jueves, 15 de abril de 2021

La ley Celaá 2021

Más estudiar y menos perder el tiempo

Parece que la Ley Celáa de 2021 NO incluirá la asignatura de Ética en 4º de la ESO. El Gobierno PSOE-Podemos ha preferido sustituirla por "Educación en Valores Cívicos y Éticos», donde se explicarán valores cívicos y éticos como los valores constitucionales, el respeto de los derechos humanos, de los animales, el derecho de la infancia, la cultura de la paz y la no violencia, el valor social de los impuestos, el sentido que la religión puede tener en nuestras vidas, el respeto al interés superior del menor, la igualdad entre niños y niñas, la educación para el desarrollo sostenible, el reparto equitativo de vacunas contra la pandemia entre países ricos y países en vías de desarrollo, la digitalización con conocimientos críticos, cómo comportarse en las redes sociales. También sería deseable que los alumnos aprendieran a discernir de dónde sale la información y de distinguir entre información y opinión.

Si todo esto se hace bien será positivo, pero recordemos que no sirve de nada aprender de memoria los derechos humanos o los porcentajes de desigualdad que existen en España o en el mundo. Lo importante es que los jóvenes piensen si serían posibles otras cosas y por qué, y que resuelvan dilemas morales y sean capaces de decidir qué derechos están por encima de otros. Y todo eso es lo que hace la Ética. Otra cosa es aplicar la ética a los problemas concretos de la vida de cada día y debatirlo. Tomando por ejemplo el dilema moral de las vacunas, al alumno habría que explicarle los hechos (lo que ha pasado) y preguntarle:, ¿por qué?, ¿qué crees que sería lo mejor y qué cabría hacer desde el punto de vista de la ética de Kant, de Aristóteles, de los utilitaristas?”.

No incluir «Ética» en 4º de la ESO es negar a los jóvenes el derecho a recibir una formación básica y rigurosa en filosofía moral impartida por profesorado especializado y en línea con lo que la sociedad demanda: un comportamiento ético responsable, tanto en la ciudadanía como en sus dirigentes. Porque la ética es previa a los valores cívicos.

Por supuesto que es útil enseñarles a los jóvenes para qué sirve la Constitución,  cómo funciona un Parlamento, qué es un juez, qué es un impuesto; porque es cierto que cada día estamos comprobando que la gente sabe muy poco de eso, pero la Ética viene antes. La filosofía es una reflexión sobre las preguntas humanas, a qué apuntan esas preguntas que no se refieren a lo que vamos a hacer sino a lo que somos. En ningún caso debe ser un recetario sobre cosas diversas. Una cosa son las cuestiones prácticas, lo que hay que hacer y lo que no, y otra distinta las preguntas sobre por qué hay que hacerlas o por qué no. Hay que separar el "que" hacer del "por qué" hay que hacerlo. 

Ante un hecho, una explicación, una orden/norma, los niños preguntan: ¿Y porqué?, ¿Y porqué?, ¿Y porqué?… y son preguntas valiosas. Las mentes juveniles se encuentran en una especial disposición a lo esencial, a lo amplio, a lo profundo, a la es­peculación y a comerse el coco, y no necesariamente con aspectos prácticos e inmediatos. Es el momento en que es más necesario hacerse las preguntas esenciales, porque luego los problemas de cada día nos pedirán que pongamos nuestros pies en el suelo y nos preocupemos por la «rentabilidad» de lo que hagamos o sobre cómo ganarnos la vida para llegar a fin de mes o cuidar de nuestra familia. 

Transmitir las propuestas éticas carece de sentido si la transmisión no va acompañada del diálogo en que se intercambian argumentos y experiencias, la reflexión compartida y la fundamentación de las opciones.

Todos sabemos que la «educación moral» se recibe por ósmosis en la familia, en el grupo de edad, en el entorno social, a través de los medios y hoy en día de forma abrumadora en las redes sociales. Tanto si lo queremos como sino, TODA LA SOCIEDAD EDUCA MORALMENTE. Ahí no es posible aplicar ningún PIN parental y el joven absorbe de todo; bueno y malo. Se enseña la mentira, el desprecio a los peor situados, la obediencia ciega para obtener ventajas o evitar problemas, el conformismo, la insolidaridad, entrar en el juego de los bulos y la posverdad, exacerbar los conflictos…, pero también el respeto a la dignidad de cada persona, el cuidado de la naturaleza, la compasión por los vulnerables, la grandeza de la justicia y la solidaridad. Por eso es necesaria en la educación una asignatura donde se enseñe a reflexionar sobre los comportamientos que se aprenden en la calle y a elegir con argumentos los que realmente valen la pena. No existe una disciplina única que pueda educar para la ciudadanía. Todas las disciplinas, de forma transversal, deben contribuir al objetivo principal de la educación: formar ciudadanos cultos capaces de abrazar los grandes valores que nos hacen más humanos: democracia, justicia, libertad, amor al bien común, solidaridad, pluralismo, protección del medio ambiente, lucha contra las desigualdades… Las aptitudes y también la actitud de cada maestro son fundamentales para el joven aprenda a preguntarse el porqué y a meditar la respuesta más adecuada. Se deben formular a los jóvenes preguntas que les saquen de su zona de confort, que les asombren, les creen dudas y que al no dar las cosas por sentadas, les motiven para construir un pensamiento propio. Eso no excluye que se imparta una asignatura específica que enseñe a pensar críticamente y a entender por qué unos puntos de vista son mejores que otros.

¿Un mundo sin Ética para los adolescentes españoles en tiempos en los que una pandemia ha mandado a la lona los principios morales de tanto dirigente político? ¿En tiempos de transfuguismo y abandono de cargos institucionales a cambio de unas monedas en forma de listas electorales? ¿Una escuela sin la deseable “eticidad” de la que nos habló Hegel? ¿Sin la moral como el reino de libertad de la que nos habló Kant? ¿Sin la corriente integradora de filosofía política y debate ideológico que defiende Habermas como vectores de los valores democráticos en las sociedades de hoy? ¿Sin meter el bisturí educativo en el perenne dilema aristotélico consistente en que sabemos que queremos ser felices, pero no sabemos qué es la felicidad? ¿Adolescentes hipertecnificados, hipertecnologizados, hiperpreparados para el mundo interconectado…, pero HUÉRFANOS DE CONOCIMIENTOS Y DE VALORES MORALES?

Es fundamental que en la escuela se prepare a los jóvenes en las habilidades técnicas y tecnológicas necesarias para tener más posibilidades de obtener un puesto de trabajo de adultos. Pero no solo eso. Los valores de libertad, de respeto, de convivencia y de honestidad no se tienen porque nazcas con ellos, se tienen que aprender primero en casa y después en la escuela. Porque la ética no se trabaja para uno mismo, sino con el fin de poder vivir adecuadamente en sociedad. HAY QUE ESTUDIAR PARA APRENDER A VIVIR, PARA FORMARTE COMO PERSONA, PARA APRENDER A PENSAR CRÍTICAMENTE Y ESFORZARSE CADA DÍA EN SER MEJOR.

El tiempo lectivo en la escuela debería emplearse para enseñar y aprender, no para jugar o para visitar centros de consumo. Para eso están el resto de horas del día, los fines de semana y los numerosos días de vacaciones. 

¿Se imaginan que en todos los colegios, además de enseñar lengua, matemáticas, física, naturales, geografía, artes, etc. se llevaran a cabo de forma generalizada proyectos como «Filosofía para Niños», "Escuela de Indagación», «Programa de Inteligencia Emocional», «Plan de Convivencia», «Club del Debate», etc. y además se impartieran en la lengua nacional, en castellano y en inglés?

Es fundamental eliminar la ignorancia y el analfabetismo y facilitar el acceso a los conocimientos técnicos y a los métodos modernos de enseñanza. La enseñanza de Ética podría servir además para curar una de las grandes enfermedades sociales actuales: la profunda y creciente desafección de la ciudadanía por los asuntos políticos. Somos, por naturaleza, bastante vagos a la hora de pensar y de cuestionarnos las cosas, pero es un ejercicio que voluntariamente tenemos que hacer. Podemos optar por no votar, por no interesarnos por la vida política de nuestro país; pero es imprescindible que nos involucremos en ello (especialmente los jóvenes), porque ellos serán el futuro y, si seguimos con ese desprecio y desdén en la cosa publica, permitiendo que cualquier populista nos lleve al huerto para que ellos puedan seguir "extrayendo" y beneficiandose del trabajo de los demás, todos nosotros acabaremos muy mal y sobre todo los que nos sucedan.

