Una amiga mía me dijo una vez:
¡Estoy harta de encontrarme a mi “prima de riesgo” en casa a todas horas!.
Al punto le respondí: “Que casualidad, resulta que esta dichosa “prima” viene también a mi casa cada dos por tres”.
¡Jajaja! Un poco de humor nunca viene mal. Ahora en serio:
¿Por qué hemos pasado a vivir pendientes de la “prima de riesgo”?
Si hasta poco no habíamos reparado en su existencia aunque hace 15 o 20 años había llegado a estar peor que ahora, ¿Por qué sale machaconamente en todos los telediarios como si fuera la más importante de la familia?
¿De dónde sale el dinero que nos presta el banco para comprar una casa? ¿Por qué me cobra un mayor o menor interés? ¿Qué hace el banco con el dinero que le pago cada mes a cuenta de mi hipoteca?
Aunque la mayoría hace mucho tiempo que no quiere oír nada de comprar acciones, si es que alguna vez lo hizo, ¿Por qué de pronto importa tanto la Bolsa y los bonos? ¿Qué papel juegan?
¿Cómo es posible que unos pocos grandes inversores puedan poner contra las cuerdas a todo un país? ¿Realmente es posible? ¿Quiénes son esos inversores?
¿Es sostenible el Estado del Bienestar?, ¿Qué son exactamente los mercados?. ¿Qué aportan a la sociedad? ¿Por qué los necesitamos?, ¿Viviríamos mejor sin ellos, intercambiando libremente productos y servicios entre nosotros?
¿Por qué las crisis se repiten una y otra vez? ¿Por qué no aprendemos? ¿No hay ninguna regulación que las evite? Y si ya hay regulación… ¿Qué ha fallado? ¿Por qué no hay mejores controles?
¿Es mala la innovación financiera? ¿Es verdad que muchas de las operaciones en Bolsa las realizan robots? ¿Qué papel juega la tecnología en los mercados financieros?
¿Tiene solución esta crisis? ¿Cuál es esa solución? ¿Cómo saldremos de ésta?
Nunca antes, jamás en la historia de España, estas preguntas habían ocupado tanto tiempo y espacio en la vida de los ciudadanos. Jamás hasta este momento los grandes asuntos financieros habían llegado al bar de la esquina, se habían colado en la conversación entre dos jubilados o en las cenas con la familia o los amigos.
Basta sentarse a escuchar en un tren, en un banco en la plaza, en un restaurante y encontraremos personas, casi con independencia de su condición social, comentando la cifra exacta a la que cerró la prima de riesgo el día anterior y soltando sapos y culebras contra los ajustes que impone «la Merkel».
Los mercados ocupan un papel tan preponderante en nuestra vida que al sistema actual se lo conoce como «economía de mercado». Sin embargo lo cierto es que los mercados ya estaban cuando había euforia económica. De hecho, han sido claves en el crecimiento de todos los países, cuando nadie hablaba de recortes, antes del estallido de la crisis. Era un tema aburrido y no había ninguna necesidad ninguna de mentarlos. ¡¿Para qué tengo que esforzarme en aprender nada de estos rollos? se preguntaban algunos, si cuando necesito dinero para cualquier cosa voy al banco y se empeñan en darme más del que tenía pensado pedirles!
Por desgracia, cuando llegaron los truenos, muchos pensaron que eran fuegos artificiales y es verdad que el gobierno no nos dijo lo contrario. ¡Se precisaba mucho valor para echar un jarro de agua fría encima de la multitud enloquecida! Desde luego nuestros políticos no lo tenían.
Con el hundimiento económico, todo el mundo se ha apresurado a demonizar a los mercados. Aquí se pone de relieve una vez más aquello de “son todos los que están, pero no están todos los que son”. Como de repente hemos pasado de la euforia a la depresión, ha surgido la necesidad de conocer mejor lo ocurrido y hemos empezado a preguntarnos ¿Qué ha pasado?, ¿Por qué?. Y nuestro interés todavía se ha desarrollado más cuando hemos escuchado que “Dicen que los mercados nos piden que nos ajustemos el cinturón, más reformas”. Automáticamente se confunde “reformas = adelgazar reduciendo grasa” con los “recortes de músculo tocando hueso” que nos han impuesto salvajemente nuestros políticos.
Cuando hemos visto en Internet y en la televisión que nos acercábamos al abismo, hemos sentido esta curiosidad natural, forzada por la necesidad de la supervivencia. Ha sucedido algo similar a lo que pasa cuando nos diagnostican una enfermedad que nunca antes habíamos oído. Algunos prefieren no admitir nada o elucubrar problemas venideros. Otros se quieren informar, saber cómo funciona nuestro cuerpo, cómo podemos haberla contraído, qué podemos hacer para sanar más rápido, que hacer para no contagiarla al resto de la familia, etc…
Desde que estalló la crisis todos nos hemos hecho preguntas de este mismo estilo, aplicadas a los mercados. Pero ¿qué y quienes son exactamente? ¿Cómo funcionan? ¿Qué utilidad tienen para la sociedad? ¿Pueden contribuir a un mayor bien social o son una camarilla de poderosos que juegan con nosotros como con marionetas?
