En los últimos años, ha surgido un mito que da un giro particularmente feo a la tradición del Black Friday, alegando que ya en la década de 1800 los propietarios de plantaciones del Sur podían comprar esclavos con descuento el día después de Acción de Gracias. No tengo ni idea sobre la veracidad de esta versión sobre las raíces del Viernes Negro, popularizada por los que están en contra del consumismo desatado que acompaña cada vez más a esta festividad comercial. En USA se ha expandido a cuatro días (viernes a lunes) y aquí en España —nos gusta ser más papistas que el Papa— hasta a una semana entera.
Otra versión que se repite mucho —sobre todo los relacionados con el mundo del comercio— es que después de todo un año de funcionamiento en una pérdidas ("en rojo") las tiendas supuestamente obtuvieron beneficios ("en negro") el día después de Acción de Gracias, porque los compradores acudieron en masa a las tiendas para aprovechar los primeros descuentos para las fiestas navideñas. Aunque es cierto que las empresas minoristas utilizaban para registrar las pérdidas en rojo y las ganancias en negro en sus libros de contabilidad, esta versión del origen del Viernes Negro es inexacta aunque se haya impuesto como la versión oficial.
El primer uso registrado del término "Viernes Negro" parece que corresponde a la caída de la bolsa de oro de Estados Unidos el 24 de septiembre de 1869. Dos avispados especuladores de Wall Street, Jay Gould y Jim Fisk, lanzaron órdenes al mercado para comprar todo el oro que pudieran, con la esperanza de que la masa impulsara su precio por las nubes y lo pudieran vender con beneficios espectaculares. El último viernes de noviembre de 1869, se conoció la “conspiración” y la bolsa de valores entró en caída libre y provocó la quiebra de todo el mundo que se había sumado a la carrera por el oro, desde los barones de Wall Street a los agricultores.
También se cuenta que cada último sábado del mes de Noviembre se celebraba en Philadelphia un partido de rugby entre el Ejército y la Armada. En 1950, hordas de compradores suburbanos y turistas inundaron la ciudad el día antes del gran partido. No sólo los policías de Filadelfia no pudieron tomarse el viernes después libre después del Thanksgiving day, sino que tuvieron que trabajar en turnos extra-largos para controlar las multitudes y el tráfico adicional. Los rateros también aprovecharon el caos en las tiendas para hacerse con la mercancía, añadiendo más dolores de cabeza a los policías.
Aunque los comerciantes y las autoridades de Philadelphia trataron de cambiar el nombre por el de "Big Friday" con el fin de eliminar las connotaciones negativas, no tuvieron éxito y el "Black Friday" se hizo cada vez más popular.
En algún momento a finales de 1980, sin embargo, los minoristas encontraron una manera de reinventar el "Black Friday” y convertirlo en algo que se refleja positivamente, en lugar de negativamente, sobre ellos y sus clientes. El resultado fue el concepto "cambiar del rojo a negro" para reforzar la “esperanza” de que el día después de “Acción de Gracias” (Thanksgiving) marque la ocasión de usar este día de vacaciones para acudir a los grandes almacenes para empezar las compras Navideñas.
Todas las tiendas comenzaron a abrirse el viernes cada vez más temprano y ahora los compradores más forofos del consumo llegan a salir hacia las tiendas justo después de la comida de Acción de Gracias. Algunas encuestas dicen que casi el 60% de los estadounidenses van a comprar el Black Friday y casi el 80% lo harán en algún momento del largo fin de semana. Hay que tener en cuenta que se incluyen los que compran por Internet desde la comodidad de su hogar.
Con el tiempo, la bonanza de las ventas de un día se ha transformado en un evento de cuatro días, y se han puesto de moda los "días de fiesta al por menor" —Small Business Saturday/Sunday (Sábado y domingo de los minoristas)— y el Cyber Monday (lunes cibernético).
En España los comerciantes van a rebufo de todas las fiestas y tradiciones comerciales que triunfan en USA y paulatinamente las van implantando en nuestro país; y parece que a mucha gente le gusta, aunque no tengan dinero para permitírselas.
©Juan JAS
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