Hace un siglo, muchos niños y practicamente todos los jóvenes trabajaban en el campo o en las fábricas, ayudaban a la economía familiar y se ganaban el pan que comían. Ya superamos esa época, pero todavía no hemos conseguido que el pan llueva del cielo ni que los robots nos den de comer. Por tanto, menos holgazanear y más estudiar que esa es actualmente (por suerte para ellos) la principal obligación de los niños y jóvenes en edad escolar.


sábado, 6 de marzo de 2021

¿Saben lo que fueron y representaron las Universidades Laborales?

Al comenzar la segunda mitad del siglo XX se empezaron a crear en España las UULL como centros de formación para el pueblo, para la clase obrera/pobres; verdaderos monumentos al trabajo que sirvieran como un medio de promoción social de la clase trabajadora, mediante el acceso a puestos laborales de cierta categoría profesional que les devolviera la moral al trabajo y les alejara de la lucha de clases. 

Con los años y la propia presión tecnocrática se fue desmontando el aparato falangista de las Universidades Laborales hasta no quedar ni rastro de propaganda política primigenia. 
Además de las enseñanzas técnicas, los alumnos recibían otro tipo de aprendizaje de carácter “complementario” denominado “técnicas humanas” que englobaba un conjunto de ejercicios y prácticas útiles para la vida cotidiana del “hombre moderno”. Se les enseñaba a escribir a máquina, montar en bicicleta, conducir un coche, saber tocar un instrumento musical, jugar al ajedrez y al billar, montar una pequeña instalación eléctrica, llevar un libro de contabilidad, manejar un arma de fuego, redactar a nivel periodístico y radiofónico (tenían su propia revista y emisora de radio), encuadernar un libro (imprenta), aeromodelismo aéreo y naval, dibujo, pintura, modelado, etc. Estas enseñanzas tenían un carácter práctico formando parte de la vida cotidiana del alumno en el centro escolar. 
De todas estas enseñanzas, la Formación Humana era la sección más importante gozando de preeminencia entre todas las disciplinas, con independencia de la vocación profesional del alumno. Mediante el ejemplo docente se pretendía infiltrar al alumno aquellas virtudes sociales que definían al verdadero “hombre nuevo, en armonía con los valores radicales, de nuestro carácter y estirpe (...), al hombre “que debe enfrentarse con los problemas que llegan a través de la Formación Humana”. 
Otro de los aspectos que se le prestó gran atención en esta labor adoctrinadora fueron los referentes a estímulos y premios como elementos de motivación y reafirmación de las buenas prácticas y conductas de los alumnos
Las “virtudes morales”, entendidos como méritos de la Formación Humana, eran considerados y reflejados no sólo en las calificaciones normales del curso sino mediante distinciones y premios honoríficos en los que se hacía constar “la dignidad y superior estima a que se hacen acreedores los escolares por su ejemplaridad y comportamiento”. 
Para regular la puntuación de cada alumno, la disciplina y la emulación en el cumplimiento del deber se aplicaba el procedimiento de puntuaciones positivas y negativas partiendo del “Coeficiente de conducta y aplicación”. Ello permitía un riguroso control de toda la vida escolar en sus más diversos aspectos. En este contexto disciplinario la figura del Educador se anteponía como referente para el mantenimiento de la disciplina, vigilancia y asistencia de los alumnos. Cada Educador se encargaba de un grupo de alumnos internos y externos. Les enseñaba a ser respetuoso con los demás, reglas de urbanidad en las reuniones y encuentros sociales, a comer bien en la mesa, a ser responsables de sus actos, a respetar los compromisos adquiridos, etc. 
El educador, en estrecho contacto con su grupo de tutelados anotaba periodicamente los progresos de cada uno en el “Libro de conducta”. Al final del mes se remitía a la Secretaria General del centro para su envío a los familiares y Mutualidades Laborales. En este sentido, el equipo docente y de educadores mantenían un contacto continuo con el Gabinete psicotécnico que les proporcionaba los datos sobre la conducta, vocación y carácter del alumnado.

Lógicamente, este sistema obligaba al alumno becado a estar en constante alerta ante la posibilidad de perder la beca de estudios, que cubría la totalidad de gastos, otorgada por las Mutualidades Laborales. Esto suponía para un alumnado, en el que más del noventa por ciento era de condición obrera, el consiguiente abandono escolar pues muy pocos podían costearse este tipo de estudios superiores. Para no perderla el alumno debía esforzarse y superar los niveles exigidos, es decir, aprobar todas las asignaturas. Un solo suspenso significaba la pérdida automática de la beca y la expulsión del centro. Una beca que abarcaba la totalidad de gastos del alumno sufragándole: enseñanza, alimentación, viajes desde la residencia y viceversa, material escolar, matrícula, material de aseo, libros de texto, calefacción y alumbrado, utilización de todas las instalaciones del centro (laboratorios, talleres, materiales para prácticas, equipo deportivo), lavado y planchado de ropa, correspondencia con los familiares, vestuario, certificaciones y títulos académicos. Hasta los años setenta el vestuario comprendía: dos pijamas; un traje de diario, compuesto por chaqueta, cazadora, jersey y dos pantalones; unas botas y unos zapatos de vestir; dos monos de trabajo; un albornoz; y un equipo de gimnasia, compuesto de camiseta, pantalón de deportes, chándal y zapatillas deportivas.

La mayoría de los antiguos alumnos de las Universidades Laborales recuerdan con verdadera emoción su llegada a la Universidad Laboral, sobre todo a la C.O.U.L. de Cheste: La sensación de grandiosidad y opulencia de sus instalaciones contrastaban enormemente con la precariedad de sus bienes familiares. Y poder disfrutar libremente de todas sus magníficas instalaciones y recursos era un lujo y algo que agradecer. 

Cuando por Navidad regresaban por primera vez a sus casas después de la incorporación y sus madres les preguntaban: ¿Cómo quieres “el” huevo? Contestaban “fritos y con salchichas, por favor». La madre quedaba alucinada y pronto «lo resituaba» a la vez que reconocía la gran suerte que tenía su hijo de que se le hubiera dado la posibilidad de ganar y conservar la beca de las Universidades Laborales.

La beca de Universidades Laborales no se trataba de una mera ayuda económica sino de un régimen de total gratuidad aportado por las entidades gestoras de la Seguridad Social –el Mutualismo y su Caja de Compensación. Es decir, los propios trabajadores y empresarios financiaban el noventa por ciento de los gastos de sostenimiento de las Universidades Laborales a través de la recaudación de sus cuotas obligatorias. Los alumnos respondían aprovechando la oportunidad que se les daba y quien no se esforzaba o no daba la talla, perdía la beca.

La beca se caracterizó también por su condición cíclica abarcando la totalidad de cursos para los que se había concedido la ayuda. El régimen de estancia era generalmente de internado, aunque también había alumnos en régimen de media pensión o de externado.

Este tipo de vida residencial, en la que el alumno permanecía en el centro la práctica totalidad de sus períodos de ocio y tiempo libre, incluidos los fines de semana, permitían la realización de una total inmersión del alumno en su nuevo contexto socio-cultural en el que profesores y alumnos conformaban la “nueva familia”. Los “internos” se escribían regularmente con sus familiares y sólo compartían fisicamente con sus familias los períodos de vacaciones –navidad, semana santa y verano– produciéndose un progresivo alejamiento y desarraigo con sus raíces e identidad. En la mayoría de los casos, el nuevo estilo de vida al que se  sumergía al alumno durante su estancia en régimen de internado en la Universidad Laboral distaba mucho al de su procedencia. Había un abismal contraste entre el contexto familiar y el educativo. Ir a estudiar a la Universidad Laboral significaba vivir como un rico además de poder estudiar algo que nunca hubieran podido imaginar en su entorno familiar. 

Teniendo en cuenta su procedencia  de familias humildes (en 1960, el 75% de los padres de los alumnos de Universidades Laborales eran “trabajadores por cuenta ajena”, y cerca del 25% “trabajadores por cuenta propia”, de los cuales el 84,74% realizaban “trabajos manuales”. Además, el 88,06% no tenía titulación académica alguna), los chicos y chicas que consiguieron la «beca», después de haber tenido las mejores notas en un largo examen y se esforzaron en conservarla, fueron unos privilegiados; en el sentido de que tuvieron una educación de elite, con buenas bibliotecas, salas de lectura, campos de deporte, cineclub, teatro, excursiones, etc., que nadie de su entorno, y con la capacidad económica de sus familias, pudieron permitirse. Tal vez lo menos bueno era la separación de la familia y tener que adaptarse a un entorno desconocido. Cosa nada mala visto en perspectiva.

