El libre albedrío es la creencia de aquellas doctrinas filosóficas que sostienen que las personas tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones. El principio del libre albedrío tiene implicaciones religiosas, éticas, psicológicas, jurídicas y científicas. Por ejemplo, en la ética puede suponer que los individuos pueden ser responsables de sus propias acciones. En la psicología, implica que la mente controla algunas de las acciones del cuerpo, algunas de las cuales son conscientes.
Schopenhauer dijo que un humano puede hacer muy bien lo que quiera, pero no puede querer lo que quiere. Este pensamiento, me acompaña en todas las circunstancias de mi vida y me reconcilia con las acciones de los humanos, aun cuando son muy estresantes.
Las empresas que gastan ingentes sumas de dinero cultivando una imagen de amantes de la naturaleza, se encuentran ahora en el punto de mira de los ambientalistas, que les explican que sus prendas siembran de basura los océanos. Los peces se comen las microfibras y… ¿quien se come los peces?
Durante años hemos visto en los medios de comunicación gran preocupación por el impacto de los detergentes y de los cosméticos y de las microfibras, mucho más abundantes, no decían nada malo. Ahora que se ha dado la voz de alarma no faltará quien opine que: “Los Gobiernos deberían obligar a las empresas a investigar qué está pasando con los sintéticos y legislar para proteger al Planeta y a las personas”.
Pensemos un poco sobre el tema…
¿Cuánto costaba una prenda de ropa hace 40 años y cuánto, en dinero constante ahora? Hoy muchísimo menos.
¿Cómo han conseguido las empresas bajar el precio de venta –de compra para los consumidores–?
Seguramente a base de tecnología, bien con nuevos materiales, bien aumentando la productividad a fin de reducir costes, bien mejorando la organización. En todo caso no se reparó en que el uso de esa tecnología podía tener consecuencias no deseadas. Tal vez los productores pensaron que el “cómo” no importa si podían conseguir beneficios. Tal vez los consumidores también ceraron los ojos para no pensar en el “como” si podían comprar barato y disfrutar de productos o servicios apetecibles.
‘Antes’ la mayoría de los tejidos eran de calidad porque tenían que durar y porque los armarios eran infinitamente más reducidos que ahora. El PIB era mucho más reducido que hoy, las rentas eran menores y las capacidades de endeudamiento marginales y reservadas a personas y entidades concretas para casos y cosas concretas. Los bancos sólo daban crédito a quien lo tenía y prestaban dinero a quien no lo necesitaba o al menos podía responder con sus propiedades de la deuda.
Luego llegó la tecnología masiva orientada a reducir costes de producción, la deslocalización a entornos más baratos con normas laborales ‘más laxas’ y menos ‘cuidadosos’ con el medio ambiente, y la utilización de materiales más sofisticados cuyos impactos futuros eran una incógnita. Los precios de los productos y servicios siguieron bajando, el consumo aumentó, los beneficios de las compañías crecieron, la recaudación fiscal fue superior, las seguridades sociales ingresaron más. En cambio los salarios subieron muy poco y el subempleo se fue disparando, pero a todo bicho viviente le concedieron la capacidad de endeudamiento que quiso. La mayoría se lió la manta a la cabeza e hicieron como las empresas, consumir ahora y no pensar en las consecuencias futuras. ¡Mañana Dios dirá o tal vez el Estado pagará!
¿Por qué siempre nos quejamos de la paja en ojo ajeno y nos negamos a ver la viga en el nuestro?
¿Cuánto duraba un abrigo en los años 60?
¿Quién comía pollo, merluza o salmón hace 50 años?
¿Quiénes iban a esquiar hace 50 años?.
¿A qué estamento social estaban asociadas marcas de automóvil como Audi, BMW o Jaguar unas décadas atrás?
¿Quién podía vivir en una “torre-casa unifamiliar-piso” con todas las supercomodidades, “TV LSD HD, lavadora, nevera llena de precocinados, cocina con toda clase de electrodomésticos, AC, parquet, sofás, conexión a Internet, Smartphone, Tablet y PC, armarios llenos de ropa de marca, etc.“ hace tan sólo 50 años?
Hace sólo 40 años en el Maresme todavía se olía a flores y los campos del Baix Llobregat estaban llenos de alcachofas y frutales. Hoy, tanto las flores como las verduras y las frutas vienen del extranjero y aquí, más que a flores, se huele a tubo de escape de los automóviles de los ocupantes de las viviendas construidas en los campos donde hace poco se cultivaban flores y verduras. Pero el PIB ha aumentado y podemos comprar otras flores y verduras a mejor precio. Nadie se acuerda de “lo de antes” salvo cuatro nostálgicos. Muchos añoran la fabada de la abuela y en realidad no saben reconocer su sabor porque lo confunden con cualquier preparado en lata envuelto en una foto bucólica. Por supuesto los niños no saben que los pollos tienen plumas y si le dieran un gallo vivo a un joven lo más seguro es que lo levara al zoo porqué no sabría que hacer para poder cocinarlo y comérselo.
