Lo que pasó en Islandia, nos dice, es lo que está pasando
ahora en España y en otros lugares de Europa: el hundimiento de un modelo de
capitalismo especulativo-financiero, diferente del mercado y conectado con la
economía real.
La ciudadanía se dio cuenta que se había despreocupado de la
política y que había que salir a la calle a reclamar cambios de manera cívica y
pacífica.
En Islandia el camino al desastre vino de la mano de unas políticas de privatización
que empezaron a finales del siglo XX. Primero se privatizaron los principales
recursos naturales como la pesca y el agua. Luego se privatizaron los bancos
públicos y por fin la red de energía pública.
En la pesca se estableció un sistema de gestión de cuotas de
pesca que se podían vender, alquilar, hipotecar, etc. El pueblo islandés perdió
el derecho privado de pesca. Se daba el caso que un islandés que está rodeado
de bacalao, tiene que comer bacalao congelado, comprado a las empresas a las
que el estado vendió los derechos de pesca. Este fenómeno caciquil es algo
similar a lo que pasaba por ejemplo en las grandes zonas productoras de aceite
españolas. Los ciudadanos vivían rodeados de olivos y aceitunas y en cambio
tenían difícil acceso al aceite. Si lo querían probar debían comprarlo a precios
desorbitados impuestos por los terratenientes que poseían las tierras, los
cultivos y la industria transformadora.
A los diez años de privatizar la pesca, se privatiza los
bancos y cambia el modelo de negocio de banca comercial (ahorro-préstamo) a
banca de inversión especulativa para beneficio de empresas privadas-pantalla y
actividades delictivas (información privilegiada, abuso de mercado, etc.).
Sepan que la mejor forma de “robar dinero” legalmente es comprando un banco.
En Islandia siempre ha habido glaciares y grandes ríos que
mediante el aprovechamiento hidráulico y las centrales geotérmicas han
permitido disfrutar de grandes cantidades de energía, que mediante la
privatización se vendieron casi regaladas a la industria pesada, del aluminio,
etc. Actualmente está proyectando un cable submarino para exportar
su energía limpia y barata a Europa.
En Dreamland,
Andri Magnason dice que Islandia se había convertido en “Una sociedad donde la
ciudadanía tiene miedo al futuro, donde se permite que una élite económica y
empresarial extranjera decida en su lugar”. ¿Conocéis algún país donde pase
algo similar?
En el año 2008 quiebran los bancos públicos islandeses. A la
crisis bancaria les sucederán una crisis financiera y una crisis política, por
la falta de legitimidad de la clase gobernante, y una crisis de identidad como
sociedad.
Los bancos se habían endeudado en los mercados para
financiar la agresiva expansión internacional de sociedades de inversión
islandesas. Cuando el acceso al capital extranjero se cerró, los bancos
quebraron de forma técnica. No había ningún banco central del mundo que se
prestara a ayudar a Islandia. El país había quebrado y quedado sin reservas de
divisas.
Los ahorradores e inversores extranjeros que habían puesto
dinero en sucursales de los bancos quebrados islandeses en UK y Holanda,
pidieron al fondo de garantía de la UE la restitución de su dinero conforme a
las leyes vigentes. El fondo de garantía de depósitos de UK y Holanda les
repuso el dinero y luego lo reclamaron como deuda soberana a Islandia. Cada islandés veía incrementado su “drama
particular” en 120000€ por islandés o 48000€ por familia. ¡Piensen lo que
harían si les pasara a ustedes!
En enero de 2009 se produjo la revolución de las cacerolas.
Cada día, familias enteras, hijos y abuelos incluidos, se acercaban hasta la
sede del gobierno o delegaciones territoriales para protestar contra el
gobierno y cuando salían los políticos, les tiraban huevos, harina, yogurts,
etc. Siempre hay grupos más exaltados que querían tirarles objetos más
contundentes y los manifestantes defendían a la policía porqué los cuerpos de seguridad
no eran sus enemigos. Los enemigos eran los gobernantes que los habían llevado
a esa situación desesperada. El papel de la sociedad civil es determinante para
el éxito de este nuevo activismo político que se origina de abajo arriba.
