viernes, 1 de febrero de 2019

¿Cuándo dejaremos de obviar lo relevante?

Hace tiempo que he perdido la cuenta de las veces que se habla de la tendencia sexual sospechada de quien no está presente, como si el tema fuera de interés general. 
También he perdido la cuenta de las veces en que los medios de comunicación criminalizan globalmente ciertos colectivos poniendo repetidamente ejemplos de actuaciones incorrectas de algunos de sus miembros y no mencionando ninguna de las actuaciones incorrectas cometidos por miembros de otros colectivos. Lo primero es noticia permanente y lo segundo no es nunca noticia, ni se llevan estadísticas.
No me importa en absoluto si mis amigos/conocidos son LGTBIetc., si son ateos o religiosos, ni de que partido político son, ni si son zurdos o diestros, ni que deporte les gusta ni decenas de otros chismorreos.
No abandero la causa de los diferentes colectivos de moda en los medios de comunicación, ni creo que deba estar nadie orgulloso de ser gay, ni de ser hetero, ni de ser mujer, ni hombre. Cada uno somos lo que somos y hacemos lo que queremos en la intimidad. En cambio, sí valoro y aprecio las cualidades de mis amigos y algunos conocidos porque son majos, divertidos, nobles, dialogantes, fiables, exigentes consigo mismos y con los demás, etc… Como sabemos lo que pensamos, somos responsables de nuestros actos, educados con los demás y nos respetamos, no hemos tenido nunca problemas en nuestra relación.
Para mí, más que el colectivo al que pertenece cada persona, el color de su piel o sus simpatías políticas o religiosas, lo importante son sus valores, la eficacia con la que realiza su trabajo, la corrección con la que se comporta en sociedad, etc. Si alguien es un chapuzas, un incompetente, un corrupto, un irresponsable, etc., lo que menos importa es si es hombre o mujer, si es gay o hetero o si es religioso o ateo. 

