Siempre he procurado buscar tiempo para cultivar la mente, para disfrutar del placer de aprender, para preguntarme sobre los porqués de la vida, para mirar las cosas desde diferentes perspectivas y procurar entender esta sociedad enrevesada que hemos contribuido a formar entre todos.
Tan audaz como la rebelde muchacha de Londres… Tan fuerte como su maestro debía ser.
De joven siempre
me habían fascinado las películas tipo “Rebelión en las aulas”, “El Club de los emperadores”, “El club de los poetas muertos”, etc., en las que un superprofesor daba clase a unos alumnos que
aunque desaventajados, tenían el privilegio de asistir a las clases de un
brillante profesor que conseguía, con su magia, dar un vuelco a sus vidas y
convertirlos en hombres de provecho. Los alumnos me inspiraban una sana envidia
y los profesores una gran admiración e intriga. Ojalá pudiera hablar con ellos
y preguntarles por el secreto de sus maravillosas dotes pedagógicas, me decía.
Para mi
desgracia, nunca encontré uno de esos extraordinarios profesores que me
acompañaran por los huidizos y difíciles caminos del saber. Intenté aprender
con los medios que en cada momento puede agenciarme y por suerte, nunca me
faltó automotivación. Como es natural, siempre que hay que elegir, siempre hay
que dejar algo atrás y nunca sabré como hubiera sido mi vida si… Tampoco
importa. Cuando uno toma una decisión “razonada” con los medios y conocimientos
de que dispone en ese momento concreto, esa es la mejor decisión que puede
tomar. De nada sirve arrepentirse o preguntarse que hubiera pasado si hubiera
tomado otra.
Volviendo al
tema, lo que nunca he visto en mi entorno es que nadie consiga motivar a los
demás para que cambien su comportamiento, como en esas películas tan emotivas,
si ellos no quieren. Historias muy bonitas, pero poco realistas y muy teórico-utópicas.
Me gustaría que alguien me contara alguna, si tuviera referencias.
Según Antoni Dalmases que ha escrito y publicado recientemente
el libro “El
caos a l’escola”, uno
aprende sólo las cosas que le interesa aprender. No sirve de nada imponer cualquier
aprendizaje a un joven o adulto. Sólo aprenderá bien, lo que le despierte
interés. Por ejemplo, un juego multimedia cuanto más difícil es, más interés
produce y no importa las horas que se tenga que pasar el joven delante de la pantalla
intentando ganar al software. Cuanto más grande sea el reto, mejor. En cambio
cualquier tarea escolar, aunque sea mucho más fácil que el juego, pondrá mil
pegas o directamente se negará a hacerla.
Mi experiencia
personal me confirma las opiniones del profesor Dalmases. Pienso que lo único
que puede hacer alguien que tenga que enseñar, a un grupo de personas con
motivación heterogénea por aprender, es encontrar algo que incentive la
curiosidad de esas personas por aprender. En el caso de los jóvenes, si se
consigue que esa actividad suponga un disfrute para ellos, se logrará que sigan
aprendiendo de mayores durante toda su vida. A los que no se infecten de este
virus, lo único que pueden hacer los maestros, es procurar que molesten lo menos
posible, a los que si quieren aprender y rezar para que los contaminen lo menos
posible con su desidia y desinterés.
Las escuelas no
pueden enseñar y educar al mismo tiempo. Los niños deben llegar a la escuela educados
desde sus familias y en ellas practicar, compartir, desarrollar y mejorar lo
que han aprendido en casa.
Una persona que
no tiene curiosidad e ilusión por aprender es muy difícil motivarlo para que lo
haga. Si un niño no viene a la escuela educado y motivado por sus padres para
aprender, es muy difícil conseguir enseñarle algo de provecho. Si un niño no ve
en su casa que sus padres, tienen interés por aprender y observa en ellos
comportamientos que den fe de esa importancia, difícilmente valorará la
importancia del aprendizaje.
Recuerdo cuando
era jovencito que todos los mayores eran super-buenos-conductores. Los hombres
bebían coñac, champan y dos cubatas de postre y no tenía problema en ponerse a
100 al volante. ¡Controlaban como un "fitipaldi" cualquiera!. ¡Sin
comentarios!.
Hace diez años se
pusieron de moda las cámaras digitales y todo el mundo se puso a hacer fotos. Al
no tener la necesidad de comprar un carrete e ir a la tienda para revelarlas
todo era muy barato. Además era fácil. Cualquiera era capaz de apretar un botón
y zas al instante veías la foto en la pantallita. Más tarde se podían enviar
inmediatamente a un amigo o familiar mediante el móvil. Parecía que se acabaría
el trabajo para los fotógrafos profesionales. Por suerte el trabajo de calidad
y la excelencia siempre tendrá su mercado.