En las manifestaciones, que los gobernantes intentaron
desacreditar, se exhibían pancartas que rezaban:
- “Una nación mejor que el FMI”
- “El parlamento del pueblo es mejor que el parlamento de la traición”. Traición por qué el gobierno y el parlamento habían aceptado deuda a los ingleses y holandeses como deuda soberana del país
- “Pongamos la prioridad en nuestros hijos y no en la clase política y en los ricos”.
- Etc.
Los ciudadanos
celebraban reuniones cívicas de discusión y cada lunes tenía lugar un foro
nacional a las 9h Los políticos asistían y escuchaban lo que cada ciudadano
tenía que decirles, para finalmente
responder a sus preguntas. Estas asambleas
eran transmitidas por la radio y la TV. Quedó en evidencia que los políticos del
gobierno no tenían soluciones para salir del atolladero y toda la nación
islandesa se enteró de ello.
El abismo entre ciudadanos y políticos cristalizó cuando la
líder socialdemócrata perdió la paciencia, se encaró a los reunidos en el foro gubernamental
y les dije “Pero vosotros, ¿Quiénes os creéis que sois? ¡Vosotros no sois la nación! ¡Yo soy
parlamentaria y os represento!”. (Esto mismo es lo que he oído decir muchas
veces a sesudos tertulianos: Estamos en una democracia parlamentaria y tenemos
que respetar el sistema. Votar cada cuatro años y dejar que los parlamentarios
lleven como estimen oportuno las riendas del país. El poder reside en el
parlamento. No en el pueblo)
Los islandeses no confiaban en sus políticos que les habían
llevado a la ruina y no sabían cómo salir de esa tétrica situación, por ello
pidieron que dimitiera el gobierno, los responsables de instituciones como el
Banco Central, etc. Y por la presión de los islandeses, el Gobierno islandés
fue el primero del mundo que tuvo que dimitir en pleno.
Como en Islandia hay
una ley de responsabilidad civil y criminal que se aplica a “todos” sin
excepción, en 2012, el Tribunal especial Landsdómur declaró culpable al Primer
Ministro Geir Haarde de un cargo por negligencia y mala gestión gubernamental
durante 2008, según la constitución Islandesa. También fue a la cárcel un alto
funcionario de finanzas (tenía 100 millones de coronas en acciones y aprovechó
información privilegiada para venderlas antes del crac) y más de 40 “delincuentes
de cuello blanco” están procesados. Hoy aún permanecen abiertos 400 casos
(más de un 1 por mil de la población). Se ve que en Islandia la “justicia”
también es lenta.
Con el fin de diseñar un nuevo proyecto social y ético par
Islandia, se preguntó a 1000 finlandeses elegidos al azar sobre los valores
(integridad, justicia, honestidad, igualdad de oportunidades, respeto a los
derechos humanos, etc.) que pensaban debía tener la sociedad finlandesa en el
futuro.
Se designó a 25 islandeses para que redactaran un proyecto
constitucional, que contemplara una nueva ley electoral y permitiera una
democracia más directa y participativa, como se hizo en las reuniones cívicas y
los foros nacionales. Posteriormente, el parlamento deberá aprobar este
proyecto.
Los ciudadanos decidieron que no era posible rescatar a los
bancos. La solución islandesa fue dejar que los bancos fueran a un proceso de
liquidación ordenada. El Estado quedó al margen de enormes pérdidas del sector
privado y evitó cargas excesivas para la sociedad y los contribuyentes. Un
tribunal de Luxemburgo, después de cinco años les ha dado
la razón en su forma de abordar la quiebra del Icesave.
Se rescató a los ahorradores y se liquidó a los bancos
públicos quebrados. El ahorrador que tenía 100000€ en un banco antiguo se le
depositó esta misma cantidad en uno de los bancos nuevos. Había que pagar la
deuda interna que ascendía al 20% del PIB islandés; el nuevo gobierno devaluó
la corona islandesa un 50% y no se permitió sacar del país coronas islandesas
si no era para alguna transacción comercial real y demostrable. Un ciudadano
puede sacar un máximo de 2000€/mes en metálico del banco, pero no del país
(corralito).
No hay ninguna solución milagrosa en la que los platos rotos los paguen "otros". Ni siquiera en este caso la han pagado por completo los máximos responsables.
La crisis ha obligado a los islandeses a un cambio de
mentalidad, mayor austeridad, a apostar por la educación, por una sociedad más
igualitaria, más ética y más democrática. El 27/4/13 hay elecciones
legislativas en Finlandia y parece que
un 25% de islandeses que trabajan activamente para que cambien las cosas
y que piden a los ciudadanos que ayuden, todos los que tengan capacidad para
ello y todavía no estén “pillados” por el sistema, a conseguir un nuevo marco
mejor. Otro 25% simpatiza con el poder fáctico y quiere mantener sus
privilegios. El 50% restante, están en el limbo y no se implican abiertamente,
porqué está cansadas, porque no se preocupan por saber y tienen miedo, porque
no quieren riesgos, porqué esperan que los demás hagan el trabajo por ellos,
etc. ¿Nos suena de algo?
En estas circunstancias el tema todavía no está
decidido. Ni mucho menos. El proyecto está frágil. Los privilegiados luchan con
uñas y dientes por no soltar sus prebendas y muchos endeudados-indecisos
piensan “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”. Entra dentro de lo
posible que los islandeses vuelvan a votar y permitir que los que los llevaron
a esta situación vuelvan a sentarse en el Parlamento y en el gobierno. De esto
sabemos mucho en España.
Después de 5 años de crisis ya hemos visto diferentes tipos de "soluciones-robos-despropósitos" que diferentes gobiernos de todos los pelajes políticos han implementado. Es resultado ha sido invariablemente una extracción de las rentas, succionadas de las clases medias, que han engordado las arcas de los políticos poco éticos y los centros de poder financieros y un laminado cada vez más duro de los derechos sociales de los ciudadanos. Prácticamente todo el mundo lo nota en si mismo y en sus "ahorros para la vejez". El último atraco ha sido el de Chipre. (Aunque el parlamento no se ha atrevido a votar la primera propuesta, no les quepa la menor duda que de una u otra forma los que siempre pagan los platos que otros ha roto, los pagarán también allí. Unos han disfrutado del blanqueo y los pobres ahorradores pagarán la fiesta.)
Como dijo Salvador Espriu, “Las palabras importan muy poco,
si no llevan en breve a una acción contra el poder”. Cada uno que lo interprete
bajo su prisma y cuando nos pase lo que nos pasará, que nadie diga que no se lo esperaba.
Y aunque a muchos se lo pueda parecer, la solución no es sacar los ahorrillos del banco y guardarlos en el calcetín. Hay muchas formas de hacer salir al conejo de la madriguera.
©JAS2013
©JAS2013
Si queréis leer más información sobre este tema podéis
Entrevista a Elvira Méndez autora de 'La revolución de los
Vikingos'. 23-11-12
Blog de Elvira Méndez:
http://elvira.blog.is/blog/elvira/
Elvira Méndez: “La revolució dels ciutadans” http://www.tv3.cat/3alacarta/html5/#/videos/4489791/
Libro: LA REVOLUCIÓN
DE LOS VIKINGOS
Elvira Méndez Pinedo, una profesora española afincada en
Reikiavik que formó parte del grupo germinal de ciudadanos que dio comienzo a
la revolución islandesa, expone lo sucedido en Islandia para un mejor
entendimiento de los problemas a los que se enfrenta España en la actualidad y
en un futuro inmediato, así como las posibles soluciones que puedan servir para
superar nuestra crisis económica, política y moral.
Algunas de las principales ideas:
"Animo a todos los ciudadanos a no dejarse vencer por
el desánimo y las dificultades y a contribuir con su tiempo, energía y
conocimientos y voluntad la construcción de una sociedad mejor. No hay que
esperar instrucciones de arriba".