Hace tiempo que nos hemos instalado en el reino de la mediocridad. Cada vez los objetivos de los ciudadanos y de los políticos son menos ambiciosos y más cortoplacistas. Nuestros políticos no son capaces de ilusionar, porque nos causan la sensación de que solo trabajan para conseguir nuestro voto y mantenerse en el poder. ¡Eso es terrible!. Terrible por ser tan cierto y tan graves las repercusiones que sus procederes tienen en nuestras vidas. Una persona sin ilusiones se convierte en un paria social y no hará ningún esfuerzo. ¿Para qué? Se dejará llevar por la inercia cotidiana y su aportación a sus intereses, su familia y la sociedad en la que vive será una birria.
A nivel personal, el mayor peligro no radica en que nos establezcamos unos objetivos demasiado altos y fracasemos, sino en establecer unos objetivos demasiado bajos, y los logremos fácilmente.
Los medios de comunicación nos suelen contar que en otros países hay menos corrupción, más solidaridad, mejores empresas y empresarios que pagan salarios más altos que los nuestros, etc. Tal vez sean exageraciones publicitarias, pero no estaría mal que nos las pusiéramos como objetivos a conseguir. Que pensáramos que todos, nuestros dirigentes y empresarios a la cabeza, pero también cada uno de nosotros, deberíamos hacer un esfuerzo muy serio para alcanzar ese nivel que admiramos, deseamos o envidiamos en otros países, comunidades o personas. Si alguien monta una empresa, asociación o partido político y lo publicita como un "grupo de amiguetes que hacen lo que pueden para pillar lo que puedan", nuestra única aspiración sería formar parte del “grupo de amiguetes” para que nos toque algo, aunque sean las migajas del pastel. La responsabilidad siempre será nuestra, pero si el entorno es exigente, influirá para mejor en nuestro comportamiento personal que si el ambiente es laxo, sucio, irresponsable, irrespetuoso con la propiedad privada o el cumplimiento de la ley.
Creo que educar a los hijos es más difícil hoy en día que en el siglo pasado porque el ambiente está lleno de exigencias y de derechos. Todos queremos tener derecho a “todo” solo por el hecho de vivir en este país, aunque no hayamos hecho nada para merecerlo, ni estemos dispuestos a asumir ningún deber o responsabilidad social para posibilitar el mantenimiento del estado de bienestar. Estamos rodeados de demasiadas “demandas” y demasiada “discriminación inversa”. Leonardo da Vinci escribía como reflejando su letra en un espejo. Así es, con frecuencia, la discriminación inversa. 
Hace pocos días una chica mató a su marido a cuchilladas. La noticia apareció pequeñita y no se repitió más veces, como suele suceder con todos los asesinatos calificados “de género”. Queda una sensación como si ese asesinato no contara y no interesara divulgarlo. Si hubiera sido al revés, hubiera abierto telediarios y se hubiera repetido varios días en las noticias. Los medios, en vez de decir que “un bestia ha matado a su mujer o que una bestia ha matado a su marido", lo “cocinan” y lo difunden de diferente forma dependiendo del cual sea el agresor. Eso no muestra equilibrio ni igualdad en el tratamiento de la información.
Hace años que diferentes colectivos “exigen la paridad de género”. Se ha legislado al respecto. Aún así no he encontrado a nadie que explique algo tan simple como ¿por qué es mejor un “Consejo” (de Ministros, de dirección, etc.) formado con un 50% de mujeres que otro con un 90% de mujeres u otro con un 90% de hombres? Si la contestación es: "Porque esas señoras son lo mejor que había en el mercado laboral y ya tenían antes fama de muy buenas profesionales", me parecería fantástico. Si es solo porque tienen sexo femenino y hay que cumplir una ley impuesta por un grupo de poder, me parecería una estupidez. Y, peor aún, un insulto a las mujeres, porque muchos, cuando las ven en esos cargos de responsabilidad, lo primero que se preguntan es si las han elegido por lo de la “paridad” o porqué son las mejores entre las “personas” disponibles.
A modo de ejemplo, supongamos que a un trabajo se presentan ocho hombres brillantes y ocho mujeres mediocres (no porqué los hombres tengan más inteligencia innata, que todos sabemos que no es cierto; sino tal vez, porqué han tenido más oportunidades de formarse, más oportunidades de acumular experiencia, etc), para cubrir cuatro puestos, y eligen a cuatro de los ocho hombres brillantes, los medios dirán que no ha habido igualdad de oportunidades porque no han escogido al menos a dos mujeres.
Tan malo es taponar, por prejuicios, a quien merece más, como ensalzar, también por prejuicios, a quien no lo merece. Pero vivimos en el tiempo de la tontería, de los ofendiditos cargados de derechos, de hablar generalizando sin analizar concretamente cada tema concreto teniendo en cuenta lo verdaderamente relevante. Vivimos en el tiempo en el que hay que subvencionar el fútbol femenino porque es injusto que no tenga los mismos medios que el masculino. Los demás deportes, tanto femeninos como masculinos no cuentan. Imaginan que en el futuro se decidiera que si en un examen un alumno saca un diez y otro un cuatro, se le ponga a los dos un siete porque hay que fomentar la igualdad, aunque sea de forma malentendida y produzca, en ocasiones, efectos nefastos.
Todos podemos emocionarnos, divertirnos o incluso emocionarnos viendo 'Campeones'. Aún así, nunca recomendaría a los protagonistas para que jugaran en la NBA, lo mismo que yo no tengo derecho a participar en los Juegos Olímpicos ni siquiera en un campeonato profesional de baile. Y si saliera una ley diciendo que los señores de más de 60 años nacidos en Catalunya si pueden hacerlo y que se hará una auditoría de las “Federaciones” correspondientes para comprobar que estamos inscritos yo y otros como yo y, si no lo estamos, que la Federación diga qué medidas va a tomar para reparar en el menor tiempo posible ese fallo, consideraré que, una vez más, algún tonto ha hecho una solemne tontería. 
En nuestro entorno reina la vulgaridad, la ordinariez y el analfabetismo, porque aunque cualquier niño (nacidos digitales) sea capaz de aporrear la pantalla de un movil, tablet o las teclas de un ordenador y consigan sonidos e imágenes, demasiado veces no saben que hacer con lo conseguido, más que “consumir” sensaciones y seguir consumiendo.
Personalmente pienso que lo importante es conseguir una verdadera igualdad ante la ley e igualdad de oportunidades para todos; y no confundirla con “igualdad de resultados” que dependerá de las aspiraciones, inteligencia y desempeño de cada uno en particular.
Algunos nos quieren convertir la vida en una competición para que nos matemos entre nosotros. Lo importante es que cada cual viva su vida sin intromisiones ajenas y sin mirar con envidia cómo le va al de al lado. Nadie está obligado a superar a nadie y tampoco el triunfo del prójimo debería provocarle sufrimiento. Lo que si deberíamos intentar todos es superarnos continuamente a nosotros mismos en las tareas que emprendamos.
Sé que los tiempos cambian, como lo han hecho siempre, y que los que ahora mandan y “diseñan el sistema” no les importa lo más mínimo mi opinión. Eso no quita que pueda expresarla, sobre todo en mi casa y en los foros en los que participo, para que, por lo menos, la epidemia de imbecilidad no contamine a mi entorno más próximo.