En la calle ganará por mayoría esta visión negativa, dado que la gente de a pie percibe que son los mercados quienes nos han empujado a realizar tantos dolorosos recortes. Y en ocasiones con argumentos sólidos, como los escandalosos pagos que se han llevado a casa ejecutivos cuyos bancos tuvieron que ser rescatados con dinero del contribuyente. Entonces, ¿por qué no dejamos este sistema y nos buscamos otro?
Quizá no tenemos el sistema ideal, probablemente sea muy mejorable y ojalá de esta crisis salga un modelo más sólido, más útil para los ciudadanos. Para ello resulta clave avanzar en la cultura financiera, conocer mejor cómo participamos en los mercados, cómo los usamos en el día a día, qué papel cumplen en nuestras decisiones a lo largo de nuestra vida, cómo nos pueden ayudar ante los retos que se nos presentan.
Nos conviene saber bien qué sucede cuando pedimos una hipoteca, cuando contratamos un seguro, de quién es el dinero que invierten los grandes fondos de inversión, cómo nos puede ayudar la innovación financiera. Necesitamos organizar nuestro dinero, gestionar nuestros ahorros, ponerlos a trabajar, precisamos la creación de nuevas empresas e impulsar el espíritu emprendedor.
Es imprescindible que surjan ideas de éxito y que haya financiación para ponerlas en marcha. Que las empresas crezcan y oferten más puestos de trabajo, que se reduzca el paro. Y para ello, por ejemplo, es básico un sistema que distribuya el dinero hacia las iniciativas más exitosas. Para ello, es vital que las personas con dinero busquen hacerlo crecer, obtener la mejor rentabilidad según el riesgo que asumen. Al preocuparse por la rentabilidad de sus inversiones, se plantearán también el coste de lo que compran. Y así, en un mercado ideal, ayudarán a establecer un precio, un valor para el intercambio de productos al que se llega por el acuerdo entre los que quieren comprar y los que desean vender.
Cuanta más transparencia hay en la formación de precios, mejor para la toma de decisiones que afectan muy directamente a nuestra vida. Y por eso hemos ido mejorando a lo largo de la historia los mercados, y han ido apareciendo los mercados financieros.
Pensemos por un momento en una persona que tiene necesidad de disponer de dinero en mano, de conseguir liquidez, y que está pensando en vender unas acciones y un apartamento que tiene en la costa. En un momento sabrá cuánto le darán por sus acciones. Mientras que con el apartamento primero tendrá que poner un anuncio, buscar una agencia inmobiliaria, analizar las ofertas, bajar el precio si no le llegan…
Todo este proceso de búsqueda de precios ya lo hemos organizado de un modo mucho más eficiente gracias a los mercados financieros. Y lo mismo ocurre con la rapidez a la hora de hacer los movimientos y los pagos. Pensemos en cómo abonamos ahora la factura de la luz, del gas, del teléfono, en cómo pagamos los impuestos municipales. Para la mayoría de estos servicios ya no tenemos que perder nuestro tiempo en desplazarnos hasta una oficina, con el dinero en el bolsillo, y hacer una larga cola hasta que nos toque pagar. Si domiciliamos los pagos, es decir, si pasamos los recibos por el mercado financiero, nos ahorramos una cantidad de tiempo y dinero que nos viene muy bien. Y no hablemos ya si pensamos en transacciones internacionales. Es decir, hemos ido creando soluciones a los problemas que nos van surgiendo y, en muchas ocasiones, lo hacemos a través de los mercados. El mundo financiero existe porque a lo largo de la historia ha cumplido el papel de dar respuesta a los retos que se nos iban planteando.
En la presentación en España de su libro “Las finanzas en una sociedad justa”, el Catedrático de la universidad de Yale, Robert J. Shiller comentó su visión: «La gente puede estar enfadada por lo que pasa pero necesitamos las finanzas y las precisamos en sus diferentes formas. Lo que la gente realmente debería estar haciendo, si están motivados por el 15-M, Occupy Wall Street o cualquier otro movimiento similar, es aprender finanzas y participar en el debate sobre la mejora de este sector fundamental para la sociedad». Hoy en día hay más medios que nunca, didácticos y constructivos, para aprender sobre el mundo de las finanzas. Cuando se trata de informática, mucha gente piensa que tiene un buen nivel de usuario (algunos suficientemente avanzado). No son ingenieros informáticos ni profesionales de las TIC’s, pero conocen la jerga incluso en inglés y tienen un conocimiento suficiente de las mismas para poder utilizar, con cierta competencia, las herramientas disponibles en el mercado. ¿Cuántos podrían decir lo mismo respecto a las “herramientas disponibles para operar en los mercados financieros”?
