miércoles, 16 de noviembre de 2016

¡Como regalan nuestro dinero!

En 1986, coincidiendo con la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea —la apertura de fronteras que suponía era al mismo tiempo una gran oportunidad y un tremendo reto para los productos españoles— se creó AENOR (Asociación Española de Normalización y Certificación), una entidad privada sin fines lucrativos cuya actividad pretende contribuir a mejorar la calidad y competitividad de las empresas, sus productos y servicios. Para el común de los mortales, AENOR es una entidad que hace pasar una especie de examen a las empresas —previo pago de 600€— por el que se evalúan aspectos del funcionamiento higiénico, técnico, laboral, legal, etc. y si todo está correcto otorga una “certificación” que da fe de que en esa empresa se trabaja con un cierto nivel de calidad. 
Parece que dentro de poco podremos encontrar su “sello” también enganchado a los escaparates de algunas librerías del país y, si todo sale como tiene previsto el Departamento de Cultura, cada año varios establecimientos más del sector irán incorporando al club de las "librerías de referencia", que es como se desea que se llame al grupo que pase el examen de AENOR.
La diferencia respecto al resto de empresas que buscan la certificación de AENOR es que las librerías no pagarán nada por “examinarse” ni por mantener la certificación, ya que el conseller Vila y el Gremi de Llibreters han dicho que se inventarán una partida de “subvenciones específicas para librerías” para que puedan pagar con ellas todos los gastos.
Resumiendo, cuando AENOR envíe un técnico a valorar si una tienda de libros donde trabajan menos de 10 personas para que compruebe que todo —lavabos, salidas, letreros de secciones, extintores ...— está marcado con su rótulo correspondiente, si hay libros en diferentes idiomas y de contenidos diversos, si organizan una cantidad mínima de actividades del año, si algún trabajador puede ser susceptible de hacerse daño –tal vez cortándose con una hoja de papel— etc., dejarán un adhesivo y una factura: el adhesivo lo pegarán en “sitio visible” como si un diploma se tratara y la factura (600€ el primer año) la pasarán, mediante su correspondiente papeleo, a la Generalitat, que la pagará como si tuvieran un dinero que es suyo —en realidad es nuestro, de los impositores— y que les sobra. ¿No han encontrado nada mejor en que usar ese dinero para promocionar la cultura? 
Si yo tuviera una librería supongo que estaría un poco molesto porque encuentro innecesaria esta acción. Lo que pueda valorar AENOR en mi supuesta librería, ya lo valoran directamente los clientes que entran cada día, y lo que significa el adhesivo que nos quieren vender ya nos lo recuerda, también a diario, quien visita la librería y marcha contento con sus libros bajo el brazo. Y todo ello sin pedirnos 600 euros a cambio.
El no tener que pagar por un “servicio” que nadie necesita, ni los libreros-comerciantes ni los usuarios, es lógico; pero al mismo tiempo mosquea porque, primero: ¿Cómo es que el Departament de Cultura puede gastarse el poco dinero que parecía tener en algo que no parece nada necesario?; y, segundo, ¿cómo se explica este traspaso de dinero público, disfrazado de subvención para librerías, hacia una empresa privada?
Este ejemplo de las librerías es sólo una de las muchas formas y variantes de funcionamiento de la política y la administración: Hay dinero para lo que le interesa al político o alto funcionario de turno ¿a quién y por qué?, y no lo hay para lo que el común de los mortales aprecia como básico: Salud, vivienda, educación, etc. que han sufrido tantos recortes y seguro sufrirán más.
Señores políticos, ¿No les da vergüenza, despilfarrar en tonterías el dinero de los contribuyentes?
Lo siento, tengo la manía de cuestionarme las cosas, sobre todo cuando los dirigentes-funcionarios públicos disponen de nuestro dinero como si fuera suyo y hacen ver que nos regalan algo. 
Piensen todos que el dinero que los contribuyentes pagamos en forma de “solidaridad forzada” con los impuestos, debe administrarse con transparencia, equidad y utilidad: primero lo más necesario para la mayoría y sólo en caso de que la Hacienda Pública tenga un gran superávit —no olvidemos guardar para la época de vacas flacas— se puede usar los sobrantes en temas no fundamentales. 
Basta de “regalos envenenados” que sólo favorecen clientelismos y lubrican puertas giratorias. ¡No gracias!. 
Señores políticos, si siguen actuando así, no se quejen cuando las encuestas les digan que los ciudadanos sienten desafección por la política y no les valoran positivamente; porque estamos hartos de que, en el fondo toda siga igual: sin un liderazgo claro, sin una estrategia seria y bien definida, y sin una ejecución competente y con sentido común. Es verdad que estamos muy más, pero este no es el futuro que queremos. Den muestras de verdadero cambio o la historia va a acabar mal, porque nos estamos hartando.
©JuanJAS