viernes, 11 de mayo de 2018

Hasta Shakespeare tenía mucho que decir acerca del dinero

“Neither a borrower nor a lender be”. William Shakespeare
Si pasean por las callejuelas de Stratford-upon-Avon (ahí nació Shakespeare) pueden encontrar tazas con esta sentencia de Shakespere (Hamlet) para que la recuerden, cuando tomen cada día su café con leche en el desayuno. 
Shakespeare aconsejaba: "Ni un prestatario ni un prestamista sean. Si prestan, perderán el dinero y el amigo; y si toman prestado, perderán su hacienda”. Huyendo de los extremos, la clave es ser un consumidor racional (buscar la mejor relación calidad/presio en los bienes y servicios que adquiramos y nunca pedir préstamos para comprar cosas que no necesitemos) o un prestamista juicioso (asegurándose el retorno del principal más los intereses.
Burns, refiriéndose al dinero, decía que "No es para esconderlo en un agujero, ni para tirarlo por la ventana sino para usarlo para mantener la independencia”.  
Una de las mejores pruebas de la sabiduría práctica de una persona sigue siendo observar la forma en que usa el dinero: Cómo lo consigue, lo guarda y lo gasta.
Ya en 1859, Samuel Smiles publicó su libro “Self Help” del cual tomo el siguiente párrafo del capítulo IX: Money, —Use and abuse, traducido libremente:
“Aunque el dinero no debe de ninguna manera ser considerado como el fin principal de la vida del hombre, tampoco es un asunto trivial, que se lo tenga en desprecio filosófico, representando, en la medida de lo posible, los medios para conseguir comodidad física y bienestar social. De hecho, algunas de las mejores cualidades de la naturaleza humana están íntimamente relacionadas con el uso correcto del dinero, como la generosidad, la honestidad, la justicia y el autosacrificio; así como las virtudes prácticas de la economía y la providencia. 
Por otro lado, están sus contrapartidas de la avaricia, el fraude, la injusticia y el egoísmo, como se muestran por desmesurados amantes de la ganancia; y los vicios de la falta de fluidez, la extravagancia y la imprevisión de parte de aquellos que abusan y abusan de los medios que se les han confiado. Así que, como es sabiamente observado por Henry Taylor en su reflexivo "Notes from Life", "una medida y forma correcta de obtener, ahorrar, gastar, dar, tomar, prestar, tomar prestado y legar, casi argumentaría el buen talante de un perfecto caballero."
Hoy en día, para mucha gente, hablar de dinero es políticamente incorrecto: si uno carece del mismo se le considera un pobre desgraciado necesitado de acciones solidarias. Si tiene mucho se le considera un malvado rico y se piensa que debería repartirlo entre todos los demás. 
Muchos piensan que todos los ricos lo son porque depredan dinero de los sectores productivos; mientras los pobres están ansiosos para arrebatárselo, los que se autocalifican como buenos, solidarios y sensibles piensan que hay que aumentar los impuestos para repartir las ganancias de los primeros entre todos. Entre los dos extremos se sitúa la mayoría de la población que por prudencia, por miedo o por envidia procuran no mentar el tema del dinero en público y sólo de soslayo en privado. 
A los que invierten su dinero para obtener rendimientos se les llama despectivamente especuladores, y a los que con la excusa de que “hay que vivir la vida” se lo gastan todo, sin pensar en que puedan necesitarlo más adelante, se les reprocha su actitud inconsciente y se les califica de derrochadores. Nadie está contento con el dinero que tiene porque a casi nadie le basta el que tiene para comprar todo lo que quiere; y envidian-codician el que tienen los demás, aunque lo nieguen histriónicamente en público. 
Con el dinero sucede algo similar a lo que pasa con muchos otros temas. Todos lo usamos a diario, todos queremos tener más (quien no sueña con que le toque la lotería) y al mismo tiempo, al estar todo lo relacionado con las finanzas, lleno de mitos y falsas creencias, muchísima gente lo desprecia en público y considera incorrecto hablar de temas en los que el “vil metal” esté involucrado. 
Con el dinero mantenemos una eterna relación de amor-odio de la que pocos escapan. 
La mayoría de la gente usa el dinero y todo lo referente a las finanzas personales en función de lo que ha aprendido de sus padres. Por ese motivo, nos desempeñamos laboral y financieramente de acuerdo con esquemas que perpetúan patrones de conducta casi siempre perjudiciales en términos monetarios. Los padres pobres aconsejan a sus hijos que se apliquen y estudien, pero, por lo general, la escuela no prepara para lidiar con los asuntos relacionados con el dinero. 
Muchos “intelectuales progresistas”, profesores de humanidades, personas simpatizantes de partidos autodenominados “progresistas”, etc. se jactan de minusvalorar todo lo relacionado con el dinero, como si tener dinero implicara incultura o algún tipo d bajeza moral. La sociedad va cambiando continuamente, pero los consejos que dan los padres sobre temas financieros, en el fondo varían poco, porque poco bueno se puede aconsejar si no se tienen conocimientos y se evita instruirse y pensar, sin falsos tabúes, sobre el tema.
Lo cierto es que los universitarios de hoy en día (con Masters e idiomas incluidos) ganan menos dinero que los de hace tres décadas (sin Master y pocos idiomas). Tampoco pueden esperar mucha ayuda del Sistema de Seguridad y Bienestar Social para tiempos futuros. 
Por mucho que mantengamos los ojos cerrados ante el dinero y esperemos que el Estado nos resuelva los problemas cuando nos atenacen, nadie es capaz de imaginar como podrá hacerlo sin nuestra implicación personal. Todos sabemos que pedir es fácil, conseguir ya es más difícil.
Necesitamos reflexionar sobre el tema del dinero sin apriorismos y encontrar nuevas respuestas a los problemas de siempre. Los consejos del siglo pasado: “Ve a la Universidad, consigue títulos, aprende idiomas, encuentra un trabajo seguro y permanente que te asegure un confort de por vida”, ya no funcionan. Tal vez alguien piense que no hay para tanto, no obstante es bueno recordar que los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay. Por tanto, si no llega a fin de mes o piensa que “las cosas del dinero” están mal repartidas, deje de lamentarse y “pedir que le den”. Mírese al espejo y piense como puede revertir su situación, porque la persona que mejor puede cambiar su vida es usted mismo.