El político es voluble, cual pluma al viento,
cambia de palabra y pensamiento.
Siempre su amable, hermoso rostro,
en llanto o risa, es engañoso.
El político es voluble, cual pluma al viento,
cambia de palabra y pensamiento.
y de pensamiento, y de pensamiento.
¡Siempre es desgraciado quien en el confía,
quien le entrega, incauto el voto!
¡Pero aún así, no se siente plenamente feliz
quien de su pecho no beba amor!
¡El político es voluble, cual pluma al viento,
cambia de palabra y pensamiento
y de pensamiento, y de pensamiento!
Cuando no interesa a las "clases dirigentes" (políticos, banqueros, jueces y su portavoz, los “medios de comunicación”), que se hable más de un tema, lanzan una espesa cortina de humo, de la cual sale un suceso inesperado que revuelve los sentimientos de la ciudadanía. El efecto es similar al que se produce cuando un mago saca el conejo de la chistera. Todo el mundo sabe que hay truco, pero su atención está cautiva de los últimos fuegos de artificio.
No hace falta que les recuerde el último tema de moda: los desahucios y por extensión, la desobediencia civil en forma de negarse a pagar los servicios mejores o peores que más o menos subvenciona la cosa pública. Recordemos aquí algo que se olvida demasiado a menudo: la "cosa pública" la mantienen todos los "contribuyentes" que recordemos, no son todos los ciudadanos. Los servicios públicos de los que algunos se benefician mucho más que otros, los pagan los que son contribuyentes netos de la hacienda pública mediante los impuestos de todo tipo.
Me gustaría que todo el que lea este escrito, hiciera un alto en la lectura, reflexionara y contestara por escrito las celdas vacías del cuadro siguiente:
Cuando
“algunos” ciudadanos, sabiendo que incumplen la legalidad vigente o las
normas sociales deciden:
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Que hacen las empresas
públicas o privadas que ven impagados los servicios que ofrecen o los productos
que venden
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Quien sale perjudicado
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Quien sale beneficiado
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Quien no pierde
nada
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No pagar los peajes
de las autopistas...
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No pagar los
billetes del metro, autobuses y demás transportes...
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No pagar la
cesta de la compra en los supermercados...
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No pagar el
copago sanitario ni el € por receta...
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No pagar la
hipoteca...
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No pagar el
alquiler...
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No pagar el IVA...
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No pagar el
IRPF...
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No pagar
luz,gas,agua, teléfono...
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Cada uno habrá
escrito sus respuestas, pero estoy casi seguro que convendrán conmigo que, salvo
en el último caso, el que sale prácticamente
siempre perjudicado es el ciudadano que respeta y cumple las leyes. Este es
el que paga el coste de los productos y servicios que consumen los que no pagan,
además del suyo propio.
Y los que no pagan en un "país de picaresca superlativa" como España son muchos más que los que realmente han caído en desgracia. Aquí al que defrauda se le llama listo e incluso está bien valorado o por lo menos tolerado por el resto de ciudadanos. En el límite del descaro es vox populi que en España paga el que no puede escabullirse. Así queda explicada la desconfianza que genera nuestro país en otros países, mercados y comunidades de costumbres y valores diferentes.
En un “estado de
derecho”, el poder del Estado queda subordinado al orden jurídico vigente, creando
así un ambiente de respeto absoluto del ser humano y del orden público. La mayoría
está de acuerdo que el sistema político conocido como “democracia” es el menos
malo de los sistemas conocidos. Si es así ¿por qué se incumplen tanto los
principios democráticos? En todo caso, para mejorarlo, ¿por qué no se establecen
los mecanismos adecuados para que la población tenga acceso a las decisiones
del gobierno de manera independiente sin necesidad de formar parte de la administración
pública o de un partido político?.
La
“democracia participativa” parece una cosa deseable, pero ¿es viable en España?.
España
es el país de la queja sin propuesta. Estamos siempre protestando, quejándonos,
pidiendo, esperando que sea el estado el que nos facilite mejores condiciones
de vida.
En
el seno de las familias, son los padres los que deberían educar a los futuros
ciudadanos. Lo que los jóvenes ven en casa es lo que más les influirá a la hora
de comportarse en sociedad. El estado puede escolarizar, facilitar una igualdad
de oportunidades para que cada joven pueda aprender más o menos, con mejores o
peores medios, pero deben ser las familias las que en su seno y con su
comportamiento y estilo de vida deben
enseñar los valores de honradez y ética. Para practicar y transmitir
estos valores no es necesario esperar a tener una situación económica óptima. El
estado es el reflejo de la sociedad, y la honradez se transmite de abajo hacia
arriba, no al revés.
Los ciudadanos
deben aprender a ser responsables, honestos y asertivos, defendiendo sus derechos
y manifestando sus convicciones a los políticos. La obligación de los políticos
es escuchar a los ciudadanos y buscar soluciones para los problemas sociales
comunes e instar al gobierno para que adecue las leyes a las circunstancias
sociales cambiantes. Si el gobierno sólo cambia leyes cuando se desatan
campañas mediáticas generadoras de corrientes de opinión, protestas y huelgas y
además lo hace para tapar agujeros de cara a la galería, de forma que no le
resten votos y peligren sus poltronas, vamos mal. Actuando así se crea
indefensión jurídica, se rompen las normas de convivencia de la sociedad y se
genera un clima de injusticia.
Para gobernar bien los políticos deben
tener autoridad moral y credibilidad. Actuando de forma voluble y cortoplacista pierden esta necesaria
autoridad. No es ni democrático ni justo que las leyes se hagan o cambien
dependiendo del número de manifestantes en una protesta, del número de minutos
que sale una algarada en televisión o de cuantas páginas ocupa un suceso en
diferentes medios escritos. Cuando se redacta una ley para regular un tema
concreto, debería tenerse en cuenta el efecto de su aplicación sobre todos los
ciudadanos implicados directa o indirectamente. Si no se hace así, aumenta la tan famosa picaresca española,
los listillos proliferan y las personas responsables, justas y solidarias,
dejan de serlo y se vuelven escépticas con la justicia y el cumplimiento de los
compromisos, las leyes y las normas sociales. Cuando esto sucede la
sociedad se fractura y nada puede funcionar adecuadamente, con lo que todos salimos
perjudicados.
Ya sabemos que
cuando uno debe 6000€ a un banco tiene un problema y que cuando le debe 6000
millones, el problema lo tiene el banco. Los bancos alemanes saben mucho de
esto.
Cualquier solución
que se plantee, no debe generar más injusticia que la que se trata de corregir.
Tampoco debe trasladar la injusticia de unos ciudadanos a otros. En nuestra
sociedad globalizada la mayoría de las cosas están interrelacionadas y hay que
obrar muy sensatamente, estudiando los diferentes escenarios e implicaciones
para encontrar la solución más justa para todos. ¡Para todos!, no solo para los
que gritan o lloran. No seamos ilusos y nos olvidemos que también existen las lágrimas
de cocodrilo. Crear inseguridad jurídica sería como hacerse trampas al solitario.
©JAS2012
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