jueves, 21 de enero de 2016

Un futuro sin dinero

Un reciente artículo de NewYork Times, “In Sweden, a cash-free future nears”, da cuenta de la evolución de la sociedad sueca hacia un uso cada vez menor del dinero en metálico en beneficio de las tarjetas de crédito y el pago mediante apps en el smartphone.
Actualmente, sólo el 2 por ciento de las transacciones económicas de Suecia se realizan con billetes y monedas, en comparación con el 7,7 por ciento en Estados Unidos y 10 por ciento en la zona euro. Este año, sólo un 20 por ciento de todos los pagos de consumo en Suecia se han hecho en efectivo, en comparación con un promedio de 75 por ciento en el resto del mundo, según Euromonitor International.

Los países nórdicos suelen aparecer en los medios como pioneros en innovación, y han abierto un debate en países como el Reino Unido o Australia, acerca de los posibles beneficios e inconvenientes de acabar con la circulación de dinero en metálico. 
¡Imaginen por un momento que tener dinero en metálico fuera declarado ilegal!
¿Qué implicaciones tendría para ustedes? 
¿Qué harían con el dinero los que cobran en “B” y lo guardan debajo del colchón o en la caja fuerte?
El avance de diversos países en reducir el uso de dinero en metálico es evidente: en los Estados Unidos, tras la llegada y popularización de sistemas como Square o Apple Pay, el volumen de transacciones comerciales llevadas a cabo sin intercambio de dinero en metálico alcanza ya el 80%. En Corea del Sur es del 70%, en Holanda del 85%, en Canadá del 90% o en Bélgica del 93%. 
En España, salvo en los centros de las grandes ciudades, se sigue usando mayoritariamente el dinero en metálico. Muchos comercios adoran que les pagues en metálico (las comisiones bancarias son altas) y en algunos todavía es la única opción que admiten. La contabilidad “B” y la economía sumergida ayudan mucho a mantener esta costumbre. Mientras los jóvenes no tienen ningún problema en cambiar la forma de pago, la gente mayor prefieren seguir en el mundo analógico y pago con billetes y monedas como han hecho siempre. No les gustan los cambios porqué no entienden los nuevos procedimientos y les da miedo ser engañados. 

En los países punteros de Europa, cada vez se puede prescindir más del dinero en metálico. Todos los que hemos estado en Ámsterdam sabemos que no puedes pagar el parquímetro con monedas o billetes: solo aceptan tarjetas, un instrumento que el 98% de los ciudadanos llevan en su bolsillo. Si vas de tiendas, un número creciente de ellas han dejado igualmente de aceptar pagos en metálico. En Suecia, muchos bancos ya no aceptan ni entregan dinero, el Museo Abba, a pesar de ser un santuario para el grupo pop que escribió "Money, money, money”, no acepta billetes ni monedas y no puedes subirte a un autobús o al metro si no cuentas con alguna forma de pago que no conlleve metálico. Hasta en las Iglesias en as que aprovechando que los feligreses están exultantes de alegría mientras cantan salmos aprovechan para mandar “solicitudes de solidaridad” a los móviles de los feligreses motivándolos para hacer el donativo correspondiente instantáneamente vía Smartphone o en diferido pasando la tarjeta por el lector correspondiente al salir mientras saludan al pastor. Todo son facilidades para que puedas deprenderte de tu dinero y comprar bienes, servicios o “experiencias”

Ya hace años que puede viajarse a Londres sin Libras físicas en la cartera. No hay el más mínimo problema para desplazarse, ni para hacer algunas compras, ni siquiera para tomarse alguna cerveza en un pub dejando la correspondiente propina. 

El movimiento Swiss Sovereign Money, conocido como “Iniciativa Vollgeld” y destinado a limitar la creación de dinero, al exigir a los bancos privados mantener el 100% de sus reservas contra sus depósitos, recogió más de 100000 firmas para que el Gobierno federal de Suiza celebrara un referéndum para decidir si se debe prohibir a los bancos comerciales la atribución de crear dinero de la nada y que sólo pudieran prestar el dinero que depositaron los ahorradores o prestaron otros bancos, con el cual se dificultaría la especulación financiera. 

Si bien los bancos centrales pueden introducir nuevo dinero en la economía en lo que se denomina política monetaria expansiva, son los bancos comerciales los que crean la mayor cantidad de dinero cuando generan préstamos para compras inmobiliarias, de automóviles o consumo. Aunque mucha gente piensa lo que los préstamos se realizan con los depósitos que previamente han hecho los ahorradores, lo cierto es que los bancos crean dinero cada vez que hacen un préstamo dado que el volumen de préstamos es muy superior a los depósitos existentes. Por eso cada préstamo de un banco genera nuevo dinero. El optimismo en los períodos de auge lleva a la banca a expandir exponencialmente los préstamos con lo que la cantidad de dinero en la economía se dispara. Uno de los mecanismos de expansión de la cantidad de dinero es el conocido como Sistema de Reserva Fraccionaria, donde la cantidad de dinero real (oferta de dinero) es un múltiplo bastante mayor de la Base Monetaria ofrecida por el banco central. En este caso se habla de multiplicador monetario, y está relacionado inversamente con la tasa de reservas del sistema financiero. A menor valor de la tasa de reservas, mayor es el valor del multiplicador. Si la tasa de reservas es del 20 por ciento el multiplicador es 5, multiplicándose por 5 veces la base monetaria. Si la tasa de reservas es del 5 por ciento, se multiplica por 20 veces la base monetaria. En los período previos al estallido de la crisis de 2008 se comprobó que hubo bancos cuya tasa de reservas era de 0,1 por ciento, multiplicando por mil la base monetaria.

