miércoles, 1 de mayo de 2019

Trabajar menos para vivir mejor

¿Ha oído alguna vez?: "¡Solo vive para trabajar! Es mejor trabajar menos y vivir más". 
Tal vez sería mejor decir: "Trabajar menos y producir más". Porque no se es más feliz cuanto más tiempo libre se tiene sino cuando se vive el tiempo con mejor calidad. 
A todos se nos da el mismo tiempo gratuitamente y tal vez por ello no nos duele desperdiciarlo. Para algunos trabajar es horroroso, para otros una bendición y para la mayoría, trabajar es algo necesario para poder vivir y poder permitirse un ocio que le satisface.
Hay diferencias escandalosas entre número de horas trabajadas y el PIB per capita en cada país/región/comunidad porque la PRODUCTIVIDAD promedio de los ciudadanos de cada país/región/comunidad es diferente. Hay quien trabaja (o está en el trabajo leyendo el periódico o “arreglando el país/región/comunidad con los compañeros) un elevadísimo número de horas pero genera bienes y servicios de muy bajo valor, por lo que el PIB pc será reducido. Y al revés: el valor generado puede ser muy alto y obtenerse en un número de horas bajo porque la formación, la concentración y la productividad de los trabajadores es muy alta.

En el tema de la productividad influye el nivel de inversión con que se cuenta en cada país/región/comunidad y de la cualificación del personal productivo. También influye la estructura del PIB: si se sustenta en el bajo valor o el alto, y si el modelo productivo es muy intensivo en trabajo humano o en capital. También la tasa de actividad, la distribución del valor fabricado, el nivel de población y su concentración, la estructura del país y la distribución geográfica de sus unidades productivas.
El problema de España radica en que un español trabaja en promedio las mismas horas que un canadiense, pero en ese tiempo el canadiense genera por cada trabajador 1,5 veces más de PIB. Según esto podría pensarse que a los españoles, en promedio, no les sale a cuenta trabajar tantas horas. El problema es que si no lo hiciesen, su PIB sería aún menor de lo que es, porque su modelo es muy intensivo en factor trabajo.

Si seguimos pensando que “¡inventen los otros!” y sólo nos preocupamos por “captar recursos” esquilmando (via impuestos) a quienes los tienen (porqué se esfuerzan y trabajan para conseguirlos y guardarlos), para repartirlos entre los que menos tienen; cada vez iremos a peor. A nadie le gusta admitir que esto sea cierto y encuentra mil excusas para disimular, pero la realidad es que nos contentamos con decir “que me quiten lo bailado”, “a vivir que son dos días”, haber si consigo cobrar algo del Estado y… el que venga detrás ya se espabilará. 

Los recursos son finitos, cada vez las que se consideraban “clases medias” lo son menos y se van empobreciendo más, y por tanto, son menos los que contribuyen al erario público y más los que buscan su ayuda. Ningún político se atreve a afrontar los problemas reales (facilitar la labor a los que saben y pueden crear empleos y riqueza) y se dedican a sangrar a las mal llamadas clases medias que ya están quedando exhaustas. Al tiempo van engrosando la deuda internacional. Los acreedores avisan que si a alguien se le ocurre disminuir el pago mensual de los intereses de la deuda (¿se acuerdan de Varoufakis y Tsipras?), tomarán medidas.
Lo dicho, sigamos con lo nuestro (destrozando el planeta, poniendo todas las trabas inimaginables a los que saben y quieren generar empleo, aprovechándonos directa o indirectamente del trabajo de los que producen, no persiguiendo eficazmente el fraude ni a los monopolios, etc. ). Sigamos lamentando lo malos que son los otros y lo mal que se portan con nosotros. Dentro de poco, iremos otra vez a votar. Otra vez debates electorales y miles de opinadores a sueldo dando cada vez más circo a la audiencia. El pan, es otra cosa. Cada uno se lo deberá ganar como mejor sepa. Unos lo harán con el sudor de su frente y otros seguirán haciéndose las víctimas y votando al primero que les diga que van a hacer que los “ricos” paguen de una vez la fiesta. Todos sabemos que nunca lo han hecho, que defraudan todo lo que quieren y que los corruptos se lo permiten; pero la esperanza es lo último que se pierde y seguimos creyéndonos todas las mentiras que nos tocan el sentimiento y nos nubla la razón.