jueves, 23 de agosto de 2018

Recordando a la generación que construyó el “estado del bienestar”

Cuando analizas lo que ocurre en una empresa o una sociedad, debes buscar las causas que provocan su situación, porque sólo trabajando sobre las causas, puedes cambiar los efectos. Y no tengo ninguna duda de que una de las principales causas de la prosperidad que vivimos en los años pasados fue la actitud de la generación de nuestros padres, y una de las principales causas de la crisis, es haber perdido esa actitud.

Recuerdo que hace años, un empresario brillante que viajó a China para hacer negocios, me comentaba: “China va a ser imparable. Cuando llegas allí el ambiente te recuerda la España de los años 70. Todo el mundo quiere trabajar mucho, ahorrar, comprarse su casa, su coche, que sus hijos vayan a la universidad… 
Cuando una generación está así centrada, "no hay quien la pare”. 
Este pensamiento me hizo reflexionar entonces y me ha vuelto a la memoria al contemplar a las tres generaciones que convivimos.
 Mis padres tienen en torno a 70 años, y siempre han sido un ejemplo de trabajo, honradez, austeridad, previsión y generosidad. Pertenecen a una generación que de jóvenes trabajaron para sus padres y de casados para sus hijos y por si fuera poco, mas tarde también para sus nietos.
 Son gente que veían el trabajo como una oportunidad de progresar, como algo que les abría a un futuro mejor, y se entregaron a ello en condiciones muy difíciles. Son una generación que ahorraba peseta a peseta para poder comprarse las cosas que quería (del nivel que se podían permitir) y cuando podían. Que no pedían prestado más que por estricta necesidad, que pagaban sus facturas con celo, y ahorraban un poco “por si pasaba algo”, que gastaban en ropa y lujos lo que la prudencia les dictaba y se bañaban en ríos cercanos, disfrutando de tortillas de patata y embutidos, en domingos veraniegos con su familia y amigos.
 Y tan sensatos, prudentes y trabajadores fueron, que constituyeron casi todas las empresas que hoy conocemos, y que dan trabajo a la mayoría de los españoles.
 
La honradez formaba parte del patrimonio de cada familia y sabían que el esfuerzo tenía recompensa. Se podía ser pobre, pero nunca dejar de ser honrado.
 La "palabra dada" tenía más valor que cualquier escritura notarial.
La democracia significaba libertad y posibilidades para seguir viviendo en armonía y respeto. 
Pero cometieron los dos peores errores imputables a esa generación:

1) “¡Que nuestros hijos no trabajen tanto como trabajamos nosotros!”. Los hijos no necesitaron que se les repitiera dos veces y aprendieron a vivir la vida. Así, sin darse cuenta, se cargaron la "cultura del esfuerzo y del mérito" de un plumazo, convirtiendo el trabajo en algo a evitar a la más mínima oportunidad.
2) “¡Como tenemos unos ahorrillos, hijo, tu gasta, que para eso están tus padres!”. Con lo que mi generación empezó a pensar que el dinero nacía en las cuentas corrientes de sus padres, que eran como Reyes Magos caseros, daban la impresión de ser inagotables. Ellos trabajaban lo necesario para que nunca faltara de nada. Los bancos se convirtieron en unas fuentes inagotables de hipotecas, rehipotecas y contra-re-hipotecas.
 
Y entonces, eclosionó la generación de los 60. La generación de los nuevos ricos, la generación de “los pelotazos”, del gasto continuo, de la especulación, de la ingeniería financiera, de la exhibición del derroche, la de lo quiero todo y lo quiero ya, la de “papá dame”.
 Y todos nos volvimos ricos (en apariencia), todos nos convertimos en gastro-horteras. 
¿Conocías a alguien que se atreviera a comer un bocata de chorizo? Le corrían a gorrazos por paleto. Lo suyo era comer hamburguesas de-construidas al aroma de los almendros al atardecer. ¿Y qué decir del vino? Pasamos del Don Simón con Casera, al Vega Sicilia sin fase de descompresión. El vino de toda la vida ya no está “bueno”, ahora tiene matices a fruta del bosque, con un retrogusto alcohólico, que adolece de un cierto punto astringente, con demasiada presencia de roble. 
Esto, por supuesto, a golpe de docenas de euro, que para ser un “enterao” hay que pasar por taquilla. ¡Y es que pocas cosas cuestan tanto, como ocultar la ignorancia!

