viernes, 24 de mayo de 2019

Pensando en voz alta

Los loros mediáticos saben que una mentira repetida muchas veces acaba por convertirse en verdad, especialmente para aquellas personas acríticas que sólo leen titulares de los periódicos o las informaciones que les llegan de los grupos de WhatsApp a los que están suscritos.

Hace unos tres cuartos de siglo Orwell usó políticamente palabras nobles para intereses que eran precisamente los antónimos del término en cuestión. Creó el “ministerio de la Paz” para ocuparse de la guerra, el “ministerio de la Verdad” para emitir propaganda y el “ministerio de la Abundancia” para gestionar la miseria. Poco ha cambiado hoy en día y muchos comentaristas e influencers nos lanzan juegos de palabras muy poco ingeniosos que tocan nuestros sentimientos y exaltan pasiones, pero que distan mucho de describir la realidad. Así mismo, los políticos usan grandilocuentes palabras para denunciar el comportamiento de los que defienden tesis opuestas a las suyas, mientras en su vida diaria, privada y pública, hacen lo contrario de lo que predican. Por supuesto, sus seguidores no se lo tienen en cuenta; posiblemente ni siquiera se aperciben de ello.
Luego están los activistas que han promocionado a políticos. Sus seguidores no entienden que un activista es como la cuchara que remueve el cocido. Si el cocido se hace con buenos ingredientes, criterio y sentido, el activista ayuda a difundirlo y la sociedad sale beneficiada; pero si el activista “remueve algo sin valor” el perjuicio es para todos. Lo más importante es la calidad del proyecto y el activista es solo una herramienta que ayuda a difundirlo y captar apoyos entre la ciudadanía para que el proyecto (bueno o malo) se materialice.
La convivencia es cosa de todos, pero hay que entender que no todos pueden dar lecciones; por falta de conocimiento unos y por falta de experiencia y maestría en su ejecución otros. Todo el mundo tiene derecho a hacer lo que quiera, pero no todos están igual de capacitados para hacerlo ni tienen las mismas posibilidades de conseguir buenos resultados. 
Algunos jóvenes activistas que defienden con vehemencia a las mujeres, a los homosexuales y LGTBI, a los negros, gitanos o musulmanes, a los discapacitados y a cualquier minoría vulnerable, y que sólo abominan del capital (los judíos modernos), en cambio se permiten atacar y lanzar toda clase de comentarios despreciativos y fuera de lugar contra los que pasan de cierta edad. La ignorancia es muy atrevida y parece que no se han enterado de que cuando las personas se hacen mayores les van fallando los músculos, pero no la inteligencia, ni las ganas de trabajar, ni la creatividad ni muchas otras cualidades que potencian con su sabiduría y experiencia acumuladas a lo largo de su vida. En nuestro entorno, se ha perdido el respeto a las personas mayores, incluso cuando han demostrado ser capaces de hacer grandes cosas a lo largo de su vida y están preparados y dispuestos a seguir haciéndolas. Parece que no comprendan que las buenas ideas son necesarias, y que las actitudes para materializarlas importan aún más. Algunos de esos viejos, como ellos les llaman con desdén, han dirigido proyectos y conseguido unos resultados que estos jovencitos, que se comunican por twit y las redes sociales con frases manidas y vocabulario exiguo, nunca han demostrado que son capaces de realizar. ¿Que éxitos demostrables pueden listar en su curriculum? Tal vez algún día lleguen a conseguir algo parecido a lo que han conseguido esas personas mayores que minusvaloran, pero por el momento harían bien en tratarles con respeto, aprender lo positivo que hayan logrado en sus carreras para poder emularlo y mejorarlo si son capaces. 
Es curioso que con lo expertos que son despreciando a otros y el gran ego que afloran no se ruboricen lo más mínimo a la hora de pedir/exigir a esos que desprecian, que repartan con ellos lo que han conseguido. Mayormente codician sus bienes materiales y supongo que como piensan que ya lo saben todo, no precisan pedir experiencia o consejo para aprender a crear riqueza por si mismos. 
El odio a los ricos siempre ha sido un sentimiento muy explotado por los populistas para hacerse con el poder, y con la disculpa de distribuir esa “riqueza robada” al resto de la comunidad, viven a cuerpo de rey como nunca habían logrado vivir en el pasado, con los medios que fueron capaces de generar, y hasta se hacen ricos. Demasiados incautos se creen sus cuentos y les votan, y con el tiempo los recursos que roban (perdón, redistribuyen) a los trabajadores y ahorradores se acaban y llevan a toda comunidad a la ruina completa. El punto de partida de tal odio a los ricos está en la concepción de que los ricos consiguen su riqueza quitándosela al resto de sus congéneres, y que por eso hay ricos y pobres. No se les ocurre pensar que con los mismos medios de partida e igualdad de oportunidades, dos personas, dependiendo de su inteligencia, de su capacidad de trabajo, de su creatividad y de cómo utilicen otras cualidades, llegarán a situaciones distintas a lo largo de su vida. No aciertan a comprender que gracias a Amancio Ortega (Inditex-Zara) podemos vestir variado, bonito y barato. Que gracias a Steve Jobs (Apple) podemos usar unos ordenadores robustos que se comunican eficientemente con unos smartphones fabulosos y podemos comunicarnos desde cualquier lugar del mundo. Que gracias a Larry Page y Sergey Brin (Google) podemos tener a nuestra disposición multitud de información gratuita cuando la necesitamos. Que gracias a John Deere (inventor del tractor) podemos comer más cereales y mas baratos… Así podríamos continuar con una gran lista de personas que han aportado mucho a la sociedad y por supuesto se han enriquecido muchísimo. ¿Podría alguien decirnos qué y cuánto han aportado estos activistas que se dedican a denostarlos? 
El intercambio económico no es un juego de suma cero, sino que todos los que producen e intercambian algo en un mercado de libre comercio pueden ganar. Otra cosa es lo que sucede cuando las transacciones están “reguladas injustamente” y cuando los que no producen nada sólo piden que otros les den bienes y dinero a cambio de nada. Por ejemplo, haber nacido donde lo hemos hecho es un privilegio que es posible porque nuestros padres, abuelos y antepasados trabajaron y colaboraron para posibilitar que nosotros y los que vienen desde otros países (cuyos antepasados no han hecho lo mismo que los nuestros) podamos disfrutar de este privilegio. Los que se benefician del estado de bienestar en nuestras comunidades y no pagan/contribuyen con nada (ni dinero, ni trabajo, ni nada valioso) por los privilegios que reciben, nunca los apreciarán y cada vez pedirán más y más. Todo les parecerá poco. Las personas que así actúen y las que les alienten a que sigan comportándose así, nunca se ganarán el respeto ni el aprecio de los que si han contribuido y siguen contribuyendo al mantenimiento público de nuestra sociedad. 
Si dejamos la envidia aparte y entendemos de una vez por todas que para consumir antes hay que producir, lo único que deberíamos pedir firmemente a nuestros políticos es que eliminaran todos los “privilegios legales” para que todas las transacciones fueran libres. Así podríamos asegurarnos de que los ricos fueran siempre ricos “justos” y por tanto queridos y respetados. Mientras no se eliminen TODOS esos “privilegios legales” que permite nuestra legislación vigente, seguiremos teniendo “ricos sospechosos y criminales”, indistinguibles de los ricos “justos” para la mayor parte de la gente, y caldo de cultivo para todos los populismos. Y, a la vista de los resultados de las últimas elecciones en España, parece que nos va llegando el turno de pagar el precio por los ricos sospechosos y políticos corruptos que tenemos. Porque, no nos engañemos, los ricos injustos nunca han redistribuido via impuestos su riqueza injusta y no veo porqué iban a cambiar ahora. Lo pagaremos los de siempre, los individuos normales y corrientes que trabajamos, consumimos y ahorramos. 
Elegir razonadamente a quién votamos es cada vez más difícil. Las personas cada vez pensamos menos, en parte porqué se nos repite machaconamente desde los medios que basta con sentir. Por doquier afloran innumerables sentimientos y muy pocas ideas o proyectos realizables. Basta ver los debates televisivos de los políticos. 
(Ignorancia es fuerza - Libertad es esclavitud - La guerra es paz) 
Los que hemos nacido aquí, sabemos que en este país nos gusta la polémica, pero resulta ridículo descubrir que la clase política se enreda en discusiones que sólo les benefician a ellos, al tiempo que la falta de proyectos realistas hace tiempo que causan un grave perjuicio a la sociedad, y peor será cuanto más se tarde en corregir esta situación. No podemos convertir España en una gran tertulia de bar, donde, en lugar de contribuir a solucionar los problemas de la gente (que tenemos muchos y necesitan resolverse a diario), los agravemos por consideraciones meramente ideológicas y sueños idílicos de futuro. 
Esta semana Isabel Serra, candidata de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid, criticaba las donaciones que la Fundación Amancio Ortega viene realizando a la sanidad pública, con el ar­gumento de que esta no debía aceptar ayudas porque se tendría que poder financiar con impuestos y que la sanidad pública no puede depender de la solidaridad de ningún millonario. ¡Cierto!. ¡Estoy totalmente de acuerdo! 
Los contribuyentes cumplimos la legalidad fiscal que nuestros políticos han legislado y pagamos religiosamente nuestros impuestos. Estos deberían servir para financiar la sanidad y también la educación y la investigación, los servicios sociales, el transporte, etc. Según esta tesis, estos mismos políticos y todos los contribuyentes deberíamos quejarnos de que parte de nuestros impuestos se dediquen a subvencionar a todas las ONG’s, asociaciones sin ánimo de lucro y otros organizaciones filantrópicas. Debería ser el propio Estado, a través de su red de funcionarios y empresas públicas, el encargado de garantizar a la sociedad sus necesidades de forma igualitaria sin que se dedicara recursos a financiar a terceros (subcontrats) para que hagan esta labor. Deberíamos repudiar las “maratones televisivas” para apoyar la investigación de enfermedades, los bancos de alimentos, medicinas, libros juguetes, etc. porque estas necesidades tan importantes deberían financiarse y dirigirse directamente desde el Estado y no subcontratarlas-externalizarlas en organizaciones paraestatales. De la misma forma que estos políticos critican las privatizaciones, las escuelas concertadas, las compras descentralizadas y todo lo que represente ceder poder del Estado, también deberían criticar al “tercer sector”. ¿Es que los intereses sociales de la ciudadanía y específicamente los de las personas en situación de pobreza o riesgo de exclusión, no tienen derecho a que el Estado se ocupe directamente de ellos? ¿Por qué no quieren limosnas o solidaridad de los muy ricos y si la quieren de todo el resto de ciudadanos?. Al menos en las grandes ciudades, todos podemos comprobar que no se puede andar diez metros en la calle sin que alguien te pida ayuda económica. 
El odio a los ricos ya nos viene en España, y en otros países europeos, de muchos siglos atrás y todo sigue igual. Si alguien no cumple con sus obligaciones tributarias o de cualquier otro tipo (no importa que sea rico o pobre) los inspectores de Hacienda y la ley deberían actuar con rapidez, eficiencia y firmeza. Si hay resquicios legales que permitan “eludir impuestos” los políticos deberían corregirlos, pero no debemos confundir las cosas. 
Ante esta situación que vivimos, las personas responsables, trabajadoras y ahorradoras, que también pueden ser sensibles y solidarias, sufren mucho; cada día comprobamos que la “clase media” es más clase pobre. A menudo envidian a la gente fría, egocéntrica, cínica o despreocupada que parece que saben disfrutar de la vida y ser felices en esta situación. Se “buscan la vida”, piden todo el día y a todo el mundo, se gastan todo lo que ganan o reciben y vuelven a quejarse y a pedir, sin que les importe lo más mínimo cuanto puedan hacer sufrir a los demás. Sabemos que la vida no es lo que parece y que no todas esas personas son tan felices como aparentan en sus redes sociales, y seguramente también deben sufrir o se preocupan a su manera; pero parece que demasiada gente solo reclama derechos sin querer oír hablar de deberes, obligaciones ni de responsabilizarse de su futuro. 
El verdadero coraje es ser honesto con uno mismo; el problema es que es difícil llevarlo a la práctica. Mucha gente, hastiada de tanta mentira y tanto postureo a su alrededor, han decidido o están a punto de decidir que prefieren no pensar, no sufrir, no expresar sus razonamientos y no actuar con sentido común. Cuando se comunican públicamente muchos han decidido auto-censurarse cada vez mas temas, no opinar o subirse al carro de lo políticamente correcto. Con el tiempo dejan de pensar y de actuar con sentido común. Se limitan a vivir el día a día y a manifestar su descontento por su mala suerte. Por suerte aún quedan personas incombustibles que se niegan a tirar la toalla y a aletargar su intelecto. Tienen curiosidad por aprender, por entender, por buscar la verdad y se hacen preguntas… 
Si es verdad que hay una verdad, ¿mejorará algo conocerla? ¿me va a doler cuando la encuentre?, ¿me va a costar demasiado esfuerzo y dinero buscarla?, ¿significa eso que cuando sepa la verdad comprenderé que estaba engañado? ¿Estoy equivocado? 
Espero que lo comentado anteriormente y estas últimas preguntas les hayan dejado con la mosca detrás de la oreja y les animen a salir fuera de su “círculo de comodidad”. Tal vez encuentren algo útil, interesante y hasta placentero hacerlo. Recuerden vigilar sus hábitos, porque con el tiempo estos se convertirán en su carácter y su carácter determinará su destino.