Ya hace bastantes
años que se oye afirmar a la mayoría de los abuelos y a bastantes padres que
sus nietos son unos informáticos excelentes. Muchas personas piensan que los
niños de ahora nacen dominando el uso de las “nuevas tecnologías digitales”. En
realidad no dominan nada, la mayoría se limitan a apretar botones. Imitando lo
que ven hacer a sus padres, descubren que, apretando un botón determinado, la
máquina (si dispone del software adecuado) les da una respuesta determinada que
capta la atención de sus sentidos (colores y música). Parece que nadie se da cuenta que lo importante sigue siendo saber
escuchar, leer y comprender, pensar y luego comunicar, escribiendo, hablando y
dialogando.
Estas habilidades
no las realizan las TIC’s ni el software, puesto que son sólo un medio y no la
finalidad como parece que creen algunos. Algo similar a lo que pasa cuando la
gente ve buenas fotos o vídeos. Lo primero que dicen es: “eso debe haberse
hecho con una cámara muy buena (costosa)” o “Claro, lo pasan por el Photoshop y
así salen tan bien”, como si por el sólo hecho de tener una cámara cara o tener
el Photoshop instalado en el ordenador, estuviera todo resuelto. En algunos
casos tal vez sea condición necesaria, pero nunca suficiente. Es como el que
desea tener un “cuerpo 10” y piensa que basta con apuntarse a un club deportivo
caro. Quien desee producir algo con “valor”, debe aprender, pensar, crear y mejorar
continuamente por sí mismo.
Todos hemos visto
correcciones de dictados o redacciones en que parecía verse más el rojo que el
negro. No sé si actualmente hacen estos ejercicios en las escuelas, pero a
tenor de lo que se ve en algunos comentarios y mensajes, la visión anterior
sería de lo más normal. Eso aún contando con las herramientas de corrección que
tienen las herramientas de escritura digital actuales. Pues bien, un psicólogo
le dijo a un maestro que no corrigiera las redacciones con rotulador rojo,
porqué traumatizaba a algunos niños. Parece que el mensaje subliminal que
escondía el consejo era: “No les corrijas”, “no les muestres que no lo hacen
bien”, “no les muestres que no todos son iguales ni aprovechan lo mismo tus
enseñanzas”.
¿Qué tipo de ciudadanos queremos en
nuestra sociedad?
¿Deseamos tener
personas neutras, que no piensen más que en hacer dinero sin importar como;
venerando la cultura del “Todo vale”, del pelotazo, de la corrupción, del enchufismo,
etc.? Seguro que cierto tipo “lobbies de poder” prefieren tener personas que no
piensen, porqué son más fácilmente domesticables. Basta con enseñarles a
responder a determinados impulsos para conseguir sus objetivos (los de los
grupos de poder claro). ¡Todos contentos y engañados!.
No sería mejor
darles a los jóvenes la alimentación adecuada, no sólo física, sino también
intelectual, para que se actúe socialmente con sentido común, decencia y
corrección. Para que sean coherentes y eficaces, bien educados, tranquilos,
felices, capaces de convivir en sociedad y aportar algo positivo a la misma.
Todos conocemos a
personas muy maleducadas que han ido a escuelas carísimas y también a mucha
gente que consideran maleducado o al menos políticamente incorrecto, al que
dice abiertamente que el “rey va desnudo".
Sin confianza,
sinceridad y seguridad en uno mismo y asertividad se pueden perpetuar los
planes y creencias más estúpidas. Por miedo a que nos crean tontos no
cuestionamos las injusticias y contradicciones de la sociedad actual. Esperemos
cada vez más personas dejen de lado lo “políticamente correcto” y se atrevan a
hablar claro y reclamar sus derechos y desenmascarar a los que se los niegan.
En estos tiempos,
a pesar de que nuestros dirigentes nos repiten que tenemos más libertad de
expresión de nunca, más democracia que nunca, más justicia que nunca, mas de
todo que nunca, estamos envueltos en tantas sinrazones y barbaridades, que
pueden secar el cerebro al más cuerdo. Sus políticas y “propogandas” hacen que
se asuman como normales las arbitrariedades, irregularidades, tropelías y
abusos varios. Que se consideren normales las desvergüenzas y la falta de orden
y justicia y se admita como normal la difamación y la falta de respeto. Incluso
que se tolere o explique la violencia que puede ir vestida con diversos
ropajes.
