotas y cerriles.
Si de
algo somos, es de agua. Así que me pregunto si no sería más preciso llamarle a
un africano “negro o moro de agua”. Y no dejarlo morir sin asistencia médica,
aunque sea profesor de filosofía en su país o analfabeto.
Y el
tiempo pasa. Y el hombre no es capaz de evolucionar. Y se sigue mirando con el
recelo al que no haya nacido en la misma calle, aunque provenga del pueblo más
cercano.
La
muerte de Festus Uwumagbe será inútil, como tantas otras, pese a haber tenido
una cierta trascendencia en la prensa. De nada servirán las manifestaciones, ni
la ayuda de las “entidades humanitarias”, ni la indignación que puedan sentir
quienes han estado cerca de él en sus últimos momentos.
Es algo
más profundo lo que debe ocurrir. Sólo un cambio en el corazón del hombre será
la única solución. Pero, mientras tanto, seguiremos siendo “de mierda”.
Raúl Núñez, Diciembre de 1990
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