Ahora la cultura reinante alienta a “endeudarse para demostrar que eres rico”. Increíble pero cierto.
 ¿Sólo debes 500.000 €? Es que eres un cutre. Mira, nosotros debemos ya 2.000.000 y nos están estudiando una operación por otros 2 más.
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Vosotros sí que "os lo montáis bien" sabiendo sacar provecho al sistema… Ojalá yo algún día logre ser tan hábil como otros para conseguir deber esas cantidades. ¡Cuánto envidio tus préstamos!
 
En Alemania no daban abasto a fabricar Mercedes, Audis, BMW para los españoles. 
Irrumpió Europa en nuestras vidas y llegó en forma de mega infraestructuras que producían mega comisiones para todos los involucrados. ¡Viva el cazo! ¡Viva el yerno del Rey! ¡Que se besen los padrinos! Además llovían las subvenciones, nos daban una fortuna por plantar viñas y luego a los dos años otra fortuna por arrancarlas. Que llegaba un momento que no sabías si tenías que plantar o arrancar. A propósito, ¿Qué toca este año?
 Si algún “tarao” dice que hay que parar esto, se le lapida y “que no pare la fiesta”. 
Por supuesto que todos estamos de acuerdo que esto es imposible que se sostenga, pero hay que empezar a recortar por el vecino, que lo mío son todo derechos esculpidos en piedra en la sacrosanta constitución.
Se ha extendido tanto la corrupción y el latrocinio, y es tal la impunidad con la que se vive, que el padre que trate de educar a sus hijos en una cultura de honradez, mérito y esfuerzo está, clarísimamente, condenando a sus hijos a la pobreza. Es mejor no ver las noticias, si no, resulta imposible abrir el negocio y seguir luchando en un mercado sin pulso, que cada día aparece más asfixiado por las deudas. La gente vivimos en una complacencia con los comportamientos corruptos que nos está llevando a convertirnos, paso a paso, en un país del tercer mundo, eso sí, ganando mundiales de fútbol y de motociclismo, que parecen ser anestesiantes suficientemente fuertes.
Hay muchas formas de robar: una llevándoselo directamente. 
Otra, si eres político, banquero, encargado de proyectos/negocios u obras públicas, las pago a 10 veces lo que valen y la diferencia me la llevo YO y mis amigos "facilitadores". Cualquier idiota o analfabeto está capacitado para hacer esto. Basta con que no tenga escrúpulos ni vergüenza.
Otra, aceptando dinero a cambio de contratos, recalificaciones, etc. Los políticos y sus cargos de confianza han llenado el país de mega horteradas que cuestan miles de millones de Euros (en pesetas ya es incalculable), que además tienen unos mantenimientos igual de millonarios, con el único objeto de robar a perpetuidad y de hacerse fotos como homenaje al catetismo, aplaudidos por "los suyos".
Los bancos tienen agujeros de miles de millones, no porque hayan sido tontos prestando dinero a envalentonados constructores que han quebrado, (aunque también por eso), sino porque las cajas han servido para que familiares y socios de tapadillo de políticos, sin un duro pero con muy poca vergüenza, pidieran miles de millones, sin aval de ningún tipo, hayan recibido cientos de millones en préstamos, que ya sabían que no iban a devolver, para comprar suelo o acometer cualquier otro proyecto faraónico pseudoempresarial, y que estamos pagando  los pringados de turno y seguirán pagando nuestras generaciones venideras.
También es robar llenar las administraciones públicas: ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, consejos comarcales, universidades, las miles de empresas públicas paralelas, televisiones, embajadas folclóricas, ONG’s de propaganda del partido, etc. de amigos, familiares y estructura de los partidos. En España sobran millones de personas "haciendo ver que trabajan" o realizando tareas poco productivas, en todos esos entes que cuestan más de 3.000 millones al mes.
También es robar ponerse sueldos los más de 400.000 personas que viven de la política en España (tres veces más que en Alemania con la mitad de la población), sueldos que nunca hubieran imaginado de no existir el “chollo de lo público”. Aquí cualquier político falto de escrúpulos gana muchísimo más que un trabajador cualificado. En España, si se es un buen trepa sin escrúpulos, se pasa de mileurista machaca en un partido, a potentado con sueldazo y prebendas de dietas y otros beneficios millonarios, por arte de birli birloque de la política. Hemos llegado a un punto en el que la caradura ya ni se disimula. Mas bien es motivo de orgullo.
!Cuánto más robas, más te llevas de indemnización, si dejas un banco! En más consejos de administración te meterán, porque dejas el puesto para que otro se lleve lo que tú te estabas llevando y perpetúas el chollo de unos pocos. Arruinas un país y te condecoran, arruinas una comunidad autónoma y te reeligen, robas a manos llenas en un ayuntamiento y ganas por mayoría, eres yerno de cazador y te permites negociar si devuelves la pasta o no. 
Después de muchos años de delinquir se ha juzgado a algunos corruptos y a unos pocos se les ha encarcelado, pero ¿Conocen a alguno que haya devuelto lo robado? ¿Conocen cuanto ha podido recuperar Hacienda de lo que se ha robado? ¿A algún político se le ha puesto alguna multa por malversación o por no hacer bien su trabajo de administrar los impuestos?
Se atribuye a Leonardo de Vinci la frase: “El pueblo que no castiga con sus votos la corrupción y el despilfarro, manda que se haga”. Nosotros los ciudadanos españoles ¿somos corresponsables de los delitos o estamos tontos de remate y no somos conscientes de lo que está pasando en nuestra sociedad. Tal vez sea esto:
1.- Demasiada gente cree que la corrupción y el despilfarro no afectará a su bolsillo. La gente piensa que si ponen un tranvía en su ciudad no le va a costar dinero, y queda bonito. La gente no recrimina a alguien que maltrata el mobiliario urbano o lo ensucia, porque piensa que “esto lo paga el ayuntamiento”, sin entender que el dinero que cuesta la reposición del mobiliario estropeado por mal uso o vandalismo, y la limpieza extra de las calles, no lo fabrica el “copistero del ayuntamiento” sino que lo recauda via impuestos que pagamos los  contribuyentes. Otra cosa es si los que usan indebidamente el mobiliario público o los transportes, o la sanidad, etc. desprecian, o no reconocen su verdadero valor, porque ellos, particularmente, NO les cuesta nada porque no pagan impuestos directos. Recordemos que hay mucha picaresca en nuestra país y defraudar o "no pagar" no se ve mal socialmente.
Un factor que agrava esta falta de percepción de “los extra-costes” es que las consecuencias de los "extra-gastos", gracias a los préstamos, no se notan inmediatamente sino pasados unos años, cuando el delincuente o el que “usó mal” los recursos, ya no está al cargo del cortijo. Por supuesto, el “nuevo” político no quiere responsabilizarse de las culpas del anterior.
Mientras no haya una relación directa entre despilfarro y el bolsillo de los votantes, estos no serán totalmente conscientes de lo que les cuestan algunas veleidades de los políticos y algunos altos funcionarios,  que más que servidores públicos parecen los amos del cortijo. Si cuando se decide o reclama que se ponga un tranvía/”asociación-lúdica”/”servicios públicos aparentemente gratuitos” etc. se le pidiera al ciudadano una derrama extraordinaria del coste (por ejemplo 1000€ al mes) … seguramente habría unas revueltas monumentales. Supongo que para eso se inventaron los "impuestos generales", y se creó la conciencia de que hay que pagar todos los impuestos que nos pongan, porque hay que hacer hospitales y carreteras, … y muchas cosas más que no nos cuentan. ¡Ah! y hay que ser "solidarios", muy solidarios. Nos hemos acostumbrado a que todo el mundo pida que se le den servicios y cosas gratis. Pocos quieren enterarse de que no hay nada gratis y que aparejado a todo el gasto que se paga desde la “caja grande del Estado” y no directamente cada uno de nosotros, hay un terreno abonado para que algunos (o muchos) roben sin control y sin asumir responsabilidades, o las mínimas.
2.-  Los españoles también estamos muy acostumbrados a “disculpar” las malas acciones si las “cometen los nuestros”, los de nuestro bando (Barça-Madrid, Derechas-izquierdas, catalanes- no catalanes, etc).