Las Universidades Laborales, a mediados de la segunda mitad del siglo XX, con sus espléndidas dotaciones en medios e infraestructuras –talleres, laboratorios, bibliotecas, gimnasios, salón de actos, enfermerías, peluquerías, piscinas, gabinetes psicotécnicos, medios audiovisuales, etc.–, se convirtieron en el alma mater de la educación obrera; al principio bajo la insignia falangista y durante algunos años después de instaurada la democracia bajo la tutela del Ministerio de Educación y Ciencia. Significaron una de las realidades educativas más importantes de la España del siglo XX y tras su cierre a finales de la década de los 80 pasaron al olvido y su estudio sigue siendo hoy uno de los temas educativos menos analizados a pesar del significado y la proyección socio-laboral que tuvieron para la clase trabajadora.

domingo, 31 de enero de 2021

Okupación de alquiler: Entrada buena y fácil, salida lenta y dolorosa

¿Recuerdan cuando el españolito de clase media se hipotecaba para comprar una segunda vivienda o un piso para dejarle a sus hijos el día que quisieran emanciparse e invertía en él todos sus ahorrillos?. 
Parece que esos tiempos se acabaron.
Con la legislación y el sistema legal y policial que tenemos, pronto nadie querrá invertir sus ahorros en el mercado inmobiliario. 

Vean este caso que empieza a abundar: 
Si reciben algún ingreso en su cuenta de procedencia desconocida ni el porqué del ingreso, no piensen que un hada madrina ha decido favorecerle. Pónganse inmediatamente en alerta, anulen la cuenta rápidamente y protejan su vivienda porqué ha sido OKUPADA o está apunto de serlo

Una persona, a la que le sucedió, cuenta en El Periódico que cuando volvió a su casa del trabajo encontró que no podía abrir, llamó al timbre y le contestaron: 
"Estamos aquí de alquiler. Si tiene algún problema llame a la propietaria o a la policía. Nosotros no tenemos nada más que decir». 

La víctima, como es lógico tiene en esa vivienda su objetos personales, su ropa, su tele, su documentación, etc. pero no podía entrar a recuperarlos, si es que no los habían destruido. 
Llamó a los Mossos desde su móvil pero no quisieron acudir. Le dijeron que presentara denuncia en el juzgado, porque no podían hacer nada. Imagínense en su situación.
La propietaria fué acogida en la casa de un vecino (suerte que tuvo, estando en tiempo de pandemia), se buscó un abogado y han tenido que pasar seis meses de recursos para que la instrucción cambie de «delito leve» a «grave infracción penal». 

Cuando la jueza de instrucción llame a declarar a los "okupantes", ellos aportarán los comprobantes de sus transferencias mensuales de dinero, enredando aún más la instrucción y garantizándose unos meses más de estancia. A veces, el okupa suscribe un seguro a favor de la vivienda. El primer año se hacen ofertas superbaratas y además no piden la presentación de la escritura de la casa. Con ello buscan crearle al juez una duda y alargar el proceso por la vía de la discusión de si están ocupando la vivienda legítimamente.
La mafia alecciona al okupante para que le cuente al juez versiones como que un señor le dijo que era el propietario, que le dio las llaves, que le cobró 2.000 euros de fianza, que le aseguró que le iba a traer un contrato para firmar y que no ha vuelto a aparecer... pero que entre tanto ha asegurado la vivienda. 
Lo mismo pasa con las alarmas, que los okupas "asesorados por mafias", han aprendido a contratar para intentar demostrar con recibos de la compañía un falso derecho sobre la vivienda; ninguna compañía pide un título de propiedad porque parece que legalmente "no puede pedirlos". La compañía gana igual si le contrata el propietario legal o el okupa. 
Todos los recibos de pago se domiciliándole en la casa okupada, incluso los del super. Incluso empiezan a pedir compras con antelación a la okupación en las tiendas online o piden comida a un 'rider', esperan en el portal del piso que es su objetivo a aokupar y la recogen. Así, si algún vecino señala una fecha a partir de la cual vio okupada la vivienda, el okupa podrá mostrar papeles para sostener que él estaba mucho antes. 
Las mafias anunciándoselas que facilitan la "patada en la puerta y nuevas llaves" por entre 1.500 y 3.000 euros. El modus operandi suele ser:
Los okupas por menos de siete euros se hacen con una «nota simple» de la casa que están rondando. Al Registro les dicen que tienen interés comercial pero realmente buscan saber si la vivienda es de una entidad financiera. Si lo es, la denuncia por usurpación tardará mucho más en producirse. Por eso son más abundantes las okupaciones de inmuebles embargados que de los que tienen dueño particular, no porqué sean jóvenes antisistema que actúan sólo contra el «kapital». Una vez comprobada la titularidad, la mafia de okupaciones dejará una señal junto a la puerta, o el timbre del portero automático, que indicará vía libre para el siguiente paso, reventar la puerta y cambiar el cerrojo, que dará otro miembro del grupo. 

Y en este ambiente, los políticos nos piden el voto...
¿Para hacer o seguir haciendo que?

jueves, 28 de enero de 2021

¡Noticia de última hora! El SARS-Cov-2 es MUY inteligente



Un grupo de «analistas políticos» han descubierto lo que todos sospechábamos: Pese a que los políticos nos han repetido hasta la saciedad que «juntos venceremos al virus», el coronavirus es muy inteligente y nos costará mucho derrotarlo.

Han llegado a esta conclusión después de constatar, entre otros, los siguientes hechos:

  • De 7 a 9 de la mañana pueden ir a los bares sin problema y sin mascarilla. No se preocupen, el virus sabe que allí no debe atacar nunca.
  • De 9 a 13 no vayan a los bares, porque en ese intervalo el virus sabe que podrá atacarse a usted y contagiarle. Eso sí, pueden quedarse en sus inmediaciones fumando o charlando con sus amigos, haciendo cola para comprar la lotería, un paquete de tabaco en el estanco, delante de la farmacia o delante del cajero criticando las comisiones que nos cobran los bancos.
  • Desde la una a las tres y media, los bares y restaurantes pondrán todas las medidas de seguridad a tope y por tanto podrán sentarse tranquilamente y disfrutar en sus instalaciones. Eso sí, tendrán que hacer el vermouth, comer y tomarse el carajillo en un máximo de dos horas. Pasado ese tiempo, salgan pitando como la Cenicienta. Si han llegado tarde y toca cierre, tendrán que pedir que le pongan la comida en el tupper y salgan pitando del recinto antes de las 15:30. Ahora bien, se la pueden comer en el banco de enfrente con todos los que se encuentren en su misma situación, aunque no los conozca de nada; pero nunca use las sillas o las mesas de la terraza. 
  • A las diez de la noche (en algunas comunidades a las ocho, porque son más temerosos de Dios, perdón del SARS-Cov-2) todos a casa, hasta las 6 de la madrugada. Son las horas más críticas para que el SARS les contagie. En este intervalo de tiempo deben dejar via libre a los basureros, a las ambulancias, a los bomberos, a los repartidores, a los que limpian las calles y a todos los que trabajan de noche para que puedan ir a toda pastilla y puedan escabullirse del virus, como si de un Gremlins invisible se tratara.
  • Las grandes superficies llevan tiempo cerradas porque allí está toda la tribu esperando. Dan salvoconductos para ir a las tiendas de alimentación o estancos situados en sótanos de esas grandes superficies, pero no para que pueda comprar cualquier otra cosa en otras tiendas con fachada al aire libre. ¿Será una recomendación para que compre todo on-line? A este paso las tiendas físicas se extinguirán pronto,  como los dinosaurios.
  • Los fines de semana, «todo cerrado» menos servicios esenciales. Enciérrese en casa y consuma virtualmente.
  • No podemos salir del municipio, pero no se preocupen porqué si lo hacen, nadie les controla. De todas formas si la conciencia les reconcome y quieren autojustificar su falta, siempre pueden llenar un impreso de "autorresponsabilidad", marcar la casilla que les venga en gana y ya está. Si tienen tan mala suerte que le ponen una multa, no hay constancia de que nadie la haya pagado.
  • No se le ocurra pasear o correr por ningún parque sin mirar constantemente a su alrededor por si acaso les acecha algún virus. ¿Recuerdan que al principio del «def-con» permanecieron cerrados?.  Las autoridades municipales debieron pensar que los espacios con árboles y matojos eran la guarida de los SARS. O, tal vez sentían vergüenza de eu descubriéramos el pésimo estado de conservación en el que estaban. Claro es que barrer al aire libre no puede hacerse teletrabajando. En cambio, los primeros días de desconfinamiento,  nos hicieron caminar todos juntos en hilera y por la misma acera. Supongo que lo hicieron para que, después de tantos días encerrados, se nos quitara el miedo a salir y los virus no se meterían con nosotros. 
  • Un año después, no paramos de oír or la TV que cada día se infecta más gente y que las UCI's se están llenando y nos piden que seamos autoresponsables y no nos reunamos mas de dos personas no convivientes. Los tríos quedan prohibidos. Sin embargo, para no nos deprimamos del todo, los políticos permitirán que nos desfoguemos asistiendo a sus mítines.🖕 Allí podremos aplaudirles y jalearlos con mucho ánimo y por supuesto «con todas las medidas de seguridad. Como fin de fiesta, el próximo día 14 permitirán que nos juntemos, todos los que queramos, en interiores. Será un sólo día de aventuras, durante once horas con las puertas abiertas y no sé si las ventanas también. En el momento álgido de la fiesta podremos… «introducir un sobre por una ranura». Aprovechando que nos van a ver a todos, (bueno, a todos no, pero si a muchos) podrían aprovechar para vacunarnos, pero entonces el SARS, que es muy inteligente, no  pactaría la tregua para que pudiéramos celebrar esta fiesta cuatrienal.

