lunes, 18 de marzo de 2019

Mucho ruido y pocas nueces

En mi casa cada vez vemos menos los “telenoticias” porqué la inmensa mayoría de las proclamas, de los políticos (nuevos, jóvenes y guapos ellos, no sus proclamas) solo sirven para meter el dedo en el ojo al contrincante y aumentar la demagogia y el miedo de las gentes. No explican ningún proyecto de futuro ni proponen ninguna solución para intentar resolver los numerosos problemas del país, y si nadie nos garantiza un proyecto creíble de futuro, el presente se nos vuelve cada vez más inmenso y difícil de transitar. 
Las declaraciones demagógicas de nuestros fogosos y maleducados políticos dan fe de que la enorme magnitud del momento que vivimos es demasiado grande para las mentes pequeñas y cortoplacistas. Viajan mucho por el territorio nacional y vuelan al extranjero pero poco a su interior. Escriben muchos tuits y leen poca filosofía.
Ya se refieran al Brexit o al Catexit los medios van llenos de declaraciones apasionadas que describen la traición, la mentira, la ambición, la cobardía, el miedo, la soberbia, el desdén y el ensueño; una sucesión de confesiones y silencios, de arrogancias y dubitaciones que permiten mantener la tensión. Parece que nadie de los que más gritan tiene el mas mínimo interés en resolver nada y por ello alargan la trama como un chicle. Cuanto más se mantiene la obra (parece una amalgama de tragedias griegas ) en cartel, más beneficiados salen los actores. Las “obras” que nos retransmiten y comentan los medios nos aburren soberanamente y el cinismo de nuestros representantes, que de vez en cuando dan giros inesperados al guión aunque en realidad no sirvan para cambiar el desenlace de la obra, nos exaspera. Cuantos más TN vemos más aterrados de miedo vivimos, al ver tanta ligereza en la gestión de los difíciles problemas que nos atenazan desde hace tiempo y que nadie da muestras de saber ni querer resolver. 
Dicen que tenemos los representantes políticos que nos merecemos. No sé si esto es cierto. Lo que si es real es que los ciudadanos que trabajamos y pagamos nuestros impuestos para alimentar al voraz Estado, sufrimos escenarios de confusión y agobio, por donde se pasea la facundia de los que mandan y la rabia de los que aspiran a hacerlo para hacer más de lo mismo. El menú es el que es; se reproduce (con diferentes nombres y siglas) y se perpetua en sus mezquindades una y otra vez. Nos prohiben cambiarlo porqué es ilegal hacerlo. Nunca se nos detalla (parece que ni se busca) ninguna respuesta coordinada, consensuada y definida, que permita recomponer la fractura del cuerpo social y evitar las consecuencias de la frustración de millones de personas. 
Mientras Trump se enreda en la construcción del muro (parece que a su país no entran “ilegales” más que por tierra (no por mar ni por aire). Sánchez se distrae gastando millones de euros que no tiene ni sabe de donde sacar y nos mantiene entretenidos con el culebrón de la exhumación de Franco. Macron se estrella contra los chalecos amarillos, Italia entra en recesión de la mano del neofascismo, y proliferan la xenofobia y los nacionalismos en una Europa cada vez más atomizada. El consuelo es que parece que la ineptitud política no afecta en gran medida al crecimiento económico, aunque en petit comité, los empresarios, que presumen de tocar de pies en el suelo, se horripilan ante la inestabilidad que este panorama supone.
Nos quejamos de lo imprevisible del porvenir que nos espera, del cambio climático, de las manifestaciones populares sin tregua que cortan nuestras calles día si y otra también provocando problemas y elevando el ruido ambiente. Todos nos quejamos con menor o mayor intensidad por algo que hacen los demás y olvidamos que esto es un factor colateral de la democracia: un régimen de libertades individuales cuyo único límite permisible es la libertad de los demás. Para que ello siga siendo así hay que procurar reglamentar conductas sin castigar pasiones. La estabilidad democrática la garantiza la solidez de las instituciones frente a los efectos cada vez mas extendidos de la demagogia de la mayoría de los políticos actuales.
Por suerte si las instituciones funcionan, aunque no lo hagan tan bien como deberían, no importarán demasiado las veleidades y chorradas que se escuchan en los mítines y retransmitan las TV en sus TN. Servirán solo para demostrar que no sabemos si es que no hemos entendido nada de lo que iba a pasar o en realidad ha sucedido ya lo que creíamos entender que pasaría.
La realidad del poder es la que es y, hoy por hoy, no logro atisbar si esta realidad cambiará. Tal vez algún día se encuentre alguna solución pero no será pronto. Por ello si nos perdemos algunos de los próximos TN nos evitaremos más de un sobresalto y muchos disgustos.