"No hay lugar donde esconderse. Para construir un
futuro mejor hay que empezar en la calle, en el día a día".
"La ciudadanía expresa su descontento y su desconfianza
y la élite ignora movimientos que, de acuerdo con los sociólogos, se encuadran
en una tendencia de indignación económica y de petición de justicia a escala
mundial".
"El nuevo gobierno [islandés] de 2009 persigue proteger
a las población más vulnerable de los recortes desproporcionados en el
presupuesto público (educación, sanidad y otros servicios sociales)".
"La creación de una moneda única ha camuflado durante
una década las diferencias de fondo entre economías muy diversas".
"En una exigencia diaria a la clase política de que ha
de velar por los intereses generales y escuchar a los ciudadanos. Ni más ni
menos".
------
Revolución islandesa. ¿Puede aplicarse ese modelo a España?
Una libro idóneo para estos momentos de movilización social
y de crisis institucional que estamos viviendo.
"En una exigencia diaria a la clase política de que ha
de velar por los intereses generales y escuchar a los ciudadanos. Ni más ni
menos".
En 2008 los islandeses asistieron presas del pánico al
colapso de su sistema financiero, de su economía en conjunto y a la amenaza de
quiebra del Estado. El sueño de prosperidad se tornaba en pesadilla en cuestión
de días. La película de terror sobre las hipotecas subprime producida en
Estados Unidos había llegado a Europa, golpeando a esta pequeña isla volcánica.
El resto de países del Viejo Continente observaba con cierta distancia, ajeno a
que esta crisis... llegaría a todas nuestras pantallas. Islandia ofrece a
España un modelo alternativo de soluciones y de actitud frente a la crisis.
Hace apenas cinco años Islandia era uno de esos países
nórdicos que aparece en los medios de comunicación del resto del mundo como
ejemplo de uno de los mejores lugares donde vivir. «Existía el mito de ser el
país más afortunado y la sociedad más feliz del mundo». En 2007 Islandia superó
a Noruega como el país con más alto índice de desarrollo humano según el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Poseía una de las rentas
per cápita más elevadas del mundo, un envidiable índice de natalidad alentado
por una ley de permisos de paternidad/maternidad progresista e igualitario, una
tasa de alfabetización del cien por cien, y la esperanza de vida más elevada
del planeta. Pero en 2008, y en menos de una semana, todo se viene abajo: el
país declara la quiebra y bancarrota del 85% de su sector financiero.
«Los islandeses habían caído durante una década en la
ensoñación, atraídos por el espejismo del progreso económico fácil y sin
esfuerzo... para despertar en muy poco tiempo en la pesadilla de un Estado
fallido. La corrupción y el mal gobierno se escondían tras la preciosa fachada
del país más feliz del mundo».
Sin embargo, se trata
un país situado a miles de kilómetros de España. Islandia es una isla volcánica
cubierta en su mayor parte por glaciares y tierras inhóspitas, situada en medio
del océano
Atlántico, con Groenlandia como vecino más cercano. Tiene
una superficie equivalente a la cuarta parte de España y una población de tan
sólo 300.000 personas; entonces «¿por qué debería interesarnos en España lo
sucedido allí?», se pregunta la autora, Elvira Méndez.
A través de sus páginas, La Revolución de los vikingos, nos
va revelando los motivos por los que el caso islandés tiene mucho que enseñar a
Europa y a España en particular. En primer lugar porque existe un origen común
de la crisis. «En ambos casos la política económica se basó en una especie de
construcción de castillos en el aire que no respondía a una demanda real de la
economía», aunque se manifestara de maneras distintas, en Islandia con la
destrucción de paisajes y glaciares, en España con la transformación de la
costa mediterránea en una costa del cemento. En segundo lugar la comparación
también es conveniente en la medida en la que ningún país está completamente a
salvo de verse en la misma situación que Islandia, y mucho menos España. Buena
muestra de ello son las recientes tensiones en los mercados de deuda que han
llevado a la prima de riesgo española a unos niveles que hacen insostenible
para el Estado su financiación, a lo que hay que sumar la fuga de capitales y
la desconfianza entre los inversores.
Asimismo España también puede aprender de Islandia que hay
otra forma posible de superar la crisis. «El gobierno islandés insistió siempre
en preservar su sistema de bienestar social y en evitar que la clase más
desfavorecida fuera la perjudicada». Islandia no sólo preserva, durante la
crisis, sino que incluso refuerza su estado de bienestar nórdico. Islandia
puede enseñar al resto de Europa «cómo superar una grave crisis económica sin
deshacer el tejido social».
Finalmente, el caso islandés muestra a los ciudadanos que
también hay otra forma de enfrentarse a las adversidades. En Islandia, «debido
a la gravedad de la crisis, los ciudadanos se despiertan y comienzan a
educarse, a buscar soluciones críticas, a pensar». La sociedad civil islandesa
se moviliza de forma espontánea. Las protestas pacíficas islandesas obligan a
renunciar a un gobierno y a convocar nuevas elecciones. Consiguen poner en
marcha una reforma integral de la constitución que será redactada por el pueblo
y para el pueblo y sometida a referéndum. Surgen partidos nuevos creados por ciudadanos
sin experiencia política que renuevan la composición del Parlamento. La ciudadanía
despierta y se organiza en movimientos asociativos que reúnen miles de firmas
en Internet para conseguir sus diferentes objetivos políticos. Finalmente,
fruto de la presión de la opinión pública, se procesa al ya ex primer ministro
Geir Haarde en un tribunal especial y se le condena simbólicamente por
negligencia y mala gestión gubernamental, aunque hay algunos responsables
financieros que han ido a la cárcel.
En Islandia, «las manifestaciones de los ciudadanos muestran
la eficacia de la protesta pacífica, que toma la calle, articula un discurso
alternativo y coherente y consigue dar un giro a los acontecimientos». Islandia
representa para el resto de Europa una victoria de los ciudadanos. En España,
algunos líderes sindicales, indignados del 15-M y representantes del movimiento
25-S ya se han dado cuenta, y por eso «banderas islandesas ondean en las
manifestaciones españolas como símbolo del camino que se debe seguir».
«Islandia fue la primera economía europea avanzada que
sufrió toda la fuerza de la crisis financiera mundial en 2008 y el primer país
que necesitó recurrir el apoyo financiero del Fondo Monetario Internacional».
El capitalismo financiero desarrollado en las últimas décadas había llevado al
Estado al borde de la bancarrota. La globalización de los flujos financieros,
los bajos tipos de interés, la creación de nueva deuda con los depósitos y
productos financieros de los ciudadanos crearon una enorme burbuja financiera.
Los bancos perdieron toda proporción con la economía real y con el tamaño del
país y su población, porque crearon «una montaña gigantesca de deuda imposible
de devolver. Tras su estallido, los balances bancarios parecen agujeros negros
que engullen cifras astronómicas». El sistema bancario islandés se hunde, el
Banco Central agota sus reservas y quiebra, la bolsa islandesa pierde un 77% de
su valor en un día, la corona islandesa deja de cotizar en los mercados tras
desplomarse, el Estado toma el control de los bancos y el Gobierno británico
utiliza la legislación antiterrorista contra Islandia para congelar los activos
de los bancos islandeses. «El colapso financiero amenaza con la quiebra del
Estado islandés, representa la ruina de su sociedad, y la vergüenza ante el
mundo». Toda Europa miraba con asombro lo que ocurría en el pequeño país
nórdico, ajeno a que «Islandia ejemplifica a la perfección la crisis que cuatro
años más tarde sufren España y Europa. El proceso destructivo que se llevó por
delante a esta sociedad se desarrolla a cámara lenta en el resto de Europa».
Mientras que todo el Viejo Continente está aceptando
socializar las pérdidas bancarias (aunque las ganancias fueran privadas)
Islandia optó por otra solución: «permite que el sector privado fuera a la
quiebra al haber incumplido sus obligaciones. Islandia no rescata a los
bancos».