Faltan personas
instruidas, pero más aún se echa de menos mucha educación de la buena, de la
que hace muchos años se daba en las familias, se acompañaba en las escuelas y
se practicaba socialmente.
Ahora muchos
enseñantes están cansados de que los políticos no les dejen realizar su trabajo;
máxime cuando muchos de ellos tienen reducidos conocimientos sobre la materia y
un nivel de formación general bastante deficiente.
El domingo
anterior, el programa “Salvados” en la Sexta nos mostró una faceta de la educación
finlandesa. Oyendo las explicaciones de una profesora autóctona y dos becarias
españolas, me maravillaba de lo que contaban. Supongo que por la historia del
estado finlandés, esa sociedad es más proclive a prácticas bondadosas y al
empleo de la “buena fe”.
En España, la
cultura de la picaresca y las actitudes hipócritas ya era retratada en novelas
como el Lazarillo de Tormes en el siglo XVI. Mucho queda de esta cultura en
nuestros días: Al más pillo se le llama listo. El más valorado no es el científico
o el emprendedor que desarrolla excelentes productos o servicios y los
comercializa con beneficios sino el que gana “kilos” revendiendo pisos o
traspasando terrenos recalificados con algún soborno. Aquí se considera que lo
malo no es robar, sino que te pillen. En la etapa escolar se sienten bien los
que copian y aprueban y mal los que no han copiado y después de mucho trabajo, han
suspendido o han aprobado con un cinquillo justo. ¡El mundo al revés! El
sentido común y la corrección han perdido. ¡Esto es fatal!
Al contrario de
Finlandia, en que se considera que la educación es un tema tan importante que
está por encima de los politiqueos y que planifican a larguísimo plazo para el
bien global de los individuos y de la sociedad, en España, pocos jóvenes han
podido realizar todos sus estudios con un solo plan de educación. En Finlandia
han pasado muchos gobiernos sin cambiar drásticamente el sistema educativo; en
España casi cada gobierno ha hecho una ley nueva. Entre otras la LOGSE, inventada para esconder un problema
social, no para mejorar la enseñanza.
Hay que tener
claro si queremos que las escuelas sean “centros de estudio” o “centros de
acogida”. ¡Las dos cosas a la vez no funcionan!
Los padres que
quieren tener a sus hijos en un centro que les imparta una “buena formación
académica” no los tendrán en un “centro de acogida” cualquiera. Ahora bien, ¿Qué
entiende cada cual por “buena”?. Muchos padres desean una “buena escuela” que prepare
a los jóvenes para desarrollar una profesión. Otros prefieren, por lo menos
hasta los 16 años, que aprendan a pensar. Por ejemplo estudiando como pensaron,
hablaron y escribieron los “mejores” desde la antigüedad hasta nuestros días.
Sea cualquiera la
opción escogida, lo que estos padres no quieren es que sus hijos convivan con
la “peña” que van al cole-instituto-centro de acogida a pasar el tiempo
molestando-retrasando a los que si quieren aprender. Muchos alumnos aplicados
les reclaman a sus profesores: “¡Hecha a este gamberro de una vez!”.
El profesor no
puede, porque la ley no se lo permite, sin entender que la libertad de unos
termina donde empieza la de los otros. Los que quieren aprender no tienen más
remedio que aprender a tolerar a los que molestan y esperar a que se aburran y
dejen de asistir a clase. Entonces será cuando podrán aprender eficazmente. Lo
demencial del tema es que hay personas que no trabajan y molestan a los demás; van
pasando de curso y otros que trabajan y se esfuerzan, a lo mejor se llevan
peores notas que los que no están por la labor.
Este tipo de
comportamientos… ¿Qué tipo de sociedad producirán?
Los límites del
lenguaje de cada persona son los límites de su mundo. Cada uno debe esforzarse
en aprender a leer y escuchar para entender el mensaje que se nos quiere
transmitir. También es imprescindible aprender a escribir y hablar, porqué es
fundamental para comunicarse con los demás.
En la escuela se
dedica bastantes horas a enseñar cómo resolver raíces cuadradas o mínimos común
denominadores y fuera de este ambiente académico, prácticamente nadie ha
utilizado ni una sola vez estos conocimientos. En cambio, todo el tiempo que se
dedique a aprender a hablar, leer y escribir bien es poco, porque es casi tan
útil como el respirar. Una escuela es un ambiente lingüístico que, además,
transmite conocimientos sobre lo que es la lengua y sobre lo que se puede hacer
con ella. Ojalá algún día se entienda que para cualquier actividad, el dominio
del lenguaje es imprescindible, porqué nuestras palabras y expresiones son un
reflejo de nosotros mismos.
©JAS2013