miércoles, 17 de junio de 2020

La D-ID (de-identificación)

El “reconocimiento facial” es una técnica que hace poco que ha irrumpido en nuestras vidas  pero que ha progresado a pasos agigantados. Aunque no nos demos cuenta, las redes sociales la usan para reconocernos y etiquetarnos en las fotografías. También las cámaras fotográficas la usan para detectar caras y cuando las volcamos en el ordenador, un programa detecta las caras y clasifica las fotos en que aparece una persona determinada, etc. Imaginen disponer en su ordenador/móvil de un programa que «deforme» ligeramente la imagen de todas las selfies que suben a Internet y que cada vez utilice parámetros aleatorios para cambiar algunos parámetros que permiten identificarte. 

Algunos móviles usan el reconocimiento facial para darnos acceso sin necesidad de entrar un código o la huella dactilar, y al tener acceso al móvil, tenemos acceso a los datos de salud, pagos con  tarjeta, carnet de conducir, etc. etc. Pronto nos permitirán abrir el vehículo, arrancarlo, abrir la puerta de nuestro domicilio, etc. Imaginen lo que puede suponer un “robo de identidad facial”. A nadie se le ocurre compartir su firma en las Redes Sociales. Entonces porqué compartimos tan alegremente nuestras "firmas faciales".

En el área pública ya hace tiempo que las cámaras de vigilancia se usan para detectar intrusos en locales. En algunos países las calles están llenas de cámaras que pueden ayudar a localizar personas, identificar manifestantes, etc. En los países democráticos en los que sucede esto valoran más la  seguridad que la privacidad. En otros pasa lo contrario, porque se piensa que aunque no se tenga nada que ocultar, no les gusta que su imagen pueda caer en manos de alguien que pueda usarla inadecuadamente. Para proteger nuestra privacidad siempre hemos puesto cortinas en nuestras ventanas o cristales que se oscurecen a voluntad, o dejan pasar la luz exterior pero sin transmitir el interior. 

En los países mediterráneos se han usado siempre las persianas, no solo para protegernos del sol, sino para ver sin ser vistos. Estos artilugios protectores de intimidad no sirven cuando salimos a la calle. Allí estamos expuestos a las cámaras (no me refiero a las de los paparazzis) que nos escudriñan (en unos países mas que en otros). 

Por el momento parece que los cambios necesarios para engañar a un sistema de identificación son tan imperceptibles que ya operan empresas que venden joyas, atuendos o maquillajes especiales para dificultar que nos identifiquen cuando salgamos a la calle o no queramos que el Gran Hermano sepa donde vamos o estamos cuando salimos de casa.

Todos conocemos los distorsionadores de voz que se usan para impedir que se reconozca a alguien cuando habla por teléfono. Más difícil es hacerlo con las fotos y más aún con las imágenes en vídeo. Básicamente, la idea de la de-identificación (D-ID) consiste en introducir leves modificaciones en una fotografía que resulten imposibles de percibir a simple vista, pero que eviten que pueda ser utilizada para alimentar una base de datos que se utilice en procesos de reconocimiento facial. Dado que el reconocimiento facial se basa en unas cuántas dimensiones que se adquieren a partir de una imagen, lo que los algoritmos de D-ID hacen son cuestiones como separar levemente los ojos o modificar de manera prácticamente imperceptible determinadas formas de la cara (ojos, cejas, boca y pómulos), mientras que la pose, expresión, iluminación se mantienen sin cambios. Así los parámetros captados por la cámara no coincidan con los parámetros de tu cara almacenados en el Big data y se puede evitar ser reconocido. 

Actualmente, para renovarte el DNI o el pasaporte en España simplemente tienes que llevar una fotografía reciente del rostro, tamaño carné, con fondo blanco, sin gafas de cristales oscuros y con la cabeza descubierta. Te la puedes hacer en cualquier fotógrafo, fotomatón o en casa retocada a tu gusto (con menos arrugas, mas delgada/gorda, con +/- cuello, etc) e imprimiéndola con la impresora. Seguramente muchos cambiarán su rostro por pura coquetería, pero puede que estos cambios en la foto, que se usará en documentos oficiales y que servirá para que las autoridades puedan identificarnos, puedan causar problemas de de-identificación. Por ello el gobierno alemán acaba de anunciar la prohibición específica del uso de ese tipo de tecnologías de morphing en las fotografías utilizadas en documentos de identidad o pasaportes, dado que esas modificaciones podían ser utilizadas para asignar varias identidades a una misma fotografía y que dos personas pudiesen pasar por la frontera a través de los sistemas de verificación automatizados utilizando el mismo documento.

A partir de ahora, las fotografías que los alemanes utilizan en sus pasaportes tendrán que ser tomadas en las propias oficinas de expedición del documento, o en caso de provenir de un fotógrafo, tendrán que ser enviadas digitalmente y a través de una conexión segura para asegurar que no han sido manipuladas.

La posibilidad de utilizar este tipo de tecnologías de de-identificación en un documento oficial como un pasaporte podría resultar atractiva, por ejemplo, cuando se visitan determinados países en los que se hace un uso especialmente agresivo de la tecnología de reconocimiento facial, aunque  no se que podrá ocurrir cuando en el aeropuerto se pasa por los trámites de inmigración. Obviamente, modificar un documento oficial parece una idea poco recomendable, pero la decisión de Alemania de hacer referencia a ese tipo de tecnologías para prohibirlas específicamente no deja de resultar un tanto distópica, y la prueba de que, efectivamente, su uso podría estar empezando a extenderse.

Es el típico caso de hago-la-ley, hago-la-trampa y en el interín, prohíbo tu trampa porque no sé detectarla, hasta que encuentre la forma. Algo similar sucedió hace sólo algunos años con la costumbre de piratear música, películas, juegos, señal de TV por satélite, etc.  El “delincuente” siempre va por delante de la autoridad y esta tiene que resolver las “transgresiones” que va detectando a golpe de prohibiciones y multas. Por cierto, no es solo la policía la que está interesada en el uso potencial del "Reconocimiento Facial": Desde los centros comerciales hasta los campos deportivos, es cada vez más difícil para la persona promedio saber cuándo se utiliza esta tecnología para rastrearlos, por quién y para qué fines. 

Por muy celosos que estemos de nuestra “privacidad” seguro que veremos pronto decisiones similares en otros países. Las técnicas que aplican los países asiáticos, y que hoy vemos imposibles de aplicar aquí, pronto nos las aplicarán, aunque sea de forma disfrazada. Al fin y al cabo, muchos de los que defienden enérgicamente la privacidad, no se dan cuenta de que ya hace tiempo que están totalmente expuestos en las Redes Sociales y de allí al infinito. Acaso importa estarlo un poco más. Si tanto les importa, bórrense de todo lo electrónico (Google, Facebook, Twitter, WhatsApp, Instagram, Telegram, etc) y dedíquense a escribir cartas manuscritas y lacradas para comunicarse transportadas por un correo de confianza… y ni eso.
Lo próximo será la desaparición del dinero fiduciario y ahí si que no podrán ni comprarse un chicle sin que el Gran Hermano sepa cuando y donde lo hizo, la marca, la cantidad, el coste, cuantas veces compró el último año, cuantas veces cambió de marca, etc. ¡Sigo!

https://www.reuters.com/article/us-germany-tech-morphing/germany-bans-digital-doppelganger-passport-photos-idUSKBN23A1YM