La iniciativa en Suiza puede ser el primer golpe serio al sistema financiero para romper la adicción a la creación de dinero. El sistema financiero se ha hecho adicto a la creación de dinero de la nada y con ello a la interminable cadena de burbujas especulativas.

En Australia, un millonario ha propuesto un “No cash November“, un mes entero sin utilizar metálico, vinculado con una iniciativa de tarjeta de débito para personas en exclusión social que les permite recibir sus asignaciones estatales, pero excluye la adquisición de alcohol, juegos de azar y la obtención de dinero en metálico. ¿Qué les parece?

Ayer en el WEF de Davos, el presidente de Deutsche Bank AG, John Cryan, vaticinó que las monedas y billetes desaparecerán en una década. Sentenció que el dinero contante y sonante no es solo "terriblemente ineficiente", sino que, además facilita los movimientos de los que lavan dinero o financian actividades ilegales. Por lo tanto, predijo que los gobiernos estarán "interesados" en esta desmaterialización del dinero, porque servirá para mantener el registro de todas las operaciones financieras.
Uno de los grandes motores de cambio del dinero tal y como lo conocemos hoy son las monedas virtuales y, sobre todo, el mecanismo blockchain, la tecnología detrás de ellas. Tanto es así que el FMI publicó ayer un documento al respecto. Su directora gerente, Christine Lagarde, resumió ayer las cualidades de estas nuevas herramientas con la primera frase de Historia de dos Ciudades: "Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos".
Señaló que las monedas virtuales pueden ser "extremadamente beneficiosas" para llegar a aquellas personas sin acceso a los bancos, por razones geográficas o desconocimiento. Al mismo tiempo, avisó que pueden ser "un gran instrumento para el crimen" debido a que hasta ahora se mueven sin el corsé regulatorio.
Más aún, si evolucionan rápidamente, Lagarde advirtió que las monedas virtuales se podrían convertir en "una amenaza para la estabilidad financiera" e incluso "perturbar la política monetaria".
Sin embargo, recordó que estas monedas digitales están aún en pañales (su valor de mercado representa sólo 7.000 millones). Y aunque sabemos "muy poco de ellas", advirtió que su regulación es uno de los deberes sobre la mesa de las autoridades.
Esta predicción de un mundo sin dinero fue subrayada por Dan Schulman, el responsable de Paypal, la empresa de pagos online que consciente de que el 85% de las transacciones se hacen en cash, piensa —harán lo posible— que la digitalización del dinero será un hecho en un futuro relativamente próximo. 

Como sigue siendo cierto que “cuando veas las barbas de tu vecino afeitar, debes poner las tuyas a remojar”, vamos a pensar…
¿Cuáles son las variables afectadas, en términos de beneficios y perjuicios, de una sociedad que excluye las transacciones en metálico del sistema económico?

Mis respuestas son:
· Trazabilidad: las transacciones electrónicas, al menos en su desarrollo más habitual, permiten el seguimiento. Para algunos, una gran ventaja que impediría el desarrollo de la economía sumergida y obligaría al afloramiento del dinero negro y a su fácil seguimiento de cara al pago de impuestos, uno de los principales factores que llaman al interés de los gobiernos. Todos conocemos tiendas y servicios, principalmente en algunas regiones de España que se cobran sin emitir factura ni pagar impuestos. Para otros, un problema a la hora de llevar a cabo determinadas transacciones que requieren anonimato o, cuando menos, discreción. Ni siquiera el uso de bitcoin, popularizado en gran medida por su uso en transacciones al margen de la ley, garantiza el anonimato.

· Seguridad: vinculado con la variable anterior, el abandono del cash implica de manera casi automática una disminución de la delincuencia, no solo por la disminución de delitos violentos destinados a obtenerlo, sino por la mayor dificultad de llevar a cabo transacciones con objetos robados. En Suecia, los robos de bancos y en transportes de dinero han descendido a su mínimo histórico desde que se cuenta con datos. La contrapartida, los ciberdelitos, son indudablemente un factor a tener en cuenta (en Suecia se han duplicado en valor), pero al menos tienden a no conllevar violencia física. Es muy posible que la delincuencia forme parte de la naturaleza humana y que sea completamente imposible plantearse su erradicación total, pero al menos, llevarla a terrenos en los que no implique violencia contra las personas mejora mucho el sentimiento de inseguridad. Si se pierde la cartera, el dinero es lo primero que desaparece. Las tarjetas se pueden anular inmediatamente y quedar libres de responsabilidad por uso fraudulento.

· Marginación de sectores de la sociedad, no solo debido a niveles más bajos de bancarización, sino también a la necesidad de contar con una tarjeta o un smartphone o, simplemente, de saber utilizarlo. Todos aquellos que en España han visto a un familiar mayor lidiar con el cambio de pesetas a euros, o que ven sus dificultades al intentar utilizar un smartphone – ya no solo el reto de utilizarlo como tal, sino cuestiones como el mantenerlo actualizado o seguro – saben sin duda de qué hablamos. Pero no solo a personas mayores: obligar a todo aquel que quiera efectuar transacciones a tener una cuenta en un banco puede presentar dificultades a los muy pobres, a refugiados, inmigrantes y otra población en riesgo. ¿Se imaginarían como recibirían las limosnas?. Muy fácil, adaptándose

· Privatización de la actividad económica: la idea de que las transacciones económicas pasen a estar controladas por bancos, por emisores de tarjetas de crédito o por empresas tecnológicas tiene numerosos detractores. Mientras el uso de dinero en metálico genera costes a los bancos, el dinero electrónico es una fuente de ingresos, lo que explica su entusiasmo. Por otro lado, no solo está el hecho de que estas actividades pasen a conllevar el pago obligatorio de una comisión, sino por el nivel de control que puede traer aparejado consigo. Por ejemplo podría suceder que una misma herramienta permitiera donar al Ku Klux Klan y a la vez impidiera donar a una causa legal como por ejemplo Wikileaks.

· Mayor facilidad para el gasto/orientación al consumo: Siempre que lleves la tarjeta de crédito/débito o el móvil cargado y con cobertura puedes comprar lo que quieras. Es súper cómodo aunque requiere un cierto control y responsabilidad. Mientras el dinero en metálico proporciona un refuerzo limitante (gastas el que llevas en el bolsillo), el uso de instrumentos como la tarjeta o el smartphone otorga una facilidad que puede llevar a que muchos gasten de manera irresponsable o incluso se endeuden de manera impulsiva. Con esto ya llevamos bastantes años de experiencia. Por suerte hay muchas herramientas digitales para controlar el gasto no deseado, aunque por supuesto hay que aprender a “usarlas”.

· Gastos pequeños: los porcentajes de uso en muchos países esconden el hecho de que se suelen indicar en volumen de intercambio económico, no en número de transacciones. La realidad indica que existe un amplísimo número de transacciones de pequeño importe que se realizan en cash, desde una propina a una limosna, que tienen su importancia y que aún tienen complicado justificar una comisión o una operativa específica. Mientras en algunos países la costumbre de incorporar la propina a la factura de la tarjeta ya está completamente institucionalizada, en otros resulta extraño, cuando no directamente imposible hacerlo. Pensar en dejar un euro a un pobre en una esquina mediante una tarjeta o una app resulta, a día de hoy, difícil de plantear. ¡Tiempo al tiempo!, porque el “¿pobre?” instalado en la puerta del supermercado cerca de mi casa usa un Smartphone mucho mejor que el mío. ¡Real! Le bastará con adaptarse a la nueva realidad y usar un lector de tarjetas móvil para que nadie pueda escapar diciendo: “No tengo monedas", porqué podrán ser solidarios usando la tarjeta o incluso por SMS. 

· Control gubernamental: en un mundo futurista, nuestras cuentas corrientes ya no están en un banco, sino en el banco central o directamente en el gobierno. Los bancos siguen existiendo y prestando dinero, pero no lo obtienen de los depositantes, sino del mismo banco central. Un modelo que otorga al gobierno mucho más control a la hora de lidiar con ciclos económicos. La idea de que el dinero esté en manos y bajo el control del gobierno, y que no podamos, por tanto, almacenarlo fuera del sistema (como dice el tópico, “debajo del colchón”) elimina un grado de libertad que, aunque menos utilizado actualmente, sí ha representado un recurso en manos de los ciudadanos en otras épocas.

· Fallos: desde simplemente quedarse sin batería, a ver nuestra tarjeta desactivada por error nuestro o del banco, a que el sistema deje de funcionar por la razón que sea. La idea de quedarse de repente sin dinero o sin posibilidad de utilizarlo resulta desagradable, y lleva a muchos a expresar su desagrado con el uso de transacciones electrónicas en el día a día.

¿Más factores? Seguro que he olvidado escribir alguno y agradeceré que me lo recordéis en los comentarios. 

Muchos son los intereses que buscan la transición hacia una sociedad sin dinero en metálico, por ello probablemente tendrá lugar a medida que se impongan métodos más cómodos, eficientes y sencillos, con una transición prácticamente generacional. Durante este periodo, además de nuestros smartphones y nuestras tarjetas, seguiremos llevando algún billete guardado en algún sitio “por si acaso” como algunos llevan joyas. En cualquier caso, es algo que sin duda llegará, y que va a cambiar muchas cosas. 
¡Vayan preparándose!
©JuanJAS


Anexos:



WEF 2016


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