Este sistema económico-social en el que nos movemos ha estado basado en el ir-a-más y la inmensa mayoría ve bien que la ropa haya bajado mucho de precio y poder cambiar de modelo cada año. Nadie piensa en los efectos secundarios asociados a este tipo de producción que ha permitido que la mayoría podamos consumir todo lo que nos apetece.
¡Políticas “progresistas”! ¿Qué hemos entendido por “progreso”?
Nadie quiere dejar de consumir ni de disfrutar de lo que hemos llegado a comprar tanto si teníamos dinero como si no. Renegar de lo consumido endeudándonos es absurdo porque ya lo hicimos y porque el estándar medio de vida ha mejorado mucho, pero se desconoce casi todo —muy pocos tienen demasiadas ganas de conocerlo— sobre el coste que tal mejora está teniendo y va a tener.
¿Detener el crecimiento? Imposible: no es humano hacerlo porque el humano-siempre-quiere-consumir más. Pensar más, no. Esforzarse y trabajar mas, tampoco, pero consumir más si. ¡Cuánto mñas mejor!. La prueba la tenemos este año en Navidades. Todos teníamos unas ganas locas de que el Gobierno nos dijera que “la economía estaba mejorando y lo haría mucho más”. No importó que muchos dudaran de si era verdad y algunos supieran que era mentira, la mayoría salió a comprar como locos y la mayoría con tarjeta de crédito.
¿Cuáles son las posibles soluciones?
¿Reducir drásticamente los estándares de vida? Tal vez sería posible implantando dictaduras de facto que monitorizaran a la mayoría de la población tipo “Mundo feliz” de Huxley.
¿Disminuir los niveles de consumo a cotas sostenibles? Realizable con una población concienciada, pero eso es tan difícil y llevaría tanto tiempo…
Los problemas del consumo desmedido nos empiezan a afectar de forma importante y como no sea a base de tecnología, mucho me temo que van a ser irresolubles (una tecnología cuyos efectos tampoco se conocerían si es que alguna vez llegara a ponerse en marcha).
No sé, tal vez cambiarse de ropa cada temporada, esquiar en Baqueira o en St Moritz, comer merluza y salmón cada semana, conducir un vehículo BMW u oler a flores en los lugares de residencia, sea tan sólo para una élite, una minoría muy minoritaria. Tal vez el fallo –conceptual, no económico– estuvo en que los lobbies y los políticos nos hicieran creer que todos éramos iguales y por tanto teníamos acceso a todo lo que imagináramos que queríamos; aunque no dispusiéramos de “medios económicos” ni forma de lograrlos, para permitírnoslo.
Tal vez esos “lujos” hubieran tenido que seguir estando reservados para una minoría muy minoritaria y el todos tendríamos que adaptarnos a consumir sólo según nuestras posibilidades económicas: vivir en la vivienda, conducir el coche, vestir la ropa, comprar la comida y usar los complementos que cada uno necesite realmente y pueda pagar.
Es un hecho que la “desigualdad” se esté disparando y esta tendencia es realmente muy difícil de cambiar. Ya que en el pasado no supimos entenderlo, tal vez tengamos que hacerlo ahora, mal que nos pese, porqué no tendremos otro remedio; aunque que algunos grupos políticos se empeñen en convencer a las multitudes que repartirán los “recursos” entre los más necesitados y estas estén superdeseosas de creerlos. Ya vimos lo que pasó en Grecia hace pocos meses. Bueno no lo sabemos mucho porqué ni los medios de comunicación ni los partidos que tomaban a sus líderes como ejemplo ya no nos cuentan nada de ellos. ¿Porqué será?
Todo está en la mesura. Una cosa es que nadie pase hambre, ni frio y tenga las necesidades básicas cubiertas y otra cosa es que todos queramos vivir en pisos nuevos full equip, conducir BMW’s y cambiar de modelito cada temporada por obra del espíritu santo. Los políticos deben legislar para que se redistribuya parte de la riqueza generada de forma que todo el mundo disponga de lo necesario para vivir una vida digna y para dar oportunidad de que todos podamos colaborar en el mantenimiento del bienestar social porque todos tenemos algo para compartir. Otra cosa es hablar de lujos y de atar los perros con longanizas, sin dar palo al agua; para “todo” no hay.
©JuanJAS
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