miércoles, 18 de julio de 2018

Para alcanzar el poder —y para mantenerlo— el talento ayuda, pero la fuerza es imprescindible

Estados Unidos se encumbró al liderato mundial por haber intervenido con sus ejércitos y ganado las grandes guerras mundiales. Desde entonces USA ha sabido conservar su influencia mundial preservando y ampliando sus alianzas. Propició el establecimiento de un orden económico internacional para superar el profundo desorden de las décadas anteriores, que incluía un sistema comercial y financiero abierto con reglas multilaterales.
También contribuyeron a encumbrar el liderazgo de USA en el mundo la calidad de sus universidades, sus centros de investigación y los premios Nobel que ganaron muchos científicos extranjeros que posteriormente se nacionalizaron norteamericanos, las creaciones de Hollywood que supo divulgar mundialmente las excelencias del modo de vida americano, su cultura hegemónica que supo difundir por todo el mundo (aunque eclipsara otras culturas autóctonas), sus dos mil orquestas sinfónicas, sus museos —la mayoría gratuitos— que reciben más de quinientos millones de visitas al año, etc.….
Por supuesto, USA también ha cometido muchas injusticias en el interior y en el exterior desde que empezó a ser una potencia imprescindible hace un siglo. 
La “América ilustrada” hoy influye poco en la política y el lema “America first” ha ido convirtiéndose en “America alone” (sola). Como no sabemos a quién y dónde pedir cuentas, los políticos se están convirtiendo en intermediarios y servidores inútiles, mientras aumenta la resistencia a aceptar una globalización sin reglas ni escrúpulos. En este ámbito de subjetivismos exagerados, el papel de la economía social de mercado o el del Estado de bienestar cada vez tendrán menos cabida.
El “yo primero” está en auge y la confianza mutua es un valor a baja. Esta tendencia está cambiando las reglas de comercio internacional, de las alianzas económicas y militares, y favorece el restablecimiento de fronteras. En casi todos los países europeos los populismos y la xenofobia ganan votos e influencia. Paradójicamente, el “yo primero” acaba perjudicando más a quien lo impulsa, porque quiebra sociedades con valores democráticos compartidos que lo son cada vez menos.
Se encuentran a faltar cumbres con académicos, con expertos, con científicos, con empresarios,… que difundan sus argumentos contrastables con transparencia a toda la ciudadanía. A los políticos y sus seguidores que tensionan desde los extremos solo les interesa fomentar el enfrentamiento visceral, porque a rio revuelto, ganancia de pescadores. 
En último término, aunque mucha gente no quiera ser consciente de ello, el principal problema a resolver son los desequilibrios económicos que no alcanzan a cubrir (o lo hacen tarde y mal) las necesidades fisiológicas y de seguridad de los ciudadanos. Las necesidades de afiliación (pertenencia al colectivo, raíces, relaciones sociales, etc.) y de reconocimiento/prestigio vienen mucho después; y a menudo son eclipsadas por las primeras, porque siendo importantes no son tan urgentes como las primeras.
Todos los líderes políticos (salvo los antisistema) reconocen interdependencias entre comunidades-naciones más profundas que nunca en la historia, pero a la hora de la verdad todos quieren gestionar/gobernar desde retóricas acentuadas en su propia soberanía nacional.
Gestionar los riesgos y afrontar las incertidumbres forma parte esencial de la vida. Un orden internacional trata de establecer un marco de reglas de juego con las que asumir los cambios y resolver las inevitables fricciones que se producen. Cuando llega el desorden, los riesgos y las incertidumbres dan paso a un caos… en el que los oportunistas pueden encontrar un terreno abonado, pero, como mostró la repetida experiencia del periodo de entreguerras, el coste para el conjunto de las sociedades acaba siendo tan excesivo como innecesariamente elevado. 
Un dato que deberíamos tener en cuenta y además ser conscientes de que los políticos vienen, van, cambian de discurso y no se sonrojan cuando incumplen sus promesas. Mientras nuestros problemas —que ellos han creado— permanecen y los ciudadanos padecemos sus efectos durante generaciones.