Si vemos robar o cometer alguna incorrección a alguno de los nuestros, intentamos justificarlo, buscar excusas o incluso acercarnos por si podemos aprovecharnos de alguna forma (directa o indirectamente). Un sistema super-corrupto como el nuestro, no se mantiene sin el consentimiento de una gran mayoría de la población. Nos quejamos en la barra del bar pero les dejamos que sigan robando y de paso nosotros robamos o dejamos de pagar los impuestos que podemos. Es como el que pasea el perro y cuando hace las necesidades en plena calle, en vez de buscar una papelera para depositar el “regalito” una vez recogido del suelo, miramos disimuladamente a un lado u otro por si nos mira alguien y así, disimuladamente abandonamos el lugar del delito sin restablecer la falta, como sabemos que es nuestra obligación. Buscar a un tercero al que cargarle la culpa es deporte nacional. 
La consecuencia de este comportamiento irresponsable es que aún teniendo unos de los tipos impositivos más altos de Europa, Hacienda no consigue recaudar lo necesario para mantener nuestra economía ni el estado del bienestar. Solo pagan, los impuestos que deben, los que no pueden eludirlos y además de lo insuficiente recaudado, todavía sustraen de la bolsa los cientos de miles de millones de euros que nos han "robado" o desperdiciado en inversiones innecesarias. El resultado es que nos han hipotecado nuestro futuro y el de las generaciones próximas, mientras se sigue degradando nuestro estado del bienestar.
Imaginad en una familia, en la que un padre gastara y dilapidara, no sólo la herencia que recibió del abuelo, sino que se endeudara en cantidades astronómicas, e hiciera a sus hijos responsables subsidiarios. Los hijos firmarían esos préstamos millonarios porque algo les tocaba, les compraban una moto, un polo de marca, unas vacaciones de lujo y aunque vieran la vida disipada del padre, mirarían para otro lado mientras todos pudieran vivir más o menos una buena vida. Los padres son así, dirían. Un día el padre, con todo el dinero que ha ido sacando, se va a vivir al Caribe a seguir con la fiesta. Y ese día todos los acreedores llaman a la puerta de los hijos y les dicen: 
"Nos debéis miles de millones".
"No tenemos nada, !sois unos usureros! !El capitalismo es una basura!" responden los hijos.
-"Cuando os compraron la moto u os fuisteis de viaje al Caribe no pensabais eso".
"Pero eso no vale lo que decís que debemos".
-No, pero lo que vuestro padre firmó en VUESTRO NOMBRE, sí. Y lo vais a pagar.
¿Cómo? No tenemos nada.
-Pues mientras estéis en deuda con nosotros seréis nuestros esclavos y si no queréis no os prestaremos más, no os daremos trabajo y no podréis seguir comiendo. Os cobraremos hasta por respirar. No os vamos a bajar el sueldo, pero os subiremos los impuestos hasta dejaros lo justito para que no os muráis de hambre.
Y este mal sueño, ¿cuánto durará?
Siempre!. Vuestra vida y la de vuestros hijos ya nos la vendió vuestro padre. !Vuestro futuro es nuestra hucha!
...Y lo asombroso es que si ese padre volviera de su viaje al Caribe, presumiendo de "lo bien que se lo ha sabido montar", esos hijos saldrían a recibirle, le invitarían a comer y presumirían de lo buen ladrón y despilfarrador que ha sido su padre, porque era de los suyos, y hasta le propondrían para alcalde.
Visto lo visto, más de una vez nos asaltan las dudas de si hemos actuado bien en la vida. ¿habremos trasmitido la cultura adecuada a nuestros descendientes?. Tal vez hubiera sido más apropiado decirles: "Hijo, te he condenado a trabajar con denuedo para mantener a miles de corruptos. De nada sirve ser prudente y honrado, porque más carga te harán soportar". 
Sigo teniendo los principios que viene en casa desde pequeño, pero muchas veces dudo que no los hayan utilizado todos los sinvergüenzas para crujirnos a impuestos, a la vez que ellos se lo llevan a manos llenas. Una vez oí confesar a un empresario que aprendió el oficio en la "universidad de la vida": Las Leyes y las normas, está muy bien que las sigan los demás, diría incluso que hay que hacer todo lo posible para que las sigan a rajatabla; pero es nefasto seguirlas uno mismo." Visto lo visto, tenía toda la razón del mundo. O todos jugamos con las mismas normas o si no queda más que romper la baraja, porque en el "lejano y salvaje Oeste" sólo sobrevivía el que tenía las armas necesarias para defenderse mejor y sabía como utilizarlas.
La generación que nos sigue parece que será la que, como dice el aforismo castellano, será pobre, por ser nieta de ricos.
 Si somos incapaces de "volver TODOS a asumir los valores con los que se construye una sociedad sostenible", nos hundiremos, eso sí, cargados de reivindicaciones.
 
En mi casa siempre me dieron ejemplo de cordura, honradez y esfuerzo. Y no han sido menos felices que nosotros; incluso podría decir que lo han sido más. Debe ser que la sencilla tortilla, el melón fresquito, comprar el sofá cuando se podía, poner las cortinas cosidas por nuestra madre, con ayuda de la abuela, trabajar y echarle bemoles para emprender (aunque no lo llamaban así) no debía ser mala receta, sino todo lo contrario.
 
Desde aquí quiero dar las gracias a mis padres y a toda esa generación que nos transmitieron un país mejor que el que ellos encontraron, que nos enseñaron a estudiar, trabajar y esforzarnos para conseguir lo que queríamos. Me apena que, en solo una generación nos hayamos encargado de arruinar su logro entre todos; porque todos hemos aplaudido más o menos la locura y no hemos sabido transmitir a la siguiente generación los valores que nos enseñaron, con su ejemplo, nuestros padres. 
Si nos descuidamos un poquito más, le vamos a dejar a nuestros hijos un protectorado chino, donde serán unos esclavos endeudados a los que les contarán unas historias legendarias sobre la prosperidad que crearon sus abuelos, empeñaron sus padres y son incapaces de imaginar los nietos que solo han conseguido maestría en el arte de pedir y reivindicar derechos. Puede que estemos a tiempo de enderezar la ruta, aunque cada vez tenemos menos tiempo. Si quisieran, los jóvenes podrían encontrar enseñanza y ayuda en su propia familia formada por personas (abuelos y padres) que consiguieron un cierto estado de bienestar, sobre todo teniendo en cuenta desde donde partieron; pero antes tendrían que querer y lograr reducir la resistencia numantina que emplean en negarse a escuchar “batallitas” que les ilustren en el arte de la meritocracia, sustituyendo al postureo y el pelotazo que tanto admiraron algunos de sus padres.

Relato inspirado en escritos de FERNANDO SANCHEZ SALINERO 

Mantiene un blog en Tribuna Salamanca y publicó el libro “La casa al revés: ¿Porqué fracasan las empresas?”
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