sábado, 14 de septiembre de 2019

Estamos llenos de incongruencias y ni siquiera nos damos cuenta

Internet es un gran almacén de datos y las redes sociales nos acercan a nuestros móviles, tablets, etc. partes de esos datos que son verdades, medias verdades, medias mentiras, mentiras y estadísticas cocinadas (algunas huelen a quemado). Más veces de las deseables nosotros las retransmitimos y algo que se repite muchas veces, mucha gente lo llega a etiquetar como verdad… Si el rio suena agua lleva, dicen.
Algunos crean el bulo o la “fake news” con toda la “intención” y muchos usuarios la retransmiten sin entender bien lo que significa lo transmitido. A veces es por falta de conocimientos y por falta de motivación para comprobar la veracidad de lo recibido antes de transmitido. 
Cuanto menos conocimientos sobre el tema observado, oido o leído y menos raciocinio se aplica, más fácilmente se generan incongruencias. Así se contribuye a crear una corriente de opinión incorrecta, y que solo beneficia al que lanzó la información interesada y no contribuye, de la mejor forma posible, a dedicar recursos para que la sociedad progrese de verdad. Ya sabemos que muchos políticos se dedican a predicar lo que “dicen las redes que les interesa a los ciudadanos”. 
Ya hace tiempo que algunos refranes antiguos precisan una actualización. Toda la vida hemos oído: “Si no lo veo, no lo creo” sin ser demasiado conscientes de que nuestro cerebro interpreta las señales que le llegan a través de nuestros ojos (tonalidad, brillo, saturación , etc.) y concluye que ha visto “algo" o no. Algunas veces a ese “algo” lo describimos con una forma o color. Unos dirán que han visto un color azul, otros que han visto un verde, otros un turquesa, y otros que no han visto ningún color.
Algo similar, solo que aún mucho más complejo, sucede con los mensajes que nos llegan y que nuestro cerebro procesa ayudado por nuestra memoria y por los conocimientos que tiene almacenados. Un proceso sumamente complejo que ni los más sabios del planeta todavía conocen con detalle ni exactitud. 
El hecho es que a diario repetimos sloganes, transmitimos informaciones y contribuimos a crear opiniones que, por decirlo de una forma suave, se basan en premisas inciertas y no contribuyen a entender ni calibrar, en su justa medida, los fenómenos naturales o los sucesos sociales; y por tanto no contribuyen, sino al contrario, a tomar las mejores decisiones para resolver los problemas.
Ultimamente hemos asistido a una campaña sobre el “pulmón amazónico”. 
¿Sabemos que son y cómo funcionan los pulmones? Si lo supiéramos no repetiríamos tantas veces esta frase, porque la selva amazónica hace precisamente lo contrario de lo que hacemos nosotros (y las vacas, cerdos, etc. que tanto nos gusta comer) con nuestros pulmones.
Volvamos por un momento a la escuela:
Cuando respiramos (proceso involuntario y automático), el aire ingresa por la nariz y pasa por la tráquea hasta llegar a las vías aéreas más pequeñas, denominadas bronquios. Los bronquios se ramifican en vías aéreas aún más pequeñas, denominadas bronquiolos, y, finalmente, en sacos frágiles y delgados denominados alvéolos.
Los bronquiolos terminan en minúsculas bolsas de aire denominadas alvéolos, donde tiene lugar el intercambio de oxígeno (O2) y dióxido de carbono (CO2). Cada pulmón alberga alrededor de unos 300 ó 400 millones de alvéolos. ... Esta red de alvéolos, bronquiolos y bronquios se conoce como árbol bronquial.
La función principal de los pulmones es realizar el intercambio gaseoso con la sangre. En los alvéolos se produce el paso de oxígeno desde el aire a la sangre y el paso de dióxido de carbono desde la sangre al aire.
El aire que exhalamos está constituido por 21% de O2 y lo que exhalamos es 16%. En una respiración tranquila se inhala unos 500 ml de aire de los cuales 100ml son de oxigeno. De este se inhalan 80 ml por lo que en cada respiración se absorben unos 20 ml de oxigeno, inhalamos oxigeno y exhalamos dióxido de carbono… El dióxido de carbono es el gas que se produce como producto de desecho cuando el carbono se combina con el oxígeno como parte del proceso de obtención de energía del cuerpo.