De esta forma, las entidades financieras no pudieron
convertir su deuda privada en pública y los islandeses se salvaron de la carga
de una nacionalización que habría podido hundir al país de un día para otro. Y
aunque el Gobierno islandés sí inyecta capital público en la actividad
doméstica de los bancos, el estricto control de capitales obliga a que este
dinero se reinvierta en la economía real. A esto hay que unir importantes medidas
de austeridad y aumentos sustanciales de los impuestos a los más ricos.
Islandia muestra una vía alternativa a la solución de la crisis bancaria y «las
cifras macroeconómicas muestran una recuperación incuestionable: el desempleo
no alcanza las cifras que existen en Europa, el estado del bienestar ha sido
preservado e Islandia parece encontrarse en mejor situación que otros países
que han sufrido esta clase de problemas bancarios, presupuestarios y económicos
como son Irlanda, Grecia o incluso España».
Pero lo más extraordinario del caso islandés es de qué
manera la crisis ha despertado a la sociedad de su letargo, cómo la opinión
pública islandesa gana algunas batallas importantes y cómo una sociedad pequeña
y pacífica desafía a la comunidad internacional y al sistema institucional,
político y financiero europeo. Todo comienza con protestas esporádicas que con
el tiempo van cristalizando y sumando distintas capas de la población.
Ciudadanos de todas las clases y edades deciden formar parte de la denominada
“revolución de las ollas y las cacerolas” que alcanza un punto culminante en
enero de 2009 cuando el tradicional abeto que cada año regala Noruega al pueblo
islandés es pasto de las llamas. Frente al parlamento, y con bolas de nieve
como única arma, los manifestantes consiguen la caída del Gobierno y la
convocatoria de nuevas elecciones. «Las protestas ciudadanas derrocan a un
Gobierno de forma pacífica y aparece en escena un nuevo partido político que
luchará por mantener audibles las voces de la calle». En efecto, tras las
elecciones un nuevo partido creado por ciudadanos sin ninguna experiencia
política da representación en el Parlamento a las protestas populares.
Pero los islandeses aún han de protagonizar la protesta más
significativa de esta crisis, que dio lugar a la denominada “revolución de las
bengalas”. En enero de 2010, frente a la residencia oficial del presidente se
encienden bengalas rojas. Los manifestantes urgen convocar un referéndum
nacional sobre los acuerdos de pago al Reino Unido y Países Bajos de unos
cuatro mil millones de euros por las deudas que dejó uno de los bancos
islandeses. Y en esa votación, los islandeses rechazan convertir en deuda
soberana una deuda privada. Se trata de «la primera acción organizada de la
sociedad civil en el mundo en contra de la socialización de las deudas privadas
de los bancos».
Al tiempo, los ciudadanos islandeses piden una refundación
de la sociedad partiendo de cero, comenzando por el contrato social más
importante que una nación se puede dar a sí misma, esto es, la Constitución.
Hoy Islandia tiene una nueva Carta Magna en cuya redacción ha participado de
forma activa el pueblo.
Por último, otro de «los avances concretos de la sociedad
islandesa tras la crisis es el intento de perseguir la criminalidad de empresa
y la delincuencia económica en el sector bancario.
Esto significa investigar y procesar por vía penal a los
responsables del colapso y la bancarrota de los bancos». Este año un tribunal
especial declara culpable al ex primer ministro Haarde de un cargo por
negligencia y mala gestión gubernamental durante 2008 con base en la Constitución
islandesa. Asimismo, algunos responsables financieros de la crisis han
comenzado a ir a la cárcel.
«La fiscalía especial tiene a más de un centenar de
individuos bajo investigación por el colapso bancario de 2008».
www.novedadesplaneta.es
1 comentario:
Muchas veces, para ponerse en el camino de enderezar algo, ese algo tiene que estar total y absolutamente estropeado, destruido, arrasado; sin brizna de yerba donde agarrarse. Hoy por hoy son cientos de miles (por decir una cifra a voleo) los que tienen asida una ramita de tomillo. Mientras el arbusto, medio reseco pero aún clavado en tierra aguante, no se moverán.
Publicar un comentario