MRC, una entidad sin ánimo de lucro (abundan por todo el territorio) publicó en su muro de Facebook una entrada titulada « El coronavirus intel.ligent » que me ha inspirado este post. Estoy de acuerdo con ella en que los señores y señoras políticos y todas las autoridades, «V palito» a la cabeza, parece que nos toman por tontos o  imbéciles. Nosotros sabemos que no somos ni lo uno ni lo otro pero ¿qué podemos hacer?

Asistiremos a su fiesta o nos quedarnos en casa. Cada uno tomará su propia decisión, salvo los que hayan sido premiados con el honor de ser presidentes o vocales de las mesas electorales, que echan fuego por los dietes y con toda la razón.


https://interior.gencat.cat/web/.content/home/030_arees_dactuacio/proteccio_civil/consells_autoproteccio_emergencies/coronavirus/fases_confinament/plans-de-desconfinament-sectorials/Eleccions/2020_12_28-DAERIT_PROTOCOL-COLLEGIS-ELECTORALS.pdf


https://govern.cat/pres_gov/govern/ca/notespremsa/392047/saprova-manual-dinstruccions-destinat-membres-meses-electorals-eleccions-parlament-catalunya-2021.html

sábado, 16 de enero de 2021

El IPC, la inflación real y la percibida... nunca coinciden

Todos hemos visto en las películas frases similares a esta: 

"Los sucesos y personajes retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia". 

Una descripción similar debería acompañar a cualquier información, índice o informe que nos suministren los organismos públicos o generalistas y que no podamos contrastar fácilmente. 
Concretaré en el dato del IPC inter-anual que cada principio de año nos informan todos los medios de comunicación. Desde hace muchos años se mantiene casi a ras de suelo y por ello les da grandes alegrías a todos los que tienen deudas referenciadas directa o indirectamente a ese índice. No están tan contentos sino todo lo contrario los ahorradores que tienen cuentas bancarias y los bancos no les pagan nada por usar su dinero. La triste realidad es que pronto les empezarán a cobrar. Grrrr! 


El echo es que la «Inflación oficial» publicada se mantiene bajísima y en cambio notamos que cada vez compramos más caro y nos cuesta más llegar a fin de mes con el mismo dinero. 
¿Porqué? 
Para entenderlo hay que saber cómo se calcula la inflación oficial y que la cesta evaluada para hacerlo no corresponde con la cesta de consumo individual cuyo coste percibe cada familia. 
La «Inflación oficial» se calcula a partir de un determinado panel de productos con su correspondiente ponderación. En cambio, la «Inflación percibida» por cada ciudadano depende de la percepción subjetiva, con mayor o menor base real, en base a nuestra relación con los productos que compramos normalmente en nuestra familia.  
El problema se revela cuando la información que aporta el IPC se aleja de forma considerable de la inflación que percibimos los ciudadanos. 
Todo el que compra regularmente productos para comer en casa ha podido comprobar que han subido exageradamente. Según la OCU, el 64 % de los productos de la cesta de la compra han subido de precio en plena pandemia. Por ejemplo, los productos frescos han subido un 4 % de media, destacando el encarecimiento de las naranjas (46 %), limones (38 %), peras (34%), kiwis (30 %), coliflor (40 %), berenjena (18 %), judías verdes planas (14 %), lechuga iceberg (12 %), etc. Del recibo de la luz, del agua y del gas ya no hablemos. 

Dejando de lado teorías conspiratorias varias, debemos conocer lo siguiente: 
Para recopilar la información del IPC se utiliza la Encuesta Continua de Presupuestos Familiares (ECPF). Su deficiencia es la misma que tienen todas las encuestas, que la gente no acaba de decir la verdad cuando se le pregunta. Algunas preguntas pueden invadir la intimidad o desvelar secretos y más en un país donde el 23% de la economía está sumergida y quienes están en ella no tienen interés alguno en divulgar estas rentas no declaradas. También existe la dificultad de medir los cambios en los precios cuando hay variaciones en la calidad de los productos. Además cuando desaparece un producto del mercado ha de ser sustituido por otro en el índice. El problema es cómo saber qué producto es un bien sustitutivo exacto e igual de representativo que el que ha desaparecido en la última medición. 

En teoría, el IPC REPRESENTA A LA MEDIA DE LOS CONSUMIDORES, pero NO es representativo de algunos grupos sociales menos desfavorecidos ni de los más ricos. Y teniendo en cuenta que cada vez hay menos clase media y hay más ricos y muchiiiisimos más pobres, el IPC cada vez se adecua a menos hogares. 

Sólo a modo de ejemplo, el grupo de los ALIMENTOS y bebidas no alcohólicas pesa aproximadamente un 23% en el índice y en cambio (más durante la pandemia) para muchos ciudadanos de baja renta representa bastante más. Por otra parte, el IPC excluye de su cómputo algunos impuestos, tasas pagadas a la administración pública, multas o recargos. Aunque estos impuestos que pagamos al Estado cada vez sean más altos, el IPC NO lo nota y esto contribuye más a la divergencia entre lo que nos dicen oficialmente y lo que nosotros percibimos. Comprueben lo que representan los impuestos camuflados en los recibos de compra, de pago de servicios, de comunidad, en nómina, seguros, etc. 
El índice IPC tampoco contempla otros gastos de consumo como los de la «economía sumergida», el «comercio electrónico» que ya representa casi el 10% del PIB, la «venta ambulante» como la que se hace en los mercadillos y algunas APP’s digitales y los nuevos bienes introducidos en la economía hasta que no se consideran «representativos». 
Asimismo, tampoco computa la mayor preocupación de casi todos los españoles: la vivienda en propiedad, ya que ésta se considera una inversión y no un gasto. Algo que los ciudadanos perciben ya que el precio medio de la vivienda se disparó desde la entrada del euro más de un 150%. Los españoles destinamos más de un 40% de nuestras rentas al pago de una vivienda. 

Fíjense que desde la entrada del euro, según el Gobierno los precios han subido solo un 38.7% (hasta el 2012). 
¡Desde aquí oigo sus carcajadas!. 
Ya ven que una cosa son los índices y datos estadísticos que las autoridades publican y otra su realidad personal. 
Algo que debemos tener muy en cuenta a la hora de hacer valoraciones y tomar decisiones particulares.

viernes, 15 de enero de 2021

Un gran negocio regulado que todos los ciudadanos sufrimos y del que unos pocos se aprovechan



El alto costo de la electricidad no sólo merma las posibilidades económicas de los hogares, sino que, además, lastra el atractivo empresarial de España. Todos sabemos que al pagar el recibo de la luz, el gas o el agua pagamos muchos impuestos que cada Gobierno incluye en los Presupuestos Generales y utiliza a discreción según su ideología política. Los gobernantes y funcionarios salen beneficiados, los directivos de las empresas energéticas también y finalmente los accionistas. Todos viviendo a costa de los contribuyentes. De vez en cuando hay protestas ciudadanas pero todo sigue igual. 
Nadie desconoce que la clase política y las energéticas tienen contacto directo y haya una relación fluida entre gobernantes y dirigentes empresariales del negocio energético. Tampoco es nada extraño. Por un lado, la venta de electricidad, de gas y de petróleo es un negocio estratégico y de importancia vital para la sociedad y la economía. Debido a esto, los gobiernos sucesivos legislan y regulan el sector, estableciendo límites y garantizando el funcionamiento del mercado energético pensando, SUPUESTAMENTE, en el bien común. De ahí el interés de estas empresas para mantenerse próximas y en buena sintonía con los círculos de poder político. Por otra parte, el sector energético requiere inversiones de capital intensivo  y como los gobernantes no se deciden a aportar dinero público y todos queremos luz, gas y agua en nuestras casas y empresas, los inversores privados han de aportar grandes sumas de dinero para construir una central nuclear, poner en marcha una central hidroeléctrica, desplegar kilómetros de líneas de alta tensión o afrontar la burocracia abundante y cara que los gobiernos imponen para obtener licencias operativas. 

Por si a alguien se le escapa, no es lo mismo vender pan o poner un bar que vender petróleo o generar electricidad; por eso en España hay más de 15.000 panaderías, casi 300000 bares y menos de una decena de petroleras distribuyendo crudo. Por otra parte, tampoco es normal que sólo tres empresas eléctricas (Endesa, Iberdrola y Gas Natural Fenosa) acaparen casi el 90% de la producción eléctrica nacional y se repartan el 'pastel' energético entre las tres. 

Debemos recordar que todas las compañías energéticas españolas Iberdrola, Gas Natural Fenosa, Endesa, Repsol  fueron empresas públicas que con la democracia se privatizaron. Las  propietarias de las redes de distribución (Enagás y Red Eléctrica de España) siguen siendo participadas mayoritariamente por el Estado, que permite por ley que operen en régimen de monopolio (transporte de gas y de electricidad, respectivamente) para garantizar que la energía pueda llegar a todos los españoles aunque en muchos casos el negocio no sea nada rentable y genere muchas pérdidas. El 80% de los dividendos que generan las eléctricas van a parar a fondos de inversión extranjeros o Bancos con participaciones industriales como CaixaBank.

Lo que alucina a cualquier ciudadano es que a pesar de vivir en uno de los países europeos con más horas de luz solar, el 'mix' energético español siga siendo adicto al gas natural y al petróleo, dos recursos que España importa de países como Argelia, Arabia Saudí, Libia o incluso Rusia. No hablemos de la energía nuclear, 21% de la generación eléctrica en España, porque tiene muy mala fama y preferimos comprar a Francia energía generada en centrales nucleares que generarla nosotros. España es uno de los países con más horas de sol del continente, alrededor de 3.000 horas de luz plena al año, pero la legislación sigue primando otras fuentes, como la nuclear el carbón (17% y los mineros lo agradecen) o los ciclos combinados (el 10%), que usan gas natural importado de países como Argelia, Nigeria o Rusia que lo extrae de zonas sensibles y protegidas del Ártico ruso. Al mismo tiempo, se penaliza a los ciudadanos que invierten sus ahorros en placas solares con el «impuesto al sol» que el Gobierno ecologista todavía NO ha derrogado. Al contrario, el Gobierno, la patronal del gas (Sedigas) y las grandes empresas del sector están promocionando el gas natural, un combustible fósil contaminante que no tiene España, para convertirlo en una importante fuente de generación eléctrica y en el nuevo combustible de vehículos y de industrias.

Los gobernantes muestran más preocupación por ganarse un lugar bien remunerado en una compañía energética cuando dejen su poltrona política que por conseguir un sector energético estable, autosuficiente en la medida de lo posible y respetuoso, en lo posible con el medio ambiente.

En España ha habido 175 ex altos cargos políticos en los consejos de administración y en equipos directivos de estas compañías. A los principales medios de comunicación, que cada año ingresan una parte de los presupuestos millonarios en publicidad de estas empresas, sin importar su ideología no les gusta remover el tema. El PSOE y el PP aglutinan la mayor parte de las 'puertas giratorias', aunque en el juego también entran el PNV, ERC, CiU e incluso líderes sindicales de UGT y de CCOO, entre otros. Ninguno fue vetado por la Oficina de Conflictos de Intereses (OCI), el ente público encargado de impedir los nombramientos que puedan incurrir en incompatibilidades.

La ley prevé que los altos cargos públicos sirvan con objetividad los intereses generales y subraya que deben evitar que sus intereses personales puedan influir indebidamente en el ejercicio de sus funciones y responsabilidades. La Oficina de Conflictos de Intereses (OCI) se encarga "con plena autonomía funcional" de verificar las declaraciones patrimoniales de los altos cargos y debería alertar si detecta posibles incompatibilidades con los asuntos sobre los que decidan. También debería denunciar si se han enriquecido de manera injustificada y supervisar su actividad en los dos años posteriores a su cese; pero una cosa es la ley y otra cosa es aplicarla bien.

Lo lógico es que se designara al director del OCI por concurso de méritos, con unos requisitos técnicos y tan transparente como fuera posible, pero la designa el Ministro de Hacienda y la ratifica el Consejo de Ministros. ¿Entienden?

Además, la OCI tiene sólo dos funcionarios en plantilla y revisa pero NO verifica las declaraciones patrimoniales que hacen los altos cargos  de la a¡Administración Pública. De los políticos y funcionarios de segunda fila ya ni hablemos, campan a sus anchas. Si les parece raro comprueben las propiedades que declaran los principales políticos. Si tienen tiempo vayan a por los de las autonomías y lleguen a los alcaldes y concejales de los ayuntamientos y podrán comprobar que declaran menos propiedades de las que tiene cualquier mísero trabajador. TODO es una gran MENTIRA  que se permite en tiempos de democracia y transparencia. Y sin que nadie haga nada por desenmascarar ni penalizar adecuadamente esas incorrecciones o infracciones.

¿Por qué España sigue siendo dependiente en materia energética?

¿Porque se consume demasiado y no se quieren asumir los costes y problemas colaterales que ello conlleva?

¿Entendemos «qué se está pagando realmente» cuando una compañía «altamente regulada» contrata un alto cargo sin experiencia ni estudios relevantes en el sector? 

Resumiendo:

La ciudadanía, como en tantos aspectos que atañen a la economía, está desinformada o mal informada y ello la incapacita para demandar/reclamar lo que realmente le interesa de los proveedores de servicios regulados por el Gobierno.

Nos cuesta admitir que muchos dirigentes no trabajan para garantizar el bienestar de los ciudadanos sino para garantizar el suyo propio, y el de sus amiguetes o grupos que los apoyan. Por este motivo nadie puede garantizar que las leyes (mejor o peor redactadas) se apliquen adecuadamente.

Este círculo vicioso es extremadamente difícil de romper sin un cambio social profundo que nadie está interesado en organizar ni impulsar con unas mínimas posibilidades de éxito.

Si se les ocurre alguna posible solución a este círculo vicioso, por favor compártanla abiertamente. 


sábado, 9 de enero de 2021

¿Cómo hemos llegado a esta atípica cuesta de enero?



