lunes, 16 de noviembre de 2020

Todo es culpa de los demás


Hay una tendencia mayoritaria de echarle la culpa de todo lo que no nos sale cómo querríamos a los demás. Nos quejamos de que todo lo hacen tarde, no ponen suficientemente empeño, no vamos unidos, etc. Todo lo que no sale bien o no se consigue decimos que es «por culpa de los demás».

Recuerdo como hace años algunos, ingenuamente, algunos catalanes tenían prisa y pedían que se declarara la independencia unilateralmente y sin negociar nada. Quizás  sin estos «hiperventilats» nunca habría existido un Arenys de Munt, ni una Vía catalana, ni tres Honorables Presidents, juzgados, cesados ​​y en el exilio, ni tantas jornadas históricas, ni tantas cosas más. Se intentaron dos referéndums pro-independentistas que fueron un éxito democrático y popular, pero no político, pero después de todo, las preguntas que cada uno tiene que contestarse (sin engañarse) son: 

¿A dónde nos ha llevado todo esto? 

¿Qué hitos positivos para la ciudadanía se han conseguido?

¿Estamos mejor que antes o peor?

¿Qué podríamos haber hecho para estar mejor y qué podemos hacer ahora?

Hay que comprobar dónde estamos y que coste institucional, social, económico y personal ha costado llegar hasta aquí. 

Lo cierto es que «la independencia», por más que sea deseada por una gran parte de la ciudadanía catalana, en ningún caso habría sido mayoritaria electoralmente, si se hubieran contado los votos sin aplicar Ley d’Hondt como se hace en los referéndums.

Ya hace años que  los diferentes socios independentistas dijeron la suya y ahora parece que se intercambian los papeles: Quienes antes querían ir rápido ahora quieren ir lentos, pactar y ensanchar las bases y viceversa. Una olla de grillos.

Si nuestros dirigentes fueran más capaces y demostraran una mínima eficiencia en sus labores de Gobierno, al que como ciudadanos tenemos todo el derecho, las elecciones catalanas previstas para el 14-F podrían ensanchar la base independentista. 

Pero para muchos ya no servirá, echar una vez más la culpa a todos los demás, incluidos los propios socios del Gobierno que cambian de criterio a golpe de encuesta calculando si podrán obtener más sillas. 

Ya no pedimos que tengan un gran proyecto de país  una buena estrategia para vestir las "estructuras de Estado" y que sean buenos líderes para desarrollarla para llevarnos a la Tierra Prometida. Ya hace meses que nos despertamos violentamente d todos los sueños. Ahora, más realistas, nos bastaría que demostraran que saben gestionar bien los recursos disponibles. 

¿Cómo puede alguien sensatamente confiar en que sepan aplicar una estrategia ganadora para conseguir un nuevo Estado y luego saber desarrollarla de forma que mejore la vida de todos los catalanes?

Si falta confianza basada en las habilidades y hechos de buen gobierno demostrados (y no sólo en sentimientos), ¿para qué querría un catalán con seny cualquier otro cambio de status político, social o económico?

Más preguntas a las que buscar respuesta y reflexionar:

¿Qué grupos se prevé que se presenten a las próximas elecciones catalanas? 

¿Qué ofrecen cada uno de ellos a la ciudadanía y que avales aportan, que permitan creer que cumplirán sus promesas futuras? 

Hasta la fecha, nuestros gobernantes catalanes NO han demostrado ser capaces de gestionar bien cuando:

- Dentro y fuera del gobierno, en todas las instituciones en las que participan, los dirigentes aprovechan la mínima ocasión para desacreditar a sus «compañeros imprescindibles del camino» para conseguir aquello que dicen pretender y que es lo principal que en teoría los une. Tampoco consiguen nuevos socios que aporten activos en esa dirección, aunque si para conseguir otras cosas...

- La mayoría de los ciudadanos NO saben bien cuál es el «proyecto CLARO» que tienen para avanzar hacia la meta común. Nunca se ha hablado claro, ni se ha actuado deliberativamente con los actores sociales y económicos desde el minuto cero. Se contradicen con los socios o incluso consigo mismos. Algunos han demostrado no ser capaces de mantenerse unidos en lo que un día fue una gran coalición disgregándose en múltiples subgrupos. Tantos, que salvo los muy cafeteros nadie sabe ya quien es quien, ni que defienden o pretenden hacer para que la palabra mágica se haga realidad.

- No saben poner en valor las instituciones de las que disponemos, ni hacer que todos las respeten, ni tampoco perfeccionarlas para sacar el mejor provecho posible mientras se consigue algo mejor.

- No se sabe cómo gestionar eficazmente los recursos que tenemos, haciendo todo lo posible para mejorarlos (emplearlos mejor para optimizar el provecho), aunque nunca logremos conseguir lo que en justicia nos corresponde.

-  No paran de victimizarse y de echarle la culpa a los malos: la culpa siempre la tienen  toda los demás, los que no se quejan de lo mismo que nosotros.

- No paran de quejarse de todo y no proponen nada útil que nos acerque a un escenario mejor, en lugar de hacer cosas que siguen alejándonos cada vez más del objetivo. Es un modo de actuar muy poco RAZONABLE y poco democrático, porque los platos rotos y la degradación la pagamos todos. Y no sirve decir: «¡que se aguanten!. ¡Cuanto peor mejor!», porqué esta despreocupación por los otros no agranda las bases. Al contrario, crea resentimiento y rechazo, y contribuye a fortalecer las posiciones en el otro extremo del péndulo. A los que «viven» del enfrentamiento no les importará en absoluto, pero al resto de ciudadanos sí, y mucho.

Ojalá que los que se presenten a las próximas elecciones se pongan las pilas. Sobre todo los grupos que hace años que están en la sombra y no acaban de decidirse a pedir el voto. Ojalá que preparen sus propuestas ilusionantes, porque estamos hartos de gente que prometen mucho y cumplen poco. Al igual que estamos hartos de aguantar a políticos mediocres y grupos extractivos que en lo único que piensan es en llenar su bolsillo, porque fuera de la política no han tenido nunca oficio ni beneficio, y en alimentar la pléyade de estómagos agradecidos que les siguen y votan. Estos si que son mala gente. Y no son de los otros, los tenemos cerca.