lunes, 13 de febrero de 2017

Refugiados si, diferentes no

El sábado pasado se celebró en el Palau Sant Jordi de Barcelona un macro concierto por los refugiados. Los asistentes y televidentes (se retransmitió por TV3) vivieron tres horas llenas de reivindicaciones, dardos políticos y mucha emoción. Unas 15000 personas asistieron al evento impulsado desde la plataforma ‘Casa nostra, casa vostra’ y dirigido por la Fura dels Baus, y producido con la colaboración de Primavera Sound y Canet Rock. Se pedía convertir el país en una tierra de acogida para aquellas personas que huyen forzadas de situaciones difíciles o persecuciones en su país de origen, y han visto como sus vidas quedaban estancadas y se alejaban de su esfera familiar. 
En el concierto, bengalas y móviles-linterna encendidas. Todo muy emocionante. Mientras, en la calle, la mayoría de la gente, calla y no opina lo que realmente piensa. Unos callan porque el de los inmigrantes y refugiados es un asunto muy complejo y no tienen una opinión bien formada. Otros lo hacen porque están preocupados por otros temas más cercanos y acuciantes para ellos. Otros hacen mutis por el foro porqué no consideran políticamente correcto exponer su opinión en público, porque socialmente está mal visto no aplaudir los discursos mediáticos de los que presumen de solidarios. 
Lo cierto es que a todos nos consta que muchos usan o piensan, aunque no las pronuncien en voz alta, expresiones del tipo “cerdo polaco” para referirse a los catalanes, “xarnego” para referirse a las primeras generaciones de andaluces que emigraron a Catalunya, “sudaca de mierda” para referirse a los que han venido de Sudamérica, “negro asqueroso” para los subsaharianos, etc. Y lo hacen, incluso gentes que asistieron al concierto o participaron en la “gran recollida d'aliments”.
Y el tiempo pasa. Y no somos capaces de evolucionar. Seguimos mirando con recelo al que no haya nacido en nuestro pueblo, calle o barrio, aunque sea persona educada. Si además de tener un color  o hechura distinta, es pobre y nos pide ayuda económica, ya se disparan todos los demonios y el rechazo es visceral.
En Catalunya se dice —“Poll ressuscitat, pica més que cap”— refiriéndonos a las personas que de pobres se han vuelto ricos y se vuelven más orgullosas e insolidaridarias que los que ya nacieron ricos. Esto se aplica también a los que se beneficiaron de privilegios y los perdieron a favor de otros recién llegados, más necesitados que ellos. Ya saben que los gitanos llaman payos a los que no pertenecen a su etnia, pero ¿Han oído alguna vez la expresión “payo negro”? Es como algunos gitanos llaman despectivamente o con cierto odio a los que, según ellos, les han quitado las subvenciones o ayudas sociales que hace unas décadas recibían casi en exclusiva. La solidaridad entre los colectivos inmigrantes no no es tan clara ni automática como podría pensarse. 
Sucede menudo que el rechazo de los “diferentes” se incrementa cuando uno no está en su territorio. Aún así, seguro que han notado que se tolera mejor la “diferencia”, o al inmigrante, si es rico o poderoso. Si se da el caso, aunque el rechazo visceral en privado o disimuladamente en público, siga estando presente, cambian totalmente las formas: En lugar de “negro de mierda” se le llama “Doctor X, o Presidente Obama”. En lugar de “moro de mierda” se le llama “Su excelencia Petrodólar X” al igual que se trata diferente a un camboyano o vietnamita que a un japonés, aunque para los europeos todos los asiáticos nos parezcan “orientales estreñidos”; porqué se supone que son más ricos y poderosos. Por cierto, para los japoneses, todos los extranjeros somos “no naturalizados” y nos bautizan como “Gaijin” aunque, si se tiene un cierto nivel de poder o la riqueza adecuada, las formas cambian a "gaikokujin" que es más políticamente correcto y entonces te conceden el honor de invitarte a sus eventos más selectos y hasta se hacen selfies con su rico y poderoso gaijin.
Los organizadores del acto “pro-refugiados” de Barcelona dijeron que la pelota quedó en el tejado de los políticos, pero si todos nosotros y la sociedad de la que formamos parte no cambia, creo que poco hay que hacer. ¿Qué nos pasa? No se si estamos podridos o estamos locos y con estos mimbres, ¿podemos esperar alguna posibilidad de solución?
¿Tuvo razón Groucho Marx cuando dijo: “Surgiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cimas de la miseria”?
Hace más de dieciséis años, Raúl Núñez (falleció en 1996) publicó en su sección “El aullido del mundo” en “Cartelera Turia” un artículo que tituló “Ser de mierda” y sigue siendo vigente. Lo adjunto a continuación para que puedan leerlo y reflexionar.

©JuanJAS
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Ser de mierda

Si a una persona le apetece dejar su país o ciudad y trasladarse a otro sitio se transforma automáticamente en alguien “de mierda”, salvo que vaya forrado, claro. Uno parece estar condenado a quedarse en el sitio donde lo han parido para tener unos mínimos derechos. Da igual si debe pasarse la vida entre las cabras, o soportar una dictadura o morirse sin saber qué hay más allá de sus narices.
Y, más aún, si es negro.
A Festus Uwumagbe se le ocurrió dejar su pueblo de Nigeria e ir a Madrid para llevar otro tipo de vida. Poco después se dio cuenta de que se había convertido en un “negro de mierda”. Hasta tal punto que se le obsequió con la más inhumana de las muertes. La de la falta de atención médica en un país supuestamente desarrollado. Un paro cardiaco-respiratorio se encargó de que hubiera un negro menos apestando las civilizadas calles españolas.
En todas partes hay gente “de mierda”. Los negros, moros, gitanos y sudacas son “de mierda” en Europa. Un andaluz en Cataluña es un “xarnego de mierda”. Y un catalán en Andalucía es un “polaco de mierda”. Cualquier español es “de mierda” en Europa. Y el que no lo sea es un “guiri de mierda” en España.
¿Qué ocurre? ¿Cuál es la tara?
En realidad, yo tengo la ligera sospecha de que todo el mundo es “de mierda”. Porque todos la llevamos dentro y cagamos y luego tenemos que limpiarnos con el papel del váter. Lo malo es cuando se queda atascada en nuestras mentes y es imperiosa la necesidad de un laxante neuronal para que queden limpias y, además de crueles, nos impidan ser idiotas y cerriles.
Si de algo somos, es de agua. Así que me pregunto si no sería más preciso llamarle a un africano “negro o moro de agua”. Y no dejarlo morir sin asistencia médica, aunque sea profesor de filosofía en su país o analfabeto.
Y el tiempo pasa. Y el hombre no es capaz de evolucionar. Y se sigue mirando con el recelo al que no haya nacido en la misma calle, aunque provenga del pueblo más cercano.
La muerte de Festus Uwumagbe será inútil, como tantas otras, pese a haber tenido una cierta trascendencia en la prensa. De nada servirán las manifestaciones, ni la ayuda de las “entidades humanitarias”, ni la indignación que puedan sentir quienes han estado cerca de él en sus últimos momentos.
Es algo más profundo lo que debe ocurrir. Sólo un cambio en el corazón del hombre será la única solución. Pero, mientras tanto, seguiremos siendo “de mierda”.

Raúl Núñez, Diciembre de 1990

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