Ya han terminado las fiestas navideñas y típicamente ahora venían las rebajas y la "cuesta de enero". En cambio, este año ha venido una gran nevada y una ola de frío que nos ha hecho permanecer en casa. Lo que no han conseguido las autoridades lo ha conseguido, una vez mas, el general invierno.
Una de las causas subyacentes de la "desconfianza" en las autoridades y en la difusión de todo tipo de información sobre el coronavirus es la falta de acuerdo de la ciudadanía sobre un conjunto de hechos compartidos. La gente cree en diferentes conjuntos de realidades y aún viviendo en una misma ciudad, región o país, no vemos el mismo mundo a nuestro alrededor. 
Nos dijeron que vendría una "nueva normalidad" que nadie ha visto y nadie se pone de acuerdo en lo que significa la palabra ni en como será. 
¿Tenéis alguna sugerencia para establecer un sentido compartido de la realidad? 
¿Tal vez más educación, más pensamiento crítico, mayor énfasis en los temas científicos y en el empirismo en las escuelas, y quizás autolimitar nuestro consumo de «información» a unos pocos medios que consideremos «equilibrados y sensatos, donde el sensacionalismo y las fake news no sean bienvenidas»?. 
La gente está muy dividida, abunda la desconfianza y los problemas que aparecen por doquier son tan complicados y estratificados, que soy pesimista acerca de que podamos hacer algo individualmente para que no nos afecten demasiado. 
Escribo estas reflexiones y las comparto con ustedes, pero… ¿Estaríamos mejor informados y tendríamos un sentido mas compartido de la realidad si Internet no existiera? 
Internet nos da más información para poder comprender y cambiar el mundo que nos rodea. Pero todo depende de dónde y como nos informemos, y de cómo usemos esa información. Hubo un tiempo en que la información era poder. Hoy, poder, es saber qué hacer con tanta información disponible, cómo seleccionarla, interpretarla y transformarla en ayuda para la decisión. 
Hay partes maravillosas de Internet a las que no me gustaría tener que renunciar. Por ejemplo ahora puedo ver más películas y documentales que nunca. Puedo escuchar podcasts y toda la música que me apetezca en cualquier momento en Apple Music, YouTube o Spotify y me siento más instruido por poder asistir virtualmente a cursos de prestigiosas universidades o ver documentales y todo tipo de videos formativos en YouTube. Hay movimientos sociales importantes que podrían no existir o podrían haberse desarrollado más lentamente sin las redes sociales. 
Pero ahora también podemos observar un posible debilitamiento de la democracia, la vigilancia masiva de la gente en China y otros países en que no se respetan los derechos humanos y tenemos la sensación de que el mundo se ha vuelto más caótico e impredecible debido a la tecnología. 
La industria de la publicidad en Internet ofrece incentivos económicos para muchas ideas extravagantes y las redes sociales pueden funcionar como altavoces para difundir falsedades sin control que captan la atención de la gente. Más cuanto menos contrastan las informaciones y menos instruidos y críticos son con lo que ven, leen o escuchan. 
Nuestra naturaleza humana nos empuja a puntos de vista extremos y los fragmentos de evidencias falsas y teorías de irregularidades en la aplicación de las leyes favorecen que los creyentes en las teorías de la conspiración forman una base cada vez más amplia. Absorben ideas falsas y les dan legitimidad, lo que a su vez da más oxígeno a las teorías de la conspiración. Estamos viendo lo peligroso que puede ser cuando alguien con poder real o con poder de influencia se incorpora a un movimiento en crecimiento que se ha separado de la realidad objetiva. 
Que la gente pueda estar conectada mediante las redes sociales es algo fantástico, pero las propagandas de los poderosos y sus lobbies, que focalizan la opinión pública en una cuestión distinta cada día, o cada media hora, según les interese a través de las redes sociales. Eso sumado a unas instituciones ineficaces, generan desconfianza y enfrentamientos entre los ciudadanos. 
Parece que la gente estamos programados por códigos genéticos y culturales para percibir una realidad filtrada, donde el centro de la diana importa mucho más que los márgenes. Los medios lo saben y nos mantienen inmersos en un mar de confusión, concentrando nuestra atención en el último petardo que ofusca nuestros sentidos y nos dificulta enormemente obtener una visión de conjunto. 
Tan pronto estamos focalizados en la pandemia, los contagios y los muertos, como en el asalto al Capitolio de Washington, como en la gran nevada. Cada uno de estos sucesos acapara toda la actualidad informativa como si no existiera nada más en el mundo. Ya no llegan pateras a nuestras playas y poco importan los 60000 muertos en España y los casi 2 millones en el mundo o las poquísimas vacunas antiCovid que se han puesto. Solo nos preocupamos de las calles llenas de nieve de nuestros pueblos y ciudades de interior. 
Por suerte la ciencia sigue trabajando, impasible a las modas, mientras obtenga algo de financiación. No se consiguen avances espectaculares ni se publicitan con grandes titulares, pero si se van consiguiendo medicamentos que reducen la mortalidad de los enfermos y consiguen que se recuperen más deprisa. Ayuden a que las UCIS no se saturen tan rápido como en marzo de año pasado. 
Es lógico pensar que la pandemia acabará. El problema es cuándo y con qué consecuencias en muertes y en calamidad económica. Que nuestros gobernantes sean mas o menos ineptos y/o psicópatas es determinante en ello. La mayoría de políticos se comportan para que «parezca que hacen algo». La estrategia de los gobernantes no es evitar la transmisión del virus, solo es atenuar el ritmo de los contagios buscando la inmunidad por infección natural. Hacer que la gente nos contagiemos pero que parezca que sea por accidente o por que no nos comportamos responsablemente. Poner vacunas rápidamente no es prioritario para las autoridades, porque para ellos las vacunas son simplemente un instrumento para facilitar esta estrategia: intentar proteger de la enfermedad a los más vulnerables para que disminuyan los ingresos, no se colapsen los UCI’s y no se monte un pollo colectivo, con grandes protestas que hagan peligrar sus sillas. 
Desvían su responsabilidad invocando a la responsabilidad individual de la ciudadanía. Como resulta que a algunas personas les importa poco o menos la salud comunitaria y las vacunas protegen, fundamentalmente, a la comunidad, poco les interesa vacunarse unos y que lleguen las vacunas cuanto antes a todos a los otros. 
Si usted es una de esas personas que no cree en la bondad de las vacunas y en la protección comunitaria, tranquila, puede continuar con su incivismo y su falta de humanidad. Las autoridades no se meterán demasiado con usted. Al menos no de forma que le cause grandes pérdidas. Vean lo que les ha pasado a los asistentes a las «fiestas multitudinarias» sin medidas de seguridad, a los que no cumplen las normas en las calles y las carreteras, a los que no quieren vacunarse o a los que se vacunan por ser familiar o amigo de… Los medios de comunicación no informan de las penalizaciones aplicadas a los infractores, de los trabajos sociales impuestos, de las multas cobradas o de las penas cumplidas por atentar contra la salud pública. 
Los hechos son que donde mejor se ha controlado la pandemia, mejor va la economía (y viceversa), pero aquí nos ahogan continuamente en la falacia de separar economía y salud para justificar una estrategia que el gobierno o los gobiernos, porque ya no sabemos si es uno o muchos, han elegido. 
Confunden la transparencia informativa con multiplicar las comparecencias televisivas con una repetición exagerada y complicada de datos que nadie, ni siquiera los periodistas, son capaces de seguir y menos entender. Resultado: todo el mundo opta por "creerse" las interpretaciones de los que informan en nombre del Gobierno. La prensa lamentablemente sigue la corriente y no hace ninguna labor de investigación ni de difusión crítica de las informaciones que se suministran. Tampoco pide explicaciones, aclaraciones y mucho menos responsabilidades. 
Nadie si nos espera una nueva normalidad donde habremos de convivir con el virus y tampoco nadie asume ninguna responsabilidad para hacer cumplir la medidas necesarias para controlarlo. 
Igual que la pandemia, la crisis económica tampoco es impedimento para perseguir los objetivos de un gobierno, porque la estrategia política no tiene que ver con el bienestar del pueblo, sino con su percepción de la actualidad en relación con la alternativa. Las medidas que se toman no son para que muera la menor número de gente posible sino para que no se enfaden demasiado los que sobrevivan. Así habrá más posibilidades de que los voten por haberse portado bien y no haberles causado demasiados inconvenientes para seguir libremente con sus actividades. 
Los políticos deben lograr que parezca que hacen algo, para que su desempeño no sea percibido como negativo, pero dejando que la gente se «contagie ordenadamente». Así los que se contagien será por accidente o por su irresponsabilidad personal y en ningún caso por causa de la mala gestión de los políticos. El verdadero equilibrio que pretenden lograr no es entre salud y economía, sino entre la alarma social por la pandemia y la irritación por las medidas tomadas (demasiado duras para unos y demasiado blandas para otros según la interpretación de cada cual). No importan los muertos, importan los votos y conservar las prebendas y los sueldos que se incrementan cada año. 
No todos los políticos son psicópatas, lo son en la misma medida que lo son los ciudadanos que los votan y a los que dicen representar. Si algún día, a través de sus múltiples encuestas percibieran presión social para tomar medidas mas drásticas o alguna disminución de su grupo de votantes (por eso el CIS pregunta lo que pregunta y no otras cosas), las tomarían. Dudo que estén suficientemente preparados y que sepan cómo hacerlo, pero si en las encuestas percibieran voluntad social para controlar la pandemia de verdad, lo intentarían. 
Los colegios se abren no por salvaguardar el derecho a la educación, porque los niños no contagian o porque es imprescindible para que la economía funcione. Se abren porque la mayor parte de los padres y votantes quieren y es un colectivo de votantes muy importante. En cambio los funcionarios de cuello blanco no abren sus oficinas porque el número de «votantes» enfadados por su falta de servicio es relativamente pequeño para hacerles pupa en las urnas. 
Las autoridades suministran datos incompletos y casi imposibles de descifrar o analizar. Lo hacen porque, a quien ya tiene su posición decidida, conocer la verdad sólo le generaría frustración. La anestesia de la conciencia puede administrarse por distintas vías. Hay quien mitiga su egoísmo pensando que personalmente no tomamos las decisiones y tomarlas es responsabilidad de los que pagamos para ello. Hay muchos que critican la tibieza de las normas que algunas autoridades imponen, aunque en el fondo suspiran porque sean así de tibias o buscan cualquier excusa para saltárselas. 
Si desde el primer momento nos hubieran puesto imágenes o relatos d enfermos de Covid 19 o ahora nos pusieran imágenes de las últimas personas ingresadas en UCI explicando que hace unos días estuvieron celebrando las navidades comiendo con sus nietos, abrazándolos y disfrutando de su compañía o que fueron contaminados por sus cuidadores que celebraron las Navidades en familia con reducidas medidas de seguridad, sería más difícil permanecer insensibilizados a menos que sufrieran una patología profunda comparable a la que acusamos en algunos dirigentes. 
Seguramente la frustración acabaría en ira inconfesable, porque mucha gente jamás reconocería que eso que les pasa es por esa causa. Nadie quiere que se les enseñe esa realidad porque ya han decidido actuar y seguir actuando como lo han hecho. Se perseguiría a todos los mensajeros violentamente, porque ya sabemos que a nadie le gusta que le pongan de manifiesto sus errores y prefieren seguir con el error hasta las últimas consecuencias. Se perderían muchas amistades y habrían muchas peleas familiares por hacer lo sensato y contar las verdades. 
Es lo que tiene ser poco responsable y poco realista, pero la sociedad está formada por personas de todo tipo y sus votos valen lo mismo. Incluso más si residen en localidades poco pobladas.

martes, 5 de enero de 2021

Deberíamos relajarnos

 Deberíamos relajarnos porque si seguimos así, nuestra salud mental peligra.


El clima pandémico, por sus implicaciones sanitarias, económicas, sociales y especialmente humanitarias, provoca en las personas una sensación de descontrol y mucha incertidumbre; e inevitablemente afectará más a las personas vulnerables, temerosas o aprensivas respecto a la importancia que dan a la salud.

La mayoría manejamos mal las amenazas evidentes contra nuestro bienestar, y un virus ante el cual no tenemos tratamiento es una amenaza para nuestra sensación de seguridad y control sobre nuestro futuro. 

Aunque no lo parezca, las amenazas víricas son bastante más letales que una guerra o un régimen totalitario depurando opositores, y por tanto es lógico que nos preocupe la enfermedad Covid-19. Si además hay una percepción de una gestión mal coordinada, desordenada e ineficaz, la sensación de incertidumbre aumenta. En estas circunstancias es normal que las personas nos sintamos en general raras, desubicadas e inseguras

No es que seamos neuróticos o hipocondríacos sino que no podemos creer que después de los cientos de millones de vidas que se han cobrado los virus a lo largo de la historia moderna, no haya un plan perfectamente coordinado, meditado y estructurado para gestionar este tipo de problemas que se vienen repitiendo cíclicamente desde hace cientos de años con mayor o menor intensidad, y diferentes formas clínicas. ¿Tan poca memoria tenemos?

Actualmente a una persona preocupada, asustada, insegura, nerviosa o muy inquieta por la incertidumbre de la situación actual no se la puede acusar de neurótica. Ya tenemos más de 60.000 personas fallecidas en España y seguimos... Por el momento    no parece que vaya a frenarse, a pesar de que los dirigentes han tenido casi 10 meses para trazar un plan efectivo o al menos copiar uno similar al que usan en países donde la pandemia si está más o menos controlada, en similares circunstancias demográficas, donde parece que han  fallecido muchísimas menos personas. No hablo de China cuya información no es fiable sino de por ejemplo Corea del Sur.

El malestar social es frecuente en todas las pandemias y tampoco podemos negar la evidencia de que los seres humanos tendemos a buscar culpables cuando las cosas se ponen mal. No avanzaremos nada poniéndonos muy nerviosos ante esta situación, pero NO hay motivos tangibles externos a nosotros que nos ayuden a calmarnos. Hemos de ser muy comprensivos, respetuosos y tolerantes, con el malestar de quién piensa que no se está gestionando bien la situación. 

Las personalidades más flexibles y adaptativas sufren menos y llevan la situación con más solvencia. Por supuesto el que no se haya visto implicado en la muerte o enfermedad de un familiar cercano, o un bache económico-laboral grave, lo pueden llevar mejor, aunque si son responsables y están informados les normar que tengan sus miedos. 

Nuestras autoridades no nos han dado motivos para confiar ciegamente en las cifras que nos dan, pero parece que hay un sobre-fallecimiento estatal de más de 60.000 personas respecto a otros años. Es como si todos los días se hubiera estrellado un avión repleto de pasajeros. Muchos cientos de miles se han visto afectados por el virus y han tenido que pasar por la inquietud de no saber en que iba a derivar su sintomatología clínica ante el proceso vírico.

Todas esas personas tienen familiares y todo eso tiene un importante sobrecoste emocional en la población general, sin olvidar el desgaste de las medidas restrictivas sobre nuestras libertades de movimiento o los confinamientos, pues nuestras fuentes de presión permanecen estables o aumentan, mientras nuestras fuentes de evasión se ven seriamente disminuidas.  

Cuando el cerebro pasa mucho tiempo en estado de alerta ante la alta incertidumbre, es normal que muchos personas se sientan sobrepasadas e incapaces de aguantar la presión sostenida en el tiempo. Muchos se encierran en su caparazón y no saben ni como buscar ayuda, aparte de los que no se atreven a ir al centro de Salud u hospital porque tienen miedo o simplemente les dan largas para ser atendidos.

Los problemas, más allá de la saturación informativa, la frustración por no poder llevar una vida normal o por la percepción de lo descoordinado e ineficaz de la gestión de las autoridades, son los mismos que tenían las personas antes de la pandemia, en ocasiones un tanto atenuadas por el clima social, económico, sanitario y humanitario. No podemos olvidar que a pesar que se intenta que los hospitales no se desborden y que hay que sostener mínimamente la economía para que no se produzca una gran  depresión, han fallecido más de 60.000 seres humanos que han dejado a sus respectivas familias, parejas, hijos, hijas, amigos, amigas, nietas, nietos, abuelos y abuelas. Y más que fallecerán en los próximos meses porqué nada a terminado.

Estamos viviendo amenazados de muerte por el virus y debemos tener permisividad con nuestras sensaciones de frustración, ira, tristeza o miedo porque son totalmente normales. Además la gestión de esta gran crisis arroja uno de los peores resultados del planeta, si bien no muy diferente del resto de democracias occidentales exceptuando tal vez a Alemania, Grecia o Portugal. Para gestionar emocionalmente la incertidumbre, sólo nos queda aguantar, resistir, ver lo que está en nuestra mano resolver o en que podemos colaborar. También podemos  denunciar las inoperancias con ánimo de que los "gestores" rectifiquen y mejoren. Además nunca sobra proponer ideas para reducir las pérdidas de todo tipo en lo posible.

Parece que ya tenemos varias vacunas a punto de ser aplicadas. Continuamente están saliendo mejoras en los tratamientos que aminoran la letalidad del virus, pero mejorar la funcionalidad de las vacunas o descubrir un tratamiento definitivo NO está en nuestras manos. El modo de gestionar el avance del virus NO está en nuestras manos, mas allá de seguir las restricciones que se nos impongan las autoridades, o nos auto-impongamos siendo responsables de nuestro comportamiento y acciones para lo que hay mucho gap de mejora. 

Que se reduzca la tensión política, económica o social NO está en nuestras manos, más allá de procurar estar tranquilos, no echar más leña al fuego (sin que eso signifique no pedir responsabilidades a los gestores públicos que no hacen bien su trabajo, ni a los grupos de personas que no se comportan bien), hacer nuestros números o procurar tener cuidado de no dañar nuestras relaciones familiares y sociales cercanas con discusiones insidiosas y cansinas que no conducen a nada.

Sin embargo, lo que sí está en nuestra mano es ahondar en la percepción del proceso, que será la herramienta que nos permitirá aguantar y ser más pacientes. 

La pandemia es un virus que se ha extendido por el mundo haciendo un enorme daño humanitario, sanitario, social, político y económico. El que se resuelva y podamos continuar con nuestras vidas (no con la anterior que ya era muy mejorable) inevitablemente será un proceso de duración indeterminada, que dependerá mucho de la ciencia, de las industrias farmacéuticas y asociadas a la salud y a los gestores públicos. Eso llevará mucho tiempo, más cuanto menos colaboremos todos y peor se gestionen los recursos. Por ello debemos estar mentalmente preparados por si ese tiempo se alarga más de lo que deseamos o surjen inconvenientes durante el proceso que lo puedan entorpecer.

Debemos procurar permanecer lo más calmados posible e intentar tener perspectiva  para no decaer anímicamente o agotarnos antes de que todo esto se resuelva positivamente, como así será. Es esencial estar correctamente informados visitando sitios científicos contrastados o escuchando a profesionales de valía y ética contrastada, ser realistas, ajustar las expectativas a la realidad y ajustar los gastos  evitando despilfarrar. Ahora se ha podido comprobar lo útil que es planificar y  «guardar algo» de lo ganado para subsistir durante las crisis.

Para que tengamos en cuenta a nivel particular los expertos recomiendan y parece razonable hacerles caso, lo siguiente:

— Procurar regularizar el sueño ayudándonos de lo que a cada uno nos funcione.  Desde bajar el ritmo de procesamiento de información antes de irnos a la cama hasta el medicamento que recete el médico si no nos basta con otras medidas más simples para conciliar el sueño. De ese modo al día siguiente nos podremos sentir más “preparados” para afrontar lo que venga.

— Procurar mantener hábitos alimenticios mas o menos saludables, de cara a fortalecer nuestro sistema inmune, así como hacer algo de ejercicio aeróbico o anaeróbico moderado y sin brusquedades, porque sino ls agujetas nos impedirán ser regulares. Siempre escuchando al cuerpo y sin forzar en exceso. Evitar lesiones y en definitiva hacernos el menor daño posible es una manera en que podemos ayudar a gestionar el colapso de los centros de salud/hospitales y no poner en riesgo nuestra salud.

— Procurar estar en espacios ventilados, con distancia de 2-3 metros entre personas (tres siempre mejor que dos), cuidar nuestra higiene de manos (siempre limpias antes de tocarnos boca, nariz, ojos), así como usar mascarilla donde se recomiende. Así mismo, nos hará sentir mejor buscar espacios donde no haya gente alrededor y donde podamos respirar sin mascarilla para oxigenar nuestro cerebro adecuadamente. Pasear o correr por parques, montes o playas nos darán un aporte de energía extra. 

— Restringir lo más posible la cantidad de "información no especializada", por ejemplo las soporíferas intervenciones de los políticos vía televisión, Internet, periódicos o radio acerca de la pandemia. Siempre y cuando observemos que nos saturamos o nos siente mal debemos hacer un "apagón digital" porque nuestro cerebro se agota de procesar toneladas de información desordenada, confusa, difícil de entender, repetitiva, rayando a veces la obsesión. En Catalunya sabemos mucho de eso.

— Mantener la calma y trasmitir positividad a las personas de alrededor y no únicamente quejas, críticas y preocupaciones, que en definitiva son “energía negativa”. Conviene que cada uno procuremos gestionar nuestro malestar. Si notamos que nos desbordamos o descompensamos, hagámonos cargo de nuestro malestar y no lo volquemos en nuestras relaciones cercanas de un modo crónico. Si nos sentimos desbordados, podemos consultar a profesionales de psiquiatría o psicología clínica. Ellos son expertos y se les puede exigir lo que no se puede exigir a parejas, familiares, hijos, amigos…

— Pese a la gestión mas o menos deficiente que hagan las autoridades nacionales y autonómicas, y a la poca colaboración de muchas personas, las vías de solución están en camino. Son los científicos los que van a descubrir la solución, que otros tendrán que desarrollar y debemos confiar en que todo va a ir bien; pero debemos mantener la calma y tener percepción de proceso a medio-largo plazo. Debemos ayudar a que las cosas vayan como únicamente pueden ir. Lo que tenga que suceder, sucederá cuando tenga que suceder, no cuando cada uno de nosotros deseamos, por más frustrados, nerviosos e indignados que nos sintamos. Por tanto calma y procuremos no entorpecer a los que trabajan para salvarnos o ayudarnos.

— Si bien expresar nuestra opinión o como nos sentimos en las redes sociales puede ser de ayuda para los que nos sentimos/pensamos de forma similar y aunque tengamos sobrados motivos, sólo deberíamos canalizar la ira en su debido momento y democráticamente. Si no estamos a gusto con como se están llevando las cosas, no nos queda otra que actuar cívicamente, con calma, tener presente los hechos (apuntarlos si la memoria reciente no es muy buena) y ya llegará el momento de expresar nuestro malestar colocando un voto en alguna urna. Cualquier otra actitud difícilmente va a redundar en un beneficio directo personal ni familiar. 

— Si alguien entiende que la actitud de los gobernantes en esta pandemia se puede tildar de negligencia criminal, de imprudencia temeraria, o de impericia, debería denunciarlo en los tribunales. Cargar las tintas más de lo necesario sólo redundará en una cronificación o sostenimiento de la frustración en el tiempo, lo cual nos terminará agotando, sin que nada cambie. Nadie oye el ruido ensordecedor de las cacerolas mas que el que la toca, pero el que debería oírlas no las oye.

— Debemos ser permisivos con las emociones que sintamos en cada momento, pero siendo responsables con la gestión de estas para no hacernos daño más allá de lo normal o necesario, ni a nosotros ni a los de nuestro alrededor. Tenemos que intentar ser apoyos en lugar de cargas.

— En la vida diaria debemos organizar rutinas con las que nos sintamos cómodos. Así no nos preocuparemos tanto, pues ya nos hemos ocupado de qué hacer para estar ocupados y distraídos.  Si solo nos preocupamos en lugar de ocuparnos en resolver lo que nos preocupa acabaremos mal de la cabeza.

— Cuando vienen crisis de este tipo, tenemos esperanza de que sean una oportunidad de crecimiento social. No tengamos grandes expectativas de que ello vaya a ser así. En realidad hay personas avispadas, que aprovechando el desconcierto usan estas crisis como una oportunidad para satisfacer determinados deseos personales. Actúan de forma oportunista para aprovecharse instrumentalizando a los demás para satisfacer determinados caprichos, que únicamente suelen redundar en beneficio del que los promueve y hace reaccionar a las masas a costa del perjuicio de la mayoría. Hemos de tener esto en cuenta y alejarnos del tumulto, intentando ver con claridad y espíritu crítico los acontecimientos que están sucediendo, huyendo de las «opiniones interesadas» que nos intentan vender como «información veraz» lo que es opinión manipuladora. Hemos de procurar no perder el temple y la moderación, aunque nos acusen de poco claros y equidistantes. Sin calma, sin saber estar y sin respeto por las opiniones de los demás pronto se empiezan a crear gigantes en lugar de molinos de viento y las profecías se autocumplen. Ver gigantes asusta, intimida, pone a las personas a la defensiva y definitivamente les sienta mal. La realidad es siempre compleja, se puede ver desde muchos puntos de vista, y reducirla únicamente a dos polos suele ser un trabajo que la propaganda de los  populistas y extremistas realiza eficazmente. Deberíamos procurar que estos polarizadores no usen la situación de miedo, enfado y la incertidumbre producida por la pandemia para acrecentar nuestro malestar. En cuanto empecemos a sentir que nuestros contactos próximos o en las Redes sociales se exceden en su intento de «polarizarnos» y atraernos hacia «su extremo», debemos parar y calmarnos. Intentar detectar falsedades, analizar quién gana con el mensaje, relativizar y redimensionar los inputs a su adecuada dimensión. Así podremos relajarnos, sentirnos mejor y podremos observar las cosas con más perspectiva y espíritu crítico.

Cuando detectemos algún aumento de «conflictividad intrafamiliar» provocada por las fuentes de presión externas, debemos procurar atajarla inmediatamente. Todos estamos más presionados por lo mucho que se alarga la situación molesta, por la incertidumbre y por todo lo que nos «ata y nos impide actuar con libertad». Solo nos queda respirar hondo, calmarnos, ser mucho más pacientes de lo que somos habitualmente y tratar de que las cosas no se desborden.

También podemos hacer planes e ilusionarnos con ellos para ponerlos en marcha en cuanto podamos. Si finalmente podemos desarrollarlos, ya tendremos trabajo adelantado y si no, pues nos habremos distraído en el proceso.

Ánimo! Tenemos el resto de nuestra vida por delante. Aprovechémosla de la mejor forma posible.