viernes, 28 de octubre de 2011

Los españoles no ahorran a largo plazo

La disminución de la renta disponible, la elevada tasa de desempleo y la incertidumbre económica han propiciado un cambio de prioridades en las familias, que piensan más en el día a día. En 2009 el principal motivo de ahorro era la jubilación, mientras que en 2011 es cubrir imprevistos.
Las aportaciones a los planes de pensiones individuales (PPI) no han dejado de descender desde 2007. La mala evolución experimentada por los mercados y, en menor medida, la flexibilización de los requisitos para rescatar estos productos también han contribuido a esta tendencia. Los productos de bolsa perdían a 10 años más de un 1,52% de media a cierre de septiembre y los planes de renta fija a largo plazo muestran buenos resultados, ya que a 10 años se revalorizan un 1,96%. Con lo pequeña que ha sido la inflación en los últimos años, están muy lejos de superarla. Perdemos poder adquisitivo.
Una de las pegas a la hora de invertir en planes de pensiones es su iliquidez ya que, salvo en determinados casos, no se pueden reembolsar hasta la jubilación. Tan sólo se puede traspasar los activos de un producto a otro.
Por otra parte debemos ser conscientes de que el actual sistema de pensiones estatal es insostenible o insuficiente a largo plazo y eso incluso teniendo en cuenta la última reforma del sistema de pensiones (en la que se eleva, de forma gradual, la edad de jubilación de 65 a 67 años y el número de años cotizados – de los 35 a los 37 - necesarios para obtener el 100% de la pensión).
La insostenibilidad se debe básicamente a factores demográficos. En nuestro país la esperanza de vida al nacimiento ha pasado de los 72 años (para los hombres) en 1960 a casi los 85 años en 2009. Pero no sólo vivimos más años, sino que vivimos más años después de los 65 años (hemos pasado de unos 15 años en 1960 a 22 años en 2009). Con este cuadro demográfico, si el sistema público de pensiones paga cerca del doble de lo cotizado, si los pasivos van a crecer más que los activos y si no se puede mantener el nivel de crecimiento de la población activa, entonces es que la reforma no es suficiente a largo plazo.
La única solución es replantearse el modelo y para ello se proponen tres medidas:
1) Financiar una pensión básica (que sea digna, es decir que sea suficiente para mantener un nivel de vida digno durante la jubilación) de carácter público a través de impuestos.
2) Crear un sistema de contribución definida nacional financiado con las cotizaciones sociales en el que se vincule el esfuerzo de cotización con la pensión recibida. Es decir, sería un sistema público en el que cada trabajador contribuiría con un x% de su salario a una cuenta individual nocional (un apunte contable, digamos) que se revalorizaría con un determinado tipo de interés y que se convertiría en una renta vitalicia en el momento de la jubilación.
3) Fomentar un sistema complementario de autoafiliación con aportaciones de las empresas y de los trabajadores. Como por ejemplo del futuro sistema NEST en el Reino Unido en el que, resumiendo lo mucho, el trabajado contribuye con un 3% de su salario, la empresa aporta un 4% y el estado un 1%.

Además, dado el actual contexto de crisis económica y la importancia que debería tener el ahorro para España, que no es capaz de autofinanciarse, es necesario que el Gobierno tome medidas para impulsar los PPI o cualquier otro sistema de ahorro.  Son posibles muchas medidas:
Se podrían ampliar los importes de aportación con derecho a deducción fiscal,
Que la plusvalía obtenida en los planes tributara como rendimiento del capital y no como rendimiento del trabajo, o
Establecer deducciones fiscales en el impuesto de sociedades a las empresas que implementen planes de empleo.

La Seguridad Social debería comunicar a los cotizantes cuál será su pensión pública estimada. Asimismo, tendríamos que conocer el capital complementario que deberíamos tener constituido para complementar hasta el 90% del salario previo a la jubilación y calcular la aportación necesaria para alcanzar dicho importe.
Mientras este tipo de medidas o incentivos se ponen en marcha, las gestoras utilizan los medios a su alcance para atraer a los partícipes. Sobre todo, ahora que arranca la tradicional campaña de planes de pensiones de fin de año, en la que las firmas bonifican o hacen regalos a los nuevos clientes. Sin embargo, en la temporada actual se ha producido un cambio. Mientras en años anteriores los regalos estrella eran los productos tecnológicos, este ejercicio se imponen las bonificaciones en metálico. Pero no al tradicional 1% que acostumbraban hasta ahora, sino importes que pueden competir prácticamente con los depósitos, ya que en algunos casos ofrecen hasta un 4% y sin límite de aportación.
¡Cuidado con los cantos de sirena!.
Hay que leer la letra pequeña, por ejemplo cuanto tiempo hay que permanecer “esclavo” en el PPI sin poder cambiarlo a otro más rentable. De nada nos sirve recibir un 2% por el traspaso con un máximo de X € si perdemos un 3X% en el valor del fondo.
Y que nadie nos convenza con que falta  mucho tiempo para rescatarlo y para entonces ya se habrá arreglado, porqué después de tocar fondo, pueden quedar muchos años de arrastrarse por el fango.

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