¿Cuantas personas estudian a nivel de “usuarios directos del dinero y más o menos indirectos de los mercados de capitales” los fallos y las amenazas que presenta el sector financiero desde una mirada serena y reflexiva, intentando entender mejor su funcionamiento?
De todos los que compraron “preferentes”, independientemente de lo bien o mal que el “banquero-vendedor” de turno les explicó las características de producto, cuantos le preguntaron: ¿Cuándo vence este producto?= ¿Cuándo podré recuperar este “¿Depósito?”? , “¿Habrá penalización si lo retiro antes de tiempo?”. Son preguntas muy simples. Las mismas que toda la vida han hecho las personas que toda su vida han contratado un depósito a plazo fijo. ¿Por qué, cuando compraron “preferentes”, muchísimas personas no hicieron esta simple pregunta? . Si les dijeron. "Total liquidez. Cuando Ud. puede venderlas en el mercado secundario", ¿Como no se extrañaron? ¿Mercado secundario? ¿Que es eso? (¡gato encerrado!). Cada uno que haga examen de conciencia.
Vivimos en Europa y en nuestra sociedad, los mercados financieros y el dinero tienen un papel clave en nuestras vidas. Cuanto antes lo comprendamos y le perdamos el miedo o la aversión a hablar de dinero y de temas económicos, antes podremos informarnos “a nivel de usuario” y no cometeremos fallos absurdos como los que hemos cometido en el pasado reciente. Lamentarse después de haber errado no sirve de nada. Lo que sirve es aprender lo suficiente para entender por qué hemos llegado a la presente situación. Sirve aprender de los errores y adoptar un método - modo de vida, que minimice la posibilidad de volver a repetirlos.
Las finanzas no son un invento de Goldman Sachs y otros grandes banqueros de Wall Street, sino el fruto de una tendencia que evoluciona desde que el hombre siente la necesidad de mejorar su modo de vida.
Aunque muchos no quieran acordarse y piensen que nunca antes hubo nada igual, a lo largo de la historia, las crisis han sido algo frecuente y habitual. Los mercados viven en una destrucción creativa permanente, aunque de algunas de estas demoliciones, por desgracia, se aprende menos que de otras. Y en algunas ocasiones, como en la actual crisis, muchas familias sufren con amargura las consecuencias. También es cierto que otros siguen sin entender que significa comprar eficientemente sin despilfarrar y no derrochar.
Los mercados no son tan lejanos a nosotros como tantas veces creemos. Por ellos, todos deberíamos conocer los distintos tipos de mercados que existen y los actores que intervienen, desde todos los ángulos y midiendo su importancia. No beberíamos contentarnos con demonizar la “especulación” sin antes entender bien lo que es y lo que aporta a la sociedad.
La tecnología actual y la que viene, nos aportará ventajas y también riesgos, dependiendo del uso que hagamos de las mismas, en nuestra relación con los mercados financieros. El miedo y la codicia son emociones intrínsecas de los seres humanos e influyen en nuestra relación con los mercados, con la creación de burbujas y las crisis que tarde o temprano las siguen.
Por supuesto no hay que confundir el medio con el fin. Si el hablar de economía, de mercados financieros, de miles de millones de euros, de trillones, de la especulación, de inversión, de la gestión del ahorro, de las finanzas, de las bolsas, de las divisas, del dinero, de las hipotecas, de los créditos, etc. nos agobia, nos tiene esclavizados y hasta nos da miedo, vamos mal. El dinero sólo tiene valor si está al servicio de nuestras necesidades; los mercados financieros nos deben ayudar a alcanzar nuestros objetivos, nuestras aspiraciones como personas y como sociedad. Ojalá aprendamos a no desdeñarlo y a darle la importancia que tiene. La justa, con equilibrio.
Puede parecer que el dinero debajo del colchón (una especie de paraíso fiscal autóctono) está seguro; pero ahí, quietecito, cada vez tiene menos valor, corre mucho riesgo de desaparecer y además es totalmente anti solidario.
Si hacemos el esfuerzo de entender los mercados “a nivel de usuario” tendremos la posibilidad de poner el dinero, que con mucho esfuerzo consigamos ahorrar, a trabajar en beneficio nuestro y de la sociedad.
Si a estas alturas todavía os da “yuyu” oír hablar de “mercados financieros”, quitaros la pereza y aprended a relacionaros de otra forma con el dinero. El dinero no solo sirve para gastarlo sin más, pagando nuestros caprichos. Tener una sana relación con el dinero y con los mercados donde se intercambia, nos ayudará a alcanzar nuestras metas en la vida.
¡Suerte!
©JAS2013
PD.-
Por cierto, la suerte no la reparten gratis. Se la busca uno, con tenacidad y esfuerzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario