Más estudiar y menos perder el tiempo |
Parece que la Ley Celáa de 2021 NO incluirá la asignatura de Ética en 4º de la ESO. El Gobierno PSOE-Podemos ha preferido sustituirla por "Educación en Valores Cívicos y Éticos», donde se explicarán valores cívicos y éticos como los valores constitucionales, el respeto de los derechos humanos, de los animales, el derecho de la infancia, la cultura de la paz y la no violencia, el valor social de los impuestos, el sentido que la religión puede tener en nuestras vidas, el respeto al interés superior del menor, la igualdad entre niños y niñas, la educación para el desarrollo sostenible, el reparto equitativo de vacunas contra la pandemia entre países ricos y países en vías de desarrollo, la digitalización con conocimientos críticos, cómo comportarse en las redes sociales. También sería deseable que los alumnos aprendieran a discernir de dónde sale la información y de distinguir entre información y opinión.
Si todo esto se hace bien será positivo, pero recordemos que no sirve de nada aprender de memoria los derechos humanos o los porcentajes de desigualdad que existen en España o en el mundo. Lo importante es que los jóvenes piensen si serían posibles otras cosas y por qué, y que resuelvan dilemas morales y sean capaces de decidir qué derechos están por encima de otros. Y todo eso es lo que hace la Ética. Otra cosa es aplicar la ética a los problemas concretos de la vida de cada día y debatirlo. Tomando por ejemplo el dilema moral de las vacunas, al alumno habría que explicarle los hechos (lo que ha pasado) y preguntarle:, ¿por qué?, ¿qué crees que sería lo mejor y qué cabría hacer desde el punto de vista de la ética de Kant, de Aristóteles, de los utilitaristas?”.
No incluir «Ética» en 4º de la ESO es negar a los jóvenes el derecho a recibir una formación básica y rigurosa en filosofía moral impartida por profesorado especializado y en línea con lo que la sociedad demanda: un comportamiento ético responsable, tanto en la ciudadanía como en sus dirigentes. Porque la ética es previa a los valores cívicos.
Por supuesto que es útil enseñarles a los jóvenes para qué sirve la Constitución, cómo funciona un Parlamento, qué es un juez, qué es un impuesto; porque es cierto que cada día estamos comprobando que la gente sabe muy poco de eso, pero la Ética viene antes. La filosofía es una reflexión sobre las preguntas humanas, a qué apuntan esas preguntas que no se refieren a lo que vamos a hacer sino a lo que somos. En ningún caso debe ser un recetario sobre cosas diversas. Una cosa son las cuestiones prácticas, lo que hay que hacer y lo que no, y otra distinta las preguntas sobre por qué hay que hacerlas o por qué no. Hay que separar el "que" hacer del "por qué" hay que hacerlo.
Ante un hecho, una explicación, una orden/norma, los niños preguntan: ¿Y porqué?, ¿Y porqué?, ¿Y porqué?… y son preguntas valiosas. Las mentes juveniles se encuentran en una especial disposición a lo esencial, a lo amplio, a lo profundo, a la especulación y a comerse el coco, y no necesariamente con aspectos prácticos e inmediatos. Es el momento en que es más necesario hacerse las preguntas esenciales, porque luego los problemas de cada día nos pedirán que pongamos nuestros pies en el suelo y nos preocupemos por la «rentabilidad» de lo que hagamos o sobre cómo ganarnos la vida para llegar a fin de mes o cuidar de nuestra familia.
Transmitir las propuestas éticas carece de sentido si la transmisión no va acompañada del diálogo en que se intercambian argumentos y experiencias, la reflexión compartida y la fundamentación de las opciones.
Todos sabemos que la «educación moral» se recibe por ósmosis en la familia, en el grupo de edad, en el entorno social, a través de los medios y hoy en día de forma abrumadora en las redes sociales. Tanto si lo queremos como sino, TODA LA SOCIEDAD EDUCA MORALMENTE. Ahí no es posible aplicar ningún PIN parental y el joven absorbe de todo; bueno y malo. Se enseña la mentira, el desprecio a los peor situados, la obediencia ciega para obtener ventajas o evitar problemas, el conformismo, la insolidaridad, entrar en el juego de los bulos y la posverdad, exacerbar los conflictos…, pero también el respeto a la dignidad de cada persona, el cuidado de la naturaleza, la compasión por los vulnerables, la grandeza de la justicia y la solidaridad. Por eso es necesaria en la educación una asignatura donde se enseñe a reflexionar sobre los comportamientos que se aprenden en la calle y a elegir con argumentos los que realmente valen la pena. No existe una disciplina única que pueda educar para la ciudadanía. Todas las disciplinas, de forma transversal, deben contribuir al objetivo principal de la educación: formar ciudadanos cultos capaces de abrazar los grandes valores que nos hacen más humanos: democracia, justicia, libertad, amor al bien común, solidaridad, pluralismo, protección del medio ambiente, lucha contra las desigualdades… Las aptitudes y también la actitud de cada maestro son fundamentales para el joven aprenda a preguntarse el porqué y a meditar la respuesta más adecuada. Se deben formular a los jóvenes preguntas que les saquen de su zona de confort, que les asombren, les creen dudas y que al no dar las cosas por sentadas, les motiven para construir un pensamiento propio. Eso no excluye que se imparta una asignatura específica que enseñe a pensar críticamente y a entender por qué unos puntos de vista son mejores que otros.
¿Un mundo sin Ética para los adolescentes españoles en tiempos en los que una pandemia ha mandado a la lona los principios morales de tanto dirigente político? ¿En tiempos de transfuguismo y abandono de cargos institucionales a cambio de unas monedas en forma de listas electorales? ¿Una escuela sin la deseable “eticidad” de la que nos habló Hegel? ¿Sin la moral como el reino de libertad de la que nos habló Kant? ¿Sin la corriente integradora de filosofía política y debate ideológico que defiende Habermas como vectores de los valores democráticos en las sociedades de hoy? ¿Sin meter el bisturí educativo en el perenne dilema aristotélico consistente en que sabemos que queremos ser felices, pero no sabemos qué es la felicidad? ¿Adolescentes hipertecnificados, hipertecnologizados, hiperpreparados para el mundo interconectado…, pero HUÉRFANOS DE CONOCIMIENTOS Y DE VALORES MORALES?
Es fundamental que en la escuela se prepare a los jóvenes en las habilidades técnicas y tecnológicas necesarias para tener más posibilidades de obtener un puesto de trabajo de adultos. Pero no solo eso. Los valores de libertad, de respeto, de convivencia y de honestidad no se tienen porque nazcas con ellos, se tienen que aprender primero en casa y después en la escuela. Porque la ética no se trabaja para uno mismo, sino con el fin de poder vivir adecuadamente en sociedad. HAY QUE ESTUDIAR PARA APRENDER A VIVIR, PARA FORMARTE COMO PERSONA, PARA APRENDER A PENSAR CRÍTICAMENTE Y ESFORZARSE CADA DÍA EN SER MEJOR.
El tiempo lectivo en la escuela debería emplearse para enseñar y aprender, no para jugar o para visitar centros de consumo. Para eso están el resto de horas del día, los fines de semana y los numerosos días de vacaciones.
¿Se imaginan que en todos los colegios, además de enseñar lengua, matemáticas, física, naturales, geografía, artes, etc. se llevaran a cabo de forma generalizada proyectos como «Filosofía para Niños», "Escuela de Indagación», «Programa de Inteligencia Emocional», «Plan de Convivencia», «Club del Debate», etc. y además se impartieran en la lengua nacional, en castellano y en inglés?
Es fundamental eliminar la ignorancia y el analfabetismo y facilitar el acceso a los conocimientos técnicos y a los métodos modernos de enseñanza. La enseñanza de Ética podría servir además para curar una de las grandes enfermedades sociales actuales: la profunda y creciente desafección de la ciudadanía por los asuntos políticos. Somos, por naturaleza, bastante vagos a la hora de pensar y de cuestionarnos las cosas, pero es un ejercicio que voluntariamente tenemos que hacer. Podemos optar por no votar, por no interesarnos por la vida política de nuestro país; pero es imprescindible que nos involucremos en ello (especialmente los jóvenes), porque ellos serán el futuro y, si seguimos con ese desprecio y desdén en la cosa publica, permitiendo que cualquier populista nos lleve al huerto para que ellos puedan seguir "extrayendo" y beneficiandose del trabajo de los demás, todos nosotros acabaremos muy mal y sobre todo los que nos sucedan.
Hace un siglo, muchos niños y practicamente todos los jóvenes trabajaban en el campo o en las fábricas, ayudaban a la economía familiar y se ganaban el pan que comían. Ya superamos esa época, pero todavía no hemos conseguido que el pan llueva del cielo ni que los robots nos den de comer. Por tanto, menos holgazanear y más estudiar que esa es actualmente (por suerte para ellos) la principal obligación de los niños y jóvenes en edad escolar.