Por cierto, el monóxido de carbono (CO) (diferente del CO2) es un gas tóxico invisible, insípido e inodoro. Surge, entre otras cosas, en procesos de combustión incompletos de combustibles fósiles como petróleo, gas, carbón, madera, carbón vegetal, queroseno, animales putrefactos, ... En los garajes también se suele generar demasiado monóxido de carbono de esta manera. Una intoxicación por monóxido de carbono puede comenzar con cefalea, náuseas, somnolencia… Al ser un gas incoloro e inodoro y por tanto imperceptible, es muy difícil de detectar a no ser que sea con dispositivos especiales.
A diferencia del CO, el anhídrido carbónico (CO2=dióxido de carbono) no es, en sí mismo, algo malo. De hecho, sin él no habría vida sobre la Tierra. Sin embargo, si se libera en grandes cantidades, es perjudicial. Como siempre, el desequilibrio es malo para las personas y los seres vivos en general.
El CO2 es un componente natural del aire. Se ocupa de crear un efecto invernadero sobre la tierra, una especie de tapa que impide que desaparezca el calor de la superficie y que la Tierra se enfríe (eras glaciales, congelación, muerte…) 
La biosfera -o el ecosistema global- funciona de tal manera que hace posible la vida sobre el planeta: 
  • Los animales necesitan oxígeno para respirar, que convierten en dióxido de carbono y lo expulsan a la atmósfera. 
  • Las plantas, por el contrario, precisan dióxido de carbono para llevar a cabo la fotosíntesis y desprenden oxígeno hacia la atmósfera. Si esta relación se mantiene en equilibrio, el sistema funciona. 
No solamente los animales (más o menos racionales) emitimos CO2 a la atmósfera, también lo hace la combustión de materiales fósiles como el carbón, petróleo y gas. La creciente destrucción de áreas naturales, especialmente de superficies forestales, contribuye a desestabilizar este equilibrio. Se trata de zonas que, durante el desarrollo del planeta, han almacenado CO2 a lo largo de milenios y ha emitido oxígeno a la atmósfera y ahora este proceso se rompe ipso facto. Las consecuencias son de gran calado: se intensifica el efecto invernadero natural y se precipita el calentamiento global. Además, las superficies destruidas no ofrecen las condiciones para albergar a especies animales y vegetales y tampoco pueden almacenar CO2. Hasta un 15% de las emisiones globales están relacionadas con la devastación de las superficies forestales. En comparación con esta cifra, el tráfico de vehículos supone un porcentaje reducido del total de emisiones de CO2.
El "frente agrícola”, principalmente de Brasil e Indonesia, acelera el cambio climático. Las decisiones políticas que permiten (o favorecen) la tala o la desecación dirigidas a crear o ampliar superficies de cultivo para la producción de aceite de palma, arroz o maíz significa destrucción de almacenes de CO2 equivalentes a las emisiones de gases de efecto invernadero liberadas por el hombre a la atmósfera en un periodo de diez años. Esto es impresionantemente preocupante pero pedir que los paises en vías de desarrollo no se desarrollen dejando de generar oxígeno como lo han hecho, y siguen haciendo, los países del primer mundo es una solución super hipócrita e injusta si no se acompaña de otras medidas de equilibrio.
Toda la propaganda, que recibimos y transmitimos en redes sociales incita a pensar que la mayoría del oxígeno que respiramos proviene de los árboles y las selvas y esto alarma al común de los mortales que teme el fin del mundo. Sin embargo, los ecosistemas terrestres producen solo el 28% del total de oxígeno que se produce en la Tierra. De acuerdo con diversos estudios, al menos el 70% del oxígeno que los humanos necesitamos para vivir es producido por plantas marinas.
El océano produce oxígeno a través de las plantas fitoplancton (algas marinas, algas y plancton que viven en él). Estas plantas producen oxígeno como un subproducto de la fotosíntesis, un proceso que convierte el dióxido de carbono y luz solar en azúcares que el organismo utiliza para obtener energía.
Tal vez una buena solución sería que se dedicara más investigación para dejar de verter plásticos al mar y convertir los océanos en inmensos depósitos de CO2 llenando grandes extensiones de algas y plancton. Esta sería una posible solución alejada de las soluciones hipócritas, que sin ser conscientes, muchos contribuyen a divulgar por las redes.
